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Miles de trabajadores de las obras de construcción del nuevo aeropuerto de Estambul, cerca del Mar Negro, han desafiado la represión para defender sus derechos laborales. La plantilla lleva varios días en huelga, pidiendo el pago de salarios atrasados y la mejora de las condiciones de alojamiento, así como ropa de trabajo y una atención médica correcta para víctimas de accidentes laborales.

En respuesta, el gobierno de Recep Tayyip Erdogan los denunció como “terroristas” y detuvo a más de 500 de ellos, según el sindicato Insaat-Is.

La protesta comenzó tras un accidente de autobús el viernes de la semana pasada en el que 17 trabajadores resultaron heridos, según el líder sindical de Dev Yapi-Is, Ozgur Karabulut.

Miles de trabajadores se unieron a la manifestación de protesta por el accidente, que fue disuelta por la policía armada en vehículos antidisturbios y disparando gases lacrimógenos.

Luego vinieron los arrestos. “Entraron por la fuerza en el campo de los trabajadores, rompieron las puertas y detuvieron a más de 500, entre ellos el secretario general del sindicato Insaat-Is, Yunus Özgür” declaró Karabulut a la agencia de noticias Reuters.

El diputado Ali Seker, del partido socialdemócrata CHP, denunció al diario BirGün que los patronos “continúan actuando como si estuviera en vigor el estado de excepción”, que fue levantado en julio pasado tras dos años en vigor.

Algunos de los trabajadores ya fueron liberados, pero alrededor de 300 permanecieron bajo custodia hasta el lunes.

Hoy un Tribunal de Estambul decretó prisión preventiva para 24 de los detenidos acusados de “violar la libertad de trabajo”, “violar las leyes de asamblea”, dañar la propiedad pública y resistirse a la policía.

Campo de concentración para trabajadores

El aeropuerto está siendo construido por un consorcio integrado por las empresas turcas Limak, Cengiz, Kolin, Mapa y Kalyon con estrechos vínculos con el gobierno.

Este aeropuerto, que triplicará la capacidad de la actual terminal de Estambul, acogerá, en su primera fase, a 90 millones de pasajeros, pero el objetivo es que aumenten a 150 millones en el 2028 y tras la inauguración de nuevas pistas, pueda alcanzar los 200 millones.

Los y las trabajadoras han protestado repetidamente por las condiciones de trabajo. En febrero, el Ministerio de Trabajo turco dijo que 27 trabajadores habían muerto desde que comenzó la construcción en 2015.

Los sindicatos aumentan esta cifra a 32 muertos y algún periódico opositor dijo que el gobierno ha ocultado casi 400 muertes.

El número de muertos y heridos ha empeorado a medida que ha habido retrasos en la fecha de apertura del aeropuerto y los patrones han recortado las medidas de seguridad y aumentado los ritmos para acelerar el trabajo.

Los trabajadores también están enojados por la comida y la vivienda en contenedores infestados de pulgas y chinches. A muchos trabajadores se les paga tarde y a algunos no se les ha pagado durante seis meses.

Entre las 35.000 personas de la plantilla, hay inmigrantes de países como Nepal.

El sindicato Dev Yapi-Is dijo que el sitio era “un campo de concentración para trabajadores”. “Ni siquiera se nos permite ir al baño”, dijo un trabajador. “Nos duchamos usando el agua que proviene de estanques cerca del sitio de construcción”. De hecho en la última reunión de los sindicatos con la empresa temas como el acceso a los baños y la eliminación de los chinches fueron puestos sobre la mesa como temas prioritarios dada su gravedad.

A comienzos de esta semana, los patrones comenzaron a ir en busca de esquiroles para cubrir los puestos de trabajo de los huelguistas detenidos, pero la resistencia continuó.

El estado de emergencia impuesto después de un golpe fallido en 2016 hizo que fuese casi imposible realizar una huelga legal.

El estado de emergencia ahora se ha levantado, pero muchas de sus disposiciones han sido absorbidas por otras leyes. El propio presidente Erdogan aseguraba a los empresarios que el estado de excepción era “una solución” para acabar con las huelgas, ya que la policía “intervendría de inmediato” en caso de una protesta obrera.

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Continúan las protestas en Flormar

Mientras tanto, continúan las acciones de protesta en la firma de cosméticos Flormar, que se ha convertido en un símbolo de la resistencia de las trabajadoras.

La empresa despidió a más de 130 trabajadoras, en su mayoría mujeres, después de unirse a un sindicato para luchar por mejores salarios y mejores condiciones.

Llevan en huelga más de 120 días. Flormar es una subsidiaria de una empresa que pertenece en un 51 por ciento a la multinacional Yves Rocher.

La mayoría de las trabajadoras cobran el salario mínimo, unas 1.600 libras turcas que corresponden a unos 300 euros mensuales. Cuando Flormar fue vendida a Yves Rocher, esta marca se desarrolló y amplió abriendo tiendas en muchos países, pero las trabajadoras siguieron ganando lo mismo. El conglomerado de la multinacional Yves Rocher se define en su propaganda como “una organización familiar, ecológicamente responsable y dedicada a que la belleza sea asequible y accesible para todas las mujeres; sin importar su nacionalidad, su edad ni su capacidad adquisitiva”. Está visto que la única capacidad adquisitiva que no les importa es la de sus trabajadoras.

Un grupo de mujeres ha dado su apoyo a las trabajadoras de la fábrica con una acción enfrente de las tiendas de Flormar y Yves Rocher en Kadıköy llamando al boicot de sus productos. Durante la protesta han coreado lemas como “Nos hacemos bellas a través de la resistencia, no del maquillaje”.

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