Åsa Hjalmers y Patrik Vulkan
El resultado de las elecciones en Suecia es preocupante pero no sorprendente. Continúa la tendencia europea de éxitos de la extrema derecha y una socialdemocracia en caída libre. Sin embargo, vale la pena echar un vistazo más de cerca para buscar una salida a la situación actual.
La política de centro ha acabado. Las últimas décadas han estado dominadas por una política donde todos los partidos reclamaban el centro. En estas elecciones los dos partidos principales, el conservador Partido Moderado y el Partido Socialdemócrata perdieron votos, así que ningún bloque, ni de izquierdas ni de derechas, ha podido proclamarse ganador. Ambos bloques están comprometidos con el consenso económico neoliberal, lo que implica privatizaciones, desregulación, un superávit presupuestario y un mercado laboral precario. La desigualdad entre los ingresos crece más rápidamente en Suecia que en ningún otro estado de la OCDE y el país se ha convertido en una guarida fiscal para los ricos. Se entiende por qué muchos votantes no querían más de lo mismo.
El problema es la alternativa. Hasta ahora los racistas de los Demócratas de Suecia (SD: Sverige-Demokraterne) han logrado controlar el debate, como se ve de la lista de temas clave durante las elecciones. En las tres elecciones anteriores, la economía y el paro siempre habían estado entre los cinco temas más importantes. Esta vez la economía cayó del tercer puesto al séptimo en la lista y la inmigración y los refugiados aparecieron por primera vez entre los diez temas más destacados. El crimen también apareció en la lista, aunque la delincuencia denunciada, incluso en Malmö, “la ciudad más multicultural de Suecia”, está de hecho disminuyendo. Sin explicaciones verdaderamente económicas el discurso de los SD, que sitúa la inmigración como la causa de todos los problemas, ha aumentado su audiencia.
Así el gran triunfador de las elecciones fueron los Demócratas de Suecia que subieron de un 4,6% a un 17,5%, aunque ellos esperaban un resultado aún mejor. Los SD siguen siendo los parias entre los demás partidos políticos, aunque esto no va a durar siempre. Un acuerdo entre ellos y el Partido Moderado no es impensable. Los periodistas discuten cómo van a conseguir los SD la influencia que anhelan, sin darse cuenta de que ya controlan la agenda política.
En el curso de dos años Suecia cambió de tener las fronteras más abiertas de Europa a tener las más cerradas. La prensa, sobre todo la de derechas, se empeña en mantener que los SD no son más extremistas que el partido de la izquierda y propone una alianza entre ella y el Partido Moderado. La estrategia de la derecha para acabar con los racistas es en efecto la de demostrar que ellos son los mejores racistas.
De ninguna manera debemos infravalorar la seriedad de la amenaza fascista de los SD, pero hay que mantener la cabeza fría. Ha habido intentos de quitar importancia al racismo de los SD y de verlos como un partido del descontento general, con lo cual, se tendría que “escuchar las preocupaciones de los votantes sobre la migración”. Pero los SD realmente no tienen interés en la migración, su objetivo verdadero es crear una sociedad más racista y con el tiempo poder construir un movimiento fascista.
Su bastión y lugar de nacimiento es Skåne, en el sur de Suecia, una región con una historia larga de fascismo y de partidos regionales racistas. En la ciudad de Sjöbo, los SD ganaron el 39,2% de los votos. Esta misma ciudad celebró un referéndum en 1988 que se proponía negar la acogida a los refugiados. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis suecos planearon construir un campo de concentración allí. Hoy, con el crecimiento de los SD vemos también el crecimiento de organizaciones más abiertamente nazis como Alternativa para Suecia, o el Movimiento de Resistencia Nórdico que intentan empujar la agenda política aún más lejos hacia la derecha.
Hay pocas evidencias que indiquen que el voto a favor de los SD está relacionado directamente con la inmigración, sino más bien con el descontento generalizado hacia la deriva de la política establecida (un descontento compartido por votantes del Partido de la Izquierda): según los SD, la culpa recaería sobre las y los inmigrantes/ refugiados/ musulmanes/ roma etc.
Los factores económicos juegan seguramente también un papel en su voto. Durante la última crisis económica se perdieron más de 100.000 puestos de trabajo en la industria, algo de lo que se habla poco. Además, un informe basado en las elecciones de 2014 señala que el indicador más fuerte del apoyo electoral para los SD es la educación. O sea, a más bajo nivel de educación, más probable el apoyo a los SD, lo que se puede fácilmente interpretar como una cuestión de clase. Los SD tienen más apoyo entre votantes que están de baja por enfermedad, pequeños empresarios y el 25% de los afiliados sindicales los apoyan. Su votante típico es del campo, hombre y de clase obrera. En estas elecciones, los SD recibieron votos de diferentes clases sociales: ganando votantes del Partido Moderado en los barrios ricos y de los Socialdemócratas en barrios obreros. Esta mezcla de clases se refleja en el hecho de que el 58% de los votantes de los SD se consideran de derechas, el 8% de izquierdas y el resto —un tercio— de ninguno de los dos.
En la política local, sus votantes se pueden interesar por cuestiones de bienestar social, pero la respuesta a todas las preguntas es: la inmigración tiene la culpa. Así mantienen su cohesión a pesar de su mezcla de clases. En las elecciones de 2014 los SD tuvieron políticas más favorables hacia las prestaciones sociales, pero tras una reunión con representantes de las grandes empresas cambiaron su política. Por ejemplo, abandonaron su oposición a las empresas privadas en la previsión de servicios sociales, sin perder su apoyo electoral. Esto nos muestra que es un partido de un solo tema: el racismo. Su programa actual es puramente neoliberal, con lo cual se parece más al populista xenófobo Fremskrittspartiet noruego que al Dansk Folkeparti danés, ultraderecha fundada más en la raza. Los SD se encontrarán tensionados entre dos direcciones opuestas, en cuanto una política de clases entre en juego.
Por ahora la estrategia de los SD es conseguir el poder a nivel local para mostrar su “capacidad de gobernar” y reproducir estrategias típicas de la izquierda, poniendo mesas en la calle, distribuyendo octavillas, realizando actos públicos y teniendo su propia prensa (algo que les falta a los Socialdemócratas). Actualmente, tienen tanta confianza en sí mismos que no sienten la necesidad de esconderse tras una falsa apariencia respetable. Tienen algunos representantes con una postura más diplomática y otros dispuestos a hacer afirmaciones abiertamente racistas o a hacer guiños fascistas para animar a sus elementos más extremistas.
¿Y qué tal la izquierda? El Partido de la Izquierda ganó votos, subiendo del 5,7 al 8%, y tal vez más significativo ha sido el rápido aumento de su afiliación. Ahora tiene 25.000 afiliados, 5.000 de los cuales se han dado de alta desde el pasado junio. Al mismo tiempo los Verdes y la Iniciativa Feminista perdieren entre ambos el 5,1% de los votos, pero como el Partido de la Izquierda no ha sido capaz de absorber estas pérdidas, el bloque de izquierdas ha perdido votos en total.
El problema con el Partido de la Izquierda es que también se ha asociado con el modelo económico neoliberal, como parte del bloque de izquierdas, y no se le ve como una alternativa verdaderamente radical. En vez de intentar actuar con “responsabilidad y realismo”, el Partido de la Izquierda debería hacerse eco del sentimiento popular de que las cosas no van bien, a la vez que debería insistir en que la clase trabajadora ha de atacar a los de arriba en vez de los de abajo.
Durante los últimos cuatro años el bloque de izquierdas ha gobernado con apoyo del Partido de la Izquierda, pero no ha habido ninguna rectificación de las políticas aplicadas por el gobierno anterior de derechas con sus reducciones de impuestos para los ricos y sus recortes a las prestaciones sociales.
En resumen, los ganadores de estas elecciones han sido los partidos que representan las alternativas ideológicas más claras al consenso neoliberal. También vale la pena mencionar que los Socialdemócratas consiguieron recuperar algunos votos perdidos cuando, hacia el final de la campaña electoral, empezaron a plantear mejoras en el bienestar social en vez de hablar de seguridad. Demasiado poco y demasiado tarde para influir en el resultado, pero es un indicio de lo que se habría podido conseguir con una política de clases.
Lo que hace falta ahora es un movimiento desde abajo que sepa combinar el antifascismo, sin concesión alguna a los racistas, con las luchas organizadas alrededor de la vivienda, pensiones y contra la privatización, un movimiento que pueda devolver la política de clases y las alternativas económicas al centro del debate político.
Åsa Hjalmers y Patrik Vulkan son activistas anticapitalistas en Suecia.
Ver también: «El racismo está en la raiz del avance de la extrema derecha sueca«