Marx21
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca preocupa a muchos niveles, como la amenaza contra los derechos humanos dentro de EEUU, especialmente de las personas migradas, LGTBI+, y mujeres. También dará más impulso a la extrema derecha internacional.
Y luego está la situación bélica global, con el genocidio en marcha en Palestina y la guerra en Ucrania, nominalmente de Putin contra el país de Zelensky, pero realmente entre Rusia (y sus aliados) y EEUU y los suyos.
Trump y Putin
Durante su campaña electoral Trump criticó el enorme gasto de EEUU en la guerra de Ucrania, prometiendo dedicar estos recursos a las necesidades de la ciudadanía estadounidense. La segunda parte es hipocresía, pero es triste que la denuncia del hecho de dedicar tantos recursos a la guerra se oiga más de la boca de Trump que no de las fuerzas progresistas.
Trump describió a Putin como un amigo y anunció que podría terminar la guerra de Ucrania en un día. Lo que hará en realidad es, por supuesto, bastante impredecible.
Aquí se combinan diferentes factores. Todo Estado tiene sus estructuras establecidas que buscan defender el sistema actual, en este caso hablamos de la cúpula militar. Ésta es capaz de ignorar exigencias presidenciales que les parezcan totalmente descabelladas… o de llevar a cabo un golpe militar contra un dirigente progresista. Por eso, en cuestiones clave de Estado, las elecciones no cambian tanto.
Dicho esto, hay cuestiones en las que existen diferentes puntos de vista dentro de una misma clase dirigente. Respecto a si EEUU debe mantener una visión más global o ser más aislacionista, parece que no se ponen de acuerdo (aunque la verdad es que ambas opciones comportan problemas y peligros).
Así que, sí existe cierta autonomía en la política, y la llegada de Trump podría comportar algunos cambios en la política exterior estadounidense. Además de reducir la financiación a Zelenski, ha hablado de frenar el proceso de expansión hacia el este de la OTAN, un factor fundamental en este conflicto, y de forzar un acuerdo de paz, en base a la cesión de territorios.
Hay que decir que esto sería mucho mejor que escalar el conflicto hasta llegar a las armas nucleares y la tercera guerra mundial.
Está claro que la Rusia de Putin es un Estado reaccionario e imperialista, pero a esto le deberá hacer frente la gente trabajadora rusa. Una potencia imperialista aún más grande, con aún más invasiones y masacres en su haber, no puede presentarse como la solución al imperialismo ruso.
Trump y Netanyahu
Se sabe que Benjamin Netanyahu —criminal de guerra, buscado por el Tribunal Penal Internacional— quería que ganase Trump. Pero es difícil ver lo que podría hacer Trump para apoyar al genocidio que no hayan hecho Biden y Harris. Todos apoyan al Estado israelí sin fisuras.
Bajo Biden, EEUU ha vetado repetidamente todo intento en la ONU de exigir de manera (supuestamente) vinculante un alto el fuego, la última vez el 20 de noviembre, cuando las elecciones habían terminado y Harris ya no tenía nada que perder.
Trump abandonaría la retórica humanitaria, ya no fingiría preocuparse por las muertes de civiles, pero la entrega de armas y el respaldo político no cambiarán.
Por otro lado, su fuerte compromiso con el Estado sionista confirma, una vez más, que no hay contradicción entre el apoyo a Israel y el antisemitismo, el odio hacia la gente judía.
Bajo su mandato anterior, Trump expresó su apoyo a una manifestación ultra y antisemita en Charlottesville. Estos manifestantes incluían a neonazis que gritaban “los judíos no nos remplazarán”, haciéndose eco de la “teoría del gran remplazamiento” promovida también por VOX.
Por ahora, sin embargo, parece que por toda Europa se mantiene la mentira de que quienes nos solidarizamos con el pueblo palestino —a la vez de rechazar y denunciar cualquier discurso hostil hacia las personas judías— somos “antisemitas”, en vez de señalar a los antisemitas de verdad, como lo es la extrema derecha que en su enorme mayoría respalda a Israel… igual que hace Trump.
Alto el fuego
En el momento de escribir, se acaba de anunciar que Estado israelí y Hezbolá han acordado un alto el fuego. No da tiempo ni espacio para un análisis completo, pero podemos hacer unas observaciones rápidas.
El ejército israelí entró (de nuevo) en el Líbano con el objetivo de eliminar a Hezbolá. Han fracasado (de nuevo). La fuerza de resistencia libanesa no es para nada perfecta (por haber apoyado la masacre de Assad en Siria, por promover políticas neoliberales dentro del Líbano…) pero ha vuelto a mostrarse capaz de ser una parte clave de una resistencia —militar, civil…— mayoritaria, que supera las divisiones sectarias impuestas al país por el imperialismo francés.
Hezbolá, una milicia no estatal, igual que el movimiento hutí en Yemen, ha sido capaz de hacer mucho más que ningún Estado árabe en solidaridad con el pueblo palestino. De hecho, es más; muchos Estado árabes siguen comerciando con el Estado sionista. Jordania incluso contribuyó a la defensa militar de Israel frente a los misiles iraníes.
El alto al fuego dará un respiro a las poblaciones del sur del Líbano, así como a los barrios del sur de Beirut, la zona de mayoría chií conocida como Dahieh, que ha sufrido muchísimo, igual que en 2006.
Dicho esto, el acuerdo no parará el genocidio en Gaza. Para esto, hará falta más. Y esto no vendrá de los dirigentes ni árabes ni europeos. Sus palabras de preocupación no significan nada.
Por eso, es más necesario que nunca que sigan las movilizaciones, en las calles y aún más en los lugares de trabajo. Las y los portuarios, por ejemplo, tienen el poder potencial para hacer realidad el bloqueo de armas.
Aún más importante es el papel de las calles, y las clases trabajadoras, de Oriente Medio.
En València la gente grita “solo el pueblo salva al pueblo”. Lo mismo se aplica a Palestina. Al contrario de lo que dicen los neonazis, el pueblo palestino es nuestro pueblo.