Rubén Vargas
La adaptación cinematográfica de la primera novela de Frank Herbert, Dune, consta de dos películas (hasta ahora), rodadas por el director canadiense Dennis Villeneuve, que han tenido una acogida espectacular entre el público a nivel internacional. [SPOILERS]
Las novelas de ciencia ficción de Herbert exploran grandes temáticas como la política, la religión, la ecología, la explotación de recursos naturales, la resistencia de los pueblos indígenas y conceptos filosóficos como el determinismo y el libre albedrío.
La primera película se desarrolla como una especie de Juego de Tronos espacial. El universo de Dune está basado en una especie de feudalismo espacial donde las grandes casas luchan por el poder dentro del Imperio. Hay unas cuantas, pero las más relevantes son la casa Atreides, casa Harkonnen y casa Corinno.
Además de las grandes casas hay otros actores con sus propios intereses y motivaciones como, por ejemplo, el gremio de la Cofradía Espacial, que guarda el secreto de la habilidad de viajar por este universo. Finalmente, está la orden de las Bene Gesserit, una hermandad religiosa compuesta por mujeres que son capaces de usar poderes sobrenaturales, las cuales son expertas en la ingeniería genética, la manipulación de las casas y de los pueblos indígenas a través de profecías que ellas les inculcan. Todas sus integrantes son capaces de acceder a las memorias de todas sus ancestras. Éstas usan su influencia para infiltrarse en las grandes casas, usando sus poderes de manipulación, para así poder dirigirlas hacia sus intereses. Son como una especie de orden de jesuitas misioneras.
En este universo no existen las inteligencias artificiales o una tecnología avanzada para poder viajar, ya que la humanidad destruyó las máquinas inteligentes en una guerra llamada la Yihad Butleriana. Por tanto, la Cofradía Espacial desarrolló la manera de hacerlo, como mencionaba más arriba, usando la especia melange. Ésta es una droga psicoactiva adictiva pero que expande la mente del que la consume. Además, en el caso de los integrantes de la Cofradía, ésta les proporciona clarividencia que les permite escoger una ruta segura y viajar con las naves por el espacio. De esta manera, en este universo, la especia se considera un recurso natural y tan esencial para el comercio y el transporte como lo son actualmente los hidrocarburos y derivados del petróleo en el nuestro.
La melange solo se puede recolectar en el planeta desértico de Arrakis. Éste es un producto residual generado por los titánicos gusanos de arena que se deslizan bajo las arenas de sus desiertos. Debido a esto, de la misma forma que las potencias intentan controlar los recursos naturales en nuestra realidad, en Dune las Grandes Casas se disputan el control de Arrakis.
Pueblo indígena
Pero este planeta no es un planeta deshabitado. Los fremen son un pueblo indígena que ha adaptado su vida al desierto y a las duras condiciones ambientales del mismo. Han soportado durante generaciones el abuso por parte de las Grandes Casas que han ocupado y han colonizado sus tierras.
Para colmo, las Bene Gesserit han divulgado entre las personas indígenas profecías de una figura mesiánica, el Mahdi, también conocido como Lisan Al Gaib, que sería un profeta que vendría de fuera del planeta y que los liberará en un futuro e incluso restaurará los océanos en Arrakis. De esta forma, han mantenido a la mayor parte de la población nativa adormecida esperando a su salvador mientras se les explotaba.
La trama general sigue los pasos de Paul Atreides —interpretado por Timothée Chalamet— el hijo del Duque Leto Atreides, al que le da vida Oscar Isaac. Debido a los poderes de Bene Gesserit, heredados de su madre Jessica Atreides, interpretada por Rebecca Ferguson, a Paul algunos fremen lo consideran como al profeta antes mencionado.
Gracias a unas visiones, Paul ve que sus pasos estarán entrelazados con los fremen en algún momento. La primera parte realmente narra una compleja trama de conspiración que culmina con la caída de la Casa Atreides y el exilio de Paul junto con su madre en el desierto, orquestado por el emperador y los Harkonnen.
En la segunda película de la saga, Paul y su madre conviven con los fremen. Estos llevan a cabo una guerra de guerrillas contra la casa Harkonnen que se han vuelto a hacer con el control de la explotación de la melange. Paul apoya al pueblo fremen en su lucha por su liberación y además rechaza la idea de convertirse en el profeta que todos creen que es.
La verdad es que si no fuera por la calidad de la banda sonora y la fotografía impecable sonaría como una mezcla entre La vida de Bryan y Lawrence de Arabia en el espacio. Bromas aparte, Dune ha conseguido embaucar a casi todos los públicos.
Hay gente que lo ha tildado como “El Señor de los anillos de esta generación”. Pero lo curioso es que hasta los comentaristas más conservadores lo han alabado por no ser una película “progre”. Esto es gracioso, ya que los mismos que alaban eso, curiosamente, se quejan de Chani, la fremen rebelde interpretada por Zendaya cuando abandona a Paul por su desacuerdo con su deriva en la trama. Esto es una contradicción, ya que Chani, desde el primer momento, deja claro cuáles son sus objetivos e intereses, que son los de liberar a su pueblo y realmente es congruente con ellos. A lo mejor, lo que les da coraje es que Chani no se doblegara a la voluntad de Paul.
Por otra parte, parece ser que a las personalidades mediáticas conservadoras les pasan desapercibidos los guiños revolucionarios de resistencia y el mensaje anticapitalista de la película.
En un momento donde vemos como el Estado israelí lleva a cabo un genocidio en Gaza y la resistencia palestina lanza RPGs contra sus tanques Merkava, estos comentaristas conservadores están realmente ciegos al no ver los paralelismos cuando los fremen lanzan cohetes contra la maquinaria de guerra Harkonnen.
Al fin y al cabo, Herbert basó a los fremen en los pueblos árabes y del norte de África. Muchas de las palabras que usan están directamente sacadas del árabe. Dicho esto, no todo el monte es orégano.
Hay algo que no se aprecia tanto en la versión doblada al castellano, sino que solo se aprecia bien en la versión original. Se trata de la forma en que las generaciones más jóvenes que no creen en la profecía de Lisan Al Gaib se diferencian de los fremen fundamentalistas.
Chani es una de esas escépticas y tiene un marcado acento americano al hablar inglés, mientras que Stilgar, interpretado por Javier Bardem, tiene un marcado acento extranjero cuando habla. El acento de Bardem es normal, ya que no vamos a exigirle a un actor cuyo primer idioma no es el inglés que lo hable como uno de California. Sin embargo, esto puede perpetuar el estereotipo del “fundamentalismo” como una cosa extranjera, aliena a la “civilización occidental”. Esta sería mi única crítica a esta película.
Por otro lado, una de las mejores decisiones que hizo Villeneuve es reinventar la imagen de Vladimir Harkonnen, ya que Herbert tenía posturas muy homófobas. El barón Harkonnen se presenta en los libros como el único personaje gay y como un depredador sexual sádico. Así que es positivo que el director no haya cargado contra la comunidad LGTBI+ y haya hecho los cambios necesarios para una buena adaptación desechando las partes homófobas.
También ha habido críticas hacia Paul Atreides, que cae en el cliché de “salvador blanco”, aunque Paul acaba haciendo un uso utilitarista del pueblo fremen, como muchas potencias lo han hecho con otros pueblos oprimidos. Por tanto, argumentaría que hay que ver tanto la tercera entrega de la saga —si la hacen— o por lo menos interpretar el final de la segunda para contestar a esa crítica. Para quien le guste la ciencia ficción, la intriga y la filosofía ésta es una película que da mucho en qué pensar y merece la pena ver.