David Karvala

Texto presentado al Tercero Evento Trotsky, celebrado del 22 al 26 de octubre de 2024 en Buenos Aires.

Mesa: “Trotsky y el fascismo. Los trotskismos frente al auge de la ultraderecha actual”, jueves 24 de octubre, 9h, hora de Argentina (14h en el Estado español).

1 “Combatir el fascismo: aprendamos de Trotsky… y de las luchas.” David Karvala, militante de Marx 21 y Unidad Contra el Fascismo y el Racismo, Tendencia Socialismo Internacional, Catalunya.

2 “Trotsky y el Frente Único: características, críticas y legado para pensar el enfrentamiento al neofascismo.” Áquilas Mendes y Leonardo Carnut, historiadores, MES- PSOL, Brasil.

3 “Las ultraderechas del siglo XXI a la luz de los análisis de León Trotsky acerca del fascismo clásico.” Juan García y Guillermo Kane, dirigentes del Partido Obrero.

4 “Bonapartismo, fascismo y la ultraderecha del siglo XXI. Movilización, unidades y frentes.” Ezequiel Peressini, exdiputado en Córdoba, dirigente de Izquierda Socialista.

5 “Frente al auge de la ultraderecha, qué respuestas revolucionarias.” Pablo Vasco, dirigente del MST.

6 “El fascismo y la nueva derecha: parecidos, diferencias y los desafíos de la izquierda revolucionaria.” Fernando Dertaube, periodista, editor de Izquierda Web y dirigente del Nuevo MAS.

Programa entero aquí.

Índice

Resumen

Combatir el fascismo: aprendamos de Trotsky… y de las luchas

Introducción

Artículo de prensa: Aprendamos del levantamiento antirracista en Gran Bretaña

¿Y la teoría?

¿Un programa revolucionario?

¿Y si somos poca gente?

¿Qué hacer ahora?

Bibliografía

 

Resumen

Solo hay que mirar el mundo actual para ver que la lucha contra el fascismo es un asunto de vida o muerte, más que en ningún momento desde el asesinato de Trotsky. En la última década de su vida, el gran revolucionario ruso dedicó mucho esfuerzo a las estrategias para combatir a la extrema derecha. Defendió insistentemente la necesidad del frente único, la lucha unitaria por parte de la gente trabajadora, frente a la amenaza específica representada por el fascismo.

Pero se da la paradoja de que, frente a las extremas derechas actuales, muchas organizaciones trotskistas se olvidan totalmente de las lecciones esenciales y aún muy relevantes de Trotsky. Quizá sin darse cuenta, en este tema, la mayoría del trotskismo (junto con el anarquismo y el estalinismo) sigue variantes de las políticas estalinistas de hace un siglo, las mismas que Trotsky intentó combatir.

Pero no se trata solo de la teoría. Durante los últimos años, ha habido muchos ejemplos de la aplicación con éxito de la estrategia del frente único.

Un ejemplo reciente son las grandes movilizaciones que estallaron en medio centenar de ciudades de Gran Bretaña tras los pogromos racistas a principios de agosto de 2024. Éstas no salieron de la nada, sino que las convocó un movimiento unitario —un frente único— que trabaja desde hace años. Hay otras experiencias en el mismo sentido en otros países europeos.

Ahora que el auge del fascismo no es un problema principalmente europeo, sino cada vez más global, es imprescindible que la izquierda revolucionaria internacional tome nota de estas experiencias, para hacer frente mejor a los retos que tienen por delante.

Este artículo defiende la relevancia de los argumentos básicos de Trotsky ante la subida de los nazis. También, en base a experiencias más recientes, explica las maneras específicas en que el frente único puede aplicarse a las circunstancias en las que vivimos actualmente.

En conjunto, el texto es una llamada urgente para la creación, en el máximo número de territorios, de movimientos unitarios contra el racismo y la extrema derecha.

Inicio

Combatir el fascismo: aprendamos de Trotsky… y de las luchas

Introducción

Se me ha comentado la posibilidad de enviar un texto al III Evento Internacional León Trotsky. Debo confesar que no me anima mucho discutir acerca de cuál sería la posición trotskista más ortodoxa sobre tal o cual tema, en base a textos redactados por el gran revolucionario ruso hace casi un siglo. Soy más de la opinión de que el marxismo es una ciencia y un arte, en el que las aportaciones de una gran figura como Trotsky son valiosísimas, pero no son textos sagrados. El marxismo debe avanzar de la mano de la práctica y lo que ocurre en la vida real.

Hace tiempo que participo en la lucha contra el fascismo y el racismo. Solo hay que mirar el mundo actual para ver que este es un asunto de vida o muerte, más que en ningún momento desde el asesinato de Trotsky. Y se da la paradoja de que, frente al fascismo, gran parte de la “ortodoxia” trotskista se olvida totalmente de las lecciones esenciales y aún muy relevantes de Trotsky, acerca del frente único. Quizá sin darse cuenta, en este tema, la mayoría del trotskismo (junto con el anarquismo y el estalinismo) sigue variantes de las políticas estalinistas de hace un siglo, las mismas que Trotsky intentó combatir.

Pero insisto, no se trata simplemente de un debate sobre textos. Hace décadas que hay experiencias reales, vividas, del éxito del frente único… y del fracaso de las estrategias inspiradas en el estalinismo.

Un ejemplo muy reciente del éxito de la lucha unitaria son las magníficas y enormes protestas contra la extrema derecha en Gran Bretaña, que estallaron en medio centenar de ciudades de ese país tras unos auténticos pogromos racistas a principios de agosto de 2024. Como comento abajo, estas movilizaciones antirracistas no fueron simplemente espontáneas, sino fruto de años de trabajo en la construcción de movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo.

En esta contribución me centraré sobre todo en experiencias reales de estas luchas, pero también comentaré algunos aspectos de los argumentos de Trotsky.

Para iniciar este acercamiento poco ortodoxo al tema, reproduciré un artículo que logré publicar en el periódico digital progresista en el Estado español Público, sobre las lecciones de las protestas en Gran Bretaña (Karvala 2024a).

En parte, confieso, quiero aprovecharme del trabajo ya hecho. Pero también quiero demostrar que es posible expresar estos argumentos en lenguaje comprensible para las personas trabajadoras corrientes: no es que el Público tenga una audiencia de masas, pero sí lo lee gente de mucho más allá de los círculos de la izquierda trotskista. Tanto este artículo como otro, publicado en Diario Red (Karvala 2024b), han recibido bastante difusión. Aquí va:

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Artículo de prensa: Aprendamos del levantamiento antirracista en Gran Bretaña

David Karvala, en Público 13/08/2024

Estos días ha habido muchos titulares acerca de las terribles agresiones racistas y fascistas ocurridas en diferentes ciudades británicas, incluyendo ataques incendiarios contra edificios donde vivían personas que buscaban asilo.

Los medios también han mencionado la respuesta urgente por parte de activistas antirracistas. Y no tenían otra opción sino la de reconocer la enorme ola de protestas vecinales del miércoles 7 de agosto (7-A), cuando unas 25.000 personas, en decenas de ciudades por todo el país, respondieron a una llamada a defender los locales relacionados con la migración que los fascistas amenazaron con atacar.

Lo que no se ha explicado es de dónde llegó esta movilización: se ha dado la impresión de que fue algo espontáneo, o quizá debido a un supuesto carácter bondadoso británico.

Dado el grave contexto del auge fascista en el ámbito internacional, sería interesante poder reproducir aquí la respuesta antirracista de Gran Bretaña.

Pero claro, si solo se debe al azar, no hay nada que hacer. Si se debe al carácter británico, tendríamos que resignarnos a pasar años comiendo fish and chips grasientos (de hecho, y por suerte, como plato nacional, lo ha superado el curry de pollo), y bebiendo cerveza tibia, esperando que se nos pegue ese carácter británico.

La buena noticia es que la explicación es otra, y hay pasos menos dolorosos que podemos —debemos— dar para avanzar en la dirección señalada por la magnífica respuesta solidaria del miércoles 7-A.

Esas protestas respondieron —de manera mucho más masiva de lo que nadie se esperaba, eso sí— a una convocatoria del movimiento unitario británico, Stand Up To Racism (SUTR). Fueron también fruto de años de lucha unitaria contra el fascismo y el racismo, con grupos locales de SUTR activos en ciudades y barrios de todo el país.

La idea de una lucha unitaria contra la amenaza ultra parecería de sentido común, pero no es así. Dentro de las izquierdas, las visiones dominantes sobre cómo hacer frente a la extrema derecha son otras.

Evaluemos, entonces, las diferentes estrategias frente al fascismo a la luz de las masivas protestas en Gran Bretaña de estos días.

¿Qué es el antifascismo?

Mark Bray, en su libro Antifa: El manual antifascista, descarta que el “antifascismo” suponga simplemente oponerse al fascismo. Bray solo acepta como “antifascistas” a corrientes anticapitalistas, y solo si practican la acción directa. Descarta explícitamente a los movimientos unitarios y plurales.

Al hacerlo, Bray es fiel a la tradición “antifa” que arrancó hace casi un siglo, con “Acción Antifascista”. Pero esa estrategia —aún bastante hegemónica dentro de la izquierda radical— fracasó; su sectarismo fue un factor a la hora de permitir a Hitler llegar al poder.

Volvamos a las protestas en Gran Bretaña. Según Bray, éstas no serían “antifascistas”: no expresaron un programa político anticapitalista. Pero sin programa alguno, empequeñecieron a las pocas movilizaciones fascistas que se produjeron, impidiendo así los asaltos contra centros de ayuda a personas refugiadas que habían propuesto. El camino se ha demostrado caminando.

Yo no tengo problema alguno con el anticapitalismo, soy anticapitalista. La lucha unitaria contra el fascismo debe incluir a activistas “Antifa”, y estaban presentes en las protestas en Gran Bretaña, en algunas ciudades de manera muy significativa. Pero no se puede restringir el movimiento contra el fascismo a quienes compartan uno u otro programa anticapitalista.

Acción directa

Y ¿qué pasa con “la acción directa”? Es cierto que la lucha contra el fascismo no puede descartar la parte física. Pero es una cuestión táctica, y las tácticas deben variar según la situación.

De nuevo, la experiencia en Gran Bretaña nos da claves esenciales.

Cuando un puñado de fascistas se encontraba rodeado por miles de manifestantes, no hacía falta ninguna acción directa minoritaria. De haberse producido alguna, habría quitado el protagonismo de las y los actores reales, que era la masa de la gente, no unos pocos hombres expertos en artes marciales.

En situaciones menos favorables para nuestro lado, el combate físico tampoco resuelve nada. El sábado 3 y el domingo 4 de agosto, en algunas ciudades, grupos de decenas de antirracistas se encontraron superados en 3, 5 o 10 veces por las hordas racistas y fascistas. Ninguna cantidad de entrenamiento con artes marciales podía solucionar esto.

La clave es movilizar a más personas. Y para hacer esto, hay que hablar con la gente, en el trabajo, la panadería, las asambleas de diferentes movimientos… Quien quiera levantar pesas o practicar karate, que lo haga, pero es una opción de ocio, no de construcción política.

¿Una alternativa electoral?

La victoria electoral del Nuevo Frente Popular sobre Le Pen, en Francia este julio, animó a mucha gente. Pero igual que el modelo de “Acción Antifa”, la estrategia de coalición electoral ya demostró sus limitaciones en los años 30. La diferencia es que donde el modelo “Antifa” intenta imponer al resto una política radical, con el frente popular, la izquierda radical se somete a un programa reformista.

Esto a su vez limita su capacidad de impulsar las luchas sociales que necesitamos ante las múltiples crisis que acechan el mundo… dejando vía libre al fascismo para fingir ser la única alternativa, con sus “soluciones” falsas.

En cierto sentido, el frente popular no es una posible opción de futuro; es lo que ya tenemos con el Gobierno de Sánchez y su bloque de investidura.

Ha debilitado las luchas sociales, pero no ha servido para derrotar a la extrema derecha. Esta puede perder algunos escaños, pero sigue engañando a la gente y construyendo sus organizaciones.

Las movilizaciones masivas en decenas de ciudades británicas, en cambio, sí sirvieron para desmoralizar profundamente a las bases ultras. Por supuesto, la cosa no acaba aquí, pero indican un camino mucho más efectivo que la vía institucional.

El racismo y el fascismo

Es importante tener claro que el racismo y el fascismo son diferentes, pero que están muy relacionados.

El fascismo no es solo un racismo exacerbado; busca acabar con todo vestigio de la democracia limitada que aún nos queda. Por tanto, amenaza de manera directa a casi todo el mundo.

Y el racismo no se limita a la extrema derecha. En los últimos años hemos visto como el “establishment” europeo —tanto partidos conservadores como socialdemócratas— ha aumentado el racismo hacia la gente migrada y refugiada y, de manera especial, ha intensificado la islamofobia. Aquí tenemos ejemplos como la masacre en Melilla en 2022, o las múltiples deportaciones de activistas musulmanes, como Mohamed Saïd Badaoui, compañero de UCFR.

El racismo institucional y las campañas de odio racista de muchos medios de comunicación crearon las condiciones para los recientes pogromos en Gran Bretaña.

Pero muchos grupos del “antifascismo radical” no hacen trabajo antirracista: en algunos casos, incluso fomentan la islamofobia en nombre del “laicismo”. Mientras, los partidos socialdemócratas —un elemento clave en los frentes populares— a menudo son responsables del racismo institucional.

En cambio, las protestas en Gran Bretaña fueron modélicas, al fundir a gente blanca y racializada, muy diversa, en una unidad donde destacaban jóvenes musulmanas con hijab, afrodescendientes con rastas, rabinos mayores, sindicalistas de todos los colores… Por supuesto, incluían a muchas personas laboristas —incluso diputados/as—, pero lejos de intentar imponer al resto el programa de su partido (actualmente bastante racista), el sector laborista se sumó a los gritos contra el fascismo y por abrir las fronteras.

De paso, las movilizaciones también mostraron que muchísimas personas trabajadoras blancas entienden que el racismo no les trae beneficios o “privilegios”; entienden que la discriminación racista sufrida por sus vecinas y amigas racializadas amenaza al conjunto de la gente trabajadora y que resistirse al auge fascista y racista es una responsabilidad compartida.

“Quédense en casa”

Cuando Stand Up To Racism llamó a movilizarse para defender los centros de ayuda a migrantes el 7 de agosto, recibieron críticas. Algunas personas dentro de los movimientos argumentaron que se debía “dejar que la policía hiciera su trabajo” y que la gente debía quedarse en casa.

Incluso una conocida ONG británica que afirma combatir la intolerancia ha afirmado que —“según sus investigaciones”— las protestas callejeras que se enfrentan al fascismo son contraproducentes, que es mejor no hacerles frente. Proponen alternativas como escribir cartas a las instituciones, o fomentar iniciativas por parte de empresarios locales y líderes de ONGs.

Pero la ola de violencia fascista empezó con un asalto a la mezquita de Southport, cerca de Liverpool, la noche del 30 de junio; incluso intentaron quemarla con la gente dentro. Días antes la mezquita había avisado a la policía de las amenazas recibidas; durante el ataque hicieron llamadas desesperadas a la policía, sin que llegasen fuerzas suficientes para defenderlos.

La verdad es que hay muchas pruebas de racismo sistémico dentro de las fuerzas policiales.

Es de saludar que decenas de miles de personas entendiesen que no podían confiar en la policía para proteger a sus vecinas y vecinos, y que debían salir a la calle.

Apliquemos las lecciones

Escandalosamente, el gobierno británico pasó muy rápidamente de dar la bienvenida a la respuesta popular contra el racismo, a quitarle importancia.

La mañana del jueves 8 de agosto, el nuevamente elegido Primer Ministro laborista, Keir Starmer, ya estaba diciendo que la derrota de los fascistas la noche anterior se debía al despliegue policial.

Una ministra añadió que las rápidas condenas a fascistas en los tribunales habían disuadido a los ultras. Pero las condenas de dos o tres años de cárcel —tras intentos de homicidio, la quema de una furgoneta policial, y muchas agresiones racistas más— no se comparan con las penas mucho más largas que los tribunales imponen a activistas ecologistas por acciones de desobediencia civil.

Sugerir que este fuera el factor clave es puro cinismo, y un intento de hacer volver a la botella el genio de la movilización popular antirracista desatada estos días.

Desde las izquierdas y los movimientos, la lección debe ser la opuesta: debemos trabajar para impulsar la lucha unitaria y activa contra el racismo y la extrema derecha en todos los lugares posibles.

Hace 14 años que existe Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR) en Catalunya; ahora abarca un espectro muy amplio de los movimientos y las izquierdas del país.

Salvando pocas y pequeñas excepciones, no existe movimiento unitario parecido en el resto del Estado español.

Quienes hayan sentido inspiración y esperanza al ver las grandes protestas de estos días en Gran Bretaña debería juntarse con más personas para construir un movimiento unitario en su territorio. No dará resultados instantáneos, pero si queremos cerrar el paso al fascismo, emprender ese trabajo cuanto antes es nuestra mejor opción.

Pongámonos manos a la obra. Como ha demostrado de manera brillante la gente de los barrios populares de Gran Bretaña, somos mayoría: podemos y debemos ganar.

  • Quienes tengan interés en impulsar un movimiento unitario en su territorio pueden contactar con UCFR vía: https://ucfr.cat/contacte

[Fin del artículo de prensa. Se reproduce aquí literalmente. Se entregó al Público el 9 de agosto. Apareció en catalán, con ligeras diferencias, el 12/08/2024, y en castellano el 13/08/2024.]

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¿Y la teoría?

Creo que los acontecimientos comentados arriba hablan por sí mismos, y de hecho confirman lo que argumentaba Trotsky.

Aquí, debemos tener presente lo que Marx escribió en sus Tesis sobre Feuerbach:

“El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre [sic] tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad… de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.” (Marx, 1845)

Pero dado que hay personas que prefieren que se justifique todo en base a las citas, hagamos memoria de lo que argumentaba Trotsky, para relacionarlo con lo vivido. Veremos los muchos aspectos en que coinciden casi totalmente, pero también los aspectos en que se está aplicando el espíritu del frente único, pero que las condiciones obligan a variar la manera exacta de hacerlo.

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¿Un programa revolucionario?

Como se comenta indirectamente en el artículo del Público, algunos sectores de la izquierda se expresan en términos así: “la lucha antifascista es inseparable de la lucha por el derrocamiento revolucionario del capitalismo”; o bien “es necesario que Antifa se postule como una alternativa anticapitalista coherente… que luche por un programa revolucionario”. La primera cita es de un grupo estalinista, la segunda de una organización trotskista. (No pongo referencias específicas, porque se podrían encontrar citas parecidas de muchísimas fuentes y no se trata de señalar específicamente a estos compañeros.)

Pero el hecho es que reproducen la política estalinista de 1928-33, de descartar toda visión de lucha unitaria contra el fascismo por parte de la clase trabajadora (Karvala 2015). (Aquí doy por sentado que actualmente ninguna clase trabajadora de ningún país del mundo apoya mayoritariamente una revolución socialista. ¡Ojalá me equivoque!)

Hay un sinfín de citas de Trotsky donde se trata esta cuestión. Se basan en la comprensión de que, si bien una parte de la clase trabajadora apoya a la izquierda revolucionaria, la mayoría de quienes rechazan el fascismo no han roto con el reformismo. Ningún movimiento amplio, por tanto, es posible sobre la base de la aceptación de un programa revolucionario. Pero tampoco tenemos que aceptar un programa reformista, como se insiste en el frente popular. Simplemente, el frente único no se basa en un programa político compartido:

“¡Ninguna plataforma común con la socialdemocracia o los dirigentes de los sindicatos alemanes, ninguna publicación, ninguna bandera, ningún cartel común! ¡Marchar separados, golpear juntos! ¡Ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, sobre quién y cuándo golpear!” (Trotsky 1931).

Ya volveremos a lo de “Marchar separados”, pero la clave aquí es que no se trata de un acuerdo político con nadie, sino de un pacto de mínimos, de lucha conjunta e inmediata contra el fascismo.

¿Dónde queda, entonces, la alternativa revolucionaria que necesitamos? Por supuesto que hace falta una política revolucionaria coherente, pero ésta la debe presentar y defender, en nombre propio, la organización revolucionaria. Un “frente único” formado solo por personas que ya defienden este programa no tendría sentido alguno, sería una mera fachada del propio partido.

Estas fachadas existen, por supuesto, en diferentes ámbitos. Pero al optar por una sucursal en vez de un frente único de verdad, las organizaciones que las impulsan están perdiendo la oportunidad de trabajar con fuerzas más diversas, con personas antes desconocidas, algunas de las cuales se podrían ganar políticamente en el curso de la lucha.

Un efecto —colateral, digamos— de aplicar bien la táctica de frente único es que crea las condiciones en las que capas más amplias de la clase trabajadora pueden conocer en la práctica el valor de la política revolucionaria; algunas personas llegarán a unirse a una organización marxista que antes no conocían o de la que desconfiaban.

En cambio, con la visión sectaria de poner como precondición la aceptación de un programa revolucionario (ah, y ¿cuál?, dado que hay tantos…) están diciendo que primero hay que ganar a las personas únicamente mediante las ideas, y que la lucha debe esperar hasta que lo hayan conseguido. Con esto, abandonan la tradición del marxismo revolucionario, para volver al idealismo de las corrientes socialistas pre-marxistas.

También hacen un favor a los dirigentes reformistas. Típicamente, estos no tienen interés alguno en que sus bases participen en una lucha activa contra el fascismo codo con codo con la izquierda revolucionaria. Si la izquierda revolucionaria pone un ultimátum, si plantea condiciones que sabe que el reformismo no aceptará, les da la excusa perfecta para rechazar la lucha unitaria. Así seguimos puros, pero en una pequeña minoría ante los ataques fascistas.

Frente a esto, Trotsky insistió:

“Hay que mostrar en la práctica la mayor disposición para formar con los socialdemócratas un bloque contra los fascistas en todas partes donde estén dispuestos a adherirse a este bloque. Cuando se dice a los obreros socialdemócratas: ‘Abandonad vuestro partido y uníos a nuestro frente único, al margen de todo partido’, no se hace más que añadir una frase huera a millares de otras. Hay que saber arrancar a los obreros de sus jefes en la acción. Y la acción, ahora, es la lucha contra el fascismo.” (Trotsky 1931).

Esta es una clave del frente único; ganarse a mayores sectores de la clase trabajadora mediante la acción, no solo con palabras.

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¿Y si somos poca gente?

En los años en los que los nazis estaban creciendo en Alemania, el partido socialista (SPD) tenía unos 900.000 militantes, y el partido comunista (KPD) llegó a tener unos 300.000. Las milicias callejeras de estos partidos sumaban, entre ellas, centenares de miles de combatientes.

Así que cuando Trotsky exigía un frente único en Alemania, estaba hablando de fuerzas realmente de masas, en una situación en la que la izquierda revolucionaria (término que con matices aún se aplicaba al partido comunista) podía hablar de tú a tú con el reformismo.

Es evidente que hoy en día, estamos muy lejos de estar en estas condiciones. Ni siquiera en Argentina, donde tiene más fuerza que en ningún otro país, la izquierda trotskista es comparable con el tamaño del KPD de entonces. Y fuera de Argentina, las organizaciones inspiradas en Trotsky no suelen pasar de los centenares de militantes; solo en unos pocos casos su afiliación se cuenta por miles. También es cierto, y relevante, que los partidos reformistas son mucho más débiles que el SPD de esa época.

¿Tiene sentido, entonces, hablar del frente único en estas condiciones?[1]

La respuesta es que sí, y abajo se comentará el por qué, en términos teóricos. Pero antes están los hechos. En diversos países europeos al menos, ya existen movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo, donde colaboran fuerzas revolucionarias y reformistas sobre un acuerdo de mínimos, de lucha. Donde se lleva más tiempo aplicando esta estrategia es Gran Bretaña, y cómo se ha comentado en el artículo reproducido arriba, la estrategia ha dado sus frutos; en el mundo real, no el de las teorías.

Pero no es solo Gran Bretaña. En Grecia, el movimiento unitario, KEERFA, rompió la organización neonazi, Amanecer Dorado (Marx21.net, 2020). El movimiento unitario catalán acabó con el partido fascista Plataforma per Catalunya, etc.

Estos frentes únicos no consisten en una llamada puntual de un partido de masas revolucionario a otro reformista, para defender conjuntamente sus locales frente a ataques de las tropas de asalto, como había planteado Trotsky.

En parte, esto refleja el hecho de que hasta ahora el principal ámbito de actuación de la extrema derecha en Europa —incluyendo los partidos fascistas trajeados, como el Front National/Rassemblement National de Marine Le Pen, o Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni— no ha sido la lucha callejera, sino la campaña electoral y las instituciones.

Pero más fundamental es la debilidad de los partidos de izquierdas. Las ideas reformistas siguen siendo mayoritarias entre la gente trabajadora, pero a menudo esto no se refleja en una afiliación masiva a un solo partido reformista. Se refleja más bien en la afiliación sindical, en la participación en movimientos sociales, o aún más pasivamente, en pagar una cuota a una ONG. Incluso donde se afilia a un partido, hay más fragmentación de organizaciones, y hay menos lealtad partidista; la militancia no responde rápida y fielmente a una llamada de la dirección.

Ante esta situación, se ha llegado empíricamente a otra manera de construir el frente único. En vez de ser un acuerdo momentáneo entre dos fuertes partidos, son movimientos más o menos duraderos y estructurados, construidos con el tiempo, que incluyen a personas y organizaciones mucho más diversas que simplemente dos partidos políticos.

Dicho esto, el elemento fundamental del frente único sigue estando presente: estos movimientos reúnen a sectores reformistas y revolucionarios de la clase trabajadora, con el único objetivo de hacer frente al fascismo y el racismo. (Los intentos periódicos de algunos grupos de la izquierda radical de exigir que tales movimientos asuman posiciones sobre otras cuestiones políticas son realmente intentos sectarios de sabotear el frente único; algo que a veces logran, al menos en alguna localidad.)

Pero el hecho de existir a lo largo del tiempo, con nombre y perfil propios, permite a tales movimientos unitarios ir acumulando fuerzas, mucho más allá de las que responderían a una llamada puntual emitida únicamente por un pequeño grupo revolucionario, que sería la aplicación literal del método que propuso Trotsky para Alemania.

Aquí, Unitat Contra el Feixisme i el Racisme en Catalunya es un buen ejemplo. Actualmente abarca la enorme mayoría del movimiento sindical; tres de los cuatro partidos de izquierdas (en el sentido amplio) con presencia en las instituciones, además de diversos grupos de la izquierda radical; el conjunto de los movimientos feministas, LGBTI+, vecinal y juvenil; ONGs; colectivos de personas migradas; entidades musulmanas, organizaciones gitanas/roma… Es bastante conocido que el impulso inicial surgió del pequeño grupo en el Estado español de la corriente socialismo internacional (IST).[2] Pero mediante el trabajo paciente a lo largo de varios meses, con gente amiga de diferentes sensibilidades, se consensuó una declaración a favor de la creación de un movimiento unitario, firmada por 25 personas de diversas organizaciones, y se puso en marcha a partir de aquí (UCFR 2010). Así, con el tiempo se logró crear un movimiento muy amplio.

Al existir durante el tiempo, y organizarse mediante grupos locales, se desarrolla una capa de activistas de UCFR que comprenden y comparten la visión de lucha unitaria contra el fascismo y el racismo; efectivamente los “cuadros” del movimiento unitario. Y estas personas pueden proceder de la izquierda revolucionaria, pero a menudo son militantes de organizaciones reformistas, o simplemente activistas a título individual. Con el tiempo, se llega a crear un ambiente de compañerismo entre personas de diferentes corrientes políticas, diferentes procedencias, diferentes creencias… que puede contribuir mucho a nuestras posibilidades de éxito en otros proyectos políticos, más allá de la lucha contra el fascismo.

En este sentido, no se toma literalmente la exigencia de Trotsky de “marchar separados”. Un elemento importante de los movimientos unitarios son las manifestaciones coordinadas con motivo del día internacional contra el racismo, el 21 de marzo. Alrededor de esta fecha, desde hace bastantes años, se convocan protestas en ciudades por todo el mundo (WARAF 2024). De sus inicios en Europa, la red internacional World Against Racism and Fascism ahora incluye movimientos de todos los continentes del mundo, algunos muy grandes, otros muy reducidos.

En Barcelona, por ejemplo, en estas manifestaciones, sí hay pancartas conjuntas, centradas únicamente en el rechazo compartido al racismo y la extrema derecha. Pero las diferentes organizaciones llevan sus propias banderas y pancartas, y si quieren pueden distribuir sus propias publicaciones. La unidad no supone intentar imponer la uniformidad.

En resumen, no es literalmente lo que proponía Trotsky hace un siglo, pero estos movimientos sí reflejan la esencia de su argumento. Ante el grave peligro que representan el fascismo y el racismo, podemos y debemos hacer una lucha unitaria, sin que esto nos impida reconocer y hablar de nuestras visiones diferentes. Esta originalidad es característica del marxismo científico, solo se ve como problemática desde una visión escolástica.

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¿Qué hacer ahora?

¿Qué significa todo esto para la izquierda revolucionaria? Se espera que a estas alturas nadie intente minimizar la amenaza de la extrema derecha.[3] Aunque el auge ultra se produce en el contexto de la crisis poliédrica del capitalismo, no se puede ver el fascismo como meramente una cara más del propio sistema capitalista. El fascismo es una amenaza específica, que requiere una respuesta específica, más allá de la lucha general anticapitalista. Así lo mantuvo Clara Zetkin en 1923, y luego Trotsky ante la subida de Hitler.

Ante esta situación, las organizaciones que se reivindican de trotskistas hace tiempo que debían estar ayudando a impulsar el frente único: como hicieron los bolcheviques en su día, ante el golpe de Kornílov; como defendió el Comintern en sus inicios; y como Trotsky insistió tanto, una década más tarde.

Pero hay un hecho incómodo. Hasta ahora, con pocas excepciones, la izquierda trotskista ha hecho poco para construir movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo.

Una importante excepción ha sido la corriente Socialismo internacional (IST en sus siglas en inglés, International Socialist Tendency. Ver, por ejemplo, IST 2024). El Socialist Workers Party, organización de la IST en Gran Bretaña, fue clave en crear la Anti Nazi League en 1977, y ha jugado un papel clave en sus movimientos sucesores, actualmente Stand Up To Racism, que ha sido central al hacer frente a los recientes pogromos. En Grecia, KEERFA surgió a la iniciativa de SEK, la organización adherida a la IST en ese país. Ya se ha comentado el papel de la gente de la IST en Catalunya en la creación de UCFR. Y así en otros muchos casos.

En cambio, allá donde no hay una organización consolidada de la IST, es menos probable que surja un movimiento unitario para luchar contra el fascismo y el racismo. (Sí existen movimientos o redes impulsados por ONGs antirracistas, y hacen un buen trabajo frente al racismo, pero suelen evitar combatir específicamente a los partidos fascistas, muchas veces se niegan incluso a nombrarlos.)

Estos son hechos empíricos observados, y no son nada para celebrar, más bien, es una situación que debe cambiar.

En Europa, existen movimientos unitarios en bastantes países, pero todos necesitan reforzarse. Si se lograse que militantes de otros sectores de la izquierda revolucionaria —personas comprometidas, con capacidad organizativa y la habilidad de presentar los argumentos…— se sumasen al trabajo de construir el movimiento unitario, esto podría suponer una gran diferencia.

En América Latina, la necesidad es aún mayor. Por razones que no van al caso, la IST ha tenido muy poca presencia en este continente. Esto significa, entre otras cosas, que la rica experiencia de nuestra corriente en esta cuestión es muy poco conocida. Pero ahora están surgiendo en diferentes países de América latina partidos de extrema derecha bastante parecidos a los de Europa, y de hecho sabemos se están coordinando entre ellos internacionalmente (ver UCFR 2022). Para hacerles frente, parecería sensato aprovecharse de las lecciones aprendidas en Europa, mediante años, incluso décadas de trabajo duro. Obviamente, no se trata de intentar imitar exactamente, sino de agarrar lo que sirva y adaptarlo a las condiciones locales.

Este texto es una llamada a que las compañeras y compañeros del continente al menos echen una ojeada a lo que hemos hecho referente al frente único, y miren de aplicarlo en sus luchas.

Hay temas en los que la IST se aleja mucho de las palabras de Trotsky (ver Cliff 1999). Pero respecto al frente único, parece que la IST es lo más ortodoxo que hay. A ver si este hecho ayuda a que se tome en serio esta propuesta. Hay mucho en juego.

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Bibliografía

Cliff, Tony (1999), Trotskismo después de Trotsky. Se editó en castellano en 2003. Disponible en https://marx21.net/2003/05/01/Trotskismo-despues-de-Trotsky/.

International Socialist Tendency (2024), “Declaración contra la extrema derecha”, marx21.net 06/05/2024. Disponible en https://marx21.net/2024/05/06/declaracion-ist-vs-extrema-derecha/

Karvala, David (2009), “Golpear juntos: el frente único ayer y hoy”, davidkarvala.blogspot.com, 01/04/2009. Disponible en https://davidkarvala.blogspot.com/2009/04/golpear-juntos-el-frente-unico-ayer-y.html, también aparece en Karvala 2010.

Karvala, David (ed., 2010), No pasarán, aunque lleven trajes, Ediciones la Tempestad.

Karvala, David (2014), “Los fascistas con traje, ¿realmente son fascistas?”, davidkarvala.blogspot.com, 15/04/2014. Disponible en https://davidkarvala.blogspot.com/2014/04/los-fascistas-con-traje-realmente-son.html, también aparece en Karvala 2019a.

Karvala, David (2015), “‘Antifa’. Orígenes de la bandera roja y del antifascismo clásico”, davidkarvala.blogspot.com, 06/01/2015. Disponible en https://davidkarvala.blogspot.com/2015/01/antifa-origenes-de-la-bandera-roja-y.html, también aparece en Karvala 2019a.

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[1] Trotsky habló de la importancia para la posibilidad y necesidad del frente único de la fuerza relativa de la izquierda revolucionaria y del reformismo ya en 1922:

“En el caso en que el Partido Comunista sólo representa todavía a una minoría numéricamente insignificante, la cuestión de su actitud hacia el frente de la lucha de clases no tiene una importancia decisiva. Bajo estas condiciones, las acciones de masas serán dirigidas por las antiguas organizaciones… Por otra parte, el problema del frente único no se plantea en los países en que… el Partido Comunista aparece como la única organización que dirige la lucha de las masas trabajadoras. Pero donde el Partido Comunista constituye una gran fuerza política sin haber alcanzado aún un valor decisivo, donde comprende a la cuarta o tercer parte de la vanguardia proletaria, la cuestión del frente único se plantea con toda su agudeza.” (Trotsky 1922).

[2] Entonces se llamaba En Lucha. Desde 2016, por motivos que no van al caso, el grupo de la IST es Marx21.net.

[3] Aquí no cabe discutir cuáles organizaciones de extrema derecha son realmente fascistas, y cuáles “solo” son extrema derecha racista y populista. Trato la cuestión en Karvala 2014.