Marx21
El horror empeora cada vez más.
Según las cifras oficiales, el actual brutal asalto israelí contra Gaza ya se ha cobrado las vidas de unas 42 mil personas, y ha herido a casi 100 mil más, eso sin contar a las personas desaparecidas bajos los escombros. Las cifras reales serán más altas.
A esto, el Estado israelí ha sumado un brutal bombardeo en el Líbano, que en el momento de escribir ya suma más de 2.000 personas muertas. Situación que ha sucedido tras sus atentados terroristas contra buscas y walkie-talkies que, para lo que valga, seguramente incumplían el derecho internacional. Sin olvidar las otras incursiones por toda la región.
Y luego ha bombardeado a Irán, en lo que parece un intento descarado de desatar una guerra regional, lo que nos acercaría aún más a la amenaza de un conflicto global.
¡Sanciones ya!
Ante una situación tan terrible, es fácil caer en la simple desesperación, pensando que no hay nada que hacer. No es así.
Desde el Estado español debemos fortalecer sin parar la exigencia de boicot, desinversión y sanciones —urgentes— contra el Estado de Israel.
No habían pasado ni dos días de la (inexcusable) invasión de Ucrania por parte de Putin cuando el Gobierno español se sumó a las fuertes sanciones internacionales contra Rusia.
Pero tras un año de genocidio en Gaza, el Gobierno español sigue tratando a Israel como un Estado normal: mantiene relaciones diplomáticas, el comercio de armas continúa, etc. El Estado español, con 1,1 millones de euros, es el quinto Estado de la UE que más material militar ha exportado a Israel tras el 7 de octubre.
Así actúa lo que se supone es un Gobierno de izquierdas, formado por el PSOE y Sumar. Este último —como antes hizo Unidas Podemos— hace sus tuits y sus discursos críticos, pero sigue participando en un gobierno que colabora en un genocidio. Y mucha gente dentro del PSOE apoya la causa palestina, pero esto no parece contar para nada frente los intereses del Estado.
Es la enésima muestra de las limitaciones del reformismo. Sean cuales sean sus promesas, a fin de cuentas, se dedica a gestionar un Estado capitalista, en interés de la burguesía de “su” país. Y hoy, los intereses de las clases dirigentes occidentales dictan apoyar al Estado israelí, como puesto avanzado del militarismo occidental.
Bancos teñidos de sangre
A principios de octubre, un informe del Centre Delàs de Estudios por la Paz, de Barcelona, reveló que una docena de bancos españoles habían financiado con casi 4 mil millones de euros a empresas que suministran a Israel las armas que utilizan en el genocidio en Gaza. Los principales responsables son el Santander, el BBVA y el CaixaBank.
Las empresas armamentísticas beneficiadas incluyen a las estadounidenses Boeing, Lockheed Martin, y General Dynamics, o a las británicas BAE Systems y Rolls-Royce. Algunas de estas podrían parecer inocentes, pero no es así: sus productos forman una parte esencial de la maquinaria del genocidio.
En todo caso, la culpa es muy obvia cuando estos bancos financian a empresas israelíes directamente militares como Elbit Systems, que produce drones asesinos y bombas de racimo, o Israel Aerospace Industries, fabricante de misiles, drones y aviones militares…
Los bancos señalados en el informe son cómplices del militarismo y, en este caso, del genocidio en Gaza. Pero seguramente se defenderían diciendo que no hacen nada fuera del normal, son solo negocios.
En cierto sentido, tienen razón. Estos bancos —y especialmente los grandes implicados— son culpables por lo que han hecho. Pero el problema de fondo es que, en este sistema, la guerra y el genocidio son simplemente negocios.
El Estado israelí es un caso extremo, pero no es una aberración ni algo ajeno al sistema. Es más bien la punta de lanza del imperialismo occidental en Oriente Medio. Lo mismo que —a una escala menor— la empresa privada de “seguridad” Wagner —llena de neonazis— para la Rusia de Putin.
“La islamofobia refleja la hipocresía y funciona como una justificación de lo injustificable.”
Contra todo racismo
Las masacres forman parte del funcionamiento del sistema actual, y también lo hace el racismo. En momentos de crisis, es especialmente importante señalar cómo utilizan el racismo para dividirnos y despistarnos.
Los defensores del Estado sionista utilizan la islamofobia para justificar el genocidio. Intentan hacernos creer que el problema son Hamás, Hezbolá y “el islam”. Con esta explicación teológica, ignoran el hecho de que, en lo religioso, las dos organizaciones pertenecen a ramas opuestas del islam. Lo que los une es el hecho de ser movimientos de resistencia ante el colonialismo israelí-occidental. Tienen mucho más en común con un movimiento guerrillero centroamericano de los años 70 o 80 —con todas las contradicciones que estos también tenían— que con la familia real saudita.
Por esto, los sectores de la izquierda que se suman a la visión racista y apoyan la islamofobia en nombre de un “laicismo” mal entendido, cometen un grave y peligroso error. Hamás y Hezbolá son criticables —como lo son las guerrillas en América Latina, aunque aquí los mismos sectores solían excusar cualquier abuso— pero son una respuesta a la injusticia, no el origen de ella.
A veces presentan su LGTBIfobia como un motivo para denunciar a Hamás: en realidad, para excusar el genocidio contra el pueblo palestino. Con esto, distorsionan los hechos.
La opresión que las personas LGTBI+ han sufrido durante estos años en Gaza se debe a políticas que ya estaban vigentes antes, bajo el poder “laico” de Fatah y la OLP: de hecho, data de la época del colonialismo británico.
Por otro lado, si según las estimaciones el 10% de la población es LGTBI+, las bombas israelíes han asesinado a más de cuatro mil personas LGTBI+ en Gaza desde el 7 de octubre. Se podrían explicar cosas parecidas respecto a la opresión de las mujeres, que —¡sorpresa!— no solo existe en países de mayoría musulmana y no es producto del islam.
Aquí, de nuevo, la islamofobia refleja la hipocresía y funciona como una justificación de lo injustificable. Nadie en la izquierda debe contribuir nunca a esta política del divide y vencerás: menos aún ante un genocidio como el actual.
Y contra el antisemitismo
No solo crece la islamofobia; también resurge el antisemitismo, y cualquier izquierda consecuente debe combatirlo sin ambages.
Aquí, debemos subrayar que el “antisemitismo” no consiste en criticar las acciones criminales del Estado israelí, ni en rechazar el sionismo en su conjunto. El gobierno sionista dedica muchos esfuerzos y recursos a confundir los términos, en un intento de criminalizar la solidaridad con Palestina, a la vez que dan carta blanca a los principales antisemitas, que es la extrema derecha.
Casi toda la extrema derecha promueve la “teoría del gran remplazo”, según la cual existe una conspiración para substituir a la población “autóctona” europea por migrantes, especialmente musulmanes. ¿Quién, según las versiones más explícitas de esta visión, impulsa esta política? Tirando del hilo histórico heredado de Hitler y los nazis, culpan a la “conspiración judía”. Repiten hasta la saciedad el nombre de George Soros, multimillonario judío.
La mayor parte de la extrema derecha actual no tiene problema alguno en combinar esta visión antisemita con la defensa del Estado israelí.
Debemos romper de una vez por todas las ideas de que Israel representa de alguna manera al pueblo judío. Cada vez más personas judías en todo el mundo protestan contra el genocidio, diciendo claramente “no en nuestro nombre”.
La izquierda también debe tener mucho más claro este punto. El antisemitismo existe, crece y debemos combatirlo. Y no debemos ceder un milímetro ante los intentos de asociar al Estado sionista con el judaísmo.
Los medios se equivocan cuando hablan de acciones del “ejército judío”: no dijeron que Iraq fuera invadido en 2003 por un “ejército cristiano”; no dijeron que la masacre de Tarajal, Ceuta, la llevase a cabo una “Guardia Civil cristiana”. Pues aquí, lo mismo.
Por eso, es un error cuando la izquierda o los movimientos de solidaridad utilizan símbolos religiosos del judaísmo —como la estrella de David— como si representasen al Estado sionista. Con esto, ceden ante las manipulaciones sionistas y complican la participación en el movimiento de más personas judías.
Igualmente, hay que dejar de atribuir el apoyo estadounidense a Israel a “un lobby judío”: existen lobbies pro Israel en EEUU, por supuesto, pero las políticas occidentales en Oriente Medio reflejan sus propios intereses imperialistas, no la influencia de algún lobby.
Hay muchísimo en juego
Netanyahu intenta ampliar la guerra, para arrastrar a sus patrocinadores occidentales —EEUU y sus aliados europeos— a una participación más explícita, en un conflicto que incluya a Irán, quizá Siria, e incluso Rusia.
Esto en realidad, entre otras cosas, obedece a sus intereses personales: busca evitar ser procesado por corrupción y mantenerse en el poder. Cada escalada en el ambiente bélico obtiene como resultado más apoyo a su figura.
En cierto sentido, y salvando las muchas diferencias, Netanyahu busca lo mismo que Zelenski en Ucrania, conseguir más participación directa de EEUU. En el caso ucraniano, tristemente, una parte importante de la izquierda se ha sumado al lado del imperialismo occidental: frente al también horrible imperialismo ruso, apoyan al envío de armas de la OTAN a Ucrania.
En Marx21, rechazamos firmemente la invasión rusa, pero entendemos que EEUU y la OTAN no representan ningún rechazo a las invasiones y el imperialismo, sino que son sus mayores exponentes en el mundo. Así que, rechazamos todas las potencias imperialistas, Rusia incluida, tenemos claro que el enemigo principal está en casa, es “nuestra” clase dirigente y sus aliados.
Ante el genocidio actual, respaldamos plenamente a las resistencias palestina y libanesa (lo que no excluye discrepar con ciertas posiciones de esos movimientos de resistencia).
Si efectivamente, y a pesar de los intentos del gobierno iraní de evitarlo, se convierte en un conflicto más amplio, todo será más complicado, en muchos sentidos.
Pero nuestra posición debe seguir siendo la solidaridad con la gente de abajo y su resistencia, un rechazo a toda potencia imperialista, pero en primer lugar un rechazo al imperialismo occidental.
El hecho de tener el “gobierno más progresista de la historia” no ha hecho que el Estado español deje de seguir la misma línea que el resto de la OTAN, en apoyo a Zelenski y al Estado israelí. Pero sí lo hace más vulnerable a la presión desde abajo que, por ejemplo, el gobierno de Meloni.
Debemos seguir movilizándonos en solidaridad con los pueblos palestino, libanés… que se enfrentan a las masacres. Debemos seguir exigiendo medidas reales al Gobierno de Sánchez para poner fin al genocidio. Y todas las personas del entorno del PSOE, Sumar, etc., que rechazan el genocidio deberían plantar cara y exigir estas medidas a sus líderes.
El mundo se dirige hacia la barbaridad. Si nosotras y nosotros no lo paramos ahora, nadie más lo va a hacer. Está en nuestras manos.
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