Paco Priego
El de 14 de febrero se celebraron elecciones al Parlament de Catalunya, en un contexto marcado por la inhabilitación del President Torra, las disputas entre los socios de gobierno, y la crisis sanitaria y social derivada de la pandemia de la Covid-19, que propició la enésima intromisión judicial en la vida política catalana, cuando se denegó el aplazamiento de las elecciones.
Todo esto contribuyó a una baja participación. El conjunto de fuerzas independentistas, por primera vez, superó la barrera del 50% de los votos. El PSC ganó las elecciones, y recuperó la hegemonía unionista, obteniendo 33 escaños. Se aprovecharon de la debacle de Ciutadans, el gran perdedor de la noche, que se dejó 30 diputados, para acabar con 6. El otro beneficiado de la caída naranja fue el neofranquista VOX, que se estrena en el Parlament con 11 diputados. Un PP tocado por nuevas revelaciones de su pasado perdía un diputado, quedándose con 3. En Comú Podem, no conseguía capitalizar su presencia en el Gobierno, pero mantenía sus 8 diputados.
ERC, con 33 diputados, arrebataba la hegemonía independentista al espacio postconvergente, que acudió a las urnas dividido entre Junts, que obtuvo 32 escaños, y el PdeCAT, que no consiguió representación. La confluencia CUP-Guanyem recuperó, con 9 representantes, buena parte de la fuerza perdida anteriormente por el anticapitalismo.
Crispación
Pero aparte de los movimientos dentro de los bloques, poco cambia. El PSC gana, pero no podrá gobernar. La derecha españolista seguirá abonada a la, y ahora aún más, con la subida de VOX, que no tiene ninguna necesidad de guardar las formas.
En el bando independentista, ERC y Junts se ven abocados a repetir la fórmula plagada de recelos de la anterior legislatura, con el añadido de que, ahora, ERC querrá hacer notar su posición dominante. La rapidez para obtener el apoyo de la CUP-G para la investidura de Pere Aragonés puede ser un primer indicador de los tiempos que vienen, y también una novedad. Pero está por ver si representa un verdadero giro a la izquierda.
¿Y ahora? Como ya suele pasar, la investidura ha resultado fallida en el primer y segundo intento, y comienza un periodo de negociaciones, con la fecha límite del 26 de mayo. La política catalana ya nos ha acostumbrado a acuerdos en el último segundo, así que mejor analicemos con qué escenario el gobierno que se forme se encontrará.
Libertades
Las medidas para hacer frente a la Covid-19 han comportado un recorte de libertades sin precedentes desde la restauración de la democracia. Las restricciones de movilidad han tenido un duro impacto en una economía muy dependiente del turismo. Una sociedad demasiado castigada, especialmente las personas más jóvenes, comienza a levantar la voz, y ya hemos tenido una primera muestra, con las protestas por el encarcelamiento del cantante Pablo Hasél. Pero esta rabia será inútil, si no es canalizada políticamente.
Es deber de la izquierda anticapitalista animar esta presión en la calle, participar en ella, y darle contenido político, para que, finalmente, se convierta en palanca de cambio. Y en el Parlament, la izquierda anticapitalista debe hacer oír esa voz de la calle. En esta legislatura, esta es, sin duda, su tarea más importante.