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El presidente francés, Emmanuel Macron, nombró un nuevo primer ministro, pero la crisis política continúa y la extrema derecha aprovecha la oportunidad.

David Leiva

Macron convocó elecciones anticipadas en junio para apuntalar sus bajos índices de aprobación, pero no ha logrado formar un gobierno estable desde su derrota.

El periódico de centroizquierda Le Monde dijo que Macron lidera “el gobierno más pro empresarial desde el inicio de la Quinta República en 1958”, pero al mismo tiempo es visto como un “gestor incompetente” por los empresarios.

Su reacción se debe a la preocupación sobre que la actual crisis de la política oficial no logre atajar la inestabilidad económica. El país se encuentra actualmente sumido en una profunda crisis fiscal, a pesar de las políticas de austeridad que han azotado al ciudadano de a pie durante años.

Este año, las agencias de calificación S&P y Moody’s rebajaron la calificación crediticia soberana de Francia después de 11 y 9 años, respectivamente. El banco central francés también recortó su previsión de crecimiento para el próximo año del 1,2% al 0,9%.

Entre los capitalistas franceses existe también una sensación de crisis por estar quedándose atrás en competitividad frente a Estados Unidos y China. Los empresarios quieren un líder fuerte que pueda convertir esta crisis en una ventaja para ellos. Por eso, Pierre Gataz, ex presidente de la Asociación de Empresarios Franceses (MEDEF), escribió recientemente que Francia necesita “a Donald Trump, Elon Musk y Javier Milei”. Los tres son figuras de extrema derecha notoriamente pro empresariales.

De esta manera, el partido fascista Agrupación Nacional (RN) está aprovechando que Macron y el centroderecha han perdido la confianza de los gobernantes para presentarse como una fuerza que comprende la difícil situación de las empresas.

Algunos empresarios ya han declarado que el RN es preferible a La France Insoumise (LFI), partido del reformismo radical, de cara a las elecciones generales de junio-julio. La actual crisis política podría hacer avanzar aún más el proceso de alineamiento del mundo empresarial con los fascistas.

De hecho, el magnate francés de las telecomunicaciones Xavier Nell declaró recientemente que “aparte de un puñado de figuras centristas, la única persona razonable que apoya a los empresarios es [el líder de RN] Jordan Bardela”.

Mientras tanto, la izquierda dominante francesa responde a esta crisis política con una estrategia de Frente Popular.

La idea es ganar las elecciones con una amplia coalición que englobe al centro y derrotar a los fascistas y a la derecha. Sin embargo, esta estrategia cae en la contradicción de suprimir en algún momento la lucha de la clase obrera porque habría que hacer alianzas con fuerzas centristas para ganar y mantener la mayoría en el parlamento.

Así, el LFI de Jean-Luc Melenchon, el principal partido en Francia a la izquierda del partido socialista, formó una coalición electoral con partidos de centroizquierda bajo el nombre de “Nuevo Frente Popular” en línea con la estrategia del Frente Popular de los años 30. El Nuevo Frente Popular derrotó al partido de Macron en las elecciones generales, obteniendo el mayor número de escaños e impidiendo que el RN tuviera un primer ministro.

Por otra parte, la reciente moción de censura, que ha provocado la dimisión de Michel Barnier, ha dado confianza a las y los trabajadores y se reflejó en la manifestación de huelga del sector público del 5 de diciembre, que atrajo a 200.000 personas. La huelga indefinida de ferrocarriles, iniciada el 11 de diciembre, sigue su curso.

Antirracista

El sábado 14 se celebró con éxito una manifestación en París para “defender los derechos y la dignidad de las personas migrantes”, a la que asistieron 15.000 personas.

La gente activista antirracista movilizó a personas jóvenes y trabajadoras, aprovechando la adhesión oficial a la concentración del sindicato CGT (el equivalente en Francia de CCOO). “Trabajamos aquí, vivimos aquí, nos quedaremos aquí”, coreaba mucha gente trabajadora migrante en la concentración.

Fue solo una de las decenas de movilizaciones antirracistas celebradas en ciudades de todo el país, entre el día 14 y el 18 de diciembre. Respondieron a la llamada del movimiento antirracista Marche des Solidarités —movimiento hermano en Francia de UCFR Catalunya— con motivo del día internacional de la persona migrada, el 18-D.

Pero, por ahora, la lucha de clases en Francia no escapa al control de la burocracia sindical, que vigila la situación e intenta coordinar la lucha en función de sus negociaciones con el próximo gobierno.

La LFI de Mélenchon exigió la dimisión de Macron y elecciones anticipadas tras el colapso del gabinete de Barnier. Ahora que Macron les ha ignorado y ha nombrado al centroderechista Bayrou, la LFI vuelve a impulsar una moción de censura contra el primer ministro.

Sin embargo, el Partido Socialista, la facción más moderada del Nuevo Frente Popular, se ha mostrado cada vez más abierto a negociar con Macron sobre el gabinete de Bayrou. “Francia quiere estabilidad”, declaró François Hollande, ex presidente socialista y actual diputado, en una entrevista el 16 de diciembre. La LFI insta a los socialistas a no aliarse con Macron, pero a medida que la crisis se intensifique, también lo harán las contradicciones del Nuevo Frente Popular.

Cadáver

De hecho, es la estrategia del Frente Popular la que ha resucitado al Partido Socialista, que era un cadáver político bajo Hollande, hasta su posición actual. No basta con mirar a la política oficial o criticarla, sino que hay que salir de ella y organizar la resistencia desde abajo.

Las protestas callejeras y las luchas obreras son cruciales. Solo ejercitando la lucha podremos ofrecer una alternativa obrera a la crisis económica y política.

Es importante evitar que la clase media se acerque a los fascistas (junto con algunos capitalistas). Es peligroso que la izquierda reste importancia a este punto y se centre en la oposición dentro de la política oficial.

Por eso tenemos que organizar a las personas trabajadoras y jóvenes cabreadas en medio de la crisis e inspirar movimientos desde abajo para desatar el potencial de la clase obrera. Solo entonces se podrá detener adecuadamente la ofensiva derechista y fascista.