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Pride, política y protesta

Una guía revolucionaria para la liberación LGTBI+

Laura Miles, Isabel Ringrose, Tomáš Tengely-Evans y Xoán Vázquez

Desde el crecimiento de la extrema derecha hasta el aumento de la transfobia, los derechos LGTBI+ se están socavando en todo el mundo.

En Gran Bretaña, también, muchos derechos legales ganados con esfuerzo ya no se sienten seguros. Para contraatacar, debemos recuperar la historia radical de resistencia del movimiento LGTBI+ y armarnos con una comprensión teórica de por qué existe la opresión.

Las personas LGTBI+ tienen serias dudas sobre cómo lograr la liberación que anhelamos de la alienación y la opresión a las que nos enfrentamos. Este folleto busca ofrecer respuestas a estas preguntas cruciales.

Los autores Laura Miles, Isabel Ringrose y Tomáš Tengely-Evans ofrecen una explicación marxista de las raíces de la homofobia y la transfobia, argumentan que debemos construir una oposición unida ante los ataques contra las personas LGTBI+ y se preguntan cómo podemos luchar por una liberación genuina.


Introducción a la edición en castellano
Pride, política y protesta
La lucha LGTBI+ en el Estado español
Notas internacionales
Enlaces


Sobre las y los autores

Laura Miles es socialista revolucionaria y militante del Socialist Workers Party (SWP, organización hermana en Gran Bretaña de Marx21) desde 1975. Fue la primera persona trans elegida para la ejecutiva nacional del University and College Union (UCU, sindicato del profesorado universitario y relacionado), entre 2009-2015. Su libro, Transgender Resistance: Socialism and the Fight for Trans Liberation, fue publicado por Bookmarks en 2020.

Isabel Ringrose es periodista del periódico Socialist Worker y militante del SWP en el este de Londres.

Tomáš Tengely-Evans ha trabajado como periodista para el Socialist Worker y es militante del partido en el norte de Londres.

Xoán Vázquez es militante del grupo Marx21 en Madrid. Es activista revolucionario y de la lucha LGTBI+ desde los años 70.

Versión original

Este folleto fue publicado en inglés como Pride, Politics and Protest: A Revolutionary Guide to LGBT+ Liberation, por el Socialist Workers Party, organización hermana en Gran Bretaña de Marx21, en febrero de 2021.

Producción de este folleto

Coordinación y corrección: Paty Gómez.

Traducción: Andrea Cassà, Juan Antonio Gilabert, Oscar Corbalán, Paty Gómez, Rubén James Vargas y Xoán Vázquez.

 

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Introducción a la edición en castellano

Los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y/o intersex (LGTBI+; ver abajo definiciones) se encuentran en una situación muy contradictoria.

Por un lado, ha habido avances importantes en las últimas décadas, en países muy diversos. Empezando en 2001 con Países Bajos, se ha aprobado hasta ahora el matrimonio entre personas del mismo sexo en casi 30 países, incluyendo al Estado español en 2005, Sudáfrica en 2006, o la república de Irlanda en 2015, donde este derecho se logró en un referéndum popular frente al rechazo de la anteriormente toda poderosa iglesia católica. Las personas transgénero han logrado algunos derechos que antes se les negaban, derechos que les hacen un poco más fácil vivir sus vidas. En la televisión y las películas, las personas LGTBI+ ahora salen más y son reconocidas como una parte más de la sociedad.

Pero a la vez, las personas LGTBI+ se encuentran bajo un ataque creciente. Muestras de ello son la ola de agresiones, incluso asesinatos, en el Brasil de Bolsonaro, o la sistemática limitación de derechos en Polonia a manos del gobierno ultra del partido de Ley y Justicia. En el Estado español los ataques verbales los protagonizan el partido de extrema derecha ultra, VOX, y esta retórica tiene su eco en la calle bajo la forma de un auge de agresiones LGTBIfóbicas, incluso asesinatos, como el ataque mortal a Samuel Luiz en A Coruña, Galiza, en julio de 2021.

Frente a esta situación, los argumentos en este folleto son esenciales. Hay que indignarse, pero no basta con la indignación. Hay que analizar la opresión hacia las personas LGTBI+, demostrar que existe y explicar de dónde viene.

Hoy en día no es solo la derecha la que quita importancia a esta opresión. También hay personas que se presentan como de izquierdas que sugieren que combatir la opresión LGTBI+ es una “distracción” de cosas “más importantes”. Hay que rechazar totalmente estos argumentos por lo que son: la aceptación de posiciones de derechas.

Pero también es cierto que algunas de las teorías y estrategias influyentes dentro de los movimientos LGTBI+ tienen graves limitaciones. Las visiones que se centran en el lenguaje, la identidad, las experiencias individuales… tienen poco que ofrecer a las personas LGTBI+ que sufren las consecuencias de una opresión muy material y estructural, una opresión que no desaparecerá gracias a una “deconstrucción teórica”.

Aquí se ve el valor del análisis y las estrategias provenientes del marxismo revolucionario; una visión que no se debe confundir con las ideas reaccionarias impulsadas durante décadas por el “comunismo” que reinó en la URSS y sus satélites.

Este análisis demuestra la necesidad de una lucha unitaria, con un componente de clase, contra todo tipo de opresión, la opresión LGTBI+ incluida. El marxismo también nos proporciona argumentos para ganar a más personas, sean o no LGTBI+, a esta lucha.

Este folleto se basa en una publicación de nuestra organización hermana en Gran Bretaña el Socialist Workers Party (SWP). Bastantes de los ejemplos que cita son de ese país, pero el argumento es de relevancia general. Además, el folleto incluye un repaso histórico e internacional, así como un sólido contenido teórico a la vez que asequible.

Lo hemos publicado en castellano por su gran valor para activistas de aquí. Se han añadido nuevos apartados sobre el movimiento LGTBI+ en el Estado español; es más que evidente que los problemas y debates se parecen bastante entre diferentes países.

Marx21.net

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Pride, política y protesta

Introducción

La historia de las luchas y los movimientos socialistas es también una historia de lucha contra la opresión. La creación de una sociedad socialista también debe implicar la creación de las condiciones para poner fin a la opresión, incluida la opresión de las personas lesbianas, gays, transgénero, bisexuales, intersex… (LGTBI+). Para construir un mundo socialista, bajo el control de la gente de la clase trabajadora, desde abajo, hay que ganar a la mayoría de la gente a una visión de un nuevo tipo de sociedad. Una sociedad donde el racismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia sean reconocidos como las ideas crueles, perniciosas y divisivas que son.

Esta no es una tarea fácil. Mucha gente se debate entre las esperanzas en un mundo mejor y la sensación de que los ricos y poderosos que dirigen el sistema capitalista son demasiado fuertes para que podamos deshacernos de ellos. Pero una mirada a la historia muestra que las revoluciones pueden ser victoriosas y que la gente común puede derrocar incluso a los regímenes y dictadores más crueles. Aunque la lucha de clases fluye y refluye, los movimientos revolucionarios surgen una y otra vez cuando la mayoría de las personas sienten que no pueden seguir viviendo y sufriendo de la misma manera. Y, cuando la gente se une contra un enemigo común en esas luchas, puede empezar a romper con las ideas intolerantes que la clase dominante utiliza para dividirnos.

En la última década hemos visto levantamientos, revueltas y movimientos sociales de masas por todo el mundo. En 2020, el movimiento Black Lives Matter explotó en todo el mundo a raíz del asesinato policial de George Floyd en Minneapolis, y puso en el centro del escenario el desafiante racismo institucional. En Estados Unidos el movimiento involucró a 26 millones de personas, lo que lo convierte en el mayor movimiento social en la historia del país.

Hubo un gran movimiento por el derecho al aborto en las calles de Polonia y huelgas de trabajadores y trabajadoras contra la dictadura en la vecina Bielorrusia. En los últimos años, la gente se levantó en Líbano, Nigeria, Chile, Hong Kong, Ecuador, Sudán y en el movimiento de los Chalecos Amarillos y las huelgas masivas en Francia. Y también hemos visto las huelgas climáticas del alumnado de escuelas, el movimiento #MeToo y las protestas masivas contra Donald Trump.

Cada huelga, revuelta y movimiento social plantea preguntas clave. ¿Quién manda? ¿Cómo pueden las personas que se resisten a los ataques del sistema conseguir sus demandas inmediatas y, más fundamentalmente, lograr su liberación? Las personas LGTBI+ también tenemos serias preguntas sobre cómo ganar la liberación que anhelamos, frente a la alienación y la opresión a las que nos enfrentamos. Este folleto busca ofrecer respuestas a estas preguntas cruciales.

En las páginas siguientes ofrecemos una explicación marxista de las raíces de la homofobia y la transfobia, por qué necesitamos construir una oposición unitaria a los ataques contra las personas LGTBI+ y cómo podemos luchar por una liberación genuina.

¿Están seguros los derechos LGTBI+?

Las campañas, protestas y los grupos de presión de las personas LGTBI+ y sus simpatizantes han logrado sin lugar a dudas pasos importantes hacia la igualdad de derechos en muchos países desde la década de 1960.

En Gran Bretaña la homosexualidad masculina no solo fue ilegal hasta 1967, sino que se consideró una “enfermedad mental” hasta 1993. Ser transgénero figuraba como “Trastorno de identidad de género” en el Diagnostic and Statistical Manual (DSM), una publicación psiquiátrica utilizada por la industria de la salud. Esto solo cambió con su edición actual, DSM 5 publicada en 2012, cuando pasó a llamarse Disforia de género. Pero desde el cambio de milenio, hemos visto importantes pasos hacia la igualdad legal en Gran Bretaña. El derecho a las uniones civiles se aprobó en 2005, seguido por la Ley de matrimonio (parejas del mismo sexo) en 2013. Por primera vez, las personas transgénero obtuvieron algunos derechos legales con la aprobación de la Ley de reconocimiento de género de 2004. La Ley de igualdad de 2010 también fue enormemente importante para las personas LGTBI+, sobre todo porque insiste en la paridad de protección legal para las nueve categorías oprimidas que cubre.

Las encuestas británicas de actitud social muestran que las personas en general, y especialmente los jóvenes, se han vuelto más amigables con el colectivo LGTBI+ desde la década de 1980. Muchas más personas, incluidos íconos deportivos y otras celebridades, se han sentido capaces de declararse homosexuales, trans o no binarios. Una cantidad significativa de anuncios de televisión, por ejemplo, han presentado relaciones homosexuales o incluso modelos trans. Y, por primera vez, el popular concurso televisivo de baile de salón, Strictly Come Dancing, incluyó a una pareja del mismo sexo en 2020. Las personas trans se han vuelto mucho más visibles en las últimas décadas, gracias a la disponibilidad casi universal de Internet y las redes sociales. Esto se ha reflejado en la cantidad de personas, especialmente jóvenes trans, que buscan derivación a clínicas de identidad de género.

Sin embargo, es importante recordar que estos avances no se los han regalado a las personas LGTBI+. Son el resultado de décadas de lucha de grupos de apoyo y defensa, de la izquierda y del movimiento sindical. Sin embargo, con estos avances, algunos podrían preguntarse: ¿Cuál es el problema? ¿No es cierto que las personas LGTBI+ tienen los mismos derechos? ¿Seguramente la sociedad ahora es más tolerante y acepta a las personas LGTBI+ que pueden, más o menos, vivir sus vidas abiertamente? Lamentablemente, la situación es mucho más contradictoria que todo esto.

Una nota sobre terminología

Es posible que muchas personas no estén familiarizadas con la terminología relacionada con la orientación sexual y la identidad de género. La terminología, como el lenguaje en general, evoluciona continuamente.

Surgen nuevos términos y otros cambian su significado. Por ejemplo, el término heteronormativo ahora se usa mucho más comúnmente para describir una sociedad donde las suposiciones y expectativas heterosexuales están integradas en su propia estructura.

El uso de gay para describir a las personas homosexuales ha existido desde finales de la década de 1960. Y fue adoptado como el término que denota apertura y orgullo por la propia sexualidad y desafío frente a la homofobia.

Las personas pueden usar diferentes términos para describir su sexualidad o su identidad de género. Estos incluyen pansexual, asexual, poliamoroso, fluido de género, agender, aromántico, demisexual, bisexual, bicurioso.

La gente ha utilizado cada vez más el término no binario en los últimos años, refiriéndose a personas que no se identifican con ninguno de los elementos del género binario. Cada vez más, las personas también especificarán con qué pronombres prefieren que se les dirijan.

Otro ejemplo de cambio es el término general transgénero o trans para describir a todas las personas que pueden ser variantes de género de alguna manera. Algunos sienten que trans* —con asterisco— incluye más una variedad de identidades y expresiones de género.

Por el contrario, cisgénero o cis se ha utilizado para referirse a personas cuya identidad de género es consistente con su género de nacimiento asignado. Cis se ve como lo opuesto a trans. Sin embargo, es posible que algunas personas LGTBI+ no quieran describirse a sí mismas en términos binarios: gay/heterosexual, trans/cis, por ejemplo. En su lugar, podrían describirse a sí mismos como queer o genderqueer. Otros desconfían de usar el término “queer” debido a su uso tradicional por homófobos e intolerantes (es más o menos el equivalente en inglés de “marica”), y porque sienten que no cambiamos el pensamiento y las ideas cambiando las palabras.

La mayoría de los sindicatos británicos no incluyen queer en los nombres de sus secciones de igualdad. En este folleto, hemos utilizado principalmente el acrónimo LGTBI+ porque sigue siendo el término más común y aceptado en uso, particularmente en el movimiento sindical.

Hoy en día, la mayoría de los sindicatos británicos tienen políticas modelo de derechos en el trabajo sobre orientación sexual e identidad de género que brindarán todo tipo de orientación sobre terminología y cuestiones LGTBI+.

 

La opresión LGTBI+: sigue siendo un castigo

Los derechos que hemos ganado en algunos países se dan en un contexto de altos niveles continuados de homofobia y niveles crecientes de transfobia. Muchas encuestas revelan que en Gran Bretaña las personas LGTBI+ aún se enfrentan a la discriminación institucional en el empleo, la atención médica y el acceso a los servicios, así como a un aumento en los delitos de odio, el acoso y el abuso denunciados.

La situación de las personas LGTBI+ en otros países es mucho peor. Hay 51 países donde una condena por homosexualidad puede conllevar una pena de prisión de un año a cadena perpetua. Algunos han aprobado recientemente leyes más restrictivas, aunque otros las han relajado. En muchos países es casi imposible ser gay o trans sin arriesgar la vida o la libertad. Incluso en aquellos países donde estar fuera del armario puede ser semi-tolerado, las personas LGTBI+ están marginadas económica y socialmente, así como tienen un riesgo mucho mayor de sufrir depresiones, autolesiones, VIH/SIDA, ser víctimas de delitos de odio y suicidio.

Si bien en Gran Bretaña no hay un despojo a gran escala de los derechos legales, eso no significa que las personas LGTBI+ no sean un objetivo. Por ejemplo, el gobierno conservador de Boris Johnson recortó fondos vitales para los programas de concienciación LGTBI+ en las escuelas en el otoño de 2020. Otras encuestas recientes, incluidas las realizadas por Stonewall, la federación sindical TUC y la encuestadora Gallop, han demostrado cómo el acoso homofóbico y transfóbico abunda en escuelas, universidades y lugares de trabajo.

Todo esto se produce en un contexto de ataques a personas LGTBI+. El tiroteo en el club nocturno gay Pulse en Orlando, EEUU, en 2016 supuso un shock en todo el mundo. El tirador mató a 49 personas e hirió a otras 53. Fue el incidente más mortífero en la historia de la violencia anti-LGTBI+ en Estados Unidos y en ese momento fue el tiroteo más mortífero en la historia del país.

Una encuesta realizada por Gallop en 2019 mostró que los delitos de odio LGTBI+ registrados se habían duplicado en los tres años anteriores. En Londres, los crímenes de odio homofóbicos aumentaron de 1.488 en 2014 a 2.308 en 2018. Uno de los incidentes más destacados dejó a dos mujeres LGTBI+, Chris y Melania, ensangrentadas después de un ataque en un autobús nocturno en la capital en 2019. Les robaron y fueron atacadas físicamente después de negarse a besarse.

Mientras tanto, la pandemia de la Covid-19 ha exacerbado las desigualdades en la sociedad. Más de 100.000 personas habían muerto a causa del virus en Gran Bretaña en el momento de redactar este folleto en enero de 2021; muchas de estas muertes eran totalmente evitables. Además de las muertes, el confinamiento y la pérdida de puestos de trabajo han tenido un impacto desproporcionado en las personas negras y asiáticas y otros grupos oprimidos, incluidas las personas LGTBI+. El coronavirus también ha profundizado la crisis capitalista. A medida que la situación empeora, el nivel de vida de la clase trabajadora ha sufrido enormes ataques.

La polarización política se ha desatado. Los grupos de extrema derecha, así como los partidos dominantes, se han vuelto cada vez más contra los oprimidos para dividir la resistencia y apuntalar el sistema.

En particular, las personas musulmanas, las personas migradas/refugiadas y las personas trans constituyen objetivos útiles para que la derecha promueva políticas hostiles. La derecha también ha tratado de avivar los problemas de la “guerra cultural”, como los derechos trans o el aborto, que les permiten disimular las diferencias de clase. Han atacado los estudios académicos de género, el #MeToo y las campañas a favor del derecho a decidir sobre el aborto. Y han tratado de promover afirmaciones de que las personas de izquierdas están promoviendo una mítica “ideología de género” para “subvertir la naturaleza humana” y que el Black Lives Matter es un movimiento “marxista” que busca destruir la civilización.

Aumento de la transfobia

La situación en Gran Bretaña ha sido especialmente grave para las personas trans. La mitad de las personas trans en Gran Bretaña se sentían menos capaces de salir a la calle como resultado de los ataques físicos, sexuales y verbales a los que son sometidos, según una encuesta en noviembre de 2020. Y dos tercios dijeron que no podían usar los baños públicos por temor a ser atacadas. Las personas trans y no binarias se vieron particularmente afectadas por la pandemia.

Muchos grupos de apoyo tenían dificultades para ofrecer los mismos niveles de ayuda en línea que los que habían ofrecido antes cara a cara. Las personas trans que buscaban derivaciones a clínicas de identidad de género vieron como sus citas, que ya llevaban en lista de espera dos años o más, fueron canceladas o demoradas aún más.

Los confinamientos a menudo comportaban tener que seguir viviendo en circunstancias muy difíciles, incluso con miembros de la familia u otras personas que podían ser hostiles y transfóbicas.

Se formaron varios grupos transfóbicos tras 2016 a raíz de las propuestas gubernamentales, ahora archivadas, para revisar la Ley de Reconocimiento de Género (GRA por sus siglas en inglés). Afirmaron falsamente que mejorar los derechos trans socavaría los derechos de las mujeres.

Según la Ley de 2004, las personas trans deben someterse a un diagnóstico médico, esperar al menos dos años para cambiar legalmente su género y pagar una tarifa de 165 euros. La autoidentificación permitiría a las personas trans cambiar su género legal después de afirmarlo de manera oficial. Muchos de los que se oponen a la reforma GRA se basan en la mentira transfóbica de que las mujeres trans son hombres que quieren invadir los espacios de las mujeres.

Este tipo de voces transfóbicas y “transcríticas” en los medios de comunicación han contribuido a incrementar el acoso y el abuso hacia las personas trans y no binarias. Y también han montado campañas de propaganda para bloquear las mejoras en los derechos trans y revertir los derechos ya existentes.

A fines de 2020, una sentencia del Tribunal Superior restringió severamente el acceso muy necesario a los medicamentos bloqueadores de la pubertad (PB) para las personas trans y no binarias menores de 18 años. Este tratamiento, que es reversible, pone en suspenso los cambios físicos de la pubertad que son en gran parte irreversibles y, a veces angustiantes, como el desarrollo de los senos o el crecimiento de la barba. El caso del Tribunal Superior fue presentado conjuntamente por alguien que se retiró de la transición y una madre preocupada porque su hijo, que ni siquiera había sido remitido a una clínica, pudiera acceder a los PB. Fueron respaldados por varios grupos transfóbicos. Los jueces tomaron pruebas de Transgender Trend, un grupo transfóbico, pero no de grupos pro-trans como la organización benéfica para niños y niñas trans, Mermaids.

Esta sentencia judicial también, potencialmente, abrió la puerta a ataques de fanáticos de la derecha contra el acceso legal de los jóvenes a la anticoncepción, al aborto y a otros procedimientos médicos sin la aprobación de los padres.

Más de una década de austeridad

Tan pronto como los conservadores ganaron las elecciones generales de 2019, anunciaron que “la austeridad se había terminado”. Estas afirmaciones desaparecieron una vez que golpeó la crisis del coronavirus.

Millones de personas de la clase trabajadora, y las mujeres en particular, ya habían soportado la peor parte de la austeridad en los años que siguieron al colapso mundial de 2007-08. Estos años fueron devastadores para las personas LGTBI+.

Los trabajadores y las trabajadoras tanto del sector público como del privado sufrieron amplios recortes salariales, con un promedio de hasta un 30 por ciento. Los salarios reales se mantienen por debajo de los niveles de 2008 para un gran número de personas de la clase trabajadora. Y, nunca dispuestos a desperdiciar la oportunidad ofrecida por una buena crisis, los conservadores utilizaron la crisis del coronavirus para verter miles de millones de libras en los bolsillos de sus amigos.

Lo hicieron en lugar de financiar adecuadamente la salud pública y un sistema de prueba, rastreo y aislamiento administrado públicamente. Muchos miles de personas han muerto desde marzo de 2020. Todo esto ha tenido un impacto muy grave en la vida y el bienestar de las personas LGTBI+.

Las tasas de falta de vivienda, desempleo, pobreza, angustia mental y suicidio son más altas entre las personas LGTBI+ que entre el resto de la población. Desde 2010, cuando los conservadores llegaron al poder, la indigencia ha aumentado en un 165 por ciento según cifras oficiales.

Aumentó un 22 por ciento solo el año pasado, según la Oficina de Estadísticas Nacionales. El Albert Kennedy Trust ha estimado que el 24 por ciento de los y las jóvenes sin hogar son LGTBI+.

Se ha recortado drásticamente la financiación a los ayuntamientos, lo que ha provocado cierres de servicios, despidos y enormes recortes en lo que los grupos de apoyo pueden ofrecer. Los recortes al subsidio de vida por discapacidad durante diez años de austeridad hicieron que la vida independiente fuera casi imposible para muchas personas LGTBI+ con discapacidad.

En 2018, la central sindical TUC informó que los servicios de salud mental estaban al límite debido a los recortes. Alrededor del 31 por ciento de las personas LGTBI+ informaron tener pensamientos suicidas, mucho más que la población general. Se descubrió que las personas trans tienen un riesgo particular de suicidio, y el 46 por ciento pensó en suicidarse a lo largo del último año.

Mientras tanto, un informe de la ONU estimó que hasta el 75 por ciento de las mujeres bisexuales habían sido violadas o agredidas sexualmente.

Estas mujeres son especialmente vulnerables, ya que es más probable que necesiten refugios a los que se les han recortado los fondos en 8 millones de euros (al menos un tercio) desde 2010. Como resultado, los refugios han rechazado decenas de miles de derivaciones debido a la falta de espacio o a los recortes de financiación.

Raíces de la opresión LGTBI+

Para luchar por la liberación LGTBI+, necesitamos armarnos con una comprensión teórica sobre por qué existe la opresión. Mucha gente piensa —comprensiblemente— que la opresión, ya sea la homofobia, el sexismo o el racismo, es una parte natural de la naturaleza humana y de la sociedad. Otras personas ven la discriminación arraigada en ideas atrasadas o quizás en la religión. Pero el marxismo mantiene que la opresión LGTBI+ tiene sus raíces en el capitalismo. Hay una gran cantidad de evidencia histórica y antropológica que muestra que la opresión no siempre ha existido, y que sí lo han hecho las diferentes formas de orientación sexual e identidad de género.

La principal institución que ha moldeado y controlado nuestra sexualidad es la familia. En la sociedad de clases, la familia es la forma en que se cría la próxima generación que está determinada por la forma en que se organiza la producción. En la sociedad griega y la romana antigua, por ejemplo, la producción se basaba en una economía esclavista y la unidad familiar no era tan importante. Había una mayor separación entre sexo y procreación y el sexo entre hombres y entre mujeres se aceptaba en gran medida como normal.

Sin embargo, durante la Edad Media la producción “feudal” se basaba en la familia. Esto comportó que la idea del sexo para la procreación se volviera más importante. La clase dominante feudal utilizó el cristianismo para justificar sus ideas sobre la moral sexual y la iglesia asumió un papel más destacado dentro de los matrimonios.

Se desarrollaron todo un conjunto de reglas para las parejas casadas, hasta reglas sobre cuáles posiciones sexuales eran aceptables. Si bien estas ideas enfatizaron el sexo para la procreación, no hubo una opresión sistemática LGTBI+ o incluso un concepto como “homosexualidad” o una “persona homosexual”. Esto cambió con el surgimiento del capitalismo.

Se crea la “homosexualidad”

El capitalismo desechó muchas de las viejas ideas religiosas, pero también adaptó y reformuló algunas de ellas para sus propios fines. El historiador gay John D’Emilio explicó en 1992: “Por un lado, el capitalismo debilita continuamente la base material de la vida familiar, lo que hace posible que las personas vivan fuera de la familia y que se desarrollen identidades lesbianas y gays. Por otro lado, necesita empujar a hombres y mujeres a formar familias, al menos el tiempo suficiente para reproducir a la próxima generación de trabajadores y trabajadoras.”

“La elevación de la familia a la preeminencia ideológica garantiza que una sociedad capitalista reproducirá no solo criaturas, sino heterosexismo y homofobia. En el sentido más profundo, el capitalismo es el problema.”

El sistema fabril del capitalismo primitivo tuvo profundos efectos en la sociedad. En su estudio clásico, La condición de la clase trabajadora en Inglaterra, de 1845, Friedrich Engels describió cómo el capitalismo industrial, con la migración masiva hacia las ciudades, la pobreza extrema y las privaciones, estaba destruyendo a la familia de clase trabajadora.

El creciente sistema capitalista y la urbanización estaban creando las condiciones para el surgimiento de relaciones sexuales e identidades de género más libres y variadas entre la gente de la clase trabajadora. Al mismo tiempo, estaba socavando el papel de la familia en la reproducción de la próxima generación de trabajadores y trabajadoras.

La potencial destrucción de la familia de clase trabajadora en el capitalismo temprano horrorizó a mucha gente de la clase dominante. Llevó a los reformadores de la burguesía, la clase capitalista, a buscar medios para asegurar su supervivencia para los intereses a largo plazo del capitalismo. Se introdujo la legislación para controlar el trabajo infantil y crear el “salario familiar”, con el objetivo de excluir a las mujeres de las ocupaciones industriales. Con ello se pretendía mantener la reproducción privatizada del trabajo mediante la promoción de la familia nuclear de la clase trabajadora, inspirada en la familia burguesa.

Tales cambios materiales y legislativos debían sustentarse en un impulso ideológico que enfatizara la fidelidad sexual, al menos para las mujeres, y una estricta regulación del comportamiento sexual. La homosexualidad y otras conductas sexuales “desviadas” y variantes de género se proscribieron cada vez más a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El juicio y el encarcelamiento de Oscar Wilde en 1895 marcaron un hito. Un resultado crucial de este proceso de proscripción fue la creación de la categoría “persona homosexual”. La homosexualidad se convirtió en una identidad, un tipo de persona, más que un tipo de actividad.

Esta identificación emergente de una “persona homosexual” alrededor del inicio del siglo XX condujo a una creciente resistencia ante la represión de los homosexuales. En particular, comenzó a fusionarse en torno a los primeros activistas socialistas como Havelock Ellis y Edward Carpenter en Gran Bretaña y Magnus Hirschfeld en Alemania.

La familia ha cambiado… pero permanece

Los cambios dentro del capitalismo a mediados del siglo XX llevaron a la clase dominante a hacer concesiones ante las demandas de una “reforma respecto a la homosexualidad”. La década de 1950 fue un período de represión sexual. Pero estuvo precedida por una creciente libertad durante la Segunda Guerra Mundial. Esto había debilitado las rígidas estructuras de la familia nuclear. Los hombres se unieron al ejército y muchas mujeres ingresaron en la fuerza laboral, ya que no tenían que cuidar a sus hijos evacuados. Una Encuesta de Observación Masiva en el Cuerpo Médico del Ejército Real Británico mostró que la actividad sexual entre soldados varones se estaba llevando a cabo abiertamente, y un observador señaló que algunos ya estaban “bien versados en estas artes”. Las mujeres reclutadas en el Ejército de la Tierra como mano de obra agrícola también tuvieron más oportunidades de explorar su sexualidad.

La derecha respondió con pánico moral. David R. Mace, del Marriage Guidance Council (Consejo de Orientación Matrimonial), resumió sus temores en la revista de derechas Spectator. “Nunca en la historia de la humanidad la vida familiar ha sufrido una desintegración en una escala proporcional a la que había presenciado en los últimos seis años”, se quejaba.

Los hombres homosexuales sufrieron una terrible represión y miles fueron expulsados ​​de sus puestos de trabajo. Sin embargo, aunque se suponía que el nuevo estado de bienestar fortalecería en parte a la familia, también alivió algunas de las cargas de las mujeres en el hogar y continuó con los cambios de la época de guerra. Y a medida que los arrestos se disparaban a más de 1.000 cada año, la posición oficial se hacía cada vez más insostenible. El gobierno conservador se vio obligado a establecer el Comité Wolfenden, con la intención de reforzar el statu quo.

Sin embargo, el comité se pronunció por la despenalización limitada de la homosexualidad, causando así una conmoción. Sus recomendaciones condujeron a la Ley de delitos sexuales de 1967, que despenalizó las relaciones sexuales entre hombres en privado.

Las figuras del poder establecido que aceptaron la reforma no querían la liberación sexual, y la ley en si misma era muy limitada y contradictoria. Había una conciencia creciente en los círculos establecidos de que el viejo conservadurismo sofocante no encajaba con el capitalismo británico moderno y que el sistema tuvo que adaptarse a los cambios traídos por las experiencias de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, las reformas limitadas estimularon movimientos mucho más radicales después de 1968, como el Frente de Liberación Gay (GLF).

A medida que disminuían los movimientos de masas surgidos a partir de 1968, la derecha atacó algunos de los logros conseguidos. Durante el apogeo del VIH y el sida en 1988, los conservadores incorporaron la Sección 28 de la Ley de Administración Local, que prohibía la “promoción” de la homosexualidad en las escuelas. Estos ataques fueron rechazados por una oposición generalizada. Y en 2013, otro ex primer ministro conservador, David Cameron, introdujo el matrimonio igualitario y lo presentó como la defensa de los “valores familiares”. Muestra cómo el capitalismo intenta continuamente reempaquetar los logros de la liberación sexual y reforzar la importancia de la familia nuclear.

La reproducción y el cuidado privatizados de la próxima generación de mano de obra, en la familia nuclear, sigue siendo vital para la clase capitalista. Es por esto que la familia nuclear sigue siendo hoy un poderoso bastión ideológico del sistema capitalista. Para lograr una liberación duradera, todavía necesitamos acabar con las raíces de la opresión, es decir, con el capitalismo.

La extrema derecha y las agresiones a nuestros derechos

Desde el brasileño Jair Bolsonaro hasta el húngaro Victor Orban, una serie de fuerzas de la extrema derecha y la derecha han ganado fuerza en todo el mundo a lo largo de la última década. Donde están en el poder, las personas LGTBI+ son un objetivo principal de su represión.

El 7 de agosto de 2020, la policía polaca realizó un arresto masivo de personas LGTBI+ en la capital, Varsovia. Cientos de personas se habían reunido en la ciudad para protestar contra el arresto de Margot Szutowicz, cofundadora del colectivo Stop Bzdurom (Stop Disparates). Szutowicz ya había sido arrestada y luego liberada en junio.

Su crimen supuestamente fue dañar el camión de un grupo de “valores familiares”, que estaba cubierto de propaganda que vinculaba la homosexualidad y la pedofilia. Un tribunal ordenó la detención de Szutowicz antes del juicio del 7 de agosto. Ese día, la policía arrestó a 48 personas, algunos manifestantes, otros transeúntes, en un evento denominado el “muro de piedra polaco”.

Este fue solo el último atropello de la campaña de Ley y Justicia contra las personas LGTBI+. El partido conservador católico gobierna Polonia desde 2015 y ha girado descaradament hacia la derecha, dando confianza a fuerzas aún más desagradables y más a su derecha. Se ha tratado de restringir aún más el derecho de las mujeres a decidir sobre el aborto, ha aumentado la retórica anti-LGTBI+ y recurre cada vez más al racismo para atacar a las personas solicitantes de asilo.

Los arrestos masivos se produjeron inmediatamente después de la reelección de Andzrej Duda como presidente polaco el mes anterior.

La campaña estuvo marcada por la intolerancia habitual, y la homofobia en particular.

También en la cercana Hungría, el primer ministro de extrema derecha, Viktor Orban, aprobó una ley en diciembre de 2020 que prohibía a las parejas del mismo sexo adoptar. La legislación define a la familia como “basada en el matrimonio y la relación entre padres e hijos”. “La madre es una mujer, el padre un hombre”, especifica. Y la constitución ahora dicta que la educación de la infancia debe estar “basada en nuestra cultura cristiana” y dice que “Hungría defiende el derecho de los niños y niñas a identificarse con su género de nacimiento.”

Es tentador pensar que la retórica de los gobiernos de Hungría o Polonia tiene sus raíces en ideas cristianas “atrasadas”. Pero las ideas religiosas en torno a la sexualidad, como todas las ideas, son producto de circunstancias materiales. Y, para luchar contra estas fuerzas de derechas, también es importante comprender cómo sus ideas fluyen del sistema capitalista moderno y su dependencia de la familia nuclear.

La solidaridad internacional con las personas LGTBI+ en Polonia, Hungría y otros países con gobiernos de derechas es crucial. En Gran Bretaña, por ejemplo, las y los activistas realizaron movilizaciones de solidaridad con Polonia en varios pueblos y ciudades durante el verano de 2020. Es vital establecer vínculos y seguir construyendo solidaridad para las luchas de las y los demás.

 

¿Se debe todo a nuestros genes? El mito del esencialismo

Muchas personas LGTBI+ han tendido a adoptar una visión esencialista de la orientación sexual y la identidad de género, tratándolas de alguna manera como algo natural y “dado”. La sexualidad y la identidad de género todavía se presentan a menudo de esta manera excesivamente simplista.

Esta visión liberal sostiene que “nacemos de esta manera”. Está más allá del control de un individuo, por lo que la expresión de la sexualidad o la expresión de género debe permitirse sin persecución. Sin embargo, existen serios problemas con un enfoque esencialista.

En manos fascistas, por ejemplo, esta visión puede convertirse en la justificación para la esterilización y el exterminio. Los nazis utilizaron tanto la noción de que las y los niños y la sociedad necesitan protección de los gays y las lesbianas, como el argumento esencialista de que era parte de su naturaleza. Estas fueron las razones del arresto, encarcelamiento y asesinato de estos “subhumanos degenerados”.

Los puntos de vista esencialistas ignoran las circunstancias materiales cambiantes y consideran que las ideas de un período determinado siempre han sido “así”. Estos puntos de vista son más idealistas y ahistóricos que materialistas. Karl Marx argumentó que a medida que cambian las condiciones materiales, también lo harán las ideas predominantes en la sociedad.

La evidencia antropológica y arqueológica demuestra una considerable variación de género en el comportamiento y se han registrado relaciones sexuales no heterosexuales en muchas sociedades desde la prehistoria hasta el presente. La sociedad de clases, y en particular el capitalismo, no son las únicas sociedades en las que los seres humanos han vivido. La identidad de género, la sexualidad y las circunstancias materiales se moldean mutuamente. Eso significa que es posible que la autodescripción de las personas cambie y se desarrolle con el tiempo. Cambiamos y nos desarrollamos a lo largo de nuestras vidas porque nuestra sexualidad e identidad se expresan dentro de marcos materiales, históricos y culturales dados.

Sin embargo, las circunstancias materiales opresivas en las que nos vemos obligados a vivir bajo el capitalismo distorsionan y limitan inevitablemente la sexualidad, los roles de género y la identidad de todas las personas. Esto está impulsado por el dominio continuo de la ideología de la familia nuclear y un género binario que todo lo impregna.

En un mundo liberado donde la familia nuclear ya no fuera la socializadora de la próxima generación de trabajadores y trabajadoras, se harían posibles muchas expresiones de género, sexualidades y disposiciones diferentes para vivir juntos.

Es difícil decir exactamente cómo sería una sociedad socialista, pero que las personas LGTBI+ se vieran como algo fuera de la “norma” ciertamente no sería una característica. La nueva norma no tendría límites sobre la sexualidad y la expresión de género, porque la motivación económica de la opresión habría dejado de existir.

El género o el comportamiento sexual importarían tan poco como el color de tu cabello, y es posible que la noción de homosexualidad ni siquiera existiera, al igual que no existía en las sociedades anteriores a la clase y precapitalistas. Nos liberaríamos de los roles de género que actualmente nos restringen para expresarnos libremente como deseamos.

Nuestros deseos están moldeados por la sociedad en la que nacemos, pero la sexualidad no es binaria y tampoco lo es el género. Las etiquetas que usamos para nosotros mismos están impulsadas por las expectativas sociales y se espera que las cumplamos.

Y la liberación no viene de las etiquetas. El comportamiento liberado supondría el fin de las etiquetas. Por ejemplo, no habría una comprensión rígida de la masculinidad y la feminidad. Nos vestiríamos libremente sin límites. Los pequeños avances que luchamos por lograr dentro del capitalismo nunca podrán llegar tan lejos como lo que sería posible bajo el socialismo, porque ir en contra de la “norma” significa que la norma todavía existe.

Ésta no es la verdadera liberación. No basta con rechazar simplemente los ideales opresivos de la sociedad, tenemos que eliminarlos.

¿Por qué decimos que la clase trabajadora es la clave para la liberación?

La historia de la lucha por la liberación LGTBI+ muestra que en los puntos culminantes de la lucha de la clase trabajadora es donde se han visto los mayores avances para todos los grupos oprimidos. Eso se debe al poder único que tiene la clase trabajadora.

La clase es una relación social basada en su posición en relación con lo que Karl Marx llamó los “medios de producción”. Esto podría ser una fábrica con su maquinaria; los aviones, trenes o autobuses; o un centro de llamadas con sus teléfonos. Bajo el capitalismo, la clase dominante está formada por una minoría de capitalistas que poseen o controlan los medios de producción. La gran mayoría de la gente forma parte de la clase trabajadora, que tiene que vender su capacidad de trabajo para ganarse la vida. Una clase media —de propietarios de pequeñas empresas, profesionales autónomos y gerentes— se encuentra en el medio.

La explotación está en el centro de la relación entre capitalistas y trabajadores. Si bien los trabajadores y las trabajadoras crean nuevo valor, no recuperan con su salario el valor total de lo que producen. Esta brecha es lo que Marx llamó “plusvalía” y sienta las bases de las ganancias de los capitalistas.

Este hecho también otorga a la clase trabajadora un enorme poder potencial.

Si las y los trabajadores se niegan a trabajar, el sistema se paraliza y las ganancias dejan de fluir. Así que las y los socialistas no argumentamos que debemos orientarnos hacia la clase trabajadora porque sus ideas sean automáticamente progresistas, sino porque tiene el poder objetivo de destruir el sistema del que fluye nuestra opresión.

Pero, ¿qué pasa con esas personas LGTBI+ que se encuentran en la cima de la sociedad? Por supuesto, la opresión atraviesa la clase. Pero no todas las personas LGTBI+ experimentan la opresión de la misma manera. La adinerada personalidad de televisión y ex deportista trans, Caitlin Jenner, lleva una vida muy diferente a la de las mujeres trans de la clase trabajadora.

Jenner no solo puede permitirse la protección, también puede pagar la atención médica y los cosméticos a los que las mujeres de la clase trabajadora no tienen acceso. Las personas LGTBI+ de la clase dominante experimentan homofobia y transfobia y las aborrecen. Pero su posición de clase significa que se benefician del sistema que produce y perpetúa la opresión.

Las y los marxistas apoyan el derecho de cualquier grupo oprimido a organizarse conjuntamente para luchar contra su opresión. Pero la autoorganización plantea un problema crucial. Somos más débiles cuando estamos divididos, por lo que la clase dominante impulsa ideas opresivas para que sigamos luchando entre nosotros.

La forma de superar esto es mediante la construcción de la unidad de la clase trabajadora. Las y los revolucionarios tienen que ganarse a la clase trabajadora que no está oprimida, de esta o aquella manera en particular, para la lucha contra todas las formas de opresión.

El revolucionario ruso Vladimir Lenin argumentó que los y las socialistas tenían que ser “tribunos de los oprimidos”, no sólo secretarios de sindicatos.

Esto significa que no podemos simplemente luchar por cuestiones económicas, como los salarios bajos, sino emprender siempre la lucha contra la opresión.

La iniciativa Lesbianas y Gays Apoyan a los Mineros (LGSM) durante la huelga de mineros de 1984-85, como se describe en la película Pride, sigue siendo un ejemplo muy importante de lo que se puede lograr.

Los lugares de trabajo reúnen a hombres y mujeres; personas homosexuales, heterosexuales y transgénero; personas blancas y negras… en la experiencia común de la explotación. Enfrentarse a los jefes requiere una acción colectiva donde pueda florecer un debate genuino y sentar las bases para crear un mundo sin discriminación.

La unidad en la acción atraviesa las ideas alimentadas desde la cima de la sociedad de que debemos competir entre nosotros o que la causa de nuestros problemas es la persona negra o LGTBI+ que está a nuestro lado.

Las protestas, manifestaciones y huelgas aumentan nuestra confianza para vernos a nosotros mismos como agentes de cambio. A través de la lucha, la conciencia de la clase trabajadora se desarrolla y llega a ver su propio poder, pasando de ser una “clase en sí misma” a una “clase para sí misma”.

La lucha genera las condiciones para que los y las trabajadoras se vean a sí mismos como algo más que individuos atomizados y emprendan acciones colectivas. Y durante las revoluciones, esto puede suceder a gran escala. Como dijo Marx, son una oportunidad para que los y las trabajadoras se deshagan del “cieno histórico en que se hunden”.

En las calles: Orgullo y protesta

Las primeras manifestaciones del Orgullo Gay se llevaron a cabo en Nueva York, Los Ángeles y San Francisco el 28 de junio de 1970 para celebrar el primer aniversario de los disturbios de Stonewall. Esa noche de disturbios frente al Stonewall Inn, en Nueva York, fue una explosión de resistencia al acoso policial y marcó el nacimiento de un nuevo movimiento combativo. El Frente de Liberación Gay (GLF) se formó pocas semanas después de la rebelión.

Se describieron a sí mismos como revolucionarios, se solidarizaron con otras luchas de liberación y publicaron un programa radical. Desde entonces, los Orgullos se han celebrado anualmente en todo el mundo alrededor del mes de junio. Hoy, sin embargo, los Prides se han comercializado y han sido secuestrados cada vez más por las grandes empresas. Banderas, arcoíris, globos, bailes y desfiles han reemplazado a los carteles, los cánticos y las manifestaciones.

Los bloques sindicales son empujados al fondo de las manifestaciones o se les impide unirse por completo. Por supuesto, deberíamos celebrar nuestra sexualidad y el progreso que han logrado nuestras campañas. Pero esto puede fomentar una peligrosa complacencia cuando estamos muy lejos de la liberación. El capitalismo subordina todo a la maximización de las ganancias y busca mercantilizarlo todo, incluida la sexualidad. Las entradas para el Manchester Pride en 2021 costaron hasta 322 euros. Incluso el acceso al Gay Village costó 12 euros. La justificación fue que el “Manchester Pride es una organización benéfica”. Su sitio web afirmó: “Al comprar una entrada, está apoyando la campaña del Manchester Pride para una mayor igualdad LGTBQ+ en toda la región.”

Incluso hay un diagrama para ayudar a decidir qué entrada debe comprar y dónde se gastaría mejor su dinero. La realidad es que esto crea más desigualdad: muchas personas LGTBI+ de clase trabajadora no pueden pagar las entradas de alto precio ni ninguna entrada en absoluto. Esto significa que un gran número de personas LGTBI+ no puedan asistir al Orgullo, para celebrar o protestar. Los desfiles deberían ser abiertos a todo el mundo, pero algunos Prides como Brighton en 2019 limitaron los números. ¿Dónde está la igualdad o la inclusión que estos Orgullos afirman promover?

London Pride está patrocinado por la cadena de supermercados, Tesco, el banco Barclays y otras corporaciones. Las empresas destacan el arcoíris una o dos veces al año en sus productos. La cadena de restaurantes Nando’s ha repartido banderas gratis en Prides, pero con su logo impreso en el medio. Se trata de publicidad gratuita con la esperanza de atraer a los consumidores.

Se supone que cambiar un logotipo por una bandera del arcoíris es una señal de que estos gigantes comerciales son “amigables con las personas LGTBI+” y lideran el camino hacia la inclusión. Esto está lejos de ser una señal del progreso que hemos logrado en el camino hacia la liberación. Que las corporaciones celebren la “diversidad” es, en parte, una respuesta a los logros que hemos obtenido en las últimas décadas.

Pero también muestra cómo el capitalismo ha adoptado el lenguaje de la liberación y la diversidad, lo ha vuelto a empaquetar y lo ha convertido en una mercancía. Si bien el sistema aliena nuestra sexualidad, luego se nos dice que podemos cerrar la brecha y satisfacer nuestras necesidades simplemente comprando el último producto.

Sin embargo, las cosas no tienen por qué ser así. A medida que el movimiento Black Lives Matter explotó en el verano de 2020, esa radicalización alimentó otros movimientos. En Gran Bretaña, se organizaron eventos del Black Trans Lives Matter para crear conciencia sobre los crímenes de odio desproporcionados que sufren las personas trans negras.

Las marchas del Orgullo Trans que ahora tienen lugar en varios pueblos y ciudades en general son mucho más jóvenes e indignadas que los Orgullos LGTBI+ establecidos. La manifestación combativa del Trans+Pride en Londres, el mismo verano, demostró el poder que tales protestas podrían tener. Exigió “derechos trans ahora”, reforma de la Ley de Reconocimiento de Género y el fin de la violencia contra las personas transgénero. Los manifestantes corearon: “El orgullo es una protesta” y “Stonewall fue un disturbio”. El ambiente ruidoso y enfadado significaba que era una protesta política, una gran diferencia con otros eventos del Orgullo patrocinados por grandes empresas.

Esta combatividad muestra el potencial para reavivar la tradición radical provocada por Stonewall y el GLF. Reclamar el Orgullo como protesta significaría mostrar nuestras demandas y demostrar nuestra solidaridad con las personas LGTBI+ de todo el mundo. Mostraría la fuerza que tenemos cuando salimos a las calles y nos unimos.

¿Por qué entró en declive el movimiento de liberación gay?

La declaración fundacional de la GLF declaró con orgullo: “Somos un grupo de hombres y mujeres formado con la conciencia de que la liberación sexual completa no puede ocurrir hasta que las instituciones sociales existentes sean abolidas… Babilonia nos ha obligado a comprometernos con una cosa: la revolución.” El GLF no era un grupo de presión, sino un movimiento combativo que luchaba por el cambio. Muchos en la nueva generación rechazaron los roles de género tradicionales y señalaron al núcleo familiar como una fuente de opresión sexual. El enfoque no se dirigía a ganar la igualdad de derechos con las personas heterosexuales sobre el matrimonio o la familia.

Su nombre proviene del reconocimiento de los Frentes de Liberación Nacional de Argelia y Vietnam que lucharon contra la opresión imperial.

Muchos hicieron causa común con los otros movimientos contra la guerra y la opresión que habían surgido en 1968. Hablaron de la necesidad de una revolución y un cambio de sistema. Una organizadora del GLF, Martha Shelley, declaró que el movimiento estaba “marchando sobre sus ciudadelas de represión”. Aunque no había una visión definida de dónde estaban las ciudadelas de la represión, o qué significaba el cambio revolucionario para deshacerse de ellas.

Si bien los movimientos ganaron cambios, las revueltas más amplias de 1968 no lograron abrirse paso y el sistema recuperó la iniciativa. Desafortunadamente, en Estados Unidos y otras partes del mundo, el auge de los movimientos de masas de 1968 no coincidió con un auge de la lucha de la clase trabajadora. La clase trabajadora tiene una posición única dentro de la sociedad capitalista, como fuente de ganancias de los patrones, lo que significa que tiene el poder de cerrar el sistema.

Cuando los movimientos no se abren paso y entran en declive, las divisiones a menudo pasan al primer plano. Este fracaso condujo a la fragmentación y a un retroceso de la lucha por la liberación, para asumir la política de grupos de presión. En sus inicios, el GLF incluía a personas transgénero y sus aspiraciones. Sin embargo, muy rápidamente se les sintió como un impedimento para ganar influencia en el gobierno local y nacional. La división fue esencialmente entre los activistas LGTBI+ “seguros” y aquellos considerados poco realistas o demasiado radicales, con aspiraciones que los “gays seguros” consideraban inalcanzables. ¿Cómo y por qué ocurrió esta marginación?

Un ejemplo de estas divisiones fue el contraste entre los Orgullos de 1972 y 1973 en San Francisco. La primera manifestación del Orgullo en la ciudad, en 1972, celebró el disturbio de la cafetería Compton’s —en 1966— donde personas transgénero exigieron sus derechos y dio la bienvenida a las personas dragqueens. Pero terminó en enfrentamientos entre los organizadores y un grupo separatista de lesbianas. En 1973 había dos Orgullos, uno de los cuales prohibía la asistencia de personas transgénero y dragqueens.

La noción de “homonormatividad” —que el objetivo de las personas LGTBI+ debería ser la aceptación y el acomodo dentro de la sociedad capitalista— comenzó a dominar entre las y los activistas. La lucha por la liberación LGTBI+ y la transformación de la sociedad a la que aspiraban muchos de los primeros activistas se había convertido en un anatema. Los gays y las personas transgénero más radicales, como la activista transgénero estadounidense Sylvia Rivera, estaban siendo marginadas.

Llegó un auge de luchas de la clase trabajadora un poco más tarde, a principios de la década de 1970. Sin embargo, cuando el capitalismo volvió a entrar en una crisis de rentabilidad, la clase dominante pasó a la ofensiva y empezó a atacar el nivel de vida de la clase trabajadora. Fue un presagio del neoliberalismo adoptado con tanto entusiasmo por Margaret Thatcher y Ronald Reagan desde finales de la década de 1970.

Las direcciones de los partidos socialdemócratas como el Laborista —que buscan reformas dentro del capitalismo— y las direcciones sindicales coincidieron en que el capitalismo debía recuperarse de alguna manera. Estos dirigentes sindicales prefirieron hacer malos acuerdos con los patrones y mantener su papel de negociadores dentro del capitalismo que desafiar directamente los ataques.

En la década de 1970 se aceleró el abandono de la lucha de clases y la visión dominante entre la mayoría de los hombres gay y lesbianas se volvió reformista y asimilacionista, excluyendo a los elementos más radicales y socialistas. Hubo un proceso parecido entre las activistas del movimiento de mujeres, lo que llevó a la idea del separatismo radical. Y, en algunos casos, a un rechazo total a trabajar con hombres —y mujeres transgénero— acompañado por una negación de la participación en sindicatos dominados por hombres y en la lucha de clases.

Las estrategias reformistas y revolucionarias para la liberación LGTBI+ no son dos caminos separados que conduzcan al mismo objetivo. En realidad, el camino reformista —la creencia de que presionar, jugar el juego electoral y cambiar la ley son los únicos enfoques “realistas”— nunca podrá lograr la liberación.

Los retrocesos políticos e ideológicos de la década de 1970 también se expresaron en el posmodernismo, la teoría del patriarcado, las políticas de identidad y, más tarde, la Teoría Queer. Todo esto sirvió como justificación para dar pasos atrás. Estos han sido en el mejor de los casos indiferentes y en el peor de los casos hostiles al marxismo y a la participación activa en la lucha de clases. Esto fue una tragedia, dados los fuertes vínculos que habían existido a fines del siglo XIX y principios del XX entre las organizaciones e individuos socialistas y los primeros movimientos por los derechos de los y las homosexuales. Los y las activistas de hoy necesitan redescubrir estos primeros vínculos.

Revolucionarios: tribunas del pueblo

La clase trabajadora tiene la llave del futuro porque genera toda la riqueza de la sociedad. La liberación de la humanidad depende de que la clase trabajadora internacional recupere esa riqueza y dirija la sociedad de abajo hacia arriba para satisfacer las necesidades sociales.

La Revolución de Rusia de 1917 fue un breve vistazo, cuando los consejos de trabajadores (soviets) tomaron el poder estatal y comenzaron a dirigir la sociedad sin necesidad de la vieja clase dominante. Dio grandes pasos hacia la liberación de los grupos oprimidos.

La oposición a la opresión fue fundamental para la política del revolucionario ruso Vladimir Lenin y el partido bolchevique. En 1905 Lenin escribió que “Las revoluciones son la fiesta de los oprimidos y explotados. Nunca la masa del pueblo es capaz de obrar como creador tan activo de nuevos regímenes sociales, como durante la revolución.”

Los bolcheviques argumentaron que, para ganar la unidad dentro de la clase trabajadora y convencer a los oprimidos de que jueguen un papel activo en la lucha por el socialismo, las y los revolucionarios deben ser “tribunos de las y los oprimidos”. Eso significa oponerse sin concesiones a todas las formas de opresión e ideas intolerantes, sea quien sea el objetivo.

Las formas de opresión pueden variar histórica y culturalmente, pero su impacto siempre apunta a reforzar la ideología de la clase dominante y la división de la clase trabajadora.

Los bolcheviques se oponían activamente al antisemitismo y a la opresión de las mujeres. Apoyaron la libertad de comportamiento sexual, el aborto y el divorcio, así como el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas.

El nuevo gobierno revolucionario aprobó una serie de medidas que legalizaban el divorcio, consagran los derechos de las mujeres y la autodeterminación nacional, proscribieron el antisemitismo y despenalizaron la homosexualidad. Tales medidas no tenían precedentes en ningún lugar del mundo en ese momento.

Sin embargo, el nuevo régimen obrero quedó aislado internacionalmente y la clase obrera rusa fue aplastada mediante una sangrienta Guerra Civil. Esto socavó los consejos de trabajadores y las bases del socialismo.

Mientras tanto, el partido bolchevique mantuvo el control de una vasta burocracia, que inicialmente trató de salvar los logros de la Revolución de Octubre. Pero en la década de 1930, esta burocracia —con Joseph Stalin a la cabeza— se convirtió en una nueva clase dominante. La Unión Soviética se convirtió en un país con “capitalismo de Estado”, que explotaba a las y los trabajadores y competía con otros Estados capitalistas.

La contrarrevolución de Stalin acabó con los logros de la Revolución de Octubre cuando la burocracia subordinó la sociedad a la acumulación de ganancias. La homosexualidad se volvió a criminalizar en 1933, el aborto se criminalizó en 1936 y las mujeres recibieron medallas por su maternidad.

 

La retirada de clase social

Muchas personas que apoyan la lucha contra la opresión LGTBI+ comparten una visión política del mundo basada en alguna forma de teoría de identidad en lugar de las explicaciones marxistas basadas en la clase social. En lugar de entender la historia y la sociedad a través de “grandes relatos” como la clase y la lucha de clases, se centran en las características y las diferencias individuales. Los teóricos posmodernos como Jacques Derrida, Jean-Michel Lyotard y Michel Foucault en los años 70 y 80 proporcionaron la justificación ideológica para la retirada del análisis de clase. Estos “post estructuralistas” rechazaron el marxismo y argumentaron que el poder en las sociedades modernas “post industriales” no estaba ordenado según la posición de clase, sino que era difuso y disperso. La realidad no era objetiva, sino subjetiva, y el poder era múltiple y fragmentado, en lugar de estar arraigado en la posición de clase.

Se hizo que se dejase de pensar en la lucha en términos de una lucha colectiva de clases y pasó a ser algo individualizado y basado en la resistencia a opresiones particulares. La lucha se limitó con frecuencia a actos de resistencia y subversión en torno a la propia identidad o a desafiar los “privilegios” propios o ajenos.

La idea de que las características identitarias de una persona oprimida suplantan las divisiones de clase y deben ser combatidas independientemente de las “identidades” de otras personas, ha tenido un impacto corrosivo en el potencial de la lucha conjunta. Esto va en contra de la idea de que la liberación solo puede lograrse colectivamente mediante la lucha de clases.

Esto es tan cierto para la opresión LGTBI+ como para otras formas de opresión bajo el capitalismo. Una serie de enfoques basados en la teoría de la identidad, como la Teoría Queer y la teoría de los privilegios, han surgido en las últimas cuatro décadas y dan voz a estas retiradas de la visión de clase.

Teorías de la identidad

La teoría y la política queer, derivadas de los escritos de Michel Foucault y, posteriormente, de Judith Butler, surgieron como un enfoque bastante contradictorio a partir de la década de 1970. Se hicieron populares, particularmente en el mundo académico, en la década de 1980.

Por un lado, rechaza el auge del cómodo individualismo de una minoría de personas LGTBI+ relativamente adineradas, el predominio de las empresas rosas y la noción del “gay seguro”, o “integrado”. Por otro lado, mantiene el abandono de la política de clase social y del marxismo que acabamos de describir.

En algunos aspectos, los y las socialistas y las personas que defienden la teoría queer compartimos el mismo punto de partida. Rechazamos la despolitización y la comercialización del movimiento gay, hacemos hincapié en el modo en que la sociedad configura nuestra experiencia del sexo y el género, y reclamamos una vuelta al activismo, la protesta y el radicalismo.

La teoría queer sostiene que tratar de “hacer queer” los enfoques convencionales de cualquier campo de estudio —no solo los de la sexualidad o del género— aporta una cualidad subversiva que puede desafiar las relaciones de poder imperantes.

Sin embargo, en el fondo la teoría queer representa una ruptura con el marxismo. Sobre todo, rechaza la idea de que la clase trabajadora sea el agente del cambio revolucionario. Ese rechazo es fatal para cualquier idea de que la teoría queer pueda constituir una auténtica teoría de la liberación para las personas LGTBI+.

La interseccionalidad

La afirmación básica de la interseccionalidad radica en que las personas oprimidas pueden tener múltiples vías de opresión que se cruzan, como el género, la etnia, la clase, la sexualidad, etc. Y que la experiencia de las personas marginadas debe entenderse como basada en múltiples identidades que contribuyen a su desigualdad social sistemática.

En esencia, la “experiencia interseccional” de una persona será mayor que la suma de las partes, es decir, las formas específicas de opresión que experimenta. Al igual que la teoría queer, la interseccionalidad tiene aspectos contradictorios. Su reconocimiento de que las personas pueden experimentar múltiples opresiones, y su exploración de cómo éstas pueden impactar entre sí, puede ser valioso para contrarrestar la desafortunada realidad de que no existe una solidaridad inmediata entre los grupos oprimidos. Las mujeres pueden ser racistas, las personas LGTBI+ pueden ser islamófobas, las personas negras pueden ser machistas… Y la manera en que las mujeres negras experimentan el machismo estará influida por el racismo y será diferente a la manera en que lo experimentan las mujeres blancas. Muchos de los activistas más jóvenes de hoy, que ven fácilmente los vínculos entre una forma de opresión y otra, pueden describirse a sí mismos como interseccionales en este sentido “amplio”. Este es un punto de partida positivo para organizarnos colectivamente.

Los aspectos negativos se derivan de la aceptación de la teoría de la interseccionalidad como explicación de las raíces de la opresión. Los socialistas sostienen que la interseccionalidad no hace más que nombrar la realidad de que muchas personas oprimidas lo están por múltiples vías. Sobre cómo resistirse a esto, el planteamiento no aporta mucho más que decir que debemos buscar una mayor autoconciencia para “aumentar la autovaloración” y lograr “una autodefinición estable”.

La teoría de privilegios

La teoría de privilegios, que surgió a finales de los años 80, tiene raíces similares. Sostiene que el hecho de que una persona sea blanca, heterosexual, cisgénero u hombre conlleva una serie de ventajas de poder de las que la persona suele no ser consciente.

Las personas que tienen uno u otro privilegio de este tipo deben trabajar para tomar conciencia de sí mismas: “revisar sus privilegios”. O bien necesitan que se les señale su privilegio para que puedan tomar conciencia de sí mismas y utilizar esta autoconciencia para combatir la desigualdad en las relaciones de poder. Por supuesto, las personas que no sufren una determinada opresión deben ser conscientes de sus efectos sobre las que sí la sufren, para poder combatirla mejor. Hay que pedir cuentas a quienes refuerzan la opresión y a la minoría rica que sí se beneficia del sistema que la promueve. Pero no es un privilegio que una persona cisgénero o heterosexual no sea atacada por ser trans o gay. Por el contrario, debería ser un derecho, como el de cualquier otra persona, que una persona cisgénero o gay no sea objeto de esa violencia y discriminación.

La teoría de privilegios puede llevar a conclusiones muy pesimistas y poco útiles. Por ejemplo, no es útil ni progresista insistir en que lo máximo que pueden hacer las personas cisgénero o heterosexuales, partidarias de los derechos LGTBI+, es ser meramente “aliadas” de las personas LGTBI+.

Esto, en la práctica, niega que la lucha contra la homofobia o la transfobia sea realmente de interés para las personas de a pie heterosexuales y cisgénero. Los y las marxistas sostenemos que las personas cisgénero y heterosexuales que luchan junto con las personas LGTBI+, contra la homofobia o la transfobia, ayudarán a la liberación de toda la clase trabajadora, independientemente de sus opresiones particulares.

Alemania nazi: una advertencia de la historia

Ninguna persona LGTBI+ puede darse el lujo de ser complaciente con los derechos que se han ganado hasta ahora. Por el contrario, la historia nos dice que lo que se puede ganar en un momento puede ser barrido en otro. El ejemplo más gráfico es Alemania.

La migración masiva de trabajadores a las ciudades alemanas desde el campo en el siglo XIX había llevado al surgimiento de una subcultura gay centrada en clubes y bares. Solo en Berlín en 1914 había alrededor de 40 bares gay. En la década de 1920 había alrededor de 100.

A principios del siglo XX, el Partido Socialdemócrata Alemán era una organización de masas de la clase trabajadora.

Incluía a Magnus Hirschfeld, un médico y fundador de la primera organización de derechos homosexuales en el mundo, que tenía como objetivo revocar el párrafo 175 aprobado en 1871, claramente anti-homosexual. El punto de vista de Hirschfeld sobre la homosexualidad, de que los gays y las lesbianas eran una especie de “tercer sexo”, era típico en la época. Pero fue poco progresista y resultó ser un regalo ideológico para los nazis brutalmente homofóbicos.

Eduard Bernstein, miembro destacado del Partido Socialdemócrata Alemán, argumentó que los partidos socialistas deberían tratar la homosexualidad y tomarse en serio la política sexual. Otro miembro destacado, August Bebel, había planteado la reforma homosexual en el parlamento alemán en 1898.

La carnicería imperialista en la Primera Guerra Mundial y el ejemplo de la Revolución Rusa radicalizaron a millones de soldados y trabajadores alemanes y la Revolución Alemana estalló a fines de 1918. El Kaiser (rey) se vio obligado a huir y se estableció una república. El propio Hirschfeld y muchas organizaciones gays jugaron un papel activo en la revolución. Y más tarde fundó un Instituto de Ciencias Sexuales en Berlín. Su instituto llevó a cabo algunas de las primeras cirugías de afirmación sexual del mundo.

Pero la relativa tolerancia de las personas LGTBI+ durante la República de Weimar de la década de 1920 fue destrozada por la victoria del Partido Nazi en 1933. Llegó al poder sobre una izquierda dividida y una clase trabajadora que podría haberlo detenido.

Los nazis reforzaron el párrafo 175. Decenas de miles de personas LGTBI+ fueron arrestadas en las décadas de 1930 y 1940 y arrojadas a prisiones y campos de concentración.

Cuando los hombres homosexuales eran enviados a los campos de concentración, sus uniformes llevaban una “A” (la palabra alemana para “follador de culo”). Esto luego se cambió a un triángulo rosa. Decenas de miles fueron asesinados y el movimiento gay adoptó más tarde el triángulo rosa como símbolo de solidaridad y desafío.

El libro de Heinz Heger, The Men with the Pink Triangle (Gay Men’s Press, Londres, 1980), es una lectura obligada.

 

 

No queremos las migajas, ¡queremos todo el pastel!

No basta con una sociedad que solo “tolera” a las personas LGTBI+. Necesitamos la liberación, y no podemos tenerla bajo el capitalismo. El capitalismo es un sistema que solo ha existido durante una fracción de la historia de la humanidad.

El deseo de un mundo mejor y de una mejor forma de vida explica por qué tantas personas de todo el mundo protestan contra los gobiernos corruptos, o cuando se atacan sus derechos. La gente responde siempre que hay esperanza y posibilidad de resistencia. Las protestas a favor del aborto en Polonia a finales de 2020 también ayudaron a sacar a la calle la lucha por los derechos del colectivo LGTBI+. Las reformas son importantes y ganarlas aumenta nuestra confianza. La socialista revolucionaria polaca-alemana Rosa Luxemburgo decía, hace más de un siglo que las y los revolucionarios deben luchar especialmente por las reformas, porque es ahí donde las y los trabajadores se dan cuenta de su poder. Pero para conseguir un cambio y una liberación duraderos, tenemos que erradicar el sistema económico y político que perpetúa las diversas formas de opresión.

No basta con ganar derechos bajo el capitalismo. La sociedad de clases genera opresión y distorsiona la sexualidad. En el capitalismo nuestra sexualidad está alienada de nosotros y nosotras. Somos seres sociales, pero nuestras relaciones y la forma en que nos vemos a nosotros y nosotras mismas se han convertido en mercancías. Y se nos dice que todas nuestras necesidades pueden satisfacerse comprando las últimas novedades.

Aunque nadie está del todo seguro, se calcula que la “economía rosa” mundial tiene el enorme valor de 4,6 billones de dólares. Esto desempeña un importante papel en la promoción de un conjunto de ideas y valores muy limitados, orientados a que gastemos dinero. Este marco promueve una imagen de cómo el capitalismo quiere que seamos. El ideal heteronormativo de un hombre gay es un cuerpo musculoso e hipersexualizado, un éxito profesional y un alto poder adquisitivo. Esto diferencia entre los cuerpos y estilos de vida que se consideran deseables y los que no lo son. Y las personas LGTBI+ pueden casarse y tener hijos para ajustarse a los ideales de la familia tradicional de la sociedad. Cualquiera que se sitúe fuera de esta narrativa va en contra de las normas sociales que se han creado para nosotros y nosotras.

Siempre habrá intentos de revertir los avances que hemos conseguido. El gobierno conservador británico está impulsando medidas para que la clase trabajadora pague por la crisis del coronavirus. Las políticas conservadoras de austeridad y recortes golpean a las personas LGTBI+, como la financiación de programas contra el acoso escolar. Y han incumplido sus promesas de reformar la Ley de Reconocimiento de Género. Estamos luchando por los derechos dentro de un sistema que no tiene interés en concederlos… a menos que sea ventajoso para el buen funcionamiento de la obtención de beneficios. El capitalismo no solo gana dinero definiendo cómo deben ser las personas LGTBI+, sino que para la continua explotación de la clase trabajadora también se requiere de la opresión para seguir dividiéndonos. Conseguir mejores derechos dentro del sistema es importante —la igualdad legal y social, por ejemplo, el derecho de las personas a autoidentificarse, el derecho a la autonomía corporal—, pero deberíamos luchar por una liberación de verdad.

¿Cómo ganamos la liberación?

La liberación LGTBI+ solo puede lograrse convenciendo tanto a las personas LGTBI+ como a las personas heterosexuales, con palabras y hechos, de que nuestros intereses fundamentales radican en promover la lucha unitaria contra la homofobia, la bifobia, la transfobia y todas las opresiones, así como promover la resistencia contra nuestra explotación como trabajadores y trabajadoras.

Cuando Karl Marx escribió hace 150 años que el capitalismo crea sus propios sepultureros, se refería a la clase trabajadora. Se dio cuenta de que, como trabajadores y trabajadoras, si estamos lo suficientemente bien organizados y confiados, tenemos el poder de expulsar a la pequeña clase de capitalistas. Y al deshacernos del capitalismo, podríamos instituir un nuevo orden socialista que haría posible la liberación de la humanidad, en su conjunto, de la explotación y la opresión.

La crisis del coronavirus, la recesión económica del caos climático y las guerras interminables muestran cómo el capitalismo no está cumpliendo con millones de personas, y que los políticos institucionales no tienen respuestas. A medida que crece la crisis, la clase dominante tomará como chivo expiatorio a los grupos oprimidos como una forma de desviar la ira por su responsabilidad en haber creado el lío en primer lugar.

Sin embargo, también hemos visto inspiradores movimientos de masas y levantamientos para oponerse a la opresión y la crisis capitalista. Apoyar y fortalecer estos movimientos, y vincularlos al poder de los trabajadores, nos da la oportunidad de desarraigar todo el sistema capitalista y ganar la liberación.

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La lucha LGTBI+ en el Estado español

Xoán Vázquez

 

Los orígenes del movimiento

En 2005 el Estado español se convertía en el tercer país del mundo en legalizar el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Pero la lucha por la igualdad de derechos había empezado mucho antes.

Tras la guerra civil, miles de personas fueron perseguidas por su condición sexual. Según la Asociación de ex presos sociales, alrededor de 5.000 homosexuales fueron detenidos durante el franquismo, pero se desconoce cuantos más tuvieron que exiliarse o se acabaron suicidando.

Estas detenciones se hacían con la fuerza de la ley, primero con la Ley de Vagos y Maleantes (denominada coloquialmente La Gandula), ley republicana cuya redacción fue obra del socialista Jiménez de Asúa, y que fue modificada por la dictadura franquista en julio de 1954 para incluir a los homosexuales. Posteriormente con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social aprobada en agosto de 1970.

La homosexualidad era considerada no solo pecaminosa sino también delito y enfermedad. El afeminamiento o “la pluma” era motivo suficiente para ser detenido.

Los castigos recogidos en la Gandula iban desde pasar unos días en comisaría o la prohibición de residir en un determinado lugar, al internamiento en una colonia agrícola; verdaderos campos de concentración donde los internos eran sometidos a trabajos forzados y a todo tipo de vejaciones.

Con la Ley de Peligrosidad, la persecución y la represión alcanzaron su punto álgido al incluir penas de hasta cinco años de prisión o internamiento en un psiquiátrico. El movimiento LGTBI+ no lograría la derogación de esta ley hasta 1995, si bien en 1979 se eliminó el artículo sobre la homosexualidad.

Los comienzos del movimiento

El silencio de la prensa de la dictadura no pudo evitar que los ecos de la revuelta de Stonewall y del mayo del 68 llegaran al Estado español, pero fue la aprobación de la Ley de Peligrosidad la que precipitó la acción colectiva. Así en 1970 se creó la Agrupación Homófila para la Igualdad Sexual (AGHOIS) que en 1971 se renombró como Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH).

El MELH era ya una organización estructurada con grupos en varias ciudades y con contactos internacionales. Activistas del MELH asistieron a los Congresos por los Derechos de los Homosexuales celebrados en París en 1973 y en Edimburgo en 1974.

La actividad principal del MELH eran las reuniones de debate dinamizadas a través de su revista AGHOIS, publicada en Francia y prohibida por el Gobierno francés en 1974, presionado por el ministro español de Asunto Exteriores, López Rodó.

El “Stonewall” español

Desde 1962 y en plena dictadura, en el Pasaje Begoña, una callejuela en el centro de Torremolinos, había cerca de 50 locales de copas y música en directo. Este rincón de la costa malagueña era un auténtico oasis de libertad para el colectivo LGTBI+. La presencia de celebridades internacionales y la entrada de divisas hacían que las autoridades hicieran la vista gorda.

Pero el 24 de junio de 1971 se produjo la “gran redada”. Cientos de unidades de la policía armadas con fusiles CETME procedieron a la identificación de más de 300 personas, el arresto de 119 y el cierre de 23 locales con la imposición de cuantiosas multas a sus propietarios por atentado a la moralidad pública. Para algunos, este hecho constituye nuestro Stonewall.

Sin embargo, para el activismo LGTBI+, es la histórica manifestación de más de 5.000 personas en las Ramblas de Barcelona el 26 de junio del 77, la que marcó un hito en el impulso organizativo del movimiento.

Entre esas dos fechas hay tres acontecimientos que marcaron la vida y desarrollo del movimiento a lo largo de los años 80.

El primero, la creación en 1976 del FAGC (Front d’Alliberament Gai de Catalunya) y la publicación de su Manifiesto en el que se parte de un análisis marxista de la sexualidad, se critica el modo de producción capitalista y su necesidad de reproducción de la fuerza de trabajo y se vincula la liberación a la lucha de clases.

En ese mismo año el Congreso de Marginación Social en Burjassot (València) del que surgieron grupos en el País Valencià y Les Illes con una línea ideológica similar al FAGC y, por último, en marzo del 77, la celebración en la Universidad Complutense de Madrid de la Semana contra la Ley de Peligrosidad impulsada, entre otros, por los colectivos homosexuales FHAR y Mercurio.

Los años del 76 al 78, vieron la aparición de colectivos en Andalucía, Euskadi, Madrid, Galiza y Aragón, las primeras manifestaciones en Madrid y Sevilla, y la creación de la primera coordinación estatal de colectivos, la COFLHEE.

Pero lesbianas y trans no acabaron de encontrar su encaje en este primer movimiento como se pudo comprobar en esa primera manifestación convocada por el FAGC, cuando se quiso que las personas que rompían con el modelo de masculinidad no tuvieran protagonismo.

El movimiento en ese momento quería huir de los estereotipos y mostrar “normalidad”, pero por el camino quedaban, sin espacio, aquellas personas que no encajaban con el estereotipo de masculinidad. Se estaba relegando al maricón de pluma porque en la respetabilidad que pedía el movimiento homosexual no cabía la loca, la pluma, la travesti o quien estaba fuera de la norma.

La consecuencia inmediata de este debate es que en una asamblea celebrada el 5 de marzo 1978, el FAGC sufrió una importante escisión. Varios colectivos autodefinidos como asamblearios, contrarios a las jerarquías y contraculturales, fundaron la Coordinadora de Col·lectius per l’Alliberament Gai (CCAG). Reivindicaban que “todo el mundo lleva una mujer dentro, por lo que el travestismo y la pluma forman parte de las señas de identidad homosexual”. Paralelamente acusaban al FAGC de entreguismo a las estructuras del Estado, por su estrategia de diálogo para conseguir la legalización del movimiento homosexual.

La CCAG se planteó su lucha de forma generalizada enfrenándose al sistema como a un todo. Creó las primeras vocalías vecinales gais en Barcelona, y de uno de sus colectivos, el de Delincuentes y Marginados, surgió en 1979 el primer Colectivo de Travestis y Transexuales (CTT).

Los años 80 quedarían marcados por dos factores. El primero, la creciente normalización de la homosexualidad fruto de las victorias legales logradas durante la Transición. El segundo, la aparición en 1981 de los primeros casos de SIDA denominado el cáncer gay o “la plaga divina contra los homosexuales”. La pandemia tuvo un impacto brutal en la comunidad homosexual, tanto por las muertes como por el estigma social justo en un momento en el que el colectivo empezaba a integrarse socialmente.

De la pandemia del SIDA al matrimonio gay

Entramos en los años 80 con un movimiento gay en una situación de estancamiento y crisis asociativa. La irrupción del VIH/SIDA creó una nueva situación con un incremento de la homofobia y la apertura del debate sobre cómo afrontar la pandemia.

En 1985 se creó el Colectivo Gay en Madrid (COGAM) y un año después la Coordinadora d’Iniciatives Gais constituida por ex militantes del FAGC (denominada posteriormente Coordinadora Gai-Lesbiana) en Catalunya. Ambos colectivos, con un cambio de enfoque e inspirándose en los movimientos LGBTI+ norteamericanos, se convertieron en los principales impulsores de las reformas legislativas y de las primeras campañas informativas sobre el VIH/SIDA.

El 27 de febrero de 1989 el activista y artista estadounidense Keith Haring pintó en el Raval de Barcelona el mural titulado “Todos juntos podemos parar el SIDA”. La obra de 35 metros, realizada en sólo 5 horas, fue pintada con acrílico rojo y en ella, aparte de la frase en castellano que le da título, aparece una jeringuilla en la que se enrosca una serpiente que representa la amenaza del sida. Una tijera formada por dos hombres corta al reptil, cuya cola se transforma en un discreto pene que una figura ha cubierto con un preservativo. A su derecha, tres personajes se cubren respectivamente los ojos, los oídos y la boca.

El renovado movimiento LGTBI+ comienzó a plantearse otros retos y centró su trabajo en el aspecto asistencial como la colaboración en las campañas institucionales de prevención del VIH o el asesoramiento legal y psicológico.

De sus postulados pseudoradicales iniciales el COGAM evolucionó hacia posturas más moderadas y posibilistas en la línea de la Coordinadora, abandonó en 1991 la COFLHEE (Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado español) e impulsó un año después la creación de la Federación Estatal de Gays y Lesbianas.

Placer anal contra el capital

En 1993 un grupo de militantes de COGAM abandonó el colectivo y creó con otros activistas La Radical Gai. Ese mismo año surgió el grupo de lesbianas LSD. Ambos colectivos tenían como modelo el activismo novedoso y de gran impacto visual de grupos como ACT UP, Queer Nation o Lesbian Avengers, que La Radical y LSD aplicaron especialmente para combatir la pasividad del Gobierno ante la crisis del SIDA con sus propias campañas de prevención.

Así en los 90 convivieron dos estrategias para enfrentar la crisis del SIDA que derivaron en dos líneas de activismo: la institucional y asistencialista y otra basada en la provocación y la acción directa.

Con estos dos colectivos irrumpió en nuestro país la teoría queer y con ella los debates que hasta la fecha ha generado. Y lo hizo en el número 3 de la revista De un plumazo de la Radical Gai. Pero el activismo queer fue, en ese momento, simplemente una forma más radical de la política de identidad de los años ochenta. De hecho, reprodujo algunos de los aspectos más divisorios de esas políticas.

Antes de disolverse en 1997 ambos colectivos dejaron tras de sí una enorme producción de materiales teóricos y propagandísticos de acercamiento a la teoría queer y, siguiendo un camino iniciado por la CCAG en los 70, se apropiaron del insulto maricón/bollera como reivindicación identitaria.

Los años 90 fueron una década clave para la normalización del colectivo LGTBI+. El SIDA siguió marcando una parte muy importante del activismo con la creación de Gais Positius, la primera asociación de apoyo mutuo en el Estado español. Pero los 90 son también la década de fundación, en 1994, de RQTR (Rosa que te quiero rosa), primer colectivo LGTBI+ en la universidad complutense de Madrid y ALEAS (Área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual de Izquierda Unida) en la que cualquier persona interesada podía participar sin necesidad de ligarse a IU.

Los 90 también fueron los de las movilizaciones por una ley de parejas estatal. Entre 1996 y 2004 se presentaron hasta cinco propuestas en el Congreso, mientras en la calle los colectivos convocaron dos manifestaciones en Madrid en 1997 y 1998 para hacer presión sobre los partidos políticos.

Cuando parecía que gais y lesbianas se conformarían con una ley de parejas que reconociera las relaciones de afectividad análogas a la del matrimonio, tanto la Coordinadora como la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales) ya tenían claro que la calle pedía el matrimonio y no quería un sucedáneo.

Y así, después de reuniones en el garaje de la sede del PSOE, de ofertas envenenadas de Aznar y llamadas al desacato por parte de la Conferencia Episcopal en junio de 2005 el Código Civil por fin, acogió en su artículo 44 los derechos de toda la ciudadanía al matrimonio. Desde entonces se han celebrado cerca de 50.000 matrimonios de personas del mismo sexo en nuestro país.

Mercantilización

En los años posteriores a la aprobación del matrimonio igualitario vamos asistir a una mercantilización y despolitización de la lucha LGBT. Surge una elite empresarial que trata de vincular lo gay con el ocio y la noche, y que utiliza la diversidad sexual como objeto de negocio, con la FEGLBT haciendo de pantalla legitimadora.

En septiembre de 2004, se pone en marcha Liberacción, un espacio LGTB abierto y plural en el que convergen activistas de la izquierda radical y anticapitalista.

El grupo será uno de los impulsores de la creación en Madrid del Bloque Alternativo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales, con el lema “Orgullo es Protesta” y con la intención de recuperar el origen combativo y político del Orgullo. Liberacción y RQTR (colectivo LGTB de la UCM) organizan un bloque crítico dentro de la manifestación oficial. A este grupo se suman colectivos como la EKKA, el colectivo feminista Las Lilas o el Grupo de Trabajo Queer.

El 22 de octubre de ese mismo año y durante las jornadas “FAGC: 30 años dando por culo”, se crea la Red estatal contra la homofobia integrada por el FAGC, Liberacción, el colectivo Sin Vergüenza, EHGAM y Maribolheras precarias.

La red tenía como finalidad el intercambio de información, el apoyo mutuo de los grupos componentes, la participación conjunta en diversas iniciativas y una presencia pública que diera voz a las posturas más combativas del movimiento LGTB, normalmente invisibilizadas por los medios de comunicación y las instituciones públicas. Los grupos participantes daban así continuidad a experiencias anteriores. En este sentido, hacen un reconocimiento a lo que significó la COFLHEE, coordinadora estatal gay ya desaparecida, que durante dos décadas englobó a todo el movimiento gay del Estado manteniendo posiciones fuertemente reivindicativas

En 2007, se celebra en Madrid el Europride, un evento que promueve aún más los valores mercantilistas por los que los colectivos que impulsaron en 2006 el Bloque Alternativo vieron la necesidad de alzar las voces críticas y retomar el espíritu de protesta. Se prepararon una serie de actividades que culminarían en la participación reivindicativa en el Orgullo oficial como Bloque Alternativo recuperando el slogan “Orgullo es Protesta”.

A partir de 2008, el orgullo alternativo en Madrid recupera el 28 de junio como una jornada de lucha por la liberación sexual, un orgullo para transgredir y seguir construyendo la igualdad desde el derecho a la diferencia. Un orgullo contra la mercantilización de nuestras sexualidades, contra el modelo consumista y que no necesita ni quiere el patrocinio de las grandes marcas.

Este orgullo toma diversos nombres a lo largo de estos años: Orgullo transmaribollero anticapitalista, Asamblea Orgullo Migrante, Orgullo Indignado, Bloque Orgullo Crítico y a partir de 2016, Orgullo Critico.

Año tras año la manifestación del Orgullo Crítico es más numerosa y la participación en el orgullo “oficial” se reduce a acciones puntuales para denunciar lo que ya se conoce como capitalismo rosa. En Barcelona la manifestación reivindicativa resiste la presión del Pride comercial y desde 2018, Sevilla cuenta también con un Orgullo Crítico.

A pesar de que la aprobación del matrimonio igualitario y cierta normalización del colectivo LGTB han supuesto cierta evolución, las casi 300 denuncias anuales por homofobia y la falta de una legislación estatal han motivado que el Estado español haya dejado de estar entre los diez países europeos más respetuosos con el colectivo LGTB. El informe europeo anual elaborado por la entidad ILGA sobre la situación de los derechos de las personas LGTB en Europa ha situado el Estado en el puesto 11, el más bajo desde 2010.

De igual modo, ILGA Europa señala como otra de las causas la falta de reconocimiento del derecho a la autodeterminación del género. Y es que las personas trans tienen que ser diagnosticadas de “disforia de género” para hacer que sus documentos sean cambiados y coincidan con su identidad. A ello se suma otras condiciones: deben hacer dos años de tratamiento hormonal, ser de nacionalidad española y mayores de edad.

La visibilidad trans

Recordemos las reacciones de rechazo que provocó la presencia de varias transexuales en la cabecera de la manifestación de junio de 1977 en las Ramblas. Rechazo no sólo de la prensa sino también de parte de la izquierda y de gays y lesbianas. Este rechazo no sólo abrió un debate sobre la “normalidad” sino que sirvió para impulsar la creación del primer colectivo de travestis y transexuales en 1979.

La década de los 80 se caracteriza por el acoso mediático y policial (especialmente a las mujeres transexuales trabajadoras del sexo) y el insolidario silencio de los colectivos de gais y lesbianas. El activismo es realizado principalmente por mujeres transexuales trabajadoras sexuales y sus prioridades se desplazan hacia la lucha contra el acoso policial y contra el estigma social que identificaba transexualidad y SIDA. Los 80 verán en 1983 la despenalización de las operaciones de cambio de sexo mediante la Reforma del Código Penal; la fundación, en agosto de 1987, de AET-Transexualia y en 1989 la resolución del Parlamento Europeo sobre la discriminación de los transexuales con toda una serie de recomendaciones a los Estados miembros para acabar con la discriminación transexual.

En los 90 surgen varios colectivos. En 1992 el CTC (Colectivo de Transexuales de Catalunya Pro Derechos), que en sus planteamientos confieren un carácter preponderante al sexo psico-social sobre el sexo genital. En 1993 el Centro de Identidad de Género de Granada, que posteriormente pasaría a denominarse AIGA (Asociación de Identidad de Género de Andalucía), que potenció la inclusión del tratamiento integral de reasignación de sexo (psicológico, endocrinológico, plástico-quirúrgico) en el Servicio Andaluz de Salud (SAS). En 1994 ATV (Asociación Transexualia de Valencia) que trabaja específicamente en la integración laboral del colectivo transexual, y que firmó un convenio con una cooperativa de servicios llamada Sercoval, a través de la cual varias mujeres transexuales comenzaron a trabajar en el sector de la limpieza. En 1996, ATV, AIGA, CTC y AET-Trasexualia fundan la FAT (Federación de asociaciones de transexuales del Estado Español). Antes de finalizar la década, surgen dos nuevos colectivos, Soy Como Soy en Gijón y el Colectivo Trans Galiza, y comienzan a crearse grupos de transexuales dentro de los colectivos de gays y lesbianas.

El colectivo Trans ha visto como siempre iba quedando atrás en la consecución de sus derechos. El 17 de mayo de 1990, la OMS eliminaba la homosexualidad de las enfermedades mentales, pero incorporaba la transexualidad en ese mismo listado.

En julio de 2005 se legalizaba el matrimonio igualitario y la adopción para parejas del mismo sexo, mientras las personas trans aún no podían cambiar su identidad de forma legal y seguían siendo tratadas como enfermas mentales. Aún pasarían dos años, y con la presión de una huelga de hambre, para conseguir la rectificación del nombre y el sexo de las personas Trans en el Registro Civil bajo la Ley 3/2007 que excluye a las personas migrantes, a las personas No Binarias y excluía a las personas menores, hasta que el Tribunal Constitucional dictó un auto declarando inconstitucional esto último. Todo ello bajo la supervisión patologista de la medicina, mediante un diagnóstico psiquiátrico, que históricamente ha sido utilizada para despojar de autonomía y derechos a las personas trans. Y peor aún, condicionando el reconocimiento de la identidad a un tratamiento hormonal de mínimo dos años de duración.

En julio de 2019 un grupo de mujeres, entre ellas destacadas representantes del PSOE, organizaron un Congreso en Gijón cuyo objetivo radicaba en ridiculizar y atacar al colectivo trans. El 9 de junio de 2020 se filtraba el “panfleto transfóbico” del PSOE atacando al colectivo, y generando un debate en el que acusan al anteproyecto de Ley trans de misógino y patriarcal.

Ahora que estamos asistiendo a un rechazo a la Ley Trans por parte de ciertos sectores del feminismo sería bueno recordar que en 1993 AET-Transexualia, CTC y AIGA participaron en las Jornadas Feministas Estatales, celebradas en Madrid, lo que supone la apertura del movimiento feminista a las mujeres transexuales y su solidaridad con las reivindicaciones específicas del movimiento transexual.

Conclusión

Esperamos que varias cosas hayan quedado claras mediante la lectura de este folleto.

Primero, que la opresión LGTBI+ no es nada natural, sino que es el producto de una sociedad explotadora de clase: esta opresión tiene causas sociales concretas.

Segundo, que si bien perjudica directamente a las personas LGTBI+, la LGTBIfobia representa una amenaza para todas las personas que sufrimos bajo este sistema. Por tanto, combatir esta opresión es una tarea esencial para todas las personas que luchamos por un mundo mejor, sea cual sea nuestra orientación sexual.

Y tercero, que necesitamos análisis e ideas que nos ayuden a impulsar esta lucha. Las ideas de esa “izquierda jurásica” que niega la importancia, incluso la existencia, de la LGTBIfobia son un lastre. Tampoco son muy útiles las teorías basadas en una visión cerrada de la identidad y más enfocadas en discursos que en el mundo real.

Este folleto defiende un análisis marxista, socialista revolucionario, de esta cuestión. Este análisis no lleva hacia una visión sectaria y cerrada. Al contrario —tal y como confirman las aportaciones de los grupos hermanos de Marx21 de países muy diversos— nos ayuda a plantear estrategias de lucha unitaria, que abarcan a personas muy diversas de la clase trabajadora y de diferentes grupos oprimidos. Total, este análisis no sale de un libro, sino que es fruto de las luchas anteriores, en diferentes épocas y países, a lo largo de casi 150 años.

Así que el marxismo revolucionario nos da las herramientas para impulsar mejor las luchas de los propios movimientos LGTBI+, pero también para plantear este tema dentro de los sindicatos, dentro de los movimientos unitarios contra el racismo y el fascismo, dentro de los movimientos de mujeres, etc.

Si compartes nuestra visión, por supuesto que podremos colaborar en las luchas contra la LGTBIfobia. Pero también te podrías plantear unirte al grupo Marx21, para participar con las personas que formamos este grupo en la lucha para cambiar el mundo entero.

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Notas internacionales

La lucha contra la LGBTfobia en Nigeria

Los gobiernos neocoloniales de África, como en otras partes del mundo, explotan la LGTBIfobia para consolidar sus regímenes, desde Uganda hasta Camerún, Nigeria y Zimbabwe.

Promueven leyes LGTBIfóbicas para tratar de desviar la atención del fracaso de sus regímenes y del sistema capitalista, utilizando la LGTBIfobia que existe desde el período colonial.

La Ley de prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo (2014) es el principal ejemplo reciente de leyes antidemocráticas en Nigeria. Despojando a las personas nigerianas LGTBI+ de nuestros derechos humanos y civiles. Esto fue ampliamente celebrado, incluso en muchos círculos progresistas. Desde entonces, el gobierno de Nigeria se ha atrevido a atacar los derechos del resto de la sociedad, especialmente en lo que hace referencia al derecho a la libertad de reunión y a la privacidad.

En otro caso, durante las protestas de EndSARS —exigiendo la abolición de la brutal unidad especial de policía, SARS— las y los manifestantes LGTBI+ fuimos insultados ​​por otros manifestantes por resaltar las diferentes formas en las que la policía nos ataca específicamente, sometiéndonos a abuso sexual y físico, extorsión y otras formas de violencia, debido a nuestra condición LGTBI+. Total, nos dijeron, la homosexualidad sigue siendo un crimen.

Muchos manifestantes amenazaron con golpearme y entregarme a la misma policía contra la que estábamos protestando si no eliminaba todas las referencias a mi orientación sexual de mis carteles.

Es obvio que, para muchas personas, incluidas aquellas que querían acabar con la brutalidad policial, su uso específicamente contra las personas LGTBI+ no se consideraba importante.

Se equivocan. El fascismo nunca cae del cielo. Empieza siempre apelando a alguna forma de identidad compartida en los grupos mayoritarios —como la etnia, la religión, la sexualidad…— y demoniza a los grupos minoritarios, dirigiendo la ira provocada de la mayoría contra ellos.

Debido a la historia colonial y la diversidad étnica de Nigeria, la LGTBIfobia es una de las ideologías más fáciles de explotar de esta manera, en todas las regiones. Atraviesa la nacionalidad o etnicidad, la religión, las zonas geopolíticas, el género y las líneas de clase. Pero la deshumanización de las personas oprimidas es solo una puerta de entrada a la devaluación de la vida misma.

La opresión es un todo. No hay forma de ponerle fin para unas personas mientras sigue afectando a otras. La única forma de realmente poder acabar con la opresión es quitarle al opresor el poder de oprimir.

El desmantelamiento de la opresión LGTBI+, la liberación de todas y todas las y los nigerianos explotados y oprimidos, es tarea del movimiento socialista. La revolución socialista debe barrer todas las instituciones opresivas de Nigeria, dondequiera que se encuentre y sea cual sea la forma que adopte. Y como personas revolucionarias, como activistas, trabajadoras y jóvenes, debemos enfrentarnos firmemente a la LGTBIfobia en esta lucha por el cambio sistémico y la transformación socialista de la sociedad.

Kayode Somtochukwu Ani, Socialist Workers & Youth League – SWL, grupo hermano de Marx21 en Nigeria

Polonia: los sindicatos deben combatir la LGTBIfobia

Polonia está gobernada actualmente por un partido extremadamente reaccionario, Ley y Justicia (en polaco, Prawo i Sprawiedliwosc, PiS), que utiliza todo tipo de odio e intolerancia para intentar dividir a las personas de la clase trabajadora, y ponerlas unas contra otras. Cada día, los telediarios de los canales controlados por el gobierno vomitan propaganda racista contra las personas migradas y refugiadas.

Las acciones gubernamentales en la frontera han provocado la muerte de personas que intentaban entrar en el país. El gobierno ha hecho que la ley del aborto —que ya era dura— sea aún más cruel. Recientemente, este ataque llevó a cientos de miles de mujeres y hombres a tomar las calles en protesta.

La propaganda de odio del PiS se dirige a diario contra las personas LGTBI+. Muchos ayuntamientos han aprobado resoluciones que convierten sus pueblos en “zonas libres de LGTBI+”. ¡El ministro de educación fue elegido para el puesto porque calificó a las personas LGTBI+ de anormales y dijo que “no hay matrimonios de un solo sexo en la naturaleza”! Este tipo de estupidez sería divertida si no condujera a palizar personas LGTBI+ y a un aumento de suicidios entre las personas jóvenes.

Ante esta homofobia e intolerancia, las y los socialistas hemos trabajado con otras organizaciones e individuos para organizar Marchas y Desfiles por la Igualdad. Antes de la Covid-19, llegamos a reunir a 80.000 personas en la capital polaca, Varsovia. Esto es excelente, pero también es muy importante que estas marchas se hayan extendido a decenas de ciudades de todo el país. Son recibidas calurosamente por la gente local. La extrema derecha intenta organizarse contra ellas, pero en la gran mayoría de los casos las protestas de los ultras son superadas en número. Las Marchas por la Igualdad se han convertido ahora en un elemento fijo del panorama político. Estudiantes escolares y de las universidades cada vez participan más en ellas.

En las marchas y en los materiales de nuestro grupo argumentamos que los sindicatos deben abordar el tema de los derechos LGTBI+ y la lucha contra la homofobia. Todavía queda mucho por hacer en este ámbito. El odio destruye la solidaridad. Los sindicatos tienen que estar en la vanguardia de la lucha contra este odio.

También insistimos en que las grandes corporaciones que patrocinan algunas de las Marchas por la Igualdad son falsas amigas. Su presencia es un obstáculo para la participación en nuestras manifestaciones de más gente de la clase trabajadora.

El capitalismo necesita y nunca podrá superar el odio anti-LGTBI+, por lo que es una gran noticia que estéis produciendo este folleto. Enviamos nuestra solidaridad.

Pracownicza Demokracja, Democracia obrera, grupo hermano de Marx21 en Polonia

Orgullo y anticapitalismo en Turquía

Las personas LGBTI+ en Turquía se enfrentan a diferentes tipos de discriminación en su vida diaria, debido al odio construido por la clase dominante. La coalición gubernamental del partido de Erdogan, el AKP, y un partido nacionalista fascista, el MHP, implementa esta opresión mediante sus discursos de odio. Esta violencia impulsa al movimiento LGBTI+ en Turquía en la dirección del anticapitalismo.

La última marcha del orgullo nos mostró que el movimiento apunta a la clase dominante debido a su destrucción del medio ambiente, su sexismo sistemático y su competencia continua para ganar más y más dinero.

Esta situación nos indica la posibilidad de una organización anticapitalista en el movimiento LGBTI+, nosotros/as, como anticapitalistas, nos esforzamos por estar en contacto con el movimiento mediante la organización de encuentros políticos a favor de las trabajadoras sexuales y de la vida nocturna, y con nuestro periódico.

Ataberk, militante del Devrimci Sosyalist Isçi Partisi (DSIP, Partido Socialista Revolucionario de los Trabajadores, organización hermana de Marx21 en Turquía).

 
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Enlaces

Algunas organizaciones LGTBI+

Estado español

AMPGYL, Asociación de Familias contra la Intolerancia X Género, de ámbito estatal, creada en 2002, en parte en base a la asociación catalana AMPGIL, creada en 1994. Web: ampgyl.org

Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Web: felgtb.org Twitter @FELGTB

Fundación Triángulo, ONG que trabaja, desde 1996, por la igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales y trans. Web: fundaciontriangulo.org Twitter: @FTriangulo

Plataforma Trans, federación de colectivos trans del Estado español. Twitter @PlataformaTrans

Andalucía

Andalucía Diversidad, federación andaluza de asociaciones de lesbianas, gays, bisex, transexuales e intersexuales. Web: andalucialgbt.com Twitter: @andalucialgbt

Asociación de personas trans de Andalucia-Sylvia Rivera (ATA). Twitter: @ATA_Trans

Observatorio Andaluz contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia, asisten a las víctimas de delitos de odio en base a su orientación sexual o identidad de género en Andalucía. Web: observatorioandaluzlgbt.org Twitter: @obandaluz_lgbt

Astúries

XEGA, Xente Gai Astur, asociación asturiana LGTBI+. Web: xega.org

Catalunya

ACATHI, colectivo de personas LGTBI migradas y/o de diversos orígenes, en Catalunya. Web: acathi.org

Casal Lambda, centro/asociación que existe en Catalunya desde 1976. Web: lambda.cat

Crida LGBTI, movimiento LGTBI ligado a la izquierda independentista. Facebook y Twitter: @CridaLGBTI

Federació Plataforma d’Entitats LGTBI de Catalunya. Web: plataformalgtbi.cat Twitter: @LGTBIcat

Front d’Alliberament Gai de Catalunya, movimiento LGTBI catalán fundado en 1975. Facebook: @FAGC1975 Twitter: @FAGC_Catalunya

Observatori contra l’homofòbia, dan apoyo para denunciar agresiones y mantienen cifras. Twitter: @OCL_H

Euskal Herria

ALDARTE, Sexu askatasunerako ikerketa eta dokumentazio zentroa/Centro de atención a gays, lesbianas y trans, en Araba y Bizkaia. Web: aldarte.org Twitter: @AldarteOrg Facebook: @aldarte.zentroacentro

Bizigay, organización que trabaja por la diversidad y libertad sexual, constituida en 2003.  Web:  bizigay.eus Facebook: @Bizigay

EHGAM, Euskal Herriko Gay-Les Askapen Mugimendua, movimiento dedicado a la liberación LGTBI+, que forma parte del proceso general de liberación sexual. Web: ehgam.eus Facebook: @ehgam.gara

Gehitu, Asociación de Gais, Lesbianas, Trans, Bisexuales e Intersexuales del País Vasco. Web: gehitu.org Twitter: @Gehitu_Elkartea Facebook: @gehituelkartea

Galiza

ALAS, Asociación pola Liberdade Afectiva e Sexual da Coruña. Web: alasacoruna.org  Twitter: @alasacoruna Facebook: @alasacoruna

ARELAS, Asociación de familias de menores Trans*. Web: asociacionarelas.org Facebook: @Arelasafmt

Asociación Nós Mesmas, pola loita dos dereitos das mulleres lesbianas, bisexuais e transexuais de Vigo e Pontevedra. Web: asonosmesmas.blogspot.com Twitter: @Nosmesmas Facebook: @asociacionnosmesmas

Madrid

COGAM, Colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de Madrid desde 1986. Web: cogam.es Twitter: @COGAM Facebook: @cogam

Plataforma Orgullo Crítico Madrid. Facebook: @OrgulloCriticoMadrid Twitter: @OrgCriticoMad

Internacional

All Out, movimiento global por los derechos LGTBI+, impulsan campañas contra la represión. Web: allout.org/es Facebook: @somosallout

ILGA, asociación internacional de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales, red de más de 600 organizaciones LGTBI+ en Europa y Asia Central. Web: ilga-europe.org Twitter: @ILGAEurope

Plataforma 11M, movimiento LGTBI en Cuba. Twitter: @11M_Cuba

Tremenda Nota, revista LGTBI online desde Cuba. Web: TremendaNota.com Twitter: @TremendanotaC Facebook: @TremendaNotaCuba Canal de Telegram: t.me/tremenda_nota_telegram

Más material

Películas

Pride (dirigida por Matthew Warchus, escrita por Stephen Beresford, 2014).

Screaming Queens: The Riot at Compton Cafeteria (dirigida por Susan Stryker y Victor Silverman, 2005).

Levantamiento de Stonewall (Experiencia americana, 2010).

Libros y artículos

Textos con una visión parecida a la de este folleto:

Sue Caldwell, “Marxism, feminism and transgender politics”, International Socialism 157, 2017.

Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.

Nicola Field, Over the rainbow: Money, class and homofobia, Ed. Dog Horn, 2016.

Afrodita Frangou y Vangelis Hatzinikolaou, “Stonewall, 50 años después”, 2019

Ghassan Makarem, “La liberación gay en Oriente Medio”, 2009.

Laura Miles, “Opresión transexual y resistencia”, publicado originalmente en inglés en International Socialism 141, 2014.

Marçal Solé y Paso García, La lucha por la liberación gay y lesbiana, En lucha, 2000.

Sherry Wolf, Sexuality and Socialism: History, Politics, and Theory of LGBT Liberation, Haymarket Books, 2009. Publicado en Brasil como Sexualidade e socialismo: história, política e teoria da libertação LGBT, Ed. Autonomia Literária, 2021.

Textos más diversos:

Héctor Anabitarte y Ricardo Lorenzo, Homosexualidad: El asunto está caliente, Ed. Queimada, 1979.

Franck Chaumont, Homo-ghetto, gays el lesbiennes dans les cités: les clandestins de la République, le Cherche midi, 2009.

David Córdoba, Javier Sáez, Paco Vidarte, Teoría queer, Ed, Egales, 2005.

Cathy Crimmins, Los homosexuales al rescate de la civilización, Ed. Egales, 2006.

Didier Eribon, Identidades: reflexiones sobre la cuestión gay, Ed. Bellaterra, 2000.

Grupo de trabajo queer (ed.), El eje del mal es heterosexual: Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer, Traficantes de Sueños, 2005. (PDF disponible gratis en traficantes.net).

John Lauritson y David Thorstad, Los primeros movimientos a favor de los derechos homosexuales, 1864-1935, Tusquets, 1977.

Mathieu Lindon, El proceso de Jean-Marie Le Pen (novela), Ed. Egales, 1999.

Brahim Naït-Balk, Un homo dans la cité: La descente aux enfers puis la libération d’un homosexuel de culture maghrébine, Calmann-Lévy, 2009.

Jean Nicolas, La cuestión homosexual, Ed. Fontamara, 1978.

Susan Stryker, Historia de lo trans, Ed. Continta Me Tienes, 2017.

Paco Vidarte, Ética marica: proclamas libertarias para una militancia LGTBQ, Ed. Egales, 2007.

Xente Gai Astur, Educar en valores El respeto a la diferencia por orientación sexual, Guía didáctica, XEGA, 2002.

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