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Raymar Aguado Hernández

Entender la lógica represiva del Estado cubano es una tarea condenada al fracaso.

Mucho se puede desenredar el funcionamiento de un aparato estatal contemporáneo, incluso hasta el punto de prever sus apuestas de control. Pero en el caso de Cuba es definible su esfera de poder como un cuerpo ahogándose en aguas que no conoce, y patalea y bracea causando estragos irreparables.

La crisis económica postpandémica y, la política, acentuada tras el estallido popular del 11 de julio del 2021, dejó a ese cuerpo disparatado, que lucha por mantenerse a flote “al coste que sea necesario”, en una situación endeble, temerosa, aferrado a existir hasta las últimas consecuencias.

Por eso es necesario analizar el funcionamiento del sistema cubano como engranaje institucional imbricado en las lógicas del capitalismo tardío, para así desentrañar su dimensión opresiva.

La clase trabajadora y el pueblo: los mayores disidentes, los primeros reprimidos

El disenso en Cuba, desde los primeros años de la Revolución, fue criminalizado por el aparato de poder de un modo arbitrario, al que no lograron escapar ni siquiera figuras de renombre revolucionario y relevancia política.

Cuestionar, señalar o simplemente proponer fueron y son tareas apartadas para la élite dirigente del autoritario Partido Comunista de Cuba (PCC), sus apéndices, la casta militar y altos funcionarios del gobierno.

En cambio, para el pueblo, los infinitivos asentir, obedecer y agradecer establecieron los límites de su participación ciudadana. Hacer política nunca ha sido en la Cuba revolucionaria un derecho del pueblo. Según la narrativa posterior a 1959, para eso están nuestros dirigentes y el ejemplo “impoluto” del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

En la praxis de la Revolución, el pueblo solo significó una masa acéfala que debía ser construida, representada y conducida por los que se definieron como los “legítimos líderes” revolucionarios. En tanto la idea de “plaza sitiada” ante la hostilidad imperialista de Estados Unidos, figuró el marco de excepcionalidad que permitió un grado de control casi absoluto sobre la población. De esta forma el pueblo nunca ejerció como el real sostén de las directrices del nuevo proceso, lo fueron la gratitud y la devoción que se impuso, así como el pánico constante de ser tachado de “contrarrevolucionario” en un pedazo de tierra de donde no había escapatoria. La élite militar y partidista reconoció a Cuba como su feudo y al pueblo, como vasallos.

La clase trabajadora, los sectores empobrecidos, las poblaciones vulnerables o los “humildes”, como discursivamente englobó el mismo Fidel, serían los supuestos acreedores y albaceas de los logros de una Revolución triunfante que, poco después de su nacimiento, se aferró al dogmatismo autoritario del ala soviética, consolidando su afinidad y dependencia en la década de los setenta.

Así nació una cúpula oligárquica que incumplió cada uno de sus proyectos emancipatorios y traicionó hasta a la propia idea de Revolución. La máxima socialista de otorgar “poder al pueblo” quedó frustrada por la centralización estatista y en apariencia se justificó con una serie de garantías otorgadas a sectores específicos que alguna esperanza de bienestar tuvieron tras sufrir la agonía de la dictadura de Batista.

Asimismo, el acelerón neocapitalista de Estado, promovido en la década de los noventa durante el llamado Período Especial, con sobrada preferencia hacia el sector del turismo, la apertura a capitales extranjeros a través de empresas mixtas y la aparición de conglomerados comerciales, significó otra gran afrenta para la clase trabajadora y al pueblo en general. Se agrandó aún más la brecha entre las supuestas pretensiones socialistas del gobierno y la realidad popular de un país empobrecido y hambriento, donde la burguesía al mando tenía cada vez más poder.

Este escenario se acentuó durante el mandato de Raúl Castro (2008-2018) hasta llegar a la total capitalización, dependencia de importaciones y paquetazos de medidas antiobreras y antipupulares asumidas en los últimos años, comparables a las de regímenes neoliberales de la región.

Así el poder político reconoce al principal enemigo de su hegemonía en el pueblo proletarizado, empobrecido y hambreado, al cual reprime siempre que toma las calles reclamando por sus derechos y por mejorías en la gestión gubernamental. El 5 de agosto de 1994, el 11 de mayo de 2019, los días 11 y 12 de julio de 2021, las jornadas de octubre-noviembre de 2022, el 6 de mayo de 2023 y los días 17 y 18 de marzo de 2024 son los más fieles ejemplos de los despliegues militares y la brutalidad policial contra un pueblo inerme y pisoteado; el mismo pueblo que se utiliza de contranarrativa para justificar todo el malestar nacional tras las medidas coercitivas y unilaterales que impone el gobierno de Estados Unidos.

Traicionar al pueblo es traicionar al socialismo. ¿Por qué existe una izquierda crítica y antiautoritaria en Cuba?

Desde los primeros años de la Revolución, en el relativo marco de apertura de pensamiento existente en la época, destacadas voces de la intelectualidad marxista y de la izquierda tanto de Cuba como de otras latitudes, principalmente de Latinoamérica, tomaron partido en importantes debates sobre el presente y futuro del proceso que recién comenzaba y que de tanto impacto era para la región.

Muchos interrogantes fundamentales salieron a la luz, así como señalamientos y experiencias vecinas. Fue un momento en el que el fervor y la fascinación por lo que acontecía en la isla captaba la atención de la izquierda internacional en medio de la Guerra Fría. Aires de esperanza y transformación se respiraban, aun cuando los signos autoritarios de la dirigencia política de la Revolución no se hicieron esperar y estuvieron expuestos desde el propio 1959.

En medio de ese escenario, surgió o se desarrolló una facción marxista, afín a la Revolución, pero crítica con gran parte de la gestión llevada a cabo hasta el momento, cuyos principales exponentes se nuclearon en torno a la revista Pensamiento Crítico. Ahí se solidificaron las bases de la primera izquierda crítica cubana posterior a 1959. La revista fue cerrada por instancias oficiales en 1971, consecuencia de la creciente sovietización de la política cultural en Cuba, el cambio de paradigma en constante centralización y las secuelas dejadas por el llamado Caso Padilla, que dejó en evidencia ante importantes actores de la izquierda internacional, el autoritarismo del gobierno cubano.

Anteriormente, en 1965, un grupo de artistas y escritores con inclinaciones de izquierda aglutinados alrededor de Ediciones El Puente también se vieron obligados a cerrar su proyecto por el constante acoso político.

Así, hasta el presente, toda alternativa crítica al régimen ha sido criminalizada, hostigada, invisibilizada o reprimida hasta su desaparición. La uniformidad del discurso que impone el aparato estatal en Cuba consume a cada actuante que proponga algún tipo de renovación política en la isla, aunque abogue por la justicia social, la equidad o el socialismo.

El diseño institucional regente no se permite un ápice de integración dentro de las lógicas emancipatorias y en su defecto avanza veloz a los brazos del capitalismo caníbal y el extractivismo colonial. Es imposible esconder su traición a la clase trabajadora, a los sectores empobrecidos, a las poblaciones vulnerables, al pueblo cubano que tanto luchó y sacrificó por un supuesto futuro satisfactorio y equitativo dentro de la Revolución.

El poder político cubano busca, a través de sus discursos, dar a la opinión internacional un falso escenario de Cuba como un paraíso socialista, símbolo de resistencia ante el capitalismo global y el imperialismo yanki, y que representa el mayor estandarte de la lucha por la emancipación y el futuro.

A consecuencia de esto, amplísimos sectores de la izquierda internacional amplifican y perpetúan las mentiras del régimen político de la isla, desconociendo el panorama real que está matizado por la precariedad lacerante, los altísimos niveles de empobrecimiento, la desesperanza, el hambre y el sinvivir que padece nuestro pueblo. El fetiche de la Revolución cubana está intacto en muchos espacios de lucha alrededor del mundo, donde construyen una realidad sobre el proceso revolucionario que solo queda en la estética de sus inicios y en el discurso de sus mandamases.

Las izquierdas críticas cubanas dentro de la Revolución, se han dado a la tarea de exponer y visibilizar la traición del poder político al pueblo, de desmontar las falaces narrativas de los voceros gubernamentales, de combatir el capitalismo que la oligarquía al mando articula, de buscar vías contra el empobrecimiento de la sociedad, de impulsar alternativas de reparación y de justicia social así como la democratización del trabajo y la producción, de construir un cuerpo teórico desde la izquierda que contrarreste al oficialista. Pero sobre todo, las izquierdas críticas cubanas, antiautoritarias y autónomas, luchan por la emancipación del pueblo de Cuba.

El cuerpo lacerado de la izquierda crítica cubana

La izquierda crítica antiautoritaria de militancia más reciente en la isla, se unifica tras los estallidos sociales de los días 11 y 12 de julio de 2021 y la posterior represión desatada por el Estado contra el pueblo manifestante. Desde esas fechas, la persecución, acoso y maltrato a sus miembros ha sido sistemática, aunque algunos ya venían sufriendo estos atropellos desde antes.

Tales medidas coactivas se traducen de diversas formas: presión laboral y escolar, detenciones forzadas, citaciones ilegales a interrogatorios con oficiales de la contrainteligencia, escarnios en medios oficiales y en espacios públicos, arrestos inexplicados, restricción de movimiento, censura, amenazas, chantajes, agresiones físicas y verbales, anulación política en espacios oficiales, marginación social, y otra serie de estrategias utilizadas por los órganos represivos del Estado y diseñados principalmente por el Departamento de Seguridad del Estado (DSE).

Este colectivo se enuncia desde el marxismo decolonial, el afro transfeminsmo, la sexodisidencias, el ecosocialismo y el antirracismo, al tiempo que intenta construir lazos comunitarios y tejidos solidarios en un contexto de suma hostilidad. Por estas razones es criminalizada por el poder político bajo el supuesto de que es un grupo financiado por organizaciones Federales de Estados Unidos y que intenta subvertir el orden interno y hacer la “contrarrevolución”.

Es obvio que no existe nada menos conveniente para la oligarquía política de la isla y sus discursos que una disidencia fiel al marxismo, a la construcción socialista, al anticapitalismo y la praxis emancipatoria. En múltiples ocasiones militantes de la izquierda crítica han sido hasta acusados por voceros del poder de llevar a cabo supuestas acciones terroristas y han sufrido amenazas de ser sometidos a procesos judiciales por su producción intelectual y activismo.

A su vez, la oposición cubana afín a la derecha neoliberal, moraliza y acusa a esta izquierda antiautoritaria de ser cómplice del sistema político cubano, al tiempo que invisibiliza sus acciones, ningunea su trabajo intelectual y se desentiende de la represión que sufren sus miembros. De tal modo contribuyen a la anulación política de este colectivo, mientras le cierran el acceso a espacios de debate, de publicación y a oportunidades laborales; prácticas que son abono para la arbitrariedad que la casta dirigente imprime sobre este sector izquierdista de la disidencia.

La izquierda crítica y antiautoritaria en Cuba se opone a cuatro bloques hegemónicos fundamentales para el ecosistema político nacional: la tríada totalitaria de Partido/Estado/Gobierno; la oposición afín a la derecha neoliberal cuya facción es la de mayor aceptación popular en la isla; el capitalismo/colonialismo a nivel global; y la izquierda dogmática internacional que reconoce y legitima al Estado cubano como una alternativa socialista. Cada uno de estos bloques significa un traspiés constante para el activismo opositor desde la izquierda y un peligro para la construcción de un presente y futuro dignos en nuestro país.

Si bien la lucha parece infinita, la izquierda crítica reconoce que ninguna batalla contra hegemónica es simple y que ningún paso hacia la emancipación y el socialismo dejará exentos de secuelas a nuestros cuerpos.


Raymar es un activista en Cuba que defiende el socialismo desde abajo, la solidaridad internacionalista, la lucha contra toda opresión…Es simpatizante de Marx21.