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Bahisja Zander

Las y los socialistas revolucionarios estamos a favor de las fronteras abiertas. Las fronteras se dibujan para separar naciones. Pero no debemos permitir que nos enfrenten unos a otros.

A los políticos procapitalistas les gusta culpar de las crisis sociales a las personas migrantes y refugiadas. A las refugiadas económicas se las llama “buscadores de fortuna” o “ilegales”. A veces se presenta a las personas migrantes como a delincuentes o terroristas potenciales. Esto justifica una paranoia de seguridad para dividir a la población mediante el racismo.

La mayoría de los argumentos a favor del cierre de fronteras se basan en el miedo al “otro”. Los argumentos comunes a favor de las fronteras son: “Nos quitarán nuestros empleos, recortarán nuestros salarios, se aprovecharán de los beneficios y empeorarán la situación de otra gente trabajadora”. Estos argumentos son en parte contradictorios: las y los migrantes no pueden vivir de las prestaciones y aceptar empleos al mismo tiempo.

Las personas migrantes tienden a sentirse atraídas por las regiones en crecimiento. Una vez allí, amplían los espacios de la oferta y la demanda de la economía, aumentando el empleo. Las y los migrantes pueden incluso aumentar los salarios relativos. Además, también pagan impuestos y contribuyen a la sociedad.

La clase política y los medios logran sus objetivos capitalistas cuando las personas trabajadoras adoptan una visión racista hacia las migrantes. Las personas refugiadas y las migrantes son utilizadas como mano de obra barata. Con fronteras exteriores duras, la clase capitalista controla a quién deja entrar y a quién excluye. Algunas de las personas trabajadoras migrantes llevan una existencia precaria, a veces sin documentos, realizando trabajos no declarados o en un hotel para migrantes de una empresa.

Los gobiernos utilizan a este grupo vulnerable como chivo expiatorio. Dicen que la crisis del mercado inmobiliario, la delincuencia, la sensación de inseguridad y otros problemas se deben a las personas migrantes. Mientras que la escasez de viviendas existe, por ejemplo, porque los mismos gobiernos no gastan suficiente dinero en viviendas sociales. El sexismo, el racismo y otras formas de opresión ayudan a dividir a la clase trabajadora y socavar la construcción de movimientos de lucha social.

Los límites para las personas migrantes no se aplican al capital. Las multinacionales operan sin obstáculos en todo tipo de países. Se benefician de las condiciones laborales, a menudo malas, y de la represión de los sindicatos. Al mismo tiempo, instituciones occidentales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial están imponiendo “programas de ajuste” a los países del Sur Global con privatizaciones y austeridad. Contribuyen a la desigualdad y la pobreza en todo el mundo.

Ocupantes

La guerra, la represión y la crisis son las razones por las que la gente huye. Las empresas occidentales suministran armas a países que hacen la guerra y reprimen a su oposición. Los propios gobiernos occidentales han instigado muchas guerras, como en Irak y Afganistán.

Muchos países de donde proviene la gente refugiada son antiguas colonias. Sus ocupantes occidentales han robado metales preciosos, materias primas, especias y, a veces, incluso personas. Las enormes tasas de interés que estos países pagan a los bancos y gobiernos occidentales los mantienen pobres. A pesar de la descolonización oficial, poco ha cambiado. A alguien de Nigeria se le puede negar la entrada a los Países Bajos, mientras que una multinacional holandesa-británica como Shell ha robado millones en petróleo en Nigeria y ha dejado al país infértil.

El imperialismo occidental utiliza una combinación de fuerza militar y presión económica para asegurar sus intereses en todo el mundo. Por ejemplo, el apoyo de Estados Unidos a los dictadores centroamericanos pasó a ser conocido como “repúblicas bananeras”. Allí, la política estaba determinada por multinacionales como Chiquita y Del Monte.

El hecho de que las personas refugiadas huyan a Europa y Estados Unidos se debe a las propias potencias occidentales. Han causado daños en una larga historia de expansión capitalista, saqueo y guerra.

En el capitalismo, la gente trabajadora no disfruta de la misma libertad de movimiento que el capital. Las multinacionales mueven su dinero, fábricas y productos por todo el mundo. Las y los ricos pueden viajar y establecerse en casi cualquier lugar. ¿Por qué no se permite a la gente trabajadora moverse libremente en busca de trabajo, salarios más altos o una vida mejor? Eso es un doble rasero.

La globalización no ha hecho que las personas pobres se pongan al día. Las y los socialistas revolucionarios están a favor de las fronteras abiertas porque el problema son las relaciones de clase, no la gente migrante. Se necesita una lucha unida de toda la gente trabajadora contra el capital. Con o sin papeles, juntos por el socialismo. La gente solo podrá ser libre cuando el capitalismo ya no exista y el debate sobre las fronteras abiertas sea parte de esa lucha.


Este artículo se publicó en Socialisme.nu, la web de Internationale Socialisten, nuestro grupo hermano en Países Bajos.