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Paco Priego

Si te pregunto qué sabes del momento actual de la política estadounidense, es probable que estés al tanto de los delirios de Donald Trump acerca de anexionar Groenlandia, Canadá o Panamá a EEUU. Pero quizá no te haya llegado el cisma que en estos momentos existe dentro del trumpismo, un enfrentamiento que ha escalado hasta lo que ya muchos comentaristas políticos en EEUU llaman abiertamente la Guerra Civil MAGA (por Make America Great Again, lema del trumpismo).

Los bandos en esta guerra suelen ser llamados, por un lado, los Nativistas, que representarían la base conservadora tradicional del movimiento, y su visión supremacista blanca, fundamentalista cristiana, LGTBIfóbica, conspiranoica, aislacionista y antiintelectual. Por el otro, los Oligarcas (también llamados los Techbros), que representarían el sector más partidario del libertarismo económico y la desregulación en el ámbito laboral y empresarial, que son acusados por los primeros de ser unos recién llegados que quieren secuestrar y desvirtuar el movimiento que ellos crearon.

En el primer bando destacan voces como la de la agitadora Laura Loomer, habitual del portal conspiranoico Infowars, o Steve Bannon, antiguo estratega del mismo Donald Trump.

En cuanto al segundo bando, su voz más prominente es, obviamente, Elon Musk.

Las suspicacias soterradas entre ambas corrientes han estallado recientemente en todo su esplendor con el debate sobre la inmigración especializada, y los visados tipo H-1B.

El visado H-1B es un visado de trabajo temporal, pensado para trabajadores especializados, que se otorga por un período de tres años, prorrogables a seis, a partir de los cuales el titular debe, o bien abandonar el país, u obtener un nuevo visado, aunque existen excepciones.

Va más allá de las intenciones de este artículo sumergirse en todo el proceso burocrático involucrado. Lo que es importante entender es que el trabajador es patrocinado por su empleador para obtenerlo, y que, si la relación laboral termina, el visado caduca en ese mismo instante. Sí, de nuevo hay posibles excepciones, pero entrañan un desafío burocrático con escasas posibilidades de éxito.

Este funcionamiento abre la puerta a toda clase de abusos laborales, dado que el trabajador no tiene la opción de renunciar, si no quiere caer en la irregularidad. Sin ir más lejos, es de sobras sabido que X/Twitter pudo sobrevivir a la fuga en masa de personal técnico, tras las leoninas condiciones laborales impuestas por Elon Musk, gracias a los trabajadores beneficiarios de estos visados, que no tenían la posibilidad de dimitir y buscar otro empleo, como hicieron sus compañeros.

No es de extrañar, por tanto, que Musk, igual que muchos otros magnates tecnológicos, sea un gran defensor de estos visados. Esto le ha puesto en conflicto directo con el sector más directamente antiinmigración del mundo MAGA, que clama escandalizado contra estos oligarcas que quieren traer migrantes indios a “quitarles el trabajo” a los americanos.

Podemos fechar el incidente inicial de la Guerra Civil MAGA: el 23 de diciembre de 2024. Fue entonces cuando Laura Loomer, popular agitadora de la ultraderecha mediática norteamericana, criticó la elección de Sriram Krishnan como futuro asesor de la Casa Blanca para políticas sobre inteligencia artificial, debido a las declaraciones que este había hecho en el pasado, a favor de relajar los requisitos de inmigración para el personal cualificado.

Laura Loomer se quejaba de que la visión de Krishnan era opuesta al espíritu del “America primero”, y clamaba contra todos esos ejecutivos tecnológicos que se estaban posicionando en el nuevo gabinete de Trump, sin haberle apoyado nunca anteriormente.

Musk salió en defensa de Krishnan, indicando que Estados Unidos sufre una escasez de ingenieros excelentemente talentosos. Posteriormente, acusó a Laura Loomer de ser un troll. Laura Loomer no se quedó callada, y en su cuenta de X respondió con la siguiente diatriba: “Los luchadores más leales del presidente Trump con mayor audiencia en MAGA son todos anti-Big Tech y nos dan náuseas los Techbros que piensan que somos campesinos y tontos. Las fiestas de pijamas de las Big Tech y el falso festival del amor en Mar-a-Lago terminarán pronto, chicos”.

Todos sabemos lo que pasa cuando le llevas la contraria a Elon Musk en X, ¿verdad?

Bueno, parece que Laura Loomer no lo sabía, porque lo siguiente que pasó es que vio su tuit eliminado, su cuenta suspendida durante 12 horas, y su estatus de usuario Premium —y con ello la facultad de monetizar su cuenta— revocados, la misma suerte que corrieron diversas cuentas influyentes del sector Nativista.

Al avispero se unió a continuación Vivek Ramaswamy, quien en principio debía a acompañar a Musk en el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por sus siglas en inglés), aunque, en el momento de escribir estas líneas, parece que Ramaswamy, frustrado por su falta de participación en las grandes decisiones, estaría considerando dejar el DOGE, y postularse para ocupar la vacante dejada en el Senado por el nuevo Vicepresidente, J.D. Vance, hasta la fecha senador por Ohio.

Ramaswamy hizo unas explosivas declaraciones en X, en las que acusaba a la cultura popular estadounidense de promover la mediocridad, citando diversas series y películas como ejemplos. Sus comentarios levantaron gran indignación entre las filas conservadoras, haciendo que voces como la de Nikky Haley salieran en defensa de la cultura popular norteamericana.

La última celebridad conservadora en unirse a esta pelea ha sido Steve Bannon, ex-asesor de Donald Trump en su primer mandato, y gran ideólogo de la internacional reaccionaria. Bannon arremetió contra Elon Musk en una entrevista en el diario italiano Il Corriere della Sera, afirmando que se ha propuesto personalmente acabar con él. Además, aprovechó el origen sudafricano de Musk para calificarlo de racista, calificativo que, viniendo del mismísimo Steve Bannon, es cuanto menos cómico.

Pero es comprensible su furia. Bannon lleva años construyendo un movimiento reaccionario internacional bastante exitoso, basado en el viejo y confiable nacional-populismo, y ahora ve que todo esto puede descarrilar, por culpa de unos soñadores influenciados por las ideas “tecnofeudalistas” o “neorreaccionarias” de la Ilustración Oscura (Peter Thiel, gran valedor actual de esta corriente, fue socio de Elon Musk en PayPal, donde protagonizaron una historia de amor-odio digna de una telenovela), que quieren dejar todo esto de lado, para construir una distopía cyberpunk de dudosa viabilidad.

Aun así, algunas fuentes hablan de simpatías intelectuales de Bannon hacia esta corriente: al fin y al cabo, estamos hablando de un hombre práctico, con una hoja de ruta bien trazada desde hace tiempo.

Y a todo esto, ¿qué dice Donald Trump? Hasta ahora, ha apoyado a Musk en el conflicto, pero si algo tienen en común Trump y Musk, además de ser multimillonarios, es el hecho de ser dos narcisistas que, si se caen de su ego, se matan. Dos personas así es imposible que coexistan pacíficamente. Tarde o temprano, van a luchar por ser la única estrella en el escenario. Y esto Steve Bannon, sin duda, lo sabe.

Así pues, este conflicto está lejos de solucionarse, y los primeros días del mandato de Trump puede que nos den pistas de cómo evolucionará en el futuro.

Sin duda es divertido ver a la extrema derecha pelearse, pero esto no nos debe hacer perder el foco de atención de que la inmensa mayoría de sus votantes son personas de clase trabajadora, que han sido embaucadas para participar en esta batalla del último contra el penúltimo, en contra de sus propios intereses de clase.

Sí, los visados H-1B son una herramienta nefasta, pero no por abrir las fronteras, sino por promover la explotación laboral.

Lo que todos estos magnates quieren realmente es recortar derechos a todas las personas trabajadoras, independientemente de su pasaporte.

Es necesario en todo momento poner el foco de interés en que ellos son el verdadero enemigo, exponiendo sus falsedades, y denunciando sus intereses.

La propaganda neofascista ya ha ganado demasiado terreno. No podemos ceder más. Hemos llegado a una encrucijada, donde ya no podemos equivocarnos de camino. Nos jugamos derechos obtenidos durante décadas de duras luchas y la posibilidad de un futuro distópico en ello.