Xoán Vázquez
Hay que reconocer que el sector bancario es capaz de poner siempre un toque de humor negro en sus anuncios de reestructuraciones o procesos de transformación. A los planes para cerrar más de 4.000 oficinas entre este año y el que viene, así como el reducir sus plantillas en más de 15.000 empleados, por medio de prejubilaciones y bajas voluntarias e incentivadas, lo denominan eufemísticamente “despidos no traumáticos”.
El anterior proceso de reestructuración se inició en 2007/2008, motivado por la crisis financiera por la que atravesó el sistema bancario y que derivó en una crisis económica. La regulación bancaria provocó la unificación y concentración del sector entre los años 2010 a 2014, ejercicios en los que se iniciaron las fusiones, lo que tuvo como consecuencia la desaparición de más de 300 cajas de ahorro, bancos y cooperativas de crédito y el despido de más de 89.500 personas que trabajaban en estas entidades.
En las últimas semanas varias entidades financieras han comunicado su intención de acometer nuevas reestructuraciones. Las razones esgrimidas son muy variadas: la crisis del Covid-19, la digitalización, los nuevos actores tecnológicos que han entrado en el negocio financiero, los negativos tipos de interés y el cambio de costumbres de los clientes en su relación con la banca.
Más de 3.000 el Santander; 2.000 (el 15% de la plantilla) el Sabadell a lo que habría que añadir 900 en su filial británica TSB. A las salidas de Santander y Sabadell hay que sumar las que llevarán a cabo Bankia y CaixaBank tras su fusión (entre 7.000 y 8.000 empleos). Liberbank y Unicaja también tienen sobre la mesa su fusión, con la salida de unos 1.500 empleados.
El resto de los bancos medianos o pequeños también tienen algunos ajustes sobre la mesa por lo que habría que remitirse a 2013 para encontrar un ejercicio con más “salidas de personal” en la banca española que el próximo año.
Miedo
Para el sindicato CGT: “La situación actual es el escenario perfecto para que los bancos, sin mayores contratiempos, destruyan empleo de manera constante. Varios son los factores que favorecen esta situación: Una regulación permisiva; la pérdida del miedo al deterioro de la imagen y reputación de la empresa; unos sindicatos mayoritarios derrotados y prisioneros de las prebendas que reciben y unas plantillas desclasadas y en permanente estado de miedo.
“Hay un evidente antes y un después en la forma en la que el sector financiero ha acometido históricamente sus procesos de reestructuración de plantillas, muchos de ellos fruto también de innumerables fusiones. A nadie se le escapa que las reformas laborales de los años 2011 y 2012 han facilitado y permitido que las empresas bancarias hayan pasado de las tradicionales prejubilaciones, con cargo íntegro a sus Reservas y Cuentas de Resultados, a fórmulas menos gravosas para ellas. Fórmulas que, gracias a esa regulación permisiva que facilita los procedimientos de despidos colectivos, comúnmente conocidos como ERE, trasladan parte de esos costes al Estado.”
“Una facilidad ésta que las empresas no dejan de aprovechar ante un Gobierno cobarde que, por la vía de los hechos, la ampara y la permite, al mantener vigentes en toda su plenitud esas reformas laborales, a pesar de sus reiteradas promesas electorales de derogarlas.”
Pero las fusiones también tienen un fuerte impacto en el personal que se queda. “La sobrecarga de trabajo es brutal, asumiendo la mitad del personal todo el trabajo. Se aplican políticas comerciales muy agresivas, con objetivos comerciales crecientes que suponen horarios flexibles y sin limitación (jornadas de 50-60 horas); un recorte permanente de salarios y en el resto de condiciones laborales; prolifera el abuso de contratos temporales y a tiempo parcial con movilidad geográfica” señala un responsable del sindicato CIG-Banca.
Por último, los clientes ven como las entidades restringen y encarecen los servicios financieros. Con cada nueva fusión son mayores los territorios que quedan al margen de los servicios financieros y cada vez más las entidades que marginan a la clientela menos rentable.