ES CA

David Karvala

Mohamed Said Badaoui es, desde hace años, activista de Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR) de Reus y forma parte de la coordinación nacional de UCFR Catalunya.

Es, además, activista social en su ciudad, fomentando buenas relaciones entre la comunidad musulmana y el resto de la población, es entrenador de fútbol…

Al menos, lo era, hasta su deportación por parte del ministerio de Interior, en la madrugada del sábado 19 de noviembre. Expulsaron a Mohamed a Marruecos, un país del que salió como niño hace 30 años; vivía en Catalunya desde los 10 años.

El viernes 5 de agosto de 2022 la policía le había comunicado una orden de deportación con tan solo 48 horas de plazo para presentar alegaciones (hasta el domingo, ¡a inicios de agosto!). Las acusaciones contra Mohamed, como él ha denunciado repetidamente desde entonces, carecen de base alguna: no existen pruebas.

Se le acusa en base a suposiciones islamófobas, inventadas.

Mohamed había apelado contra la negación de su solicitud de nacionalización, exigiendo que aportasen pruebas para justificar esta decisión. En vez de hacerlo, la policía elaboró la orden de expulsión.

Bajo la Ley de Extranjería, basta un informe policial sin fundamentos para que te expulsen, incluso si llevas casi toda tu vida en el país y tienes tus papeles en regla. Resulta que ésta es una estrategia consciente de las autoridades.

Fue el inicio de un calvario que, por ahora, ha dejado a Mohamed en su ciudad natal en Marruecos. También fue el inicio de una lucha contra su deportación, y la de otras personas en situaciones parecidas, que tendrá que continuar.

El siguiente es un breve relato de los hechos y unas reflexiones sobre lo aprendido.

Amplias protestas

La primera protesta se celebró en Reus pocos días después de llegar la amenaza de deportación, una concentración urgente de quizá 150 personas muy diversas. El ayuntamiento de la ciudad declaró su apoyo a Mohamed, reconociendo que “es una persona que siempre ha trabajado codo con codo con las entidades y el Ayuntamiento de nuestra ciudad para garantizar los derechos de sus vecinos y vecinas”. Siguieron más protestas, gestiones en el Parlament de Catalunya, en el Congreso…

El gesto valiente de Mohamed de levantar la voz hizo que más personas en una situación similar ganaran confianza.

Así, Amarouch Azbir, vecino y trabajador municipal de Vilanova i la Geltrú, ciudad cerca de Sitges, explicó que a él le pasaba lo mismo. Se puso en contacto con el grupo local de UCFR, que convocó una concentración en apoyo a ambos compañeros.

A finales de agosto, tras una concentración en Barcelona, se formó el Grupo de Apoyo a Mohamed Said Badaoui. Desde entonces, este pequeño núcleo de personas diversas ha realizado un trabajo impresionante, difundiendo el caso, buscando apoyos, etc.

Su comunicado de apoyo a Mohamed, colgado en la web de UCFR, ha recibido hasta la fecha más de 1.400 adhesiones, incluyendo a más de 160 entidades.

El 18 de octubre, Amarouch y Mohamed fueron detenidos, pero tras llegar incluso al aeropuerto de Madrid, fueron devueltos a sus respectivas ciudades para comparecer ante los jueces. Se sospecha que la presión política y social ejercida contribuyó a este cambio de procedimiento.

Tras unos sucesos muy extraños en el tribunal de Reus, Mohamed fue encarcelado en el CIE de Barcelona el 21 de octubre. En cambio, al día siguiente, el juez de Vilanova declaró que las acusaciones contra Amarouch eran “vagas y genéricas” y lo dejó en libertad… aunque sin anular la orden de deportación.

Tras las detenciones, el Parlament de Catalunya declaró su apoyo a Mohamed y a las otras personas que se encontraban en situaciones parecidas. A raíz de esto, una delegación del Parlament fue a visitar a Mohamed al CIE.

Hacia finales de octubre, salió a la luz el caso de Yahya Benaouda, en Extremadura. Con un perfil muy parecido al de los otros dos casos, Yahya había estado muy activo en su pueblo, Talayuela, colaborando con el banco de alimentos, ayudando a la Cruz Roja durante el confinamiento… Fue detenido la mañana del 25 de octubre; dos días después ya había sido deportado. A pesar de su historial de actividades sociales, no consta que recibiese apoyo social, más allá de la comunidad musulmana del pueblo que convocó una concentración.

Mientras, tras multitud de protestas y gestiones políticas, y una amplia cobertura mediática, no siempre islamófoba, Amarouch y Mohamed fueron deportados en la madrugada del sábado 19 de noviembre. Increíblemente, Interior fletó un avión solo para llevar a estas dos personas a Marruecos: aparte de ser racista, su expulsión fue un desperdicio de dinero que se podría haber dedicado a fines sociales.

Tanto los compañeros deportados, como el grupo de apoyo, como el conjunto de personas y movimientos que los hemos apoyado, tenemos claro que se ha perdido una batalla, pero la lucha continua.

Islamofobia “laica”

Muchas personas de fuera de Catalunya —activistas, periodistas…— se han sorprendido por la amplitud de apoyo y solidaridad que se ha tejido. Recuerdan que hace cinco años se produjeron los terribles atentados de la Rambla de Barcelona y Cambrils, y suponen que la mera acusación de “islamista”, “salafista”, “yihadista” haría que los acusados se quedasen sin apoyo.

La verdad es que choca el contraste entre los casos de Amarouch y Mohamed, y el de Yahya y los demás casos que aún ni siquiera conocemos.

El problema es que, en gran parte del Estado español, gran parte de la izquierda y de los movimientos sociales no tienen presente que la islamofobia es un problema, una forma de racismo que hay que combatir. Más bien, tristemente, muchos sectores de la izquierda, incluso de la izquierda radical, no solo no luchan contra la islamofobia, sino que la fomentan, en nombre del “laicismo”.

Activistas capaces de denunciar acusaciones infundadas de la política contra activistas sindicales, por la vivienda, etc., dan por buenas afirmaciones racistas e igualmente infundadas en estos casos.

Este problema existe también en Catalunya, donde hay tuiteros que nunca han hablado con Mohamed, ni siquiera lo han escuchado, pero afirman que es “salafista” o que quiere imponer el velo a las mujeres. Tuiteros que se piensan progresistas dan por bueno lo que dicen los informes policiales vacíos de pruebas, y webs racistas. Ni siquiera hacen caso a las declaraciones muy claras de Mohamed que desmienten estos bulos.

Aun así, en Catalunya gran parte de la izquierda se ha posicionado contra la islamofobia. Como dijo Mohamed en una entrevista: “No tengo constancia de si estoy recibiendo apoyo a nivel estatal por parte de la izquierda… Todo el apoyo que estoy recibiendo viene de partidos catalanes”.

Unidad contra la islamofobia

Habrá diversos factores que explican esta diferencia: muchos no serán reproducibles en otros territorios, otros sí.

Es indiscutible que el grupo de apoyo ha jugado un papel esencial, pero por sí solo una decena de personas no podrían haber movilizado toda esta solidaridad.

En Madrid, también existen personas muy comprometidas con la lucha contra la islamofobia institucional, y que han apoyado plenamente esta causa. Incluyen a activistas con una fuerte presencia en los medios, etc., pero a pesar de sus esfuerzos, no han logrado una movilización importante, como ha señalado el propio Moha Gerehou.

El hecho es que, en Catalunya, se trabaja de manera amplia y unitaria contra la islamofobia desde hace años.

Unitat Contra el Feixisme i el Racisme se creó en 2010, principalmente para combatir el partido fascista (ahora difunto), Plataforma per Catalunya. La problemática de la islamofobia estaba presente desde el inicio, y hubo un largo proceso de debate interno sobre el tema.

Con el tiempo, se logró establecer un consenso muy amplio de rechazo a la islamofobia y a favor de una laicidad real: que el Estado no debe ni fomentar ni reprimir a ninguna religión o a sus creyentes.

Así que tras los terribles atentados de Charlie Hebdo en París en enero de 2015, fue posible que una declaración de UCFR —exigiendo que esta tragedia no sirviera de pretexto para fomentar aún más la islamofobia— recibiera apoyos muy amplios, mucho más allá de los grupos antirracistas más comprometidos. Firmaron partidos, sindicatos, ONGs, etc.

A partir de ahí se empezaron a celebrar protestas y otros actos importantes contra la islamofobia, incluyendo el anual Fórum Social contra la Islamofobia y todo tipo de racismo.

Solo así se entiende como, tras los atentados de 2017, los movimientos sociales lograron “hackear” la gran manifestación oficial del 26 de agosto de ese año. En vez de servir de respaldo a las políticas represivas del Estado, como ocurrió en París tras los atentados de Charlie Hebdo, fue un gran reclamo contra las guerras y contra la islamofobia.

Solo así se entiende que la Confederación de Asociaciones Vecinales de Catalunya (CONFAVC) y 160 entidades más pudieran respaldar la declaración contra las recientes deportaciones.

Construir movimiento unitario

La lección debería ser clara. Ante el aumento de la islamofobia —y también del antigitanismo, la negrofobia, el racismo institucional, la extrema derecha…— hay que construir movimientos amplios como UCFR en más territorios.

No será fácil. Como se ha comentado, la islamofobia está muy presente dentro de la izquierda y los movimientos sociales; harán falta muchos debates pacientes para hacerle frente, pero debemos tener claro que no hay otra opción.

Algunas personas antirracistas se impacientan y abandonan el intento de dialogar/debatir para ganar estos espacios. A veces incluso recurren a planteamientos que ni siquiera buscan ganar apoyos más amplios. Pero es imprescindible construir un movimiento real; no lograremos frenar ni el racismo institucional ni la ultraderecha solo con teorías y grupos reducidos.

Hay que subrayar que trabajar en un espacio amplio —lo que también se llama frente único— no implica abandonar la visión política propia de cada persona o entidad. Simplemente se tiene que acordar luchar conjuntamente entorno a unos puntos de mínimos, compartidos (en principio) por sectores más amplios. Esto sin que nadie —ni los sectores más radicales ni los más moderados— tenga que abandonar sus propias ideas.

Una izquierda consecuente

No es fácil hacer frente a la islamofobia, tras décadas de fomento del odio desde los Estados, con la activa colaboración de gran parte de los medios, y la connivencia de sectores de la izquierda. En muchos sitios, la islamofobia es hegemónica y casi nadie la combate.

Cambiar esta situación requiere mucho trabajo. Pero la amplitud de la solidaridad frente a las deportaciones islamófobas en Catalunya demuestra que es posible.

Marx21 forma parte de una corriente de la izquierda anticapitalista que, a diferencia de otras izquierdas, lleva décadas combatiendo la islamofobia e impulsando luchas unitarias. El hecho de contar con un espacio colectivo, donde compartimos políticamente mucho más que un solo punto, es una gran ayuda para poder realizar más efectivamente el resto de nuestra actividad.

Si compartes esta visión de lucha unitaria contra todo tipo de opresión, sin concesiones, pero sin sectarismos, ayuda a construir el movimiento unitario, pero también piensa en unirte a Marx21.


¿Te gusta lo que decimos?

Quiero más información

Quiero unirme a Marx21