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Juan Antonio Gilabert

Otra visión de esta importante obra de ciencia ficción. Incluye algún spoiler.

Ya han pasado por las pantallas de cine, las dos nuevas pelis de Dune dirigidas por Denis Villeneuve y de nuevo, nos han impactado, como la dirigida por David Lynch.

Pero como digo siempre, la novela siempre es mejor, porque desarrolla más trama. Las letras dicen más que las imágenes.

Dune es una novela épica de ciencia ficción escrita por Frank Herbert en 1965, que en seguida logró la valoración del público y premios a lo largo del mundo. Aún hoy sigue fresca en su relato y aunque forma parte de una serie de una saga literaria, es la que marca la trama. En 1984, David Lynch lleva al cine la primera versión de la novela y es ahí cuando me enganché, más tarde leí la novela que lleva el nombre de la saga y ya aluciné con la historia.

Pero desde un punto de vista anticapitalista y antiimperialista, el mundo que nos propone Dune, a lo largo de sus novelas y películas, no es el que buscamos desde que los y las revolucionarias reaccionaran contra la brutal subida del capitalismo en el siglo XIX, organizándose bajo el marxismo.

Es más, el mundo de Dune es una vuelta a lo más oscuro de la revolución industrial, o peor aún, es una vuelta al Antiguo Régimen. La nobleza se ha hecho con el poder y juega con la clase obrera, y ésta no tiene ningún poder. En cada planeta del Imperio Galáctico, la clase obrera vive como le manda su clase dirigente y lucha en las guerras de ésta. Además, el transporte entre planetas, está monopolizado por una organización aparte, que gracias a una sustancia obtenida en Arrakis, que se llama melange, puede crear agujeros de gusano para transportarse y se hacen llamar La Cofradía Espacial.

Dominar

El Imperio y la Cofradía se soportan porque ambos deben dominar a la clase obrera y se apoyan en una institución religiosa llamada Hermandad Bene Gesserit. Esta hermandad ha llegado a la conclusión de que la humanidad necesita ser llevada a la perfección y para ello y gracias a la melange, utilizan la genética entre la clase dirigente, como en la Edad Media o el Antiguo Régimen y utilizan la religión para someter a la humanidad.

El elemento revolucionario de Dune son los habitantes de Arrakis, planeta donde se consigue la sustancia que ha dado a la humanidad las capacidades psíquicas para destronar a la IA.

Los fremen son la fuerza con la que el protagonista consigue llegar al poder y una vez que llega al poder, deja todas las instituciones intactas, porque Paul Atreides no se cuestiona el orden establecido, solo la restauración de su casa, la de Atreides, sobre las demás casas nobles del Imperio Galáctico.

Los fremen son importantes porque conocen los secretos de Dune, llamados por ellos Arrakis. Además, al vivir en un planeta desértico y sin esperanzas, viven una religión sectaria gracias a que las Bene Gesserit, han divulgado por toda la galaxia, la esperanza de un salvador que les llevará al paraíso.

Dune es otra obra más que nos dice que después del capitalismo, no hay nada más. Dune nos intenta mostrar que la humanidad no tiene más remedio que aceptar el capitalismo y su locura, porque si no, terminaremos en una sociedad tan atrasada como la que se muestra en sus páginas, o películas.

Dune forma parte de esa ciencia ficción que nos intenta convencer que la lucha anticapitalista es un absurdo. En muchos aspectos Dune es la sociedad con la que sueñan muchos sectores conservadores de nuestra sociedad.


Otra reseña de Dune:

Dune. La lucha anticolonial y antiimperialista