Esme Choonara

“Este título debe encontrar una excelente recepción entre lectores hispanohablantes, no sólo porque Trotski resulta siempre atractivo y necesario, sino porque el texto de Choonara está libre de la vulgarización en que se tiende a caer cuando, en pocas páginas, se intenta narrar algo complejo.

Choonara no sólo nos trae la biografía de un personaje histórico, sino que nos la presenta como la biografía de un revolucionario de la historia.

Trotski, no sólo con su vida, sino con una teoría concisa, ofrece a quienes se acercan a la lucha anticapitalista los instrumentos para entender que el comunismo no es Stalin y que Stalin no es el salvador del comunismo. He aquí el propósito principal de Esme Choonara y, por tanto, de esta colección de biografías: crear conciencia de clase para organizar la lucha de clases.”

Del prólogo de Frank García Hernández, historiador, sociólogo, y coordinador del 1er Evento Académico Internacional León Trotski, celebrado en La Habana en 2019.

Esme Choonara es una trabajadora sanitaria en Reino Unido, militante del Socialist Workers Party. Activista socialista y antirracista, es también coautora del libro Say It Loud: Marxism and the Fight Against Racism y miembro editorial de la revista International Socialism.

  • Publicado por Marx21.net. Primera edición en castellano: mayo de 2020.
  • Título original: A rebel’s guide to Trotsky. Bookmarks, Londres, 2007.
  • Producido por militantes de Marx21. Traducción: Dani Romero, Kadijatu Dem Njie, Paty Gómez Medina, Rubén James Vargas. Coordinación: Dani Romero. Revisión: Paty Gómez Medina. Diseño: David Karvala.

Bajar este folleto en PDF


Índice

Introducción

Prólogo: Trotski: concierto de provocaciones para libro inquieto

  1. Trotsky para el siglo 21
  2. Trotsky se convierte en revolucionario
  3. ¿Qué tipo de partido?
  4. 1905: Los primeros consejos obreros
  5. Revolución permanente
  6. La prueba de la guerra
  7. 1917: Revolución en Rusia
  8. Comienzos de una nueva sociedad
  9. Armando la Revolución
  10. Difundiendo la revolución
  11. El frente único
  12. El surgimiento de la burocracia
  13. Socialismo en un país
  14. El planeta sin un visado
  15. Luchando contra el fascismo
  16. La revolución traicionada
  17. ¿Podría Trotsky haber derrotado a Stalin?
  18. El legado de Trotsky

Una guía para leer más


Introducción

Las revoluciones las hacen los pueblos, la clase trabajadora. Pero son los y las revolucionarias organizadas quienes van sembrándolas a través de las ideas y la acción.

Aprender de la historia, las experiencias y la teoría revolucionaria es una tarea imprescindible para quienes queremos cambiar el mundo.

Trotsky fue uno de los revolucionarios más destacados de la historia reciente, por su papel durante la Revolución Rusa y sus aportaciones teóricas durante toda su vida. La revolución de octubre 1917 fue, en efecto, una aplicación práctica de su concepto de revolución permanente. Y ésta idea sigue describiendo las posibilidades de una revolución en gran parte de los países menos industrializados del mundo actual.

Del mismo modo, la aplicación del “frente único” consiguió derrotar el intento de golpe de estado de la derecha en agosto de 1917. Trágicamente, tras el ascenso del estalinismo, esta idea —que fue desarrollada e impulsada por Trotsky, llegando a ser un elemento clave de su pensamiento— fue sustituida por el sectarismo o los frentes populares, que fracasaron y permitieron hacerse con el poder al fascismo en Alemania y en el Estado español, por ejemplo.

Hoy en día, la lucha unitaria contra el fascismo vuelve a ser imprescindible, como muro de contención del autoritarismo y el fascismo que crecen por todo el mundo y amenazan la vida de millones de personas, y la oportunidad de conseguir cualquier mínimo cambio progresista, no digamos ya avanzar hacia el socialismo. Quizá sea una de las lecciones más urgentes para recuperar de Trotsky; actualmente son pocas las organizaciones o grupos trotskistas que trabajan activamente en la construcción de estos movimientos. Pero la realidad muestra que funcionan: las experiencias de Unite Against Fascism y Stand Up To Racism en Gran Bretaña, KEERFA en Grecia o UCFR en Catalunya, aún con sus dificultades, han conseguido derrotar a diferentes movimientos fascistas.

Aparte de sus aportaciones meramente teóricas, la vida de Trotsky es también una inspiración para todas aquellas personas que luchamos por un mundo mejor.

Trotsky vivió muchos años de represión y penurias, tras vivir un intento de revolución en 1905, (presidió el primer consejo obrero de la historia), para después, en 1917, vivir la primera (y, de momento, única) victoria revolucionaria de la clase trabajadora contra el capitalismo, y resistir la feroz invasión de las potencias capitalistas que dejó una Rusia en ruinas.

A partir de ahí, sufrió una tragedia tras otra. Primero, el ascenso del estalinismo y la contrarrevolución, que desterró todo lo conseguido en 1917 y acabó con la vida de la mayoría de los líderes revolucionarios. Después, la victoria de los fascismos en varios países y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Trotsky vivió sus últimos años exiliado, en una de las épocas más oscuras que ha conocido la humanidad. Pero jamás dejó de luchar, de escribir, de organizar una alternativa revolucionaria al capitalismo y al estalinismo. Es posible que en aquellos momentos pareciera ya todo perdido; el régimen de Stalin se consolidaba mientras Europa sufría bajo el fascismo y la guerra. Trotsky podría haberse dado por vencido, pero su compromiso y el de todos aquellos que seguían luchando por un socialismo desde abajo sirvió para que hoy podamos afirmar que hay una alternativa. Que la URSS no era socialista; que luchamos por algo radicalmente distinto. La resistencia que simboliza Trotsky fue, sobre todo, una semilla para el futuro. Hoy, vivimos un presente en el que más que nunca necesitamos hacerla brotar.

Dani Romero, Marx21

Volver


Trotski: concierto de provocaciones para libro inquieto

Frank García Hernández [1]

…a Juan Antonio, mi amigo y camarada de la andaluza ciudad de Camas; a Hoxha, uno de mis compañeros de clandestinaje nocturno: que reparta este libro por Todus y Zapya [2]; y a José Julián: que no existe el marxismo, sino los marxismos. Pensando en los tres, escribí este prólogo.

Recomendaciones para escuchar el concierto

Nadie se lee los prólogos. Todos nos saltamos las primeras páginas que estorban la llegada del libro en sí. Esta vez, se recomienda al lector que lo vuelva a hacer: nada lo debe detener ante la vida del revolucionario León Davídovich Bronstein, alias Trotski [3]. Pero el escritor invitado está en la obligación de cumplir la tradición y molestar —prólogo mediante— al lector.

Más allá de los tres gruesos volúmenes [4] que escribió Isaac Deutscher y de la propia autobiografía [5] de Trotski, existen otras decenas de textos que pretenden narrar la vida del segundo hombre en importancia de la Revolución rusa. Pero, similar a la síntesis biográfica que alcanza Esme Choonara, sugiero tres títulos de reciente producción y, por tanto, más actualizados.

En orden cronológico, comienzo recomendando la biografía Trotsky, publicada en el 2015 por la editorial norteamericana Reaktion Books y perteneciente a su vez a la colección Critical Lives, que coordina dicha editora. Este libro, entre otros méritos, destaca por tener una amplia selección iconográfica. A la vez, su autor, el ensayista estadounidense y militante socialista Paul Le Blanc [6], centró el contenido en los periodos de la lucha contra Stalin.

El segundo texto al que me refiero se editó en México, por la Editorial Fontamara en 2017 y forma parte de una compilación de ensayos [7] del historiador peruano Gabriel García Higueras. El autor la tituló León Davídovich Trotsky (1879-1940): Escorzo de una biografía. Es un breve ensayo de poco más de 120 páginas donde resalta la objetividad del investigador, un caso raro y valioso, pues no pocos textos se ven viciados por la idealización política o la vulgaridad estalinista.

Continuando el orden cronológico, seguiría entonces con el año 2019 y con el título En Memoria de León Trotski, editado también en México, esta vez por la Casa Museo León Trotski-Instituto de Derecho de Asilo. Su autor es Allan Woods, el historiador y dirigente de la Corriente Marxista Internacional, quien, sin perder nunca el rigor teórico, entrega una publicación enfocada desde una visión más divulgativa y militante que los textos antes mencionados.

Primer movimiento: Allegro de Invierno

Desde que nace Trotski, pareciera que está destinado a la revolución. El día exacto de su nacimiento: 7 de noviembre, será cuando en 1917 los bolcheviques tomen el Palacio de Invierno y triunfe el poder soviético. El año de su natalicio es 1879: los números invertidos de 1789, el año de la Revolución francesa.

La muerte de Trotski en México es también el final de la peregrinación de este judío errante, subversivo, comunista, dirigente político, algo epiléptico [8], estratega militar, intelectual, amante ocasional de Frida Kahlo, periodista, fundador de Internacionales, y que terminó atravesando veinte países de tres continentes, en una época donde los aviones solo servían para la guerra y los trenes eran unos lagartos metálicos. La casa donde murió, por demás, estaba en una calle llamada Viena, la ciudad por donde comenzó su exilio. Era como si quedara por siempre atrapado en un viaje: de las Europas al Nuevo Mundo y otra vez empezar, sin poder volver nunca más a su tierra.

Segundo movimiento: Allegro vivace

Pero a Trotski, además de perseguirlo el imperialismo, lo repudian todavía hoy buena parte de las organizaciones llamadas marxistas-leninistas y, por si fuera poco, no sólo lo han censurado durante casi sesenta años en Cuba, sino que su asesino, Ramón Mercader, se exilió en La Habana estando Fidel Castro dirigiendo la isla. Aún mayor confusión generará saber que el famoso intelectual francés, Pierre Bourdieu diría que “Fascismo y comunismo se reconcilian mortalmente en el estalinismo [9]”.

Las razones de esta polémica, y parte de sus resultados —vistos desde la teoría que desarrolló Tony Cliff, donde la URSS no era socialista sino capitalismo de Estado—, están recogidas en las páginas del libro de Esme Choonara, y no en este prólogo. Desde aquí, sólo se lanzan provocaciones para que, si el lector pensó que con leer esta biografía lo ha entendido todo, sepa que en realidad el objetivo que tuvo la autora no fue que se conformaran con lo leído, sino que fueran a por más.

El principal motivo de que este título —incluso en inglés— haya encontrado una excelente recepción entre lectores hispanohablantes, no radica sólo en que Trotski resulta siempre atractivo y necesario, sino que el texto de Choonara está libre de la vulgarización en que se tiende a caer cuando, en pocas páginas, se intenta narrar algo complejo. Algo que sí sucedía con las dogmáticas síntesis biográficas que publicaban las editoriales soviéticas, las que, en el mejor de los casos, eran sobre Marx, Engels o Lenin, y en el peor de ellos, sobre los Secretarios Generales de las llamadas “democracias populares” [10] de Europa del Este, díganse, los Honecker [11], Jaruzelski [12] o Ceaușescu [13].

He aquí el gran mérito de Choonara y, estoy seguro, lo que más dolor de cabeza le habrá causado es: cómo hacer un texto sencillo sin ser banal ni esquemático.

Otra de las grandes valías que presenta este libro es que termina siendo un generador de grandes inquietudes. Choonara no sólo nos trae la biografía de un personaje histórico, sino que nos la presenta como la biografía de un revolucionario de la historia. De tal manera, el lector que comienza en estos rumbos, descubrirá, entre otras cosas, que aquí se habla de la persona que encabezando el Comité Militar Revolucionario —y no Lenin, ni mucho menos Stalin—, dirigió entre el 6 y el 7 de noviembre la toma del Palacio de Invierno. Verá que éste es el bolchevique que en enero de 1918 fundara el Ejército Rojo, logrando articularlo de manera que la Rusia soviética derrotase —armada con los soldados que venían de sufrir la Primera Guerra Mundial—, no sólo a la contrarrevolución interna, sino también la invasión de 14 países.

Pero sería muy reduccionista decir que este libro es sólo útil para quienes empiezan. Este libro es, por la cantidad de información —y además, información ubicada en contexto—, una de esas piezas referenciales que aclara de manera rápida dudas al detalle, dudas las cuales se nos pierden en los voluminosos ensayos y que Wikipedia en cierta medida nos puede solucionar, pero con el viso de la supuesta imparcialidad liberal y el reduccionismo que siempre sufre toda enciclopedia.

Originalmente, el libro forma parte de la colección Rebel’s Guide to… —publicada por la editorial británica Bookmarks—, y que agrupa pequeñas biografías de imprescindibles revolucionarios, los cuales no siempre son asumidos por la militancia comunista como debiera ser, y cuya ausencia se nota en las políticas de la izquierda marxista.

Tanto en dicha colección como en nuestro caso, la biografía lleva en la portada un dibujo de Trotski realizado por el artista ruso cubo-futurista, Yuri Annenkov. Este retrato, más que por su alta calidad artística, resalta por ser uno de los pocos dibujos que le hicieran a Trotski mientras formara parte de la dirección de la Rusia soviética. Algo que contrasta con el burdo culto a la personalidad desarrollado por el realismo socialista promovido por Stalin [14].

De tal forma, el lector hispanoamericano tendrá la oportunidad de leer ahora en español otro título de la colección Rebel’s Guide to…, y a su vez, la ansiedad de esperar que se publique en nuestra lengua otro ejemplar de ella. Quizá, la dedicada a Jenny Marx —revolucionaria que muchos hemos olvidado—, escrita por la miembro del consejo de redacción de la revista británica International Socialism, Camilla Royle.

En español, la biografía de Choonara engrosa la colección de Guías Anticapitalistas, de la cual ya podemos leer el libro Lenin. Al tener un público hispanohablante, estas Guías deberían no sólo enfocarse en estos u otros revolucionarios europeos, sino que sería atractivo, justo y necesario, que se publicaran ciertas vidas anticapitalistas latinoamericanas. Individuos con quienes, se pueden guardar no pocas diferencias, pero que tuvieron un papel en la historia no precisamente aplaudido por la burguesía.

Por otra parte, esta colección tiene el gran mérito de entregar al lector herramientas para construirse un anticapitalismo revolucionario. El anticapitalismo, si no se encauza por la vía marxista, sufre de tendencias meramente ingenuas. Dígase, aquellas que atacan al sistema limitándose a romper una vidriera o pintar un grafiti; militando sin tener la respuesta —la revolución mundial— que hay que darle al problema —el capitalismo—. Postmodernismo mediante, estos personajes negadores de todo poder, incluso, de toda organización, renuncian a llamarse a sí mismos militantes, titulándose únicamente “activistas”. Tratan así de enfatizar simbólicamente, su constante ruptura con todo lo que pueda tener un vínculo con el comunismo, al que ellos siempre identifican como la versión totalitaria del estalinismo, negando así toda solución marxista.

Trotski, por el contrario, no sólo con su vida, sino con una teoría concisa, ofrece a quienes se acercan a la lucha anticapitalista los instrumentos para entender que el comunismo no es Stalin y que Stalin no es el salvador del comunismo. He aquí el propósito principal de Esme Choonara y, por tanto, de esta colección de biografías: crear conciencia de clase para organizar la lucha de clases.

Tercer movimiento: Allegro non tropo

La culpa de que exista esta biografía de Trotski en español la tiene un camarada llamado David Karvala [15]. Pero, el origen de todo nace, sorprendentemente, en La Habana, en una Cuba donde aún hoy no se ha publicado ningún libro de León Trotski, y donde la dirección política del país todavía no le tiene mucho cariño al viejo líder bolchevique.

Sin embargo, contrario a todo pronóstico, se terminó celebrando en la isla, entre el 6 y el 8 de mayo de 2019, el 1er Evento Académico Internacional León Trotski. A este asistió el también camarada y amigo Héctor Puente Sierra —por entonces yo no lo conocía—, miembro del Comité Central del Socialist Workers Party [16] británico, quien llegó supuestamente sólo representando la revista teórica International Socialism. Esta publicación guarda nexos directos con la editorial Bookmarks y, por tanto, con él desembarcó por primera vez en La Habana la versión inglesa —la original— del libro de Esme Choonara; autora que, por demás, fue a quien primero se designó como representante de International Socialism. El libro, por todo lo que ya se ha mencionado, tuvo la atención, no sólo del estudiantado universitario que asistió como público al evento, sino la de sus compañeros, entre quienes lo distribuyeron más tarde.

Como coordinador general de dicho evento, la reacción positiva ante el libro me llamó mucho la atención. De manera que, tras ser invitado a Barcelona por David Karvala, y asistiendo nosotros a una reunión con la editorial Sylone, les sugerí a estos editores —también amigos—, que publicaran en español el libro de Choonara, el mismo que Héctor había llevado a La Habana. Karvala lo escuchaba todo.

Hace más de dos meses, Karvala me dio la buena noticia de que habían decidido comenzar la traducción al español del texto de Choonara. Pensé en el impacto que tendría en Cuba, ya que, como será una versión digital, se podrá divulgar fácilmente entre un público al que le cuesta mucho trabajo acceder a textos de, o sobre, Trotski. Pero las situaciones de continua lucha revolucionaria en que se vive, me hicieron pensar que la traducción se iría postergando, hasta que llegasen tiempos menos convulsos —si llegaban—.

Hoy, una pandemia recorre el mundo y nos encierra a muchos en casa. Algunos sabemos que se avizora una gran crisis del capitalismo, y con un impacto terrible en la economía cubana. Entonces es cuando Karvala me da la excelente noticia de que no sólo se logró la traducción, sino que el libro se publicará en digital; y por si fuera poco, me pide prologarlo.

Pero esto produce que me acuerde de mi primera visita a Londres, que gestionó impresionantemente Héctor Puente. Me habían dicho que Esme asistiría a una conferencia [17] que impartí en la mañana con Alex Callinicos [18], de quien era yo su invitado, pero Esme no pudo estar. Yo no quería seguir viaje hacia Manchester sin conocerla y pregunto preocupado por ella: el octubre británico es traicionero y puede provocar gripes peligrosas. Entonces, su hermano Joseph [19] me dice que Esme no puede venir: ha tenido que hacer horas extras en el hospital donde ella trabaja como enfermera.

Eso fue en el otoño del 2019, y la excelente noticia de la edición en español de este título me llega ahora, en el momento en que Londres tiene más de una centena de muertos por el coronavirus. Me descubro entonces, sentado en mi escritorio, prologando el texto de Esme Choonara, mientras ella está salvando vidas en un hospital, rompiendo con su ejemplo los esquemas de la división social del trabajo que los emancipados intelectuales marxistas, con nuestros rezagos pequeñoburgueses, ayudamos a perpetuar.

Entre salones sobresaturados por culpa del manejo capitalista de la salud pública, y no tanto por la letalidad del virus, está dando la batalla por la vida de otras y otros, Esme Choonara: la autora de esta biografía de León Trotski.

Entonces es cuando yo, sociólogo e historiador, me avergüenzo de escribir este prólogo.

…desde Los Quemados, barrio obrero de la periferia de La Habana, día del aniversario 150 del natalicio de Lenin y a menos de dos semanas de cumplirse el primer año de celebrarse el Evento Académico Internacional León Trotski.

[1]    Frank García Hernández (La Habana, 1982): Historiador y sociólogo. Especialista en la historia de los trotskismos cubanos. Coordinó el 1er Evento Académico Internacional León Trotski celebrado en La Habana en 2019. Forma parte del comité organizador de la segunda edición de este encuentro a celebrarse en Brasil en noviembre de 2020 [nota de red.].

[2]    Redes sociales utilizadas en Cuba [nota de red.].

[3]    La ortografía que este autor ha empleado al escribir el sustantivo propio Trotski —y no Trotsky, como es más común—, se debe a que en ruso no existe la letra Y, sino que el sonido “i” se recoge en una sola letra, la que nosotros entenderíamos como I Latina. Los conocidos ejemplos como Uritski, Lunacharski, Ospenski, son comunes. Trotsky no es más que un intento por pronunciar en inglés dicho apellido. En los textos en alemán el nombre del revolucionario ruso se lee Trotzkij. El autor, sin embargo, respeta la ortografía empleada por el resto de los autores.

[4]    Isaac Deutscher escribió la más detallada biografía de León Trotski, estoy hablando de El profeta armado: Trotski (1879-1921), El Profeta desarmado: Trotski (1921-1929) y El profeta desterrado: Trotski (1929-1940), publicadas respectivamente en 1954, 1959 y 1963.

[5]    Me refiero a Mi Vida. Intento autobiográfico redactada por Trotski en la isla turca de Prinkipo en 1929, durante los inicios del destierro que le condenó Stalin. Recomiendo al lector una exquisita edición publicada en 2016 por Ediciones IPS, en conjunto con el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky y la Casa Museo León Trotsky-Instituto de Derecho de Asilo. Dicha edición cuenta con otros textos incorporados, entre ellos Sobre el planeta sin visado de Alfred Rosmer y el testamento del mismo Trotski.

[6]    Le Blanc, profesor del Colegio La Roche, tiene en su autoría —junto al historiador residente en Canadá Bryan Palmer— una necesaria historia del trotskismo norteamericano en dos volúmenes. Paul Le Blanc militó en la International Socialist Organization hasta la disolución de la misma.

[7]    García Higueras, G., Trotsky en el espejo de la historia. Editorial Fontamara. México 2017.

[8]    Confiesa Trotski que “La propensión a desvanecerme ante un dolor físico fuerte o un gran malestar era herencia de mi madre. Esto motivó a un médico norteamericano a sacar la conclusión de que tenía epilepsia.” Mi Vida. Intento autobiográfico. Museo Casa León Trotsky, Centro de Estudio, Investigación y Publicaciones León Trotski. Buenos Aires, 2016, pág. 341.

[9]    Bourdieu, P. Intervenciones 1961-2001. Ciencia social y acción política. Editorial Hiru, Hondarribia, 2004, pág. 171

[10]   Término político construido por el estalinismo para designar el sistema político de los países de la Europa oriental que se habían proclamado socialistas.

[11]   Erich Honecker (1912-1994), Secretario General del Partido Socialista Unificado Alemán (SED por sus siglas en alemán) de la República Democrática Alemana (RDA por sus siglas en español y DDR por sus siglas en alemán, también conocida como Alemania oriental). Honecker se caracterizó, entre otros aspectos, por darle una fuerte participación directa a la policía política en la vida cultural y civil del país. Honecker se encontraba en el poder cuando la caída del Muro de Berlín. Tras la desaparición de la RDA se le intentó llevar a juicio —de dudosa transparencia—, razón por la cual se asiló primero en la Unión Soviética y después en Chile, falleciendo en Santiago, la capital de ese país sudamericano.

[12]   Wojciech Jaruzelski (1923-2014), Secretario General del Partido Obrero Unificado Polaco. En 1981 dio un autogolpe de Estado e impuso la Ley Marcial, reprimiendo con fuerza los sindicatos —encabezados por el sindicato Solidaridad— que se habían organizado al margen del sistema y en contra del sistema, los que, además, llevaban semanas de huelgas masivas, principalmente, en la ciudad obrero portuaria de Gdansk. En 1989 el sindicato Solidaridad llegó al poder y Jaruzelski fue llevado a juicio, también de dudosa objetividad. Poco tiempo después, Solidaridad tomó rumbo hacia el más duro neoliberalismo.

[13]   Nicolas Ceaușescu (1918-1989). Primer Secretario del Partido Comunista de Rumanía. En diciembre de 1989 en la ciudad de Timisoara, ordenó disparar sobre estudiantes que se manifestaban en su contra. A raíz de este crimen, una rebelión cívico-militar lo depuso. Fue fusilado junto a su esposa Elena Ceaușescu el 25 de diciembre de 1989.

[14]   Sobre este tema, recomiendo el libro de Borís Groys, Obra de arte total Stalin, publicado en Valencia por la editorial Pre-Textos en 2008

[15]   David Karvala es un persistente revolucionario. Tuvo un papel activo en la construcción del grupo de la corriente socialismo internacional (IST en sus siglas en inglés) en el Estado Español y en Catalunya, que se llamó sucesivamente Socialismo Internacional, Izquierda Revolucionaria y En Lucha. Tras la liquidación de En Lucha —cuando un ala mayoritaria lo disolvió en Anticapitalistas, entonces una corriente no oficial de Podemos; y en Catalunya, en la CUP, de la izquierda independentista—, Karvala, entre otras personas, se propuso la tarea de volver a construir un grupo de la IST; ahora toma la forma de la red anticapitalista Marx 21 en la que él milita. Jugó un papel clave en crear el movimiento amplio contra la extrema derecha, Unidad Contra el Fascismo y el Racismo. Por si fuera poco, es autor de títulos como Rusia 1917 o El antifascismo del 99% y ha coordinado los libros No pasarán… aunque lleven trajes y Combatir la islamofobia. Karvala nos debe un libro que compile —en español— sus no pocos artículos sobre diversos sucesos de la Guerra Fría, texto que este autor estaría encantado de prologar —y por supuesto, leer—, entre otros motivos, porque sé que tendríamos algunos cuantos diferentes puntos de vista.

[16]   El SWP es el heredero actual del Socialist Review Group, fundado por Tony Cliff a principios de la década de 1950, cuando las y los militantes que defendían la teoría del Capitalismo de Estado fueron expulsados de la Cuarta Internacional. Tras varios años bajo el nombre International Socialists, pasó a llamarse el Socialist Workers Party en 1977.

[17]   La conferencia, que se realizó en Birkbeck University de Londres, estuvo precedida por una charla sobre las izquierdas de América Latina impartida por el profesor de historia contemporánea, Andy Brown.

[18]   Alex Callinicos forma parte de la dirección del SWP, así como de la coordinación de la corriente internacional, la IST. Es a su vez, director de su revista teórica, International Socialism. Catedrático del King’s College de Londres y director de su Centro de Estudios Europeos. Entre sus libros destacan Trotskismo, Contra el postmodernismo y Las ideas revolucionarias de Karl Marx. Salvo el texto Trotskismo, imprescindible para comprender la historia del movimiento trotskista internacional —y que es delicioso leer junto al libro del mismo nombre de Daniel Bensaïd—, los otros dos títulos —Contra el…, y Las ideas…— tienen ediciones en español, ambas pudiéndose descargar gratis en diferentes sitios de internet.

[19]   Joseph Choonara, economista, columnista de Socialist Review y miembro de la dirección del SWP. Entre sus obras destaca la necesaria A Reader’s Guide to Marx’s Capital, publicada en Londres por la editorial Bookmarks en 2017.

Volver


cabecera_web

Trotsky: guía anticapitalista

Esme Choonara

1. Trotsky para el siglo 21

“Mientras respire, lucharé por el futuro”, escribió León Trotsky, con 21 años, durante su primer exilio a Siberia. Y luchó, a través de algunos de los eventos más extraordinarios del siglo pasado.

Según cualquier estándar, Trotsky llevó una vida increíble. Fue un organizador clave de la insurrección de octubre en Rusia en 1917, y después de la revolución dirigió al Ejército Rojo contra más de una docena de ejércitos invasores. También se organizó en algunos de los momentos más oscuros: se opuso a la matanza de la Primera Guerra Mundial y resistió ante el surgimiento de Hitler.

Trotsky escribió extensamente mientras debatía y desarrollaba sus ideas como parte de su intento de cambiar el mundo que lo rodeaba. El mundo de hoy se ve diferente en muchos aspectos a los tiempos en que Trotsky se estaba organizando, pero muchas de las preguntas que enfrenta el movimiento global actual contra la guerra y el neoliberalismo son cuestiones que Trotsky abordó: ¿Cómo desafiar al capitalismo en un país donde la mayoría de las personas no son trabajadores industriales? ¿Cuál es la relación entre la lucha por reformas políticas y la verdadera igualdad económica? ¿Qué significa el internacionalismo para nuestro movimiento? ¿Cómo trabajar con una amplia gama de personas, de una forma basada en principios, mientras se busca ampliar la influencia de las ideas revolucionarias?

Para muchas de las personas que hoy quieren algo mejor que el capitalismo, la idea del socialismo está ligada a los horrores del estalinismo. Pero Trotsky fue el oponente más constante del ascenso de Stalin y el primer socialista en desarrollar una crítica del estalinismo. La lucha implacable de Trotsky contra Stalin, que finalmente pagó con su vida, demostró que existe una tradición diferente del socialismo, basada en el internacionalismo y la idea de que los trabajadores tienen que cambiar el mundo por sí mismos.

Trotsky arremetió contra la guerra y la injusticia toda su vida. En 1938, en una carta al poeta André Breton, se quejó: “Nuestro planeta se está convirtiendo en un asqueroso y maloliente cuartel imperialista” (citado en Isaac Deutscher, El profeta desterrado: Trotsky 1929-1940, México: Ediciones Era, 1971, pág. 390). Hoy, a medida que la destrucción causada por la guerra y el capitalismo se está acelerando, Trotsky puede ofrecer ideas vitales a quienes intentamos detener este proceso.

Volver

2. Trotsky se convierte en revolucionario

Trotsky “tomó prestado” su nombre de uno de sus carceleros cuando escapó por primera vez de Siberia. En realidad, nació Lev Davidovich Bronstein en 1879 en un pequeño pueblo ucraniano. Sus padres vivían relativamente bien como campesinos judíos.

La Rusia en la que nació Trotsky era una sociedad represiva dominada por el zar y la Iglesia ortodoxa. La servidumbre había sido abolida menos de 20 años atrás. La mayor parte de Rusia era rural y se basaba en la agricultura campesina, aunque en las ciudades había una pequeña industria en crecimiento.

El zar presidía un país con el nivel más alto de antisemitismo del mundo antes del surgimiento de Adolf Hitler y los nazis en Alemania. El antisemitismo fue realmente alentado por el Estado, que orquestó la violencia de masas —pogroms— contra los judíos. A los judíos se les prohibió establecerse o poseer tierras en muchas partes de Rusia, razón por la cual la familia de Trotsky terminó en Ucrania.

La resistencia contra el zar en este momento tomó, principalmente, la forma de un movimiento llamado narodniks, o “Amigos del pueblo”. Éstos consideraron las tradiciones de la aldea campesina como una forma de evitar los horrores del capitalismo que vieron en Europa occidental. Pero los intentos de vivir entre los campesinos e incitarlos a la rebelión habían fracasado, y los narodniks habían recurrido a métodos de resistencia cada vez más conspiradores y violentos. En 1881 lograron asesinar al zar. Esperaban que esto provocaría una ola de resistencia entre los campesinos, pero sólo condujo a una mayor represión del Estado.

A pesar de esta represión, a mediados de la década de 1890 se produjo una ola creciente de resistencia y desafío. En 1896, cientos de estudiantes se negaron a jurar lealtad al nuevo zar y 30.000 trabajadores se declararon en huelga en la capital, San Petersburgo. Ésta fue la primera lucha, a este nivel, en Rusia y anunciaba el nacimiento de una nueva fuerza en Rusia: la clase obrera urbana.

Ese mismo año, Trotsky, con 17 años, ahora estudiante, se unió a un círculo de revolucionarios en torno a la choza de un jardinero llamado Franz Shvigovsky. El padre de Trotsky estaba extremadamente preocupado, ya que esto no era lo que tenía en mente para su hijo. Trotsky, un joven activista testarudo, decidió dejar de aceptar dinero de su familia y se mudó a la “choza revolucionaria” de Shvigovsky.

Como la mayoría de los trabajadores y estudiantes con los que entró en contacto, Trotsky al principio se llamó a sí mismo narodnik. La gente admiraba la valentía y el compromiso de los narodniks. Entre el círculo de personas que se conocieron en esta cabaña, Trotsky conoció a su primera esposa, Alexandra Sokolovskaya, que ya se hacía llamar marxista. Pocos meses después, Trotsky se llamaba también marxista. Marx había argumentado que el crecimiento del capitalismo creó una clase trabajadora que tenía la fuerza para derrocar el sistema y un interés colectivo en una verdadera revolución, una nueva forma de sociedad; les llamó los sepultureros del capitalismo. También argumentó que la liberación no podía suceder en nombre de los explotados, que la “emancipación de la clase trabajadora es un acto de la clase trabajadora”, un principio que permaneció con Trotsky durante toda su vida.

El grupo de Trotsky comenzó a hacer agitación entre los trabajadores, distribuyendo literatura revolucionaria y reclutando a trabajadores para unirse a sus discusiones. Sorprendidos por su propio éxito, pronto fueron más de 200 miembros.

La policía estaba casi igual de sorprendida por el repentino desarrollo de este pequeño grupo. Arrestaron a Trotsky junto con los demás en 1898. Trotsky fue encarcelado durante dos años, y aprovechó el tiempo para leer y escribir más ampliamente. Aquí es donde leyó por primera vez algunos de los escritos de Lenin y donde escribió lo que consideró su primera obra marxista: una historia de la masonería. También agitó entre sus compañeros prisioneros, incluyendo, la organización de una protesta que le llevó a una celda de aislamiento.

Trotsky se casó con Alexandra mientras estaba en prisión y fueron exiliados a Siberia, donde comenzó a escribir artículos periodísticos y a dar charlas sobre asuntos de actualidad y literatura. En ese momento era, por encima de todo, un revolucionario comprometido y un marxista convencido, y se estaba frustrando seriamente por estar en el exilio.

Volver

3. ¿Qué tipo de partido?

Trotsky escapó de Siberia en un camión de heno en 1902. Con la ayuda de otros activistas de toda Europa, se dirigió a Londres. En una casa cerca de King’s Cross se unió a Lenin y a algunos de los otros revolucionarios rusos clave que trabajaban en un periódico revolucionario llamado Iskra (que significa chispa). Iskra era regularmente, mediante el contrabando, enviado a activistas en Rusia. Trotsky comenzó a escribir para Iskra. El grupo que trabajaba en el periódico formaba parte del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (RSDLP). Éste era un partido socialista fundado en 1898 en una reunión de sólo nueve delegados, aunque en 1902 había crecido considerablemente en tamaño e influencia.

El RSDLP se escindió en su congreso del año siguiente. Los militantes se sorprendieron cuando el partido se dividió por detalles organizativos que parecían casi triviales en ese momento. Lenin lideró un lado de la división mientras Trotsky siguió a los del otro lado.

La discusión comenzó sobre la cuestión de quién debería considerarse miembro del partido, un debate que reflejó divisiones más profundas sobre qué tipo de partido se necesitaba. Lenin destacó la importancia en ese momento de una organización, centralizada en revolucionarios, fuertemente unida. Trotsky pensó que el modelo de Lenin terminaría en lo que él llamó sustitucionismo: reemplazar la actividad propia de la clase trabajadora por un partido centralizado o un liderazgo del partido. Apoyó un partido de masas más amplio sobre el modelo de algunos de los grandes partidos que los socialistas estaban organizando en Europa occidental, en particular el Partido Socialdemócrata (SPD) en Alemania. El concepto del partido de Lenin todavía estaba en una etapa temprana de desarrollo y fue moldeado en parte por la necesidad de organizarse en circunstancias ilegales, donde habían de enfrentarse al acoso de la policía zarista. En términos más generales, su concepto se basaba en la idea de que, si bien los trabajadores tienen que liberarse, no todos tienen las mismas ideas. Algunos tienen ideas revolucionarias progresistas, algunos tienen ideas reaccionarias y la mayoría están en algún punto intermedio. El partido debe agrupar a los revolucionarios para que puedan tratar de alcanzar e influenciar a los demás. El grupo de Lenin ganó el apoyo de la mayoría de los delegados, por lo que tomó el nombre de bolchevique, que significa mayoría. Trotsky fue con los mencheviques, la minoría, pero los dejó un año después. Pasó la siguiente década tratando de reunir a lo que en teoría eran dos facciones del mismo partido. Mucha gente esperaba que se unificaran, pero la escisión formal llegó en 1912, y en algunas áreas los grupos realmente no se dividieron en la práctica hasta el año revolucionario de 1917. En 1903 nadie podía prever las rutas fundamentalmente diferentes hacia las que los bolcheviques y los mencheviques se dirigían. Se necesitarían los intensos efectos de la revolución, la contrarrevolución y la guerra en los años entre 1903 y 1917 para resaltar y solidificar estas diferencias.

Durante esos años, Trotsky se desarrolló como un brillante orador, escritor y pensador, pero hasta 1917 no tendía una organización para vincular estas contribuciones a una estrategia más amplia para lograr la revolución. Trotsky se unió al Partido Bolchevique de Lenin en 1917. Más tarde dijo que no unirse antes fue el mayor error de su vida.

Volver

4. 1905: Los primeros consejos obreros

La gente a veces imagina que una pequeña banda de revolucionarios son los que organizan y programan las revoluciones.

En realidad, son personas o eventos inesperados los que pueden convertirse en el desencadenante de años de ira y amargura y provocar movimientos de masas, o incluso una revolución.

En Rusia, en enero de 1905, el descontento crecía contra el zar y la desastrosa guerra con Japón. La chispa que encendió esa ira fue una manifestación encabezada por la inverosímil figura revolucionaria del padre Gapon. Este sacerdote e informador de la policía llevó a la gente hacia el palacio del zar a pedir reformas. El zar ordenó a sus tropas disparar contra los manifestantes en una masacre que se conoce como el Domingo Sangriento.

Esto provocó un año de agitación masiva en Rusia. En los siguientes dos meses hubo huelgas por toda Rusia que involucraron a más de 1 millón de trabajadores en más de 120 ciudades. Entre enero y febrero de 1905, se declararon en huelga más trabajadores que en los diez años anteriores. Los ataques masivos desencadenaron disturbios por parte de los campesinos en el campo y motines en el ejército y la marina, incluido el motín en el acorazado Potemkin (capturado brillantemente en la película del mismo nombre de Sergei Eisenstein).

A principios de octubre, una huelga de trabajadores ferroviarios se convirtió en una huelga general en todo el Imperio ruso. Cuando la noticia llegó a Trotsky, se apresuró a regresar a Rusia. Llegó a la capital el 14 de octubre, justo un día después de la formación del primer soviet en la historia de Rusia, el Soviet de Diputados Obreros de San Petersburgo.

El soviet era una nueva forma de organizarse: un consejo de trabajadores. Fue la primera institución democrática jamás vista en Rusia, con trabajadores que eligieron a sus delegados para debatir y votar sobre las decisiones. Fue creado a partir de la necesidad inmediata de organizar la huelga, y en su apogeo involucró a 562 delegados de 147 fábricas. Sus funciones crecieron rápidamente desde coordinar la actividad de huelga hasta organizar la distribución de alimentos y tomar decisiones sobre armar a los trabajadores contra los ataques del estado y los matones de la derecha.

El soviet unificó las demandas económicas y políticas e inspiró consignas que ligaron ambas. Como Trotsky escribió: “En adelante, en el corazón de todo obrero petersburgués resonará el mismo grito de batalla: ‘¡Las ocho horas y un fusil!’.” (citado en Trotsky, 1905, Tomo 1, Ruedo Ibérico, 1972, pág. 172). El soviet comenzó a crear una nueva forma de poder de base, en oposición al estado zarista. Trotsky lo describió como “un gobierno embrionario de los trabajadores”. Se crearon entre 40 y 50 soviets en tres meses por toda Rusia, aunque ninguno alcanzó el poder y la autoridad del soviet de San Petersburgo. Rusia en 1905 fue la primera revolución en involucrar huelgas de masas y la primera en ver los consejos de trabajadores. Desde entonces, en todas las revoluciones de masas, las y los trabajadores se han organizado esencialmente de manera similar, creando foros democráticos donde las personas pueden debatir y organizarse. En Rusia se les llamó soviets, en la Revolución iraní de 1978-9 se les llamó shoras, y en Chile en 1972-3 se les llamó cordones. Trotsky, más que cualquier otro líder revolucionario de su tiempo, comprendió la importancia del soviet y se entregó con entusiasmo a sus actividades. Muchos bolcheviques, en contraste, inicialmente sospecharon de esta nueva organización. A la edad de 26 años, Trotsky un joven judío en un país donde abundaba el antisemitismo, fue elegido como líder del Soviet de San Petersburgo y se convirtió en un orador clave y en el redactor de su hoja de noticias.

El soviet duró 50 días. Durante ese tiempo, Trotsky argumentó a veces para que los trabajadores avanzaran, a veces para que se retiraran. Advirtió al soviet que no confiara en las falsas promesas del zar. Trotsky redactó muchas de las declaraciones del soviet, incluyendo los llamamientos a los campesinos para convocarlos a unirse a la lucha contra el zar. Estuvo involucrado en armar a los trabajadores contra los pogromos alentados por el estado.

Más tarde escribió sobre la emoción de estar en medio de estos eventos: “Sólo a aquellos a quienes barre y aniquila puede parecer la revolución la locura absoluta. Para nosotros era, aunque tempestuoso y agitado, nuestro elemento” (Trotsky, Mi Vida).

La participación en el Soviet transformó a Trotsky: creció en confianza y habilidad, de un joven rebelde a un líder de acción e ideas.

La revolución terminó con el aplastamiento de la insurrección armada en Moscú, en diciembre de 1905. Trotsky fue devuelto a la cárcel. El Estado zarista había detenido la marea de la revolución por el momento, pero Rusia nunca volvería a ser la misma. Los trabajadores habían vislumbrado su poder, demostrado su fuerza y aprendido a organizarse de nuevas maneras. La clase obrera rusa había dejado su huella, de forma dramática, en la historia.

Volver

5. Revolución permanente

Habiendo aprendido de la experiencia de la Revolución de 1905, Trotsky desarrolló la teoría de la revolución permanente, una de las contribuciones más originales e importantes a las ideas marxistas. Sigue teniendo una relevancia directa para la revolución y liberación en el Sur Global de hoy. La revolución de 1905 creó un gran debate entre los socialistas en Rusia y en todo el movimiento internacional. Hasta 1905, muchos activistas habían estado debatiendo de dónde podría venir la próxima revolución y cómo sería. Nadie esperaba que fuera en Rusia.

Rusia era económica y políticamente muy atrasada en comparación con Europa occidental. Todavía tenía una autocracia zarista y la mayoría de las personas eran todavía campesinas.

En general, los socialistas de toda Europa estaban de acuerdo con que Rusia tendría que seguir los pasos de Europa Occidental y tener una revolución burguesa (capitalista), como la Revolución Francesa de 1789, para construir las fuerzas del capitalismo antes de que pudieran esperar una revolución socialista. Casi sin excepción, todos los marxistas rusos acordaron que cualquier revolución venidera eliminaría al zar y despejaría el camino para el desarrollo capitalista. El debate fue qué fuerzas deberían liderar tal revolución.

Los mencheviques abogaron por una alianza entre trabajadores y liberales, que eran los representantes políticos de la clase capitalista. Lenin y los bolcheviques argumentaron en contra de tal alianza, señalando la cobardía política de los liberales en la práctica y argumentando que los trabajadores necesitaban mantenerse independientes de la clase capitalista. Lenin argumentó que los trabajadores deberían luchar por una alianza con los campesinos para liderar la revolución.

Trotsky tomó una posición nueva y original. Basándose en la experiencia de 1905, Trotsky argumentó que una revolución en Rusia podría ser una revolución socialista, dirigida por los trabajadores.

Marx había señalado tras las revoluciones en Europa en 1848 que la clase capitalista ya no era una fuerza revolucionaria. Trotsky ahora se basó en estas ideas argumentando que en Rusia le correspondía a la clase trabajadora ser la fuerza revolucionaria decisiva.

Trotsky compartía el desprecio de Lenin hacia los capitalistas rusos, los liberales, que en sus palabras apoyaban reformas, pero en 1905 habían demostrado que su miedo a los trabajadores era mayor que su odio al zar. Sin embargo, Trotsky no creía que la revolución rusa tuviera que seguir las mismas etapas que las de Europa occidental o permanecer en el marco de la creación de un Estado capitalista parlamentario. Su punto de partida fue mirar el desarrollo ruso en un contexto global. Rusia no se estaba desarrollando de la misma manera que Francia o Gran Bretaña: con artesanos a pequeña escala, luego talleres y luego fábricas más grandes. Impulsado por la competencia militar y económica internacional, Rusia saltó directamente a algunas de las industrias más avanzadas del mundo. Trotsky más tarde llamó a este patrón desarrollo desigual y combinado: desigual porque se desarrollaron diferentes áreas hacia el capitalismo a ritmos diferentes, y combinado porque varias etapas de este desarrollo pueden mezclarse o coexistir.

Se pueden ver estas tendencias de desarrollo hoy en gran parte del Sur Global: campesinos rurales que viven de la agricultura de subsistencia, o habitantes de barrios marginales que viven junto a algunas de las fábricas y tecnologías más avanzadas del mundo. De hecho, las ideas de Trotsky han crecido en relevancia desde 1905, a medida que el capitalismo global progresivamente ha ido transformado de manera traumática y de forma desigual diferentes partes del mundo.

La manera en que el capitalismo se desarrollaba en Rusia fue creando concentraciones de trabajadores muy poderosos, siendo éstas las personas que habían estado en el centro de la revolución en 1905. Los trabajadores eran los únicos que podían liderar una lucha victoriosa contra el zar por la libertad política, pero ellos también descubrirían que tenían que luchar contra la explotación económica a manos de los capitalistas. Esto quería decir que estaban luchando por el poder de los trabajadores, por una revolución socialista, no sólo por reformas democráticas dentro de los límites del capitalismo.

Trotsky sabía, por supuesto, que los trabajadores seguían siendo una minoría en Rusia. El resultado exitoso de cualquier revolución y el establecimiento del socialismo dependerían de la situación mundial en la que la revolución se extendiera a los países capitalistas más avanzados. Como veremos, Trotsky defendió este internacionalismo toda su vida. Fue un internacionalismo basado en la realidad del imperialismo y en la creciente interdependencia de diferentes partes del mundo, un proceso que ahora llamamos globalización. Hoy en día, todos los países del mundo están dominados por el capitalismo, sin embargo, todavía hay áreas donde los trabajadores industriales son una minoría. La teoría de la revolución permanente señala por qué incluso en esos países los trabajadores son la fuerza clave para el cambio. Los trabajadores tienen el poder colectivo de detener el capitalismo. Su lucha puede dar peso y organización a la resistencia potencialmente explosiva de los grupos oprimidos y de los trabajadores no organizados, rurales y ocasionales. La teoría de Trotsky también señala cómo una lucha efectiva por reformas democráticas puede extenderse a una lucha más amplia por el socialismo.

Nunca afirmó que esto fuera inevitable. La revolución permanente es una teoría de alternativas: existe la posibilidad de combinar la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo, pero la lucha puede ser capturada por aquellos que simplemente quieren construir un Estado burgués (para un análisis más completo, ver el folleto de Tony Cliff de 1963, Deflected Permanent Revolution, que existe en castellano como Marxismo y revolución en el “tercer mundo” disponible en marx21.net).

La democracia en Rusia llegó por primera vez bajo la forma de consejos de trabajadores sin pasar por una etapa de democracia parlamentaria capitalista. De manera similar, Trotsky argumentó que la revolución socialista era posible en Rusia sin pasar por todas las etapas por las que pasó el capitalismo en el rincón de la Europa Occidental donde se desarrolló por primera vez. Éste sería sólo el primer paso: una sociedad socialista sólo podría establecerse y mantenerse si la revolución se extendía. La revolución rusa de 1917 confirmaría la teoría de Trotsky tanto en lo positivo como en lo negativo.

Volver

6. La prueba de la guerra

La Primera Guerra Mundial, que comenzó en julio de 1914, fue oficialmente causada por el asesinato del archiduque austríaco Franz Ferdinand. En realidad, fue una guerra de rivalidad y expansión capitalista y la guerra más sangrienta que se hubiera visto en la historia mundial. Al menos 10 millones de personas fueron asesinadas, incluidos 1,7 millones de rusos y 1,8 millones de alemanes. Fue la primera guerra en la que economías enteras y, por tanto, sociedades enteras fueron moldeadas por el impulso de la guerra.

Los gobernantes de cada nación hicieron todo lo posible para garantizar el apoyo a sus objetivos de guerra creando una ola de nacionalismo. Europa sucumbió al derramamiento de sangre al sonido de lo que Trotsky describió como los “aullidos patrióticos de los chacales capitalistas”. En el período previo a la guerra, todas las principales organizaciones socialistas, agrupadas como la Segunda Internacional (la Primera Internacional había existido en la época de Marx), habían prometido su oposición a la guerra imperialista. Sin embargo, cuando estalló la guerra, la mayoría de estos mismos socialistas se alinearon con sus propios gobiernos para apoyar la guerra. Las únicas excepciones fueron los socialistas rusos, en particular los bolcheviques, los socialistas serbios y un pequeño puñado de militantes en el resto de Europa. Al estallar la guerra, Trotsky vivía en Viena, huido del exilio en Siberia por segunda vez. El gobierno austríaco lo amenazó con la prisión, y entonces huyó a la neutral Suiza. Aquí escribió La Guerra y la Internacional, un breve folleto que fue la primera declaración contra la guerra de un revolucionario ruso.

Fue en gran medida un ataque a la traición del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el grupo más grande y más establecido en la Segunda Internacional. Trotsky y Lenin estaban conmocionados por el apoyo del SPD a la guerra. El SPD era una gran máquina electoral, con una militancia enorme. Había comenzado a adaptarse para trabajar dentro de los límites del capitalismo.

Algunos miembros del SPD argumentaron que estaban apoyando a Alemania en la guerra porque Alemania era una sociedad más progresista que la Rusia zarista. Esto indignó a Trotsky, que señaló que la lucha contra el zar en Rusia fue obstaculizada, no ayudada, por la intervención militar de otra potencia imperialista.

Trotsky no sólo quería oponerse a la guerra, también quería comprender las fuerzas que crean el impulso hacia la guerra. Argumentó que las fuerzas económicas del capitalismo habían superado el marco del Estado-nación. La guerra era una característica permanente del capitalismo a medida que los Estados armados luchaban por el poder en un mercado mundial cada vez más integrado. Llamó a la paz sobre la base de la autodeterminación de las naciones oprimidas y de un levantamiento popular.

La guerra trastornó muchas viejas lealtades. Además de romper con el SPD alemán, al que hasta entonces veía como el partido más importante a nivel internacional, Trotsky también rompió con algunos de sus viejos camaradas y amigos que apoyaban la guerra. Incluso escribió un “obituario para un amigo vivo” para marcar la conversión de uno de sus viejos amigos en partidario de la guerra.

Por otro lado, también hizo nuevas amistades y creó relaciones políticas duraderas con algunos de los individuos en Europa que se opusieron a la guerra.

Durante la guerra crecieron las diferencias entre la posición decididamente antiguerra de los bolcheviques y la creciente vacilación y concesiones al nacionalismo de los mencheviques. Por primera vez, Trotsky publicó algunos de sus desacuerdos anteriores con los mencheviques, aunque todavía no estaba listo para unirse a los bolcheviques.

Trotsky ayudó a organizar el primer intento de reunir a activistas internacionales contra la guerra, en una conferencia en Zimmerwald, Suiza, en septiembre de 1915. Hubo 38 delegados de 11 países. Aunque la conferencia fue pequeña, fue muy importante, reuniendo a socialistas de países que estaban en guerra entre sí, así como de países neutrales. Trotsky y Lenin acordaron que, al apoyar la guerra, la Segunda Internacional había cruzado una línea y no podía ser reformada. De la conferencia en Zimmerwald surgieron los comienzos de una nueva agrupación internacional.

Trotsky estaba viviendo en París durante ese período, donde informaba sobre la guerra y ayudaba a editar un periódico socialista. En octubre de 1916 fue deportado a España. Luego, tres meses después, fue deportado nuevamente, esta vez a Nueva York. Escribió: “He salido de aquella Europa empapada de sangre con una gran fe en la revolución que se acerca” (Trotsky, Mi Vida, “En Nueva York”).

Volver

7. 1917: Revolución en Rusia

En febrero de 1917, una manifestación y una huelga de mujeres en San Petersburgo —rebautizada como Petrogrado durante la guerra— desencadenó una revolución que echó al zar y puso en el poder a un nuevo gobierno provisional dominado por capitalistas liberales. Lenin, que regresó a Rusia al mes siguiente, lo describió como la sociedad más libre que había visto con trabajadores y soldados comunes debatiendo, discutiendo y organizando.

El nuevo gobierno provisional era muy inestable. La revolución se había deshecho del zar, pero no resolvió los problemas que enfrentaba la mayoría de la población en Rusia: la guerra en curso con la que el gobierno provisional siguió comprometido, la pobreza, el poder de los terratenientes, la opresión de las minorías nacionales y la explotación de los trabajadores por los capitalistas.

Los trabajadores, aprendiendo de la revolución de 1905, habían recreado los soviets como centros de organización y debate. Existía en Rusia un “poder dual”: dos centros de poder rivales, el Gobierno Provisional y los soviets, ¡casualmente ambos operaban desde el mismo edificio! Trotsky llegó a Rusia en mayo para descubrir que, a pesar de sus desacuerdos anteriores, él y Lenin ahora compartían todas las preguntas clave que enfrentaba la revolución. Cuando Lenin regresó a Rusia, sorprendió a todos al argumentar en efecto la misma posición que Trotsky: la revolución necesitaba avanzar hacia el socialismo. Trotsky por su parte ahora podía ver la importancia del Partido Bolchevique en la revolución. Trotsky y sus partidarios trabajaron estrechamente con Lenin y se unieron formalmente a los bolcheviques en julio de 1917. Trotsky fue elegido casi inmediatamente para el comité central del Partido Bolchevique con más votos que cualquier otro candidato.

Los soviets, como en 1905, eran organizaciones democráticas multipartidistas donde los trabajadores y los soldados debatían y se organizaban. Cuando Trotsky regresó a Rusia, los mencheviques y otros moderados eran la mayoría en el soviet. Acababan de aceptar unirse al Gobierno Provisional; una medida calculada por el gobierno para aumentar su propia credibilidad y limitar las demandas de la revolución. Trotsky fue al soviet el día después de su regreso y argumentó en contra de esto, señalando que no resolvería los problemas urgentes que enfrentaba la revolución.

Lenin argumentó dentro del Partido Bolchevique que necesitaban “explicar pacientemente” a los trabajadores, para convencerlos de por qué la revolución debía llevarse adelante. Insatisfechos con la guerra y la continua explotación, muchos trabajadores y soldados, especialmente en Petrogrado, ya habían llegado a la conclusión de que la revolución debía continuar hacia una revolución socialista, pero la mayoría aún depositaba sus esperanzas en el Gobierno Provisional. En julio, Lenin y Trotsky tuvieron que intentar detener una toma de poder prematura en Petrogrado, argumentando que podían tomar el poder en la capital, pero que el resto del país estaba muy por detrás.

Este episodio, conocido como los “días de julio”, fue seguido por la persecución y la calumnia de los bolcheviques. Muchos de ellos fueron encarcelados y se emitió una orden de arresto contra Lenin y otros dos bolcheviques importantes. Lenin se escondió. Trotsky emitió una carta desafiante exigiendo saber por qué no estaba también en la orden, ya que estuvo de acuerdo con Lenin. Un par de semanas más tarde fue arrestado, y el Gobierno Provisional, supuestamente un gobierno de revolución, lo arrojó a la misma prisión en la que había sido encerrado por el Zar tras la derrota de la Revolución de 1905.

El régimen continuó siendo inestable: muchos trabajadores, campesinos y soldados estaban descontentos con el nuevo régimen, pero también lo estaba la derecha. En agosto, el general Kornílov intentó organizar un golpe de estado. Ante el golpe, los bolcheviques lucharon para defender al mismo gobierno que los había encarcelado. El gobierno provisional se vio obligado a liberar a los bolcheviques de la cárcel para que pudieran ayudar a defender la revolución. A través del papel decisivo que jugaron los bolcheviques en la derrota del golpe, demostraron a las masas que eran los más comprometidos y capaces de defender los logros de la revolución. Kornílov fue derrotado sin disparar un sólo tiro.

Trotsky luego fue al soviet y presentó una moción de confianza contra el liderazgo menchevique. Para su sorpresa, se aprobó con una gran mayoría. Los bolcheviques se convirtieron en el partido mayoritario en el soviet y Trotsky fue elegido presidente. Ya no era una cuestión de empujar a la revolución socialista o bien quedarse con el Gobierno Provisional. La debilidad del régimen significaba que la revolución tenía que avanzar o toparían con la contrarrevolución; el intento de golpe lo había demostrado.

La autoridad de base de los soviets creció entre la población durante este período. Las fábricas y las unidades armadas comenzaron a pedirle orientación al soviet. El soviet se convirtió gradualmente en el verdadero órgano que tomaba las decisiones en Rusia.

En octubre de 1917, Trotsky ayudó a organizar la insurrección que finalmente vio a los bolcheviques liderar a los soviets en la tomar del poder. La revolución casi no derramó sangre en la capital, ya que las batallas clave por la autoridad y la confianza de las masas ya se habían ganado.

Lenin quería que el partido bolchevique, ahora la mayoría en el soviet, llamara a la insurrección, pero Trotsky lo convenció de que el partido era una organización demasiado estrecha, y que debía ser convocada y organizada por los soviets.

Se estableció un comité militar en Petrogrado, encabezado por Trotsky y compuesto principalmente por bolcheviques, pero con la participación de otros socialistas y anarquistas de izquierda. Trotsky fue responsable del ritmo y la organización detallada de la toma de los puntos neurálgicos del poder estatal.

Karl Marx argumentó que la insurrección era un arte; en otras palabras, requiere talento e imaginación, además de una organización eficaz. Trotsky proporcionó este talento en 1917. Su papel en la Revolución de Octubre fue muy importante.

Pero la revolución no hubiera sido posible sin los miles de trabajadores y soldados, y crucialmente muchos miembros del Partido Bolchevique que tenían raíces en lugares de trabajo, en los barrios y en el ejército, que tenían la política y la organización para luchar por la revolución a través de los altibajos en la lucha durante muchos años.

Volver

8. Comienzos de una nueva sociedad

La Revolución de Octubre creó un nuevo estado basado en los soviets, los órganos más democráticos jamás vistos en Rusia. Se le pidió a Trotsky que encabezara el nuevo estado, pero éste se negó, por lo que Lenin se convirtió en el líder de la Rusia soviética.

A pesar de la pobreza económica de Rusia y las amenazas a la existencia misma de la nueva sociedad, la revolución marcó el comienzo de algunas de las medidas más liberales y democráticas jamás vistas en el mundo.

Los trabajadores controlaban las fábricas y la gente que trabajaba las tierras las tomó de los terratenientes.

Trotsky recibió la tarea de negociar un tratado de paz con Alemania que, tras mucho debate, sacó a Rusia de la guerra. Las naciones que habían sido oprimidas por el Imperio ruso obtuvieron el derecho a la independencia. Trotsky a menudo argumentó que la mejor manera de “evaluar una sociedad humana es por la actitud que tiene hacia las mujeres” (Trotsky, Women and the Family, Nueva York, 1973, pág. 42). Rusia era una sociedad donde la opresión de la mujer estaba profundamente arraigada y era brutal. Muchos veían a las mujeres como propiedad de los hombres.

El régimen revolucionario transformó esta situación. Las mujeres obtuvieron el voto, la ciudadanía plena, la igualdad salarial y los derechos laborales. La Rusia revolucionaria fue el primer país del mundo en legalizar el aborto. La homosexualidad también fue legalizada. El concepto de hijos ilegítimos fue abolido. Cualquiera de las parejas en un matrimonio podía tomar el nombre del otro: Trotsky tomó el nombre de su segunda esposa, Natalia Sedova, para los documentos oficiales, al igual que sus hijos. El divorcio fue accesible a petición de cualquiera.

Trotsky entendió que la igualdad legal era sólo el comienzo. El Estado soviético también intentó eliminar las condiciones materiales de la opresión de las mujeres, proporcionando cuidado infantil comunal, cocinas y otras instalaciones.

El compromiso con la igualdad valió la pena en muchas esferas de la vida. La mortalidad infantil, por ejemplo, cayó drásticamente en los cuatro años posteriores a la revolución, a pesar de que la economía estuviera devastada por la guerra civil.

La revolución transformó todas las áreas de la vida, incluida la educación. El número de escuelas se duplicó y el nuevo Estado organizó campañas para comenzar a abordar el alto nivel de analfabetismo en Rusia. Las tarifas universitarias fueron abolidas. Lenin y Trotsky se interesaron personalmente en la expansión de bibliotecas. A medida que la motivación para aprender cambió, también cambió la naturaleza del aprendizaje en sí mismo, por ejemplo, con la abolición de los exámenes.

Trotsky se preocupó por cuestiones de cultura, arte y literatura a lo largo de su vida. A medida que las personas comenzaron a transformar su mundo económico a través de la revolución, también se despertó un interés masivo por todas las cuestiones de la existencia y la expresión humana. La revolución inspiró una ola de experimentos en arte, poesía y cine.

Victor Serge, un anarquista que se unió a los bolcheviques durante la guerra civil, se sintió profundamente conmovido por el compromiso con el arte que encontró tras la revolución, incluso en medio de la guerra civil. En junio de 1919, cuando Petrogrado estaba bajo asedio, Serge escribió: “No puedo evitar descubrir en esta obstinada búsqueda de belleza, a cada hora de la guerra civil, estoicismo, fuerza y confianza. Sin duda es porque la ciudad Roja está sufriendo y luchando para que un día el ocio y el arte sean propiedad de todos” (Victor Serge, Revolution in Danger: Writings from Russia 1919-21, Londres, 1997, pág. 13).

La destrucción de la economía rusa debido a la invasión y a la guerra civil limitó severamente lo que el Estado pudo hacer; sin embargo, a pesar de esto, la Rusia soviética fue brevemente la sociedad más igualitaria y democrática jamás vista.

Volver

9. Armando la Revolución

Casi inmediatamente después de la Revolución de Octubre, muchas fuerzas comenzaron a organizarse contra el nuevo régimen. Apenas un mes después de la insurrección, los leales al antiguo régimen zarista entraron en acción. Simultáneamente, algunos cosacos, campesinos ricos, también comenzaron a organizarse contra los bolcheviques.

El nuevo Estado obrero no sólo se enfrentó a la oposición interna, sino que también se enfrentó a la invasión, interferencia y hostilidad de todas las principales potencias imperialistas. En la primera mitad de 1918, más de una docena de ejércitos capitalistas, incluidos los de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Japón, atacaron al Estado soviético. La supervivencia misma del régimen revolucionario estaba en peligro.

En enero de 1918, Lenin creó oficialmente el Ejército Rojo de los Trabajadores y Campesinos. Dos meses después, Trotsky fue nombrado comisario de guerra y presidente del consejo de guerra. Trotsky no tenía entrenamiento o experiencia militar práctica, aunque había leído escritos militares y trabajó como periodista informando sobre la Guerra de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial.

Trotsky se enfrentó a una tarea enorme. Tuvo que defender un territorio con una frontera de más de 5.000 kilómetros mediante un ejército que tuvo que construirse desde cero.

Incluso si Trotsky hubiera querido usar al viejo ejército zarista, no hubiera podido; en la práctica se había colapsado. De un ejército de aproximadamente 9 millones, sólo quedaban entre 40 y 50 mil para defender la revolución en 1917. Los soldados ya no tenían estómago para luchar, algunos de los viejos generales ahora se estaban organizando contra la revolución y la estructura del ejército era un caos. Las masas estaban hartas de la guerra. Una de las razones del éxito y la popularidad de los bolcheviques fue que supieron articular la oposición a la guerra que sentía la mayoría de los trabajadores y campesinos. Trotsky reconoció que para que el ejército tuviera éxito, éste tendría que tener en su núcleo a las personas que creían en la revolución, que luchaban para defender algo que les importaba profundamente.

Cuando se propuso construir el Ejército Rojo, Trotsky solicitó voluntarios. Construyó el núcleo del ejército a partir de trabajadores que estaban convencidos de que la revolución debía ser defendida. Alrededor de 200.000 personas se habían ofrecido como voluntarios en abril de 1918. Sin embargo, el número de voluntarios era demasiado pequeño para vencer a las enormes fuerzas altamente armadas que atacaban a la Rusia soviética. Trotsky se vio obligado a imponer el servicio militar obligatorio para construir el ejército. Esto atrajo a muchos campesinos al ejército y lo desestabilizó en términos políticos y organizativos. Muchos campesinos tenían una actitud contradictoria hacia los bolcheviques: estaban contentos de que se les dieran tierras tomadas de los antiguos terratenientes, pero se opusieron a la política del régimen soviético de requisar grano para hacer frente a la escasez de alimentos en las ciudades.

La realidad de construir un ejército en circunstancias tan difíciles significaba que Trotsky también tenía que insistir cada vez más en una disciplina estricta en el ejército. Cuando se estableció por primera vez, en una clara ruptura con las jerarquías represivas del antiguo ejército zarista, los soldados del Ejército Rojo podían elegir a sus oficiales. Esto se abolió más tarde a medida que se hizo necesaria una disciplina más formal para mantener unido al ejército y centralizar las operaciones en varios frentes. Sin embargo, Trotsky siempre fue muy firme al insistir en el respeto por los soldados de base. Se opuso rigurosamente a los abusos por parte de oficiales superiores, tanto agresiones físicas como verbales. Como el Ejército Rojo no tenía ningún período de paz para entrenar y desarrollar estrategias, carecía de habilidades técnicas y experiencia militar. Paradójicamente, Trotsky introdujo a oficiales del antiguo ejército zarista en el Ejército Rojo para desempeñar el papel de especialistas militares: como contrapeso puso a comisarios políticos que fueron enviados al ejército para supervisar a los especialistas. Trotsky también pidió a los comunistas (como se llamaba ahora a los bolcheviques) que se unieran al ejército y desempeñaran un papel no oficial en la educación política y la motivación de los soldados.

Trotsky estuvo siempre sobre el terreno durante la guerra civil. Más tarde escribió que durante dos años vivió prácticamente en un vagón de tren, viajando a la línea del frente, controlando el estado del ejército, hablando con las tropas y desarrollando una estrategia. Varias veces en la guerra civil la revolución colgó de un hilo. En 1919, los ejércitos “blancos” —rusos opuestos al Estado revolucionario— tomaron una ciudad a sólo quince kilómetros de la capital, Petrogrado. Los tanques enemigos aparecieron en las afueras de la ciudad. Lenin quería retirarse de la ciudad, pero Trotsky insistió en que se quedaran y defendieran Petrogrado mediante la guerra de guerrillas urbana si fuera necesario. Trotsky incluso salió montado en un caballo para evitar la retirada de los soldados y para persuadirlos de seguir luchando, logrando finalmente una victoria decisiva.

Contra todo pronóstico, la guerra terminó en victoria para el Ejército Rojo en 1920. Fue un logro inmenso, liderado por Trotsky, pero asegurado por la determinación, sacrificio y coraje de decenas de miles de personas que lucharon y convencieron a otros para luchar por la revolución.

Pero la victoria tuvo su precio. Miles de los mejores comunistas, de los trabajadores políticamente más comprometidos, habían muerto en la guerra civil. La industria y la economía quedaron devastadas.

Volver

10. Difundiendo la revolución

Trotsky argumentó que se tenía que entender el mundo como un sistema global integral. Tanto él como Lenin siempre habían sostenido que el futuro de la revolución en Rusia dependía de la expansión de la revolución.

Una mezcla de agitación económica y política causada por la Primera Guerra Mundial, combinada con la inspiración de la Revolución Rusa, condujo a movilizaciones por todo el mundo desde 1918 hasta 1920. En noviembre de 1918 el Imperio alemán se derrumbó y los “comisarios del pueblo” formaron el nuevo gobierno. En Hungría y Baviera, la rebelión trajo consigo repúblicas soviéticas de corta duración. En Italia, los “Años Rojos” de 1919-20 vieron luchas de masas de la clase trabajadora y las ocupaciones de las fábricas. Una ola de militancia barrió España en 1918: en Valencia los huelguistas incluso cambiaron el nombre de algunas calles, nombrándolas “Lenin” y “Revolución de Octubre”.

En Gran Bretaña, estalló una ola de huelgas y disturbios por todo el país. Hubo motines en los ejércitos francés y británico. Gran Bretaña también se enfrentó a una agitación masiva en las colonias, en particular en India y Egipto, y a una guerra de guerrillas en Irlanda. Hubo una ola de huelgas en Estados Unidos, Australia y Canadá.

En este contexto, los bolcheviques establecieron una nueva organización internacional: la Tercera Internacional o la Internacional Comunista, o Comintern, como se la conocía. Al mismo tiempo que establecieron el Ejército Rojo para defender al nuevo Estado revolucionario de las fuerzas internacionales que querían aplastarlo, los bolcheviques se lanzaron a la ofensiva, reuniendo a las fuerzas internacionales de la revolución.

Trotsky desempeñó un papel clave en la nueva internacional desde el principio, a pesar de estar ocupado con el liderazgo del Ejército Rojo en ese momento. Redactó la invitación al primer congreso, que se reunió en marzo de 1919. Luego escribió muchos de los manifiestos y resoluciones de la internacional en los primeros cinco años, además de documentar las reuniones y los debates.

La Comintern se basó en dos principios fundamentales, el internacionalismo y la creciente división entre reforma y revolución.

Esta división se había puesto de manifiesto en 1914, cuando muchos partidos socialistas de la Segunda Internacional terminaron apoyando a sus propios gobiernos en la guerra. Aquí es cuando Lenin y Trotsky abogaron por una nueva internacional, basada firmemente en la revolución y el internacionalismo genuino. Durante la creciente ola de rebelión en la que se formó la Tercera Internacional, esa claridad era más necesaria que nunca. Muchas organizaciones que ahora se autodenominaban socialistas eran reformistas: consideraban que la forma de lograr el cambio funcionaba dentro del marco existente del capitalismo.

El Comintern, por el contrario, se fundó en la política del socialismo revolucionario desde abajo: la necesidad de la democracia obrera y el rechazo a la idea de que se puede utilizar al Estado capitalista para lograr el socialismo.

El primer congreso en 1919 fue bastante pequeño y poco representativo. Sin embargo, la creciente agitación política en todo el mundo conllevó que muchas organizaciones e individuos se volviesen más radicales, y cada vez más grupos se unieron a la Internacional Comunista. Para el segundo congreso, en el verano de 1920, la Tercera Internacional se había convertido en una organización de masas.

Trotsky y Lenin creían que la revolución en Occidente, en uno de los centros clave del capitalismo, era necesaria para asegurar el futuro de la revolución internacional. Pero ambos también entendieron la importancia de las revueltas de los oprimidos por el colonialismo y el imperialismo.

Como dijo Trotsky en 1919, mientras estaba en la primera línea con el Ejército Rojo, “El camino de la revolución a París y Londres podría pasar por Kabul, Calcuta y Bombay” (citado en Isaac Deutscher, El profeta armado: Trotsky 1879-1921, México: Ediciones Era, 1970, pág. 417).

Muchos de los que luchaban contra el colonialismo se inspiraron en los bolcheviques, en su revolución exitosa y en sus políticas progresistas hacia las nacionalidades oprimidas.

Los bolcheviques hicieron esfuerzos específicos para tratar de llegar a las personas oprimidas de todo el mundo. Por ejemplo, en 1920, los bolcheviques organizaron un Congreso de los Pueblos del Este, en Bakú, Azerbaiyán, al que asistieron más de 2.000 delegados, en el que reunieron a personas de toda Asia para debatir cómo difundir la revolución por todo el Este.

Volver

11. El frente único

La Comintern reunió a revolucionarios de todo el mundo para debatir estrategias y tácticas.

Para Trotsky y Lenin, fue un escenario clave para argumentar a favor de la difusión de la revolución. Para el tercer congreso en junio y julio de 1921, estaba claro que el capitalismo había sobrevivido a la primera gran ola de luchas revolucionarias después de la guerra. En estas circunstancias, la pregunta a la que enfrentaban los grupos en la Internacional Comunista era cómo construir en una situación donde la revolución inmediata estaba fuera de la agenda. Trotsky llamó a este congreso “la mejor escuela de estrategia revolucionaria”.

La discusión más crucial en este congreso, y una de las que tiene muchas propuestas para ofrecer a los activistas de hoy en día, fue una discusión sobre el frente único. En este debate y en sus escritos, poco después, Trotsky expuso sus ideas sobre cómo los revolucionarios deberían trabajar con los demás (personas de la clase trabajadora que no son revolucionarias) de una manera unida y basada en principios.

La estrategia del frente único surgió en primer lugar de la necesidad genuina que tienen los trabajadores de unirse contra los ataques y la brutalidad del capitalismo. Trotsky argumentó: “las masas obreras sienten la necesidad de la unidad en las acciones, de la unidad tanto en la defensiva contra el ataque del capital como en la unidad en la ofensiva contra éste” (Trotsky, Los cinco primeros años de la Internacional Comunista (1924), “El Frente Único y el comunismo en Francia”).

En segundo lugar, fuera de los puntos más álgidos de la lucha revolucionaria, sólo una minoría de trabajadores tiene ideas revolucionarias.

La mayoría de las personas durante la mayor parte del tiempo que viven bajo el capitalismo sienten que la forma de mejorar sus vidas es en el marco del capitalismo y aceptan ideas reformistas. Los revolucionarios no deberían separarse de estas personas.

Trotsky argumentó en contra de dar ultimátums al movimiento. Insistir en que las personas estén de acuerdo con todo lo que dices antes de trabajar con ellas no es un intento serio de construir la unidad.

Esto no quiere decir que a Trotsky no le importara ganar a gente a la política revolucionaria. Su argumento era que las ideas cambian en la lucha y que en el proceso de lucha conjunta por objetivos comunes los revolucionarios tenían la posibilidad de mostrar, a través de la prueba real de la lucha, que la revolución es el camino a seguir.

Así fue como los bolcheviques se ganaron a las masas para la revolución en 1917 cuando demostraron que eran los mejores luchadores contra el golpe de Kornílov. Trotsky argumentó contra las personas que consideraban que conseguir reformas no era importante, ya que todas las victorias pequeñas o grandes pueden dar confianza a las personas.

En la mayoría de los países, los grupos revolucionarios se habían separado recientemente de los reformistas. Trotsky mantuvo que tenían razón al dividirse y formar organizaciones independientes, y que esta independencia y claridad política deberían mantenerse. Así que necesitaban trabajar con otros de una manera que reconociera estas diferencias, pero que no los separara de las masas. Trotsky también se posicionó en contra de ignorar a los líderes reformistas. Una de las tareas de los revolucionarios era demostrar la falta de disposición de estos líderes de encabezar una lucha real. Pero eso no se podía hacer si se intentaba ignorarlos o simplemente denunciarlos: se tenían que dejar en evidencia en el proceso de lucha.

Esto tiene importantes lecciones para los sindicalistas y activistas de hoy en día. Trotsky escribió que el principio rector del frente único debería ser: “Con las masas, siempre; con los líderes vacilantes, a veces, pero sólo mientras se pongan a la cabeza de las masas… Es necesario hacer uso de líderes vacilantes mientras las masas los empujan hacia adelante, sin abandonar por un momento las críticas a estos líderes. Y es necesario romper con ellos en el momento adecuado cuando pasan de la vacilación a la acción hostil y la traición” (Leon Trotsky on Britain, New York, 1973, pág. 255). Trotsky volvió al tema del frente único muchas veces durante el resto de su vida. Discutió la cuestión concretamente en sus escritos sobre el surgimiento del fascismo en Alemania y sobre Francia y España a mediados de la década de 1930, donde Trotsky se opuso a la estrategia de Stalin del “frente popular” donde los intereses de los trabajadores estaban subordinados a los de los capitalistas “liberales”.

El frente único sigue siendo una herramienta estratégica clave para los revolucionarios de hoy. Proporciona un método tanto para construir campañas unidas serias y efectivas —el movimiento antiguerra, Stop the War Coalición (StWC), es el ejemplo más importante de esto en Gran Bretaña en los últimos años— como para luchar dentro de esas luchas para aflojar el control de las ideas reformistas. [StWC, movimiento amplio iniciado por activistas revolucionarios, logró movilizar a hasta dos millones de personas en Gran Bretaña contra la guerra de Irak de 2003. Hoy en día, el ejemplo más importante de frente único en GB es el movimiento unitario contra el racismo y la extrema derecha, Stand Up To Racism. – Nota de red.]

Volver

12. El surgimiento de la burocracia

Los bolcheviques salieron victoriosos de la Guerra Civil, pero Rusia estaba en ruinas. La producción industrial bruta en 1921 fue sólo el 31% del nivel de 1913. La caída fue incluso mayor en la gran industria. La producción de acero cayó a sólo el 4% de la producción de 1913. Se paralizó el transporte; hubo escasez de combustibles, hambruna y enfermedades. El colapso de la industria estuvo acompañado por la destrucción de la clase trabajadora que había hecho la revolución. Muchos trabajadores se tuvieron que enfrentar a una situación de desempleo masivo y tuvieron que regresar al campo para buscar comida.

Los bolcheviques se quedaron dirigiendo un Estado en nombre de una clase que ahora apenas existía, en un país asolado por la pobreza y la hambruna.

El gobierno comunista bajo Lenin y Trotsky intentó diferentes formas de reconstruir la infraestructura y la economía de Rusia. Hubo muchos debates acerca de cómo hacer esto y nadie, ni siquiera Lenin o Trotsky, se salió con la suya en cada uno de los temas.

Durante la guerra civil, la economía se había basado en la requisa forzada de granos de los campesinos para alimentar al ejército y a los trabajadores en las ciudades. Bajo la creciente presión de las revueltas en el campo, los bolcheviques introdujeron reformas de mercado limitadas, conocidas como la Nueva Política Económica, para proporcionar incentivos de producción a los campesinos.

Trotsky y Lenin vieron esto como una solución temporal. Fueran cuales fueran las medidas a corto plazo que tomaran para mejorar la situación desesperada en Rusia, la solución real radicaba en la posibilidad de que la revolución se extendiera, especialmente a la Europa Occidental. Ésta era la única manera en la que se podrían haber sobrepuesto a las presiones sobre la economía rusa y así reconstruir la fuerza política y numérica de la clase trabajadora.

En el caos y la destrucción de la Rusia posterior a la guerra civil, un grupo comenzó a crecer en tamaño e importancia: la burocracia estatal, los administradores y funcionarios que, cada vez más, manejaban los asuntos cotidianos del país. Estas personas gradualmente llegaron a representar sus propios intereses y a convertirse en una capa privilegiada por encima del resto de la sociedad. Fue esta creciente burocracia la que moldeó a Stalin, un líder bolchevique de segundo rango que llegó a encarnar los intereses de esta capa de la sociedad.

Trotsky y Lenin desconfiaban de la creciente burocracia. Ya en enero de 1921, Lenin advirtió sobre las “distorsiones burocráticas”. Trotsky en 1929 describió el carácter político de la burocracia: “La mayoría de estos funcionarios que se han elevado por encima de las masas son profundamente conservadores… Esta capa conservadora [es] el puntal más importante con que cuenta Stalin” (León Trotsky, “¿Adónde va la República Soviética?”, 25/02/1929, en Escritos Tomo 1, Buenos Aires: CEIP, pág. 27.)

Lenin se volvió cada vez más crítico con la creciente burocracia. Justo antes de morir en 1924, escribió lo que se conoce como su “testamento”, en el que pidió la destitución de Stalin de la dirección del partido. El comité central del partido bolchevique decidió no hacer público este testamento. Trotsky, receloso de una división abierta en el partido, estuvo de acuerdo con esto a pesar de compartir las críticas de Lenin.

Stalin ya estaba profundamente arraigado en la burocracia e involucrado en numerosos comités estatales en 1924. Aprovechó la muerte de Lenin para consolidar su propia posición. Dirigió el funeral de Lenin y, para consternación de la viuda de Lenin, Nadezhda Krupskaya, lo usó para presentarse como el verdadero heredero de Lenin. A partir de ahí, aumentaron los ataques a Trotsky y a la política que representaba.

Volver

13. Socialismo en un país

Trotsky vio el peligro en la creciente burocracia y buscó formas de detener su ascenso. Fundó la Oposición de Izquierda, que propuso la industrialización planificada para aumentar el tamaño y el peso social de la clase trabajadora, elevar su nivel de vida y expandir la democracia obrera.

Stalin y sus partidarios se opusieron a estas medidas. En cambio, mantuvieron un equilibrio lento y cauteloso entre la industria y la agricultura, y permitieron aumentar los incentivos de mercado en la producción, que comenzaron a sentar las bases para la restauración del capitalismo.

De forma crucial, por supuesto, Trotsky buscó difundir la revolución como la única forma de superar la pobreza de Rusia y escapar de las presiones del capitalismo internacional. Sin embargo, el movimiento internacional sufrió una derrota crucial en Alemania en 1923. Los revolucionarios alemanes perdieron, no por falta de oportunidades o números, sino porque su partido era inexperto, débil y estaba dividido.

Tras la derrota en Alemania, Trotsky escribió Lecciones de octubre. Aquí analizó el papel decisivo de un partido revolucionario seguro de sí mismo, capaz de superar las dudas inevitables, para garantizar el éxito de la Revolución Rusa, en contraste con lo que acababa de suceder en Alemania.

La publicación de Lecciones de octubre abrió una nueva ola de ataques contra Trotsky. Stalin y sus partidarios crearon el “trotskismo” en ese momento, una serie de mentiras sobre lo que representaba Trotsky, y llamaron a la guerra contra la influencia de Trotsky en el partido. En particular, jugaron con el hecho de que Trotsky sólo se había unido a los bolcheviques en 1917, y luego atacaron la teoría de la revolución permanente de Trotsky.

La derrota en Alemania alimentó el pesimismo y la pasividad entre los trabajadores y campesinos en Rusia que ya estaban cansados de años de dificultades y guerra.

A fines de 1924, Stalin presentó por primera vez el término “socialismo en un solo país” en un artículo que escribió atacando la teoría de la revolución permanente de Trotsky. La idea de que Rusia podría ser un país socialista rodeado de capitalismo fue un enorme paso atrás en la tarea vital de difundir la revolución. Fue un gran golpe contra el internacionalismo en el corazón del marxismo. Trotsky había insistido en que la revolución se extendería o las presiones del capitalismo internacional acabarían por destruirla. La charla de Stalin sobre la construcción del socialismo sólo en Rusia simplemente evadió este dilema. En 1928 la realidad alcanzó a la burocracia. Bajo la amenaza de una posible guerra con Gran Bretaña y enfrentándose a una crisis en el campo, Stalin dio un giro, dominado por el pánico, hacia la colectivización forzosa en el campo, con el Estado tomando el control de la tierra de los campesinos y la industrialización brutal y rápida en las ciudades. Esto era todo lo contrario al programa de industrialización de Trotsky: lejos de aumentar la democracia obrera, implicaba un ataque contra el nivel de vida de los trabajadores.

Esta era la lógica inevitable de construir el “socialismo en un solo país”: Rusia se vio obligada a intentar alcanzar a los países capitalistas avanzados. Como Stalin explicó en un discurso en 1931: “Marchamos con un atraso de cincuenta o cien años respecto a los países adelantados. En diez años tenemos que salvar esta distancia. O lo hacemos, o nos aplastan” (Stalin, Obras, tomo 13, “Las tareas de los dirigentes de la economía”, 4/02/1931).

Competir económica y militarmente con el mundo capitalista tenía implicaciones para el régimen en la propia Rusia. El primero de los planes quinquenales, que comenzó en 1929, significó una caída dramática en los niveles de vida de la población y una inanición masiva. De 1928 a 1930, el número de personas en campos de trabajo aumentó 20 veces. Para hacer cumplir este sistema, Stalin se basó en un régimen cada vez más represivo y en la aniquilación de toda la oposición política. Todos los vestigios restantes de la democracia fueron destruidos.

El “socialismo en un país” también tuvo un impacto desastroso en el movimiento comunista internacional. Dejando de ser una escuela internacional de estrategia y táctica, el Comintern se convirtió en un órgano cada vez más conformado por las necesidades de la política exterior de Stalin. Esto significó algunos zigzags abruptos en la estrategia con terribles consecuencias, ya que los intereses de la clase obrera fueron sacrificados una y otra vez por las necesidades de la burocracia estalinista.

En 1926, Trotsky se unió a Zinoviev y Kamenev, antiguos aliados de Stalin, para fundar la Oposición Unida. La historia de animosidad entre Trotsky y Zinoviev y Kamenev dificultó la confianza de sus seguidores. Para mantener esta alianza, ambas partes llegaron a muchos compromisos: Trotsky incluso se retractó temporalmente de su teoría de la revolución permanente.

Con la masa de trabajadores y campesinos pobres debilitados por la guerra y el hambre, la oposición tenía una base muy limitada para desafiar a Stalin y a la burocracia. La oposición fue aplastada. Un intento de reunir apoyo para la oposición en el décimo aniversario de la Revolución de 1917 se usó como una excusa para expulsar a Trotsky del Partido Comunista. Sólo diez años después de organizar la insurrección de octubre de 1917, y sólo seis años después de ayudar a derrotar a algunos de los ejércitos imperialistas más fuertes del mundo, Trotsky fue expulsado de su partido y luego exiliado.

Volver

14. El planeta sin un visado

Trotsky fue deportado por orden de Stalin a Alma Ata en el lejano este de Rusia en enero de 1928. Desde Alma Ata fue deportado nuevamente un año después a Turquía, donde se estableció en la isla de Prinkipo.

Pasó más de cuatro años en Turquía, aunque no por elección propia. Trotsky describe esta etapa como estar en “el planeta sin visado”. Ningún país lo quería en su tierra, se le consideraba demasiado subversivo, por lo que se le negó la entrada a todas las autoproclamadas democracias de Europa.

Finalmente, sus partidarios le consiguieron estancias cortas y estresantes en Francia y luego en Noruega, pero cuando el gobierno noruego le prohibió organizarse abiertamente contra los ataques de Stalin, una vez más tuvo que buscar otro hogar. A finales de 1936, el gran artista Diego Rivera persuadió al gobierno mexicano para que le otorgara asilo a Trotsky. Vivió en México hasta que fue asesinado a manos de un agente de la policía secreta de Stalin en 1940.

A lo largo de este exilio, Trotsky escribió extensamente. Muchas de las calumnias contra Trotsky por parte de Stalin conllevaron una reescritura del papel de Trotsky en la revolución rusa y su relación con Lenin. Trotsky escribió una serie de libros para dejar las cosas claras, incluida su autobiografía Mi Vida y su Historia de la revolución rusa, uno de los mejores ejemplos de escritura histórica y uno de los mayores logros de Trotsky. A pesar de su aislamiento, Trotsky siguió las vueltas de la política en todo el mundo y escribió extensamente sobre la estrategia y las tácticas a las que se enfrentaban los movimientos en muchos países. Al igual que Marx, Engels y Lenin, Trotsky creía en la unidad de la teoría y la práctica. Incluso en el exilio o bajo vigilancia, siempre con pequeñas fuerzas en comparación con las de Stalin, hizo todo lo posible para organizar a sus seguidores a nivel internacional. Trotsky trató de organizarse contra el papel desastroso de la Internacional Comunista bajo Stalin y criticó los errores que cometió. El más grave de estos fue el papel desempeñado por el Partido Comunista de Alemania, bajo la dirección de la Internacional Comunista, al permitir que Hitler llegara al poder.

Volver

15. Luchando contra el fascismo

Trotsky calificó el ascenso del fascismo en Alemania como la “mayor derrota en la historia de la clase trabajadora”. Hitler llegó al poder en enero de 1933. Durante los tres años anteriores, Trotsky advirtió sobre el peligro, argumentando que la victoria del fascismo sería una derrota no sólo para la clase obrera alemana, sino para todas las fuerzas progresistas en toda Europa.

Argumentó que el fascismo podía detenerse: las organizaciones de la clase trabajadora en Alemania eran más grandes que en cualquier otro lugar en ese momento. En 1932, el Partido Socialdemócrata (SPD), reformista, tenía más de un millón de militantes y el Partido Comunista Alemán (KPD) tenía casi 300.000 militantes, y ambos grupos tenían más de 50.000 cada uno en sus organizaciones juveniles.

En las elecciones parlamentarias de septiembre de 1930, el SPD y el KPD combinados ganaron más del doble de escaños que los nazis. Incluso en marzo de 1933, después de que Hitler tomara el poder, prohibiera el KPD y lanzara el terror contra la izquierda, el SPD y el KPD obtuvieron 12 millones de votos entre ellos. Pero más que votos, Trotsky argumentó que la clase trabajadora tenía su fuerza en la organización colectiva arraigada en las fábricas del corazón de la economía alemana.

Trotsky argumentó que la única forma en la que Hitler y los nazis podían ser detenidos era a través de un frente único entre los comunistas y los socialdemócratas. Esto iba en contra de la política del Partido Comunista que se adhirió estrictamente a las perspectivas y la estrategia proveniente de la Internacional Comunista de Stalin. La Comintern dio un giro brusco en 1928 a lo que llamó el Tercer Período. El primer período fue el surgimiento revolucionario de 1917 a 1923; el segundo período se identificó como la estabilidad capitalista de 1923 a 1928, un período que, como Trotsky había señalado, incluía terribles errores al depender de los nacionalistas en China y de los burócratas sindicales en Gran Bretaña. El tercer período, según Stalin y los líderes de la Comintern, se caracterizó por la crisis final del capitalismo. Esto significó un giro brusco hacia una supuesta “ofensiva revolucionaria”. ¡Esto implicó la creación de sindicatos separados “rojos” (efectivamente comunistas), rechazando el frente único y viendo a los socialdemócratas, ahora descritos como “social fascistas”, como al principal enemigo!

Por lo contrario, Trotsky argumentó que no había pruebas de que la crisis económica estuviera produciendo un radicalismo de masas revolucionario. Llamó una y otra vez a los comunistas a presionar a los socialdemócratas para que entraran en un frente único contra el fascismo. Su estrategia se basó en un profundo análisis del fascismo. Argumentó que el fascismo es un “movimiento contrarrevolucionario de desesperación” basado en las clases medias. Las clases medias fueron llevadas a un frenesí de miedo e inseguridad por la crisis económica que afectó a Alemania a principios de los años treinta. Trotsky escribió que Hitler debería verse en este contexto, como la encarnación viviente de esta clase media frenética.

La clase media puede formar la base masiva del fascismo, pero Trotsky argumentó que Hitler no podría haber llegado al poder sin el apoyo de algunos sectores de la clase capitalista.

Los capitalistas normalmente prefieren la democracia burguesa y sólo recurren al fascismo cuando se enfrentan a una crisis aguda. Trotsky comparó esto con alguien que teme al dentista, pero se ve obligado a ir cuando su dolor de muelas se agrava lo suficiente. En el colapso económico de principios de la década de 1930, los capitalistas alemanes vieron en Hitler la oportunidad de destruir toda organización de la clase trabajadora, allanando el camino para restaurar sus ganancias.

Trotsky argumentó que debido a que ésta es su función principal, el fascismo destruye todas las formas de organización de la clase trabajadora, incluso la democracia parlamentaria. Este resultó ser el caso en Alemania, donde todas las formas de autoorganización, incluso los boy scouts, fueron prohibidas. Es por esto que la estrategia de oposición constitucional del SPD no pudo funcionar: los nazis no respetaban las formas constitucionales y destruyeron todos los elementos de la democracia tan pronto como pudieron.

Trotsky también describió el uso del racismo, la “invención de la raza”, como él lo llamó, utilizada por los nazis para unir el apoyo al régimen.

Los comunistas no eran lo suficientemente fuertes por sí mismos para derrotar al fascismo. Sin embargo, continuaron con la política suicida de ver al SPD como al enemigo principal y parecían no escatimar esfuerzos para crear divisiones entre militantes de base del Partido Comunista y el SPD.

Trotsky argumentó que lo único que podría detener el fascismo sería la acción unida de los millones de trabajadores organizados en sindicatos y partidos políticos en la Alemania de ese momento. También argumentó que tales frentes únicos serían una forma de pasar de una organización defensiva a una ofensiva, hacia organizaciones de tipo soviético. Sus llamadas cayeron una y otra vez en saco roto. Éste nunca iba a ser un argumento fácil en Alemania. Los líderes socialdemócratas habían creado las condiciones para que los líderes comunistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueran asesinados poco más de una década antes. Pero Trotsky argumentó que era vital tratar de construir la unidad. Pudo señalar un par de ejemplos muy pequeños en los que se construyó esta unidad, lugares cruciales donde tenía seguidores en el terreno. Sin embargo, estas fueron pequeñas excepciones aisladas al cuadro general.

A pesar de la brillantez de Trotsky, no fue escuchado. Tenía poquísimas fuerzas en Alemania que nunca sumaron más de 500 simpatizantes. Sus partidarios distribuyeron un periódico quincenal durante un tiempo y luego una hoja de información duplicada. Muchos de sus libros y escritos estaban disponibles, pero no tuvieron un impacto real. Cada vez más consciente de lo que significaría el fascismo, pero incapaz de evitarlo, Trotsky advirtió a los trabajadores: “Si el fascismo llega al poder, pasará como un temible tanque sobre vuestros cráneos y vuestros espinazos” (“Por un frente único obrero contra el fascismo”, 8 de diciembre de 1931, disponible en marxists.org). Trágicamente, tuvo razón.

Volver

16. La revolución traicionada

Hasta 1933, Trotsky creía que la Internacional Comunista y el Partido Comunista Ruso podían ser reformados. Después de que el Partido Comunista en Alemania, siguiendo los consejos de Rusia, dejara que Hitler llegara al poder sin ni tan siquiera luchar, ya no creía que esto fuera posible. Ahora pensaba que tenía que haber una revolución política en Rusia y una nueva Internacional.

Pasaron otros cinco años hasta que, en 1938, 21 delegados de 11 países se reunieron en una casa en Francia y se declararon la Cuarta Internacional. Con la excepción limitada del delegado de EEUU, representaban a pequeñas fuerzas. A diferencia de la Tercera Internacional, que se había lanzado en un momento de crecientes movimientos de masas y pronto atrajo a muchos grupos grandes a su estandarte, la Cuarta Internacional se lanzó en la estela de un período prolongado de derrotas, el surgimiento del fascismo y la sombra inminente de la segunda Guerra Mundial. Esto supuso que nunca rompiera su aislamiento.

En 1936, Trotsky escribió La revolución traicionada en la que examinó en detalle la realidad de la Rusia estalinista. Esto fue en parte una lucha para recuperar el verdadero significado del socialismo como un sistema basado en la igualdad, la libertad y la democracia. Stalin acababa de declarar que Rusia había logrado el socialismo. Trotsky argumentó que la Rusia de Stalin no era socialista, explicando en detalle la creciente desigualdad. Observando una vez más la cuestión de las mujeres en la sociedad, escribió: “es imperdonable hablar del triunfo del socialismo mientras subsista la prostitución” (León Trotsky, La Revolución Traicionada, Madrid: Fundación Federico Engels, 1991, pág. 150). Hoy los crímenes de Stalin son bien conocidos en todo el mundo. Este no fue el caso en la década de 1930. Trotsky fue el primer socialista en intentar un análisis marxista detallado de la Rusia estalinista. Sus críticas fueron pioneras y políticamente explosivas. Trotsky señaló que Stalin había revertido los logros de la Revolución de Octubre. Por ejemplo, Stalin volvió a penalizar el aborto, convirtió el divorcio en un privilegio para quienes podían pagarlo y alentó el regreso a las viejas formas de la familia con su papel estrecho y opresivo para las mujeres. El compromiso con la verdadera liberación nacional fue reemplazado por el regreso del chovinismo ruso y la destrucción de los derechos nacionales. El surgimiento de la burocracia y Stalin fue un fenómeno nuevo.

Aunque Trotsky fue implacable en sus críticas hacia Stalin, hasta él subestimó la profundidad de la contrarrevolución bajo Stalin. Pensó erróneamente que Rusia en ese momento todavía era una especie de Estado obrero. Otros socialistas posteriores, como Tony Cliff, el fundador de la International Socialists que se convirtió en el Socialist Workers Party, se basaron en el análisis de Trotsky, pero argumentaron que Rusia bajo Stalin era un régimen de capitalismo de Estado: un tipo de capitalismo, moldeado por la competencia internacional, gestionado por el propio Estado en vez de por empresas individuales.

Con el fin de imponer un ataque masivo al nivel de vida de los trabajadores y campesinos, Stalin hizo todo lo posible para reprimir cualquier forma de disensión u oposición. Denunció a Trotsky y a otros que se oponían al régimen como terroristas y agentes del fascismo. Stalin avivó deliberadamente el pánico y el miedo, creando mitos sobre la amenaza del “trotskismo”: incluso recurrió al uso del antisemitismo para fortalecer el rechazo a Trotsky y a otros opositores judíos del régimen. Estos temores proporcionaron una desviación útil de la ira con el propio régimen estalinista.

Hubo una purga masiva de la oposición del partido. En particular, hubo una purga de los antiguos bolcheviques, incluidos los ex aliados de Stalin, que habían sido parte de la Revolución de 1917. Muchos fueron llevados a campos de trabajo o sometidos a juicios. Stalin se dedicó a quebrar a estas personas, exigiendo que se degradasen y se humillaran en público al confesar y acusar falsamente a otros de ser agentes del fascismo o de conspirar para planear actos terroristas. Muchos se negaron y fueron fusilados sumariamente. Otros cedieron, tal vez quebrados por la tortura o la desesperación, o políticamente chantajeados por el argumento de que no apoyar a Stalin era equivalente a apoyar a Hitler.

Nada habla más de la desesperación y el horror de la contrarrevolución de Stalin que los relatos de los antiguos bolcheviques, valientes luchadores que habían resistido la tortura, la prisión y las penurias bajo el zar, rompiéndose y arrastrándose por las órdenes de Stalin. De 1935 a 1937, Stalin organizó una serie de juicios en los que participaron importantes bolcheviques. Estos incluyeron los juicios de Zinoviev y Kamenev que habían estado en el comité central de los bolcheviques en 1917, luego aliados de Stalin y luego parte de la Oposición Unida con Trotsky. Se vieron obligados a humillarse públicamente mediante escenas desgarradoras de auto-degradación, al denunciarse a sí mismos y a Trotsky como agentes del fascismo. Incluso esto no los salvó de la ejecución. De hecho, todos los miembros restantes del comité central de 1917, con la excepción de Stalin, Trotsky, que estaba en el exilio, y Alexandra Kollontai, que ahora era embajadora, fueron ejecutados en este momento. Stalin trató de retratarse a sí mismo como el verdadero heredero de Lenin. Incluso hoy, muchas personas asocian a Lenin con los crímenes de Stalin. Sin embargo, nada ilustra más claramente la ruptura entre la Revolución de Octubre dirigida por Lenin y Trotsky y el monstruoso régimen de Stalin que la necesidad de Stalin de eliminar literalmente el verdadero legado de octubre de 1917. Como Trotsky lo expresó en 1937, “Después de la purga, la demarcatoria entre el stalinismo y el bolchevismo no es una línea sangrienta, sino todo un torrente de sangre.” (Trotsky, “Stalinismo y bolchevismo”, 29/08/1937, en marxists.org).

Uno de los agentes de Stalin asesinó a Trotsky en su casa en México en 1940. Stalin no sólo mató a Trotsky, sino que destruyó a toda su familia. Una de las hijas de Trotsky murió de tuberculosis tras ser expulsada del Partido Comunista y prohibírsele trabajar. Su otra hija, Zina, fue conducida al suicidio. Los maridos de éstas fueron enviados a campos de trabajo forzado en Siberia. El hijo mayor de Trotsky, León Sedov, conocido como Lyova, con quien Trotsky trabajó muy de cerca en el exilio, fue envenenado por la policía secreta de Stalin en 1938. Incluso el hijo menor de Trotsky, un científico que evitó deliberadamente la política, fue encarcelado en 1934 y enviado a los campos de Stalin. La última vez que se supo de él fue cuando inició una huelga de hambre en 1936. La primera esposa de Trotsky, Alexandra, que estaba activa en la oposición, fue expulsada de Leningrado en 1936 y finalmente fusilada en 1938.

Esto no es sólo una historia de tragedia personal: es una señal de cuán lejos llegaría Stalin para destruir a sus oponentes y destruir el legado de la Revolución de Octubre. Como dijo el hijo de Trotsky, Lyova, “Stalin odia a Trotsky como al representante vivo de las ideas y tradiciones de la Revolución de Octubre” (León Sedov, Libro Rojo sobre El Proceso de Moscú, Valencia: Edicions Internacionals Sedov, 2015, pág. 87).

Volver

17. ¿Podría Trotsky haber derrotado a Stalin?

Muchos historiadores intentan retratar la batalla entre Trotsky y Stalin como la batalla de dos fuertes voluntades despóticas que luchando por el poder. Sin embargo, tomados como individuos, las habilidades de Trotsky superaron con creces las de Stalin. A diferencia de Trotsky, Stalin jugó un papel menor en 1917. Sujánov, que relató la revolución, recordó que “Stalin… producía —y no sólo a mí— la impresión de una mancha gris” (citado en Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Cap. 15: “Los bolcheviques y Lenin”, marxists.org). Por el contrario, Trotsky era conocido entre amigos y enemigos por sus habilidades de oratoria y literarias, y como organizador de la insurrección de 1917 y del victorioso Ejército Rojo.

Pero la lucha entre Trotsky y Stalin no fue una batalla de individuos. Representaban dos fuerzas diferentes en Rusia. La base política de Trotsky era la clase trabajadora, las personas que habían hecho la Revolución de Octubre. La base de Stalin estaba en la creciente burocracia.

Al final de la guerra civil, la burocracia superó en número a la clase trabajadora. En 1921 había alrededor de 5,9 millones de funcionarios estatales en Rusia, en comparación con sólo 1,25 millones de trabajadores productivos. A medida que la industria fue reconstruida después de la guerra civil, el número de trabajadores aumentó, pero todavía eran demasiado débiles política y numéricamente, y estaban demasiado desmoralizados, para luchar contra Stalin.

Esta es la razón por la cual, a pesar del gran respeto que Trotsky se había ganado como líder de la revolución y luego con el Ejército Rojo, no hubo un levantamiento masivo para apoyarlo cuando comenzó la caza de brujas y fue exiliado.

Trotsky ha sido criticado por algunos, incluidos muchos que apoyan sus ideas, por cometer errores tácticos, por no confrontar inmediatamente a Stalin, como el último testamento de Lenin lo instó a hacer, por ejemplo. Es cierto que a veces se mantuvo en silencio cuando podría haber hablado. A veces hizo compromisos que tal vez no debería haber hecho. Sin embargo, ninguna de estas cosas habría sido decisiva.

El destino de la Rusia soviética dependía de la propagación de la revolución. La clase capitalista internacional se aseguró de que Rusia estuviera aislada y esto creó las circunstancias en las que Stalin llegó al poder.

La base de Stalin se basaba en la fuerza de la burocracia y en la debilidad y la desmoralización de los trabajadores y revolucionarios. Cada fracaso de la revolución internacional erosionó aún más la confianza de los trabajadores y los alentó a poner la esperanza en el cambio desde arriba. Y cuanto más fuerte era la posición de Stalin, más convertía a los partidos comunistas en el exterior en agentes de la política exterior rusa, lo que a su vez promovía estrategias que ayudaban a asegurar más derrotas internacionales.

Aunque Trotsky fue derrotado, su oposición en base a principios demuestra que existe una tradición diferente a la de Stalin.

Trotsky se mantuvo fiel al espíritu democrático e internacionalista de la Revolución de Octubre. La idea central de la teoría de la revolución de Marx es que los trabajadores tienen que cambiar el mundo por sí mismos. Esta es la tradición en la que se encontraba Trotsky. Si no hubiera luchado, incluso contra viento y marea, habría sido una tradición que podría haberse roto para siempre con el ascenso de Stalin.

Volver

18. El legado de Trotsky

Dos principios rectores se destacan de la vida de Trotsky y sus escritos: el internacionalismo y un profundo compromiso con el socialismo desde abajo. Hoy, con los movimientos de masas en todo el mundo contra la guerra y el neoliberalismo, existe una creciente conciencia de las luchas internacionales. Trotsky apoyó a los explotados y oprimidos en todo el mundo, pero argumentó que el internacionalismo debería significar más que solidaridad: significa ver cada lucha en el contexto de la economía mundial. Escribiendo años antes de los teóricos modernos de la “globalización”, Trotsky argumentó que el mundo tenía que ser entendido como un todo integrado: una economía global y una lucha global.

Escribió: “El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases” (León Trotsky, La revolución permanente, introducción).

Comenzando con una visión del mundo como un todo integrado, formó toda su actividad: su desarrollo de la teoría de la revolución permanente, su oposición a la guerra imperialista, su compromiso de difundir la revolución y su participación en el movimiento internacional.

Esta perspectiva y la comprensión de Trotsky del desarrollo combinado y desigual nos llevan a algunas conclusiones estratégicas para hoy. Hay muchos menos campesinos en el mundo que cuando Trotsky estaba escribiendo: la mayoría de las personas que trabajan en la tierra ahora son trabajadores agrícolas, sus vidas y su trabajo están moldeados por el capitalismo y las grandes empresas.

Pero las nuevas ciudades de barrios marginales del Sur Global se caracterizan por cientos o miles de personas pobres, desorganizadas y desplazadas, que viven en los márgenes de la economía. En muchas ciudades, como en las de algunas partes de América Latina, los más pobres son los pueblos indígenas que se han enfrentado décadas de racismo además de la explotación y la pobreza.

Estos grupos de trabajadores indígenas e “informales” crean un elemento inestable y explosivo para las ciudades modernas del Sur Global. Pueden desencadenar revueltas y rebeliones explosivas. En última instancia, estas luchas deben vincularse con el poder de los trabajadores organizados que están estratégicamente ubicados en el corazón de la economía capitalista. Tal combinación de luchas puede ofrecer el potencial para la revolución.

La teoría de la revolución permanente también sugiere formas en que la lucha por los derechos democráticos y las reformas pueden extenderse a la lucha por la liberación económica, por el control obrero, y por qué estos temas no pueden resolverse dentro de los Estados nacionales individuales.

Para los países más pobres de hoy, no existe una solución dentro de los límites del Estado nación. La solución para el pueblo palestino, por ejemplo, radica en las luchas más amplias de la clase trabajadora por todo Oriente Medio, sobre todo en Egipto. El socialismo es imposible en un país, por rico que sea. Esto es cien veces más cierto para regiones como el África subsahariana.

El compromiso de Trotsky con la revolución no se trataba sólo del punto álgido de la insurrección. Tanto para él, como para Marx, la liberación tiene que ser el acto de los propios trabajadores. Uno de los problemas obvios con esto es que generalmente la mayoría de las personas no ven la necesidad o no tienen la confianza en sus propias habilidades para creer que la revolución es posible. De esto surge la preocupación de Trotsky con la estrategia y las tácticas para construir movimientos de masas y ganar a la gente del reformismo hacia las ideas revolucionarias.

Hoy vemos una nueva generación de movimientos de masas por todo el mundo, acompañada de una creciente erosión en la creencia de que los partidos socialdemócratas tradicionales, como el Nuevo Laborismo en Gran Bretaña, pueden ofrecer alguna cosa para los trabajadores. En este contexto, la estrategia de Trotsky del frente único es una herramienta vital para encontrar formas de construir campañas amplias y basadas en principios. En cada lucha, grande o pequeña, hay un debate entre las tácticas del reformismo —cambio desde arriba y dentro de los límites del Estado— y los métodos inspirados en una visión revolucionaria: actividad propia, participación masiva, lucha desde abajo y la voluntad de desafiar al Estado. Es en estas luchas en las que las ideas pueden comenzar a cambiar.

Es un gran tributo a Trotsky que, incluso cuando fue expulsado del Partido Comunista y exiliado de Rusia, siguió organizando y nunca cedió ante Stalin ni ante la desesperación. Es esa lucha en las circunstancias más difíciles lo que mantuvo viva la auténtica tradición socialista revolucionaria de hoy. Una tradición que representa la igualdad real, la liberación y el internacionalismo.

Las ideas de Trotsky, como las de Marx antes que él, no son un dogma. No siempre tenía razón. Poco antes de ser asesinado, predijo que tanto el capitalismo occidental como el estalinismo se verían envueltos en una profunda crisis tras la Segunda Guerra Mundial. Finalmente se demostró que estaba equivocado en ambos aspectos, desorientando a muchos de sus seguidores tras la guerra. Quedó en las manos de generaciones posteriores el llevar adelante y desarrollar sus ideas. Pero si algunas personas han podido ver más allá, es sólo porque se posan sobre los hombros de un gigante. Las ideas y métodos de Trotsky están llenos de lecciones para una nueva generación que se resiste ante la guerra y el capitalismo. Para nosotros, como para él, son herramientas para cambiar el mundo y luchar por el futuro.

Volver

Una guía para leer más

Trotsky fue un escritor potente y su trabajo es enormemente gratificante de leer. Tanto su autobiografía Mi Vida (1930) como, sobre todo, su enorme Historia de la Revolución Rusa (1929-32) son obras maestras literarias, y esta última es una defensa brillante de la revolución. Las dos declaraciones clásicas de su teoría de la revolución permanente son La revolución permanente (1930) y Resultados y perspectivas (1906). Para el frente único, vea las colecciones Los cinco primeros años de la Internacional Comunista (1924) y La lucha contra el fascismo en Alemania. El Archivo Marxista de Internet (marxists.org/espanol/trotsky) tiene una extensa colección de escritos de Trotsky que incluye todas estas obras, menos la última, que se puede encontrar en proletarios.org/books.

La trilogía de Isaac Deutscher sobre Trotsky —El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta desterrado (Ediciones Era, México, 1970/1971)— es una excelente obra de biografía, aunque a veces sufre debido a la visión política del autor. La biografía de Trotsky de cuatro volúmenes de Tony Cliff (publicada por Bookmarks) tiene una comprensión política más firme, pero actualmente está agotada. Trotsky’s Marxism de Duncan Hallas (Bookmarks, Londres, 1987) es una excelente discusión breve de las ideas de Trotsky.

Las ideas de Trotsky han sido desarrolladas aún más por una generación posterior de socialistas. Trotskismo después de Trotsky de Tony Cliff (1999, disponible en castellano en Marx21.net) es una guía breve de algunas áreas clave en las que él y otros se basaron en las ideas de Trotsky a la luz de los acontecimientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El capitalismo de Estado en la URSS de Tony Cliff (disponible en castellano en Marx21.net en una nueva edición digital de 2020) es un análisis más detallado e innovador de la Rusia de Stalin.


Volver