Clare Lemlich
Los catastróficos incendios forestales que han asolado Los Ángeles son los peores incendios de la historia de la ciudad y, potencialmente, su peor desastre de cualquier tipo.
Impulsados por la sequía y los fuertes vientos estacionales de Santa Ana, estallaron incendios forestales incontrolables en toda la ciudad y —hasta el momento de escribir— han continuado sin señales de detenerse. Más de 130.000 personas han sido evacuadas. Más de 2.000 hogares y negocios han sido destruidos.
Los más afectados incluyen el vecindario costero de Pacific Palisades al oeste y el área interior alrededor de Altadena al este. Ninguno de ellos está contenido en absoluto. En el momento de escribir esto, en la tarde del 8 de enero, las órdenes de evacuación debido a un nuevo incendio en Hollywood Hills habían llegado a la transitada arteria de Sunset Boulevard.
Esta catástrofe en desarrollo es todo menos un desastre “natural”.
No solo las y los científicos del clima han advertido durante décadas sobre exactamente este tipo de destrucción (mientras los gobiernos marchaban al unísono con la industria de los combustibles fósiles), sino que las personas en el poder han socavado sistemáticamente los servicios sociales necesarios para controlar incendios como estos.
No solo nos enfrentamos a la crisis climática en sí, sino también a una crisis de respuesta a emergencias provocada por el hombre.
Recorte
La alcaldesa demócrata de Los Ángeles, Karen Bass, supervisó recientemente un recorte presupuestario de 17,6 millones de dólares para el Departamento de Bomberos de Los Ángeles. Fue el segundo recorte departamental más alto de la ciudad.
El mes pasado, la jefa del departamento, Kristin Crowley, advirtió que los recortes quitarían dinero a la formación de pilotos y a la coordinación de helicópteros diseñados específicamente para la extinción de incendios forestales. Ahora hay menos equipos de bulldozers capaces de construir cortafuegos alrededor de los incendios forestales.
La “Sección de Planificación y Capacitación de Incidentes Críticos”, que desarrolla planes públicos de respuesta a emergencias, también perdió recursos.
Mientras tanto, el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), que ya recibe la mayor cantidad de dinero de todos los departamentos, recibió un aumento de financiación de 126 millones de dólares.
Una de las razones por las que Los Ángeles tiene un déficit presupuestario son los pagos por responsabilidad civil incurridos por acciones policiales. Estos ni siquiera proceden del propio presupuesto abultado de la policía, sino de un fondo separado. Este año fiscal, gastaron el doble de su presupuesto para reclamaciones por responsabilidad civil, en solo seis meses.
Entre los 100 millones de dólares gastados en estos acuerdos legales del LAPD, 17,7 millones se destinaron a la familia de un hombre discapacitado que fue asesinado por un agente fuera de servicio en un almacén Costco. 11,8 millones se pagaron a un hombre con una lesión cerebral traumática sufrida durante un accidente causado por un detective del LAPD que se saltó un semáforo en rojo.
Los dólares de los impuestos de las personas trabajadoras se están desviando de los servicios esenciales para financiar a la policía y los actos violentos que comete.
Penitenciaria
Una manera en que California intenta suplir la insuficiente financiación de sus servicios de bomberos es mediante el uso de mano de obra penitenciaria. Las personas encarceladas representan casi un tercio de los equipos de bomberos en todo el estado.
El trabajo de los presos es especialmente peligroso porque, a diferencia de sus homólogos “profesionales”, suelen ser enviados a primera línea, donde con las manos deben crear perímetros libres de vegetación para frenar la propagación de los incendios.
Para este trabajo reciben una formación mínima y ganan tan solo 2,90 dólares al día. En noviembre hubo una propuesta de ley que habría puesto fin a este tipo de esclavitud en las prisiones, pero perdió, siendo rechazada por el 54% de las y los votantes.
Necesitamos un mundo que se tome en serio la crisis climática. Necesitamos gobiernos que inviertan en la transición a las energías renovables que es necesaria para mitigar una mayor catástrofe climática. Necesitamos servicios totalmente financiados que puedan manejar los desastres que ahora ya no podemos prevenir gracias a las décadas de inacción.
Este debería ser un trabajo bien formado y bien remunerado, no dejarlo en manos de las personas más vulnerables de nuestra sociedad por poco o ningún salario. Las redes de ayuda mutua están haciendo un trabajo estelar cuidando a las personas evacuadas y prestando servicios esenciales. Pero necesitamos algo más que sistemas de distribución de ayuda; necesitamos una sociedad que funcione para el planeta y la gente que vive en él, no para los pocos ricos que están empeñados en destruirlo.
Clare Fester escribe desde Los Ángeles, en un barrio a 16 kilómetros del incendio de Eaton.
Este artículo se publicó en la web de nuestro grupo hermano en EEUU, Marx21 US.
Deja tu comentario