Paco Priego
A veces las películas aparentemente más simples, pueden esconder detalles que las dotan de más profundidad de la que en principio aparentan.
Tal es el caso del título que nos ocupa hoy, probablemente una de las películas más merecidamente aclamadas de Pixar. Hay mucho que elogiar en ella: sus impresionantes visuales, la calidad de su animación, el hecho de que durante su primera mitad apenas existen diálogos, por lo que son la acción y la banda sonora las que nos narran la historia durante todo el primer acto…
Sin embargo, el punto en el que quería detenerme para este artículo es su worldbuilding, su construcción del mundo que nos es presentada en ese primer acto. Y el horror contenido dentro de otro horror que nos describe y que, aunque en ningún momento se nos oculta, puede pasar desapercibido.
¿Qué quiero decir cuando hablo de un horror dentro de otro horror? [Advertencia: spoilers]
Postapocalíptica
Bien, claramente Wall-E es una película postapocalíptica, un subgénero de la ciencia-ficción con amplia trayectoria. La presentación de dicho mundo es espectacular.
En la primera escena la cámara cae desde el mismo espacio, atravesando primero un cinturón de basura espacial en órbita, después una atmosfera contaminada, que le da un tono amarillento al planeta, para finalmente, bajo un cielo de ese mismo tono amarillento (sí, el tan cliché «filtro México») aparecer una ciudad.
La cámara sigue acercándose a tierra, y se nos desvela el primer horror: lo que al principio parecían los rascacielos de una gran metrópoli, son en realidad gigantescas pilas de chatarra compactada, que han crecido por encima de la altura de los mismos edificios. Las calles están desiertas, y al final la cámara nos presenta al que será el protagonista de nuestra historia, Wall-E, un robot basurero.
En una estructura clásica de viaje del héroe, el protagonista nos es mostrado en su cotidianidad, apilando chatarra para iniciar la construcción de una de esas torres. La enormidad de las construcciones que ya habíamos visto, nos sugiere la eternidad de tiempo que lleva haciendo ese trabajo, y cuando más adelante vemos otros robots de su clase inmóviles, a los que acude para obtener recambios de sus piezas dañadas, entendemos que es el último de los suyos en funcionamiento.
Finalmente, el hecho de que, en su refugio, atesore algunos objetos que ha rescatado durante su trabajo, nos indica que esta máquina ha adquirido conciencia de sí misma. A partir de aquí, la historia se desarrollará en un esquema clásico de viaje del héroe.
La llamada a la aventura se presentará en la forma de EVE, un moderno robot sonda enviado a evaluar la salubridad del planeta. Se producirá el cruce al mundo extraordinario cuando nuestro protagonista se embarque como polizón en el vehículo que traslada de vuelta a su base a EVE.
En ese mundo extraordinario conocerá a los humanos, y verá cómo viven, vivirá aventuras, se enfrentará a peligros, derrotará al villano y finalmente, se producirá el “regreso con el elixir”, en este caso, los humanos dispuestos a volver a habitar un planeta que vuelve a ser apto para su supervivencia.
Lo dicho, una estructura clásica. Sin embargo, la pregunta que el espectador se hace es: ¿cómo llegó nuestro planeta a convertirse en ese escenario apocalíptico? Obviamente, porque los humanos lo llenamos de basura, pero ¿cómo? Bueno, la respuesta se nos muestra sutilmente durante la misma película.
Megacorporación
Las primeras escenas de la película nos enseñan la ciudad en ruinas repleta de anuncios de diversos productos de la marca ficticia Buy’n’Large, nombre que podríamos traducir como “cómpralo y tíralo”.
La diversidad de los productos anunciados nos indica que se trata de una megacorporación, pero el primer detalle que nos indica que hay algo más, lo vemos cuando Wall-E pasa por las ruinas de un banco: los billetes esparcidos por el suelo también tienen el logo de esta corporación.
Más adelante, cuando se encuentra en la estación espacial donde viven los humanos, todos y cada uno de los aspectos de la vida a bordo de la misma son regidos por la publicidad de esta marca. Lo que al principio parece una caricatura chistosa de un consumismo desenfrenado, se vuelve más oscuro cuando descubrimos que las ordenanzas que aplica a bordo el comandante, también vienen dictadas por esta misteriosa empresa, que parece no solo tener poder económico, sino político.
El detalle final se nos presenta cuando la noticia de que la Tierra vuelve a ser apta para la vida es dada al comandante. Éste consulta un video con instrucciones, grabadas desde lo que parece la sala de prensa de la Casa Blanca. Sin embargo, la persona que aparece ahí no es el Presidente de EEUU. El cargo que podemos ver rotulado en el conocido logotipo es el de CEO de Buy’n’Large, y en la bandera estadounidense tras él, las estrellas han sido substituidas por logotipos de la marca. También hay más banderas de otros países, modificadas de forma similar.
En este punto nos damos cuenta de que esta corporación no solo es un monopolio económico global, sino que se ha convertido en un poder absoluto, igual de global.
El mundo apocalíptico que habíamos visto al principio de la película había sido precedido por una distopía corporativa. El consumismo descerebrado en el que viven los supervivientes a bordo de esa estación espacial nos da una pista bastante clara de que modelo de gestión se llevó a cabo, para obtener el resultado de un planeta sepultado por la basura.
Horror
Por eso, al principio he hablado de un horror contenido dentro de otro horror: el horror negligente de la distopía que solo podemos imaginar, a través de las imágenes del horror apocalíptico que dejó como legado.
No estamos ante una simple crítica ambientalista, cuyo único mensaje es “no tires basura”. El nivel de su sátira es mucho más profundo, y tiene un inequívoco contenido político, que sorprende que haya pasado desapercibido para los radares de Disney.
Quizá se me pueda acusar de estar sobreanalizando una película familiar, pero los detalles salpicados por toda la cinta son bastante evidentes.
Wall-E es una obra maestra, no solo por sus personajes entrañables, por su espectacular apartado visual, o por la forma en que logra fusionar a Kubrick con Chaplin. Sino también por esos detalles que nos invitan a una reflexión más profunda sobre la historia que nos cuenta, a fin de sacar una enseñanza para nuestra vida, y de advertirnos, como toda buena obra de ciencia-ficción está obligada a hacer, sobre los retos, pero también los peligros que pueden aguardarnos en el futuro.
Una gran película, esta de verdad, apta para todos los públicos.