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Guayarmina Saavedra Serrano

Estamos viviendo una de las crisis más graves y persistentes de nuestra historia reciente: la crisis de la vivienda.

A pesar de los avances legislativos y las promesas de cambio, cientos de miles de personas se enfrentan diariamente a la inseguridad de no tener un techo digno.

Sin vivienda, no hay futuro; sin vivienda, no hay igualdad ni oportunidades. Esto no es una situación aislada, sino el resultado de un sistema que privilegia al capital sobre las personas, que perpetúa desigualdades y nos arrastra hacia una rueda interminable de pobreza y precariedad.

El pasado sábado 23 de noviembre las calles de Barcelona vieron una de las manifestaciones por la vivienda más importantes de las últimas décadas.

Más de 170.000 personas se unieron tras el llamamiento del Sindicat de Llogateres para exigir que la vivienda sea un derecho real y efectivo, no un privilegio para unos pocos. Este momento histórico demuestra la fuerza de la ciudadanía organizada, pero también pone de manifiesto la necesidad urgente de unirnos aún más y trabajar en conjunto.

El derecho a la vivienda está consagrado en la Constitución, pero comparte espacio con el derecho a la propiedad privada y la libertad de mercado. Esto significa que, a día de hoy, la vivienda no es un derecho fundamental en nuestro país. Este marco legal refleja las prioridades de un sistema que protege a los grandes propietarios y fondos buitre, mientras deja en la indefensión a quienes no pueden permitirse pagar alquileres abusivos o se enfrentan a desahucios injustos.

Cambiar esta realidad requiere no solo la presión popular, sino también de un conocimiento profundo de las leyes y cómo utilizarlas en nuestra defensa.

Un manifiesto para el cambio

Se están construyendo espacios de unidad, haciendo un llamamiento a todas las organizaciones, asociaciones y ciudadanas, desde lo local hasta lo estatal, para a unirse en una lucha común por el derecho a la vivienda.

Hay algunos puntos clave que todas aglutinamos y que consideramos indispensables para garantizar una vida digna, como los siguientes:

  1. Expropiación de viviendas propiedad de fondos buitres y la SAREB: estas propiedades deben integrarse en los parques de viviendas municipales y destinarse exclusivamente al alquiler social. Es crucial que estas viviendas no puedan ser vendidas nuevamente, evitando que regresen al mercado especulativo.
  2. Limitación de los precios de los alquileres: es imprescindible la reducción del 40%-50% en los precios actuales. En la última década, los alquileres han subido más de un 50%, un incremento insostenible que empuja a miles de personas a la exclusión.
  3. Prohibición de desahucios por imperativo legal: el derecho a la vivienda debe estar por encima del derecho a la propiedad privada y su explotación. Nadie debería ser expulsado de su hogar sin una alternativa digna.
«La unidad es nuestra herramienta más poderosa contra un sistema que quiere dividirnos.»

Presión y voluntad política

Reconocemos que en los últimos años se han logrado avances sobre el papel, como la implementación de medidas para aumentar la oferta de vivienda a precios asequibles, la regulación de zonas tensionadas en el mercado del alquiler y el apoyo a jóvenes y colectivos vulnerables.

Sin embargo, que esto sea efectivo depende en última instancia de la voluntad política. Y aquí es donde nuestra lucha debe ser implacable.

No podemos permitir que estas medidas queden como promesas vacías o se diluyan por las presiones de los lobbies inmobiliarios. Debemos exigir que se implementen con rigor, que se amplíen y que sean permanentes. Esto solo será posible si mantenemos una presión constante desde las calles, las asociaciones y los espacios políticos.

Una llamada a la unidad

La manifestación del 23 de noviembre es una prueba de que, juntas, somos capaces de lograr grandes cosas.

Pero también es un recordatorio de que la lucha no termina aquí. Necesitamos construir una red de solidaridad que abarque a todas las personas afectadas por la crisis de la vivienda, sin importar su origen o situación.

La unidad es nuestra herramienta más poderosa contra un sistema que nos quiere divididas y vulnerables.

La vivienda no puede seguir siendo un lujo reservado para unos pocos. Es un derecho y lo debemos conquistar.

Hacemos un llamamiento a la organización, a la movilización y a la acción directa. Porque solo juntas podemos revertir esta situación. Porque sin vivienda, no hay futuro. Y porque el futuro es nuestro, si lo construimos con unidad y determinación.

¡La lucha sigue y venceremos!