ES CA

John Molyneux

El primer artículo que Marx escribió como marxista, es decir, como defensor de la revolución obrera, comenzó con una discusión sobre la religión. Además, ese artículo, la “Introducción” a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel de 1843, contiene probablemente la línea más conocida de Marx, a saber, “La religión es el opio del pueblo”.

A pesar de esto, la verdadera actitud de Marx hacia la religión ha permanecido, en gran parte, desconocida o distorsionada. Hubo momentos y lugares —por ejemplo, Europa en la década de 1960— cuando esto no parecía importar mucho porque la religión parecía ser una fuerza en declive en la sociedad. Pero el surgimiento del islam como una cuestión política, primero en la década de 1980 con la influencia de la Revolución Iraní y luego con el 11 de septiembre y la “Guerra contra el Terror”, cambió todo eso. La situación política mundial se volvió tal que las personas de izquierdas y aspirantes a marxistas que no entendían el análisis de Marx sobre la religión —y había muchas— estaban en peligro de desviarse por completo.

Los errores más típicos fueron: 1) la creencia de que Marx y el marxismo eran hostiles a la religión en el sentido de querer prohibirla o suprimirla, como se imaginaba que había ocurrido en la Rusia estalinista; 2) la idea de que el marxismo consideraba todas las ideas religiosas como simplemente estúpidas, retrógradas y dignas de desprecio; 3) la noción de que las y los marxistas veían todas las religiones e ideas religiosas como inherentemente aliadas o herramientas de la derecha y de la clase dominante.

Es cierto, por supuesto, que Marx era ateo y rechazaba explicaciones religiosas del mundo o de los acontecimientos. Esto formaba parte de su filosofía materialista y su teoría de la historia, que he comentado en otros textos. Para Marx, no era la conciencia la que determinaba el ser social, sino el ser social el que determinaba la conciencia social, no eran principalmente las ideas las que moldeaban la historia, sino que era la historia la que moldeaba las ideas, y esto también se aplicaba a la religión. “El hombre crea la religión, la religión no crea al hombre”, escribió Marx. Pero fue precisamente este enfoque materialista lo que llevó a Marx a elaborar un análisis de la religión mucho más complejo, completo y, en cierto sentido, comprensivo de lo que a menudo se le atribuye.

Si las personas crean la religión, lo hacen porque la religión satisface, o parece satisfacer, necesidades humanas reales. Cuando la religión se desarrolló por primera vez en las sociedades preclasistas de cazadores y recolectores, los seres humanos vivían en estrecha interacción y completa dependencia de las fuerzas animales y naturales, que, en cierto sentido, conocían bien, pero de las cuales carecían de cualquier comprensión científica. En esta situación, la religión tendía a adoptar la forma de “animismo panteísta”. Ríos, vientos, montañas, el sol y la luna, lobos, osos, monos, elefantes, etc., se veían dotados de dioses o espíritus. En otras palabras, la religión proporcionaba expresión emocional a los sentimientos de dependencia y una “explicación” para los altibajos de la vida, cuando no era posible un relato racional.

Con la transición, hace unos 5.000 años, a sociedades divididas en clases, dominadas por hombres y gobernadas por el Estado, la dependencia de la naturaleza continuó, pero se sumó la desigualdad, la explotación, la esclavitud, la dependencia y la dominación por parte de fuerzas sociales que también estaban fuera del control de las personas y más allá de su comprensión, en una palabra, la alienación. La religión reflejó esto. Los dioses dejaron de ser espíritus de la naturaleza y comenzaron a convertirse en poderosas figuras de autoridad masculina como Zeus, Jehová y Alá, al mismo tiempo que la religión comenzó a ofrecer consuelo a los oprimidos con la promesa de una vida futura en la que la virtud, no la riqueza, sería recompensada.

Marx lo expresa de esta manera:

La religión es… la autoconciencia y la autoconciencia del hombre que aún no ha alcanzado a sí mismo o que ya se ha vuelto a perder… Este estado, esta sociedad, produce la actitud invertida de la religión hacia el mundo porque ellos mismos son un mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica en forma popular, su punto de honor espiritual, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, su base universal para la consolación y la justificación.

Así que la religión adopta muchas formas y tamaños diferentes y desempeña muchas funciones diferentes, dependiendo siempre de las condiciones sociales específicas en las que opera. Hay versiones de la religión que sirven para justificar la posición de la clase dominante ante sí misma (incluso los reyes y dictadores, jefes y generales necesitan justificación propia); hay versiones que justifican la clase dominante ante las masas predicando que el orden social es el orden de Dios y animando a la pasividad y al respeto por la autoridad (“Dad al César lo que es del César”). También hay versiones que expresan la miseria de los oprimidos, sus esperanzas de un mundo mejor e incluso su rebelión abierta. La religión, según Marx,

… es al mismo tiempo una expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real.

La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el alma de circunstancias sin alma.

Una de las características de las llamadas “grandes” religiones (cristianismo, islam, hinduismo, etc.) que han sobrevivido durante miles de años es que son lo suficientemente adaptables como para haber desempeñado todos estos roles diferentes en diferentes momentos y lugares, al tiempo que mantienen una apariencia de continuidad. Así, en la Europa del siglo XVII, existía un cristianismo feudal contrarrevolucionario (catolicismo) y un cristianismo burgués revolucionario (calvinismo); en Estados Unidos en la década de 1960, existía una religión racista blanca y una religión antirracista negra; en América Latina, existe un catolicismo de los dictadores y el imperialismo yanqui y un catolicismo de la gente pobre, y en Oriente Medio existe el islam proimperialista de la realeza saudí y el islam antirreaccionario de Hamas y Hezbolá. [NdelT: Este texto se escribió en 2007 cuando Hezbolá jugaba un papel importante en la lucha contra las agresiones israelíes y contra el imperialismo occidental en general.]

De este análisis se derivan varias conclusiones políticas que contradicen el estereotipo a menudo atribuido a Marx. En primer lugar, las y los marxistas nos oponemos completamente a cualquier intento de prohibir la religión (antes o después de la revolución). Por el contrario, defendemos el principio de libertad de creencia y culto religioso para todo el mundo. La única forma de “abolir” la religión es abolir las condiciones de alienación y explotación que la generan. En segundo lugar, dado que la revolución socialista es el acto de las masas trabajadoras mismas, es inevitable y necesario que quienes lleven a cabo la revolución incluyan a personas trabajadoras con creencias religiosas, y por tanto que el movimiento revolucionario también incluya a tales personas.

En tercer lugar, las y los marxistas rechazamos la idea de que alguna religión en particular sea inherentemente más reaccionaria (o más progresista) que otras. Claramente, en la actualidad, esto se aplica principalmente al islam, pero en otras circunstancias podría ser el hinduismo, el confucianismo, etc. Nuestra actitud hacia los movimientos políticos con una coloración religiosa o líderes religiosos, como Hugo Chávez (católico), el nacionalismo tibetano (budista) o Falun Gong en China o la resistencia islámica en Irak y Palestina, se basa no en las creencias religiosas del movimiento, sino en las fuerzas sociales materiales que representa y en la justicia de su causa política.


Este artículo se escribió originalmente para el grupo hermano de Marx21 en Corea del Sud. Esta traducción se basa en el original en inglés. Está colgado en el blog del autor, John Molyneux, que tristemente murió en diciembre de 2022.