Desastre en València: cambiemos el sistema y no el clima

ES CA

Jesús M. Castillo

Los efectos devastadores de la DANA en València revelan tanto la gravedad del cambio climático como el hecho de que quienes nos gobiernan no saben responder de manera mínimamente adecuada. Por su parte, la actuación del PP y VOX en València es simplemente imperdonable. De todo esto, es esencial sacar lecciones anticapitalistas.

 

El impacto de las lluvias torrenciales relacionadas con una DANA (depresión asilada en niveles altos atmosféricos) en València el 29 de octubre han dejado ya más de 220 personas muertas e ingentes daños materiales.

Más de la mitad de las personas ahogadas estaban en sus casas y garajes.

Esta tragedia ejemplifica muchos aspectos sobre los que venimos avisando desde la comunidad científica en las últimas décadas. De esta tragedia de la DANA en València podemos sacar claras lecciones anticapitalistas que nos son muy útiles para sobrevivir y para mantener o mejorar nuestra calidad de vida en un siglo XXI que se está configurando como un siglo de grandes cambios a múltiples niveles.

Las DANAs, asociadas a lluvias torrenciales tipo “gota fría”, han sido habituales en la costa este de la Península Ibérica a finales del verano y en otoño.

Sin embargo, las lluvias torrenciales asociadas a la DANA que nos ocupa fueron más intensas y extensas por la influencia del cambio climático que está haciendo que el Mar Mediterráneo esté muy caliente y la atmósfera de la zona acumule mucho vapor de agua. Además, el cambio climático también influyó en que fuera mucho más probable que se diera una DANA con lluvias tan intensas como esta.

Con la catástrofe de la DANA como ejemplo, desde la comunidad científica decimos que o frenamos ya el cambio climático o entraremos en una fase de calentamiento acelerado, en gran parte fuera de nuestro control, que conllevará el sufrimiento y la muerte de millones de seres de humanos.

La culpa es de los súper ricos

En este contexto, para reducir las emisiones de gases de efectos invernadero debemos repartir riquezas, porque los súper ricos son los principales responsables de la emergencia climática.

Lo son de tres maneras: 1) sus huellas de carbono personales son ingentes (porque vuelan mucho en jets privados), 2) algunos son muy famosos y malos ejemplos para hacer frente a la crisis climática, y 3) invierten sus riquezas en sectores económicos muy contaminantes.

El reparto de riquezas conllevaría un freno al crecimiento continuo y acelerado de la economía capitalista impulsado por la competencia. De esta manera evitaríamos que el sistema socioeconómico siga chocando contra los límites biofísicos del planeta, lo que se expresa en la crisis ecológica global, con el cambio climático como ejemplo paradigmático.

Negacionismo

El negacionismo del cambio climático es terrorismo anti-ecológico y mata. Hay tres grandes tipos de negacionismo.

Existe el negacionismo eco-capitalista de facto que al mismo tiempo que reconoce la gravedad de la crisis climática (no la niega formalmente) no hace lo suficiente para frenarla porque no quiere frenar el sacrosanto crecimiento capitalista, que está en el origen mismo de dicha emergencia climática. En este negacionismo de facto eco-capitalista se encuadra la socialdemocracia.

También existe el negacionismo que rebaja la importancia de la crisis climática, lo que conduce a la inacción.

Este negacionismo de la importancia reconoce la existencia del cambio climático, pero no su gravedad y, por ejemplo, no fomenta la autoprotección entre la gente y no tiene listos sistemas de alerta temprana y emergencia adecuados para hacer frente a eventos meteorológicos extremos favorecidos por el calentamiento global. Como sabemos, estos eventos meteorológicos extremos pueden llegar a convertirse en terribles “catástrofes naturales” si se gestionan mal. En este negacionismo de la importancia se encuadra gran parte del Partido Popular.

Finalmente, está el negacionismo maquiavélico desde el que, sabiendo la gravedad y especificidad de la crisis climática actual (todos los líderes políticos la conocen), se niega la existencia del cambio climático o se dice que es un cambio climático “cíclico” como tantos otros en la historia del planeta. Por tanto, concluyen, no podemos, ni debemos, hacer nada. La ultraderecha ejerce este negacionismo maquiavélico.

Mucho antes de la DANA del 29 de octubre, sabíamos que no se debe construir en zonas inundables. Sin embargo, gobiernos locales, regionales y estatales han favorecido durante décadas la ocupación con viviendas de las zonas inundables, impulsados por la especulación urbanística y su corrupción legal e ilegal.

La vivienda debe dejar de ser un negocio para ser tratada como una necesidad vital de primer orden. Solo así se frenará firmemente la construcción en zonas inundables.

Desde esta perspectiva, hay que abordar la emergencia habitacional actual frenando y revertiendo la proliferación de alojamientos turísticos, habitando los miles de viviendas vacías que hay, prohibiendo la especulación con la vivienda (¡fuera fondos de inversión!) e impulsando un gran parque de viviendas públicas con alquileres baratos.

Además, el impacto de la DANA en València fue mayor porque los cauces fluviales, permanentes y temporales, no estaban bien conservados. En muchas zonas, los cauces carecían de vegetación de ribera o estaban ocupados por cañas exóticas invasoras. La vegetación de ribera bien conservada frena la velocidad de las avenidas fluviales y favorece la infiltración del agua en el suelo.

“Si no frenamos ya la emergencia climática, estas tragedias serán solo el principio.”

La conservación y restauración ecológica de ecosistemas son claves para nuestra salud. Cuando degradamos nuestro entorno nos degradamos a nosotras mismas, a nuestra salud e, incluso, a nuestra supervivencia.

La ayuda empezó a llegar a muchas de las zonas afectadas por la DANA gracias a la labor de miles de personas voluntarias, muchas de ellas jóvenes.

Siempre ocurre lo mismo tras grandes tragedias: aflora la naturaleza de fondo del ser humano, un gran nivel de empatía con sus semejantes. Esta naturaleza tremendamente empática del mono inteligente y triste que somos favorece el establecimiento de redes de apoyo mutuo.

Redes de apoyo mutuo que suelen empezar haciendo frente a cuestiones de supervivencia (quitar fango de casas, llevar agua y comida, dar abrazos y llorar juntas…) y continúan con movilizaciones políticas como, por ejemplo, pidiendo la dimisión del mayor responsable (Mazón) de la inacción frente a la DANA. Precisamente porque somos una especie extremadamente empática somos animales sociales y políticos por naturaleza, es decir, no podemos evitarlo.

Los gobernantes actuales les tienen pánico a estas redes de apoyo mutuo porque saben que son la semilla de una clase trabajadora autoorganizada, reforzada y emancipada que acabaría por prescindir de ellos y de su status quo. Estas redes sociales de apoyo mutuo son claves para hacer frente a la crisis ecológica global y, al mismo tiempo, ponen las bases para las sociedades que necesitamos en este momento y más en el futuro cercano.

Autoorganización

Sociedades organizadas desde abajo, radicalmente democráticas y con alta calidad de vida que incluya tiempo para el arte, la participación política y la pereza, sociedades resilientes, que repartan las riquezas, eviten las guerras y vivan en armonía con su entorno. El ecofeminismo nos lo enseña: somos inter- y eco-dependientes.

Tragedias de la misma naturaleza que la DANA del 29 de octubre en València se están dando también en muchas otras zonas del planeta donde está habiendo grandes inundaciones, severas sequías y olas de calor.

Si no frenamos ya la emergencia climática, estas tragedias actuales serán solo el principio de una tragedia a escala planetaria, de dimensiones dantescas, para nuestra especie, especialmente para la gente trabajadora.

Todas las lecciones que podemos aprender de las tragedias presentes relacionadas con la emergencia climática conducen a la misma conclusión: autoorganicémonos en barrios y centros de trabajo en contacto con nuestro entorno natural y nuestra naturaleza empática para desterrar a los negacionistas, repartir riquezas y vivir mucho mejor. Nuestra supervivencia, y la de las nuestras, dependen de ello.