Tomáš Tengely-Evans

Una larga disputa fronteriza entre Armenia y Azerbaiyán ha estallado dando lugar a algunos de los combates más intensos en últimos cuatro años. Dichos combates subrayan el potencial de propagación del conflicto militar en un mundo sacudido por la crisis económica y el coronavirus.

Los dos países, ubicados entre Europa y Asia, movilizaron a sus fuerzas armadas y declararon la ley marcial el domingo. Esto se produjo tras los enfrentamientos en Nagorno-Karabaj, un área en disputa dentro de las fronteras de Azerbaiyán que ha sido gobernada por las fuerzas separatistas armenias desde 1991.

El conflicto

La lucha entre Armenia —respaldada por Rusia— y Azerbaiyán —respaldada por Turquía— amenaza con desencadenar una guerra regional más amplia.

La región montañosa del Cáucaso, que está atravesada por oleoductos y gasoductos, se ha convertido en un foco de rivalidades imperialistas.

Una andanada azerbaiyana de cohetes, proyectiles y bombas golpeó posiciones armenias en Nagorno-Karabaj. Al menos dos civiles murieron en un ataque con cohetes en la capital separatista Stepanakert. El ministerio de defensa afirma haber capturado seis aldeas en la invasión terrestre que siguió al bombardeo.

El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, dijo que Azerbaiyán había “declarado la guerra, una vez más, a todo el pueblo armenio”. Advirtió que “la situación podría traspasar las fronteras de la región y amenazar la paz y la estabilidad internacionales” en un llamamiento al respaldo internacional de Occidente y Rusia.

Occidente y Rusia han pedido un alto el fuego inmediato, por temor a otra guerra prolongada mientras sus fuerzas se concentran en otras partes del mundo. Pero el gobierno turco, miembro de la alianza de belicistas encabezada por Estados Unidos, la OTAN, respalda firmemente a Azerbaiyán.

Las fuerzas armenias afirman que ya se enfrentan a mercenarios y aviones de combate F-16 turcos.

Rusia y Turquía han aumentado las tensiones desde julio, cuando las escaramuzas en las zonas fronterizas mataron a cuatro soldados armenios y 12 azerbaiyanos.

Turquía y Azerbaiyán llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos tras los enfrentamientos.

Sorpresa

Y Rusia llevó a cabo una “verificación de preparación para el combate sorpresa” con 150.000 soldados, más de 26.000 armamentos, 414 aviones y 106 buques de guerra.

En el contexto de las crecientes rivalidades imperialistas entre Occidente, China, Rusia y las potencias regionales, un pequeño choque podría desencadenar un conflicto mortal.

Con fuertes tensiones en el Mediterráneo oriental entre Grecia y Turquía, este es otro momento peligroso. La guerra beneficiará sólo a las clases dominantes.

En verde oscuro la región del Alto Karabaj, perteneciente legalmente de jure a Azerbaiyán pero ocupado de facto por Armenia. En verde claro territorios azeríes de alrededor también ocupados por Armenia. (Wikipedia)

La competencia por el petróleo y el gas que se esconde tras del impulso al conflicto

El petróleo y el gas alimentan la rivalidad imperialista en las regiones del Cáucaso. Azerbaiyán es una ruta energética y comercial clave entre EEUU y Asia. Sus gobernantes quieren exportar el gas, que tienen en el Mar Caspio, a los mercados europeos a través del proyecto de expansión del gaseoducto del  sur del Cáucaso.

Actualmente, el oleoducto se extiende desde Azerbaiyán a través de Georgia hasta Turquía. Su patrocinador, Turquía, quiere convertirse en uno de los exportadores principales de petróleo y gas a la Unión Europea.

Mientras tanto, Rusia quiere mantener cierta influencia tanto en Armenia como en Azerbaiyán, pero necesita contener a un competidor potencial para sus exportaciones de gas a Europa.

Las rivalidades imperialistas en la región vienen de lejos.

Después de que el imperio ruso se dividió en 15 repúblicas en 1991, sus nuevos gobernantes intentaron mantener el control sobre sus antiguas tierras. La terapia de choque del libre mercado hizo que la producción se derrumbara y devastó la industria militar. Para aumentar su influencia, Rusia basó su estrategia en agitar la división étnica y los conflictos separatistas en su “extranjero cercano”.

Nagorno-Karabaj es una región predominantemente cristiana armenia en el interior de la mayoría musulmana de Azerbaiyán. Llegado 1991, los separatistas armenios habían declarado una república independiente, que no es reconocida por ningún estado. En 1992 y 1993, las tropas armenias, con el respaldo de Rusia, lucharon por el control de Nagorno-Karabaj.

Desestabilizar

Y cuando parecía que el conflicto iba a desestabilizar Azerbaiyán, Turquía, miembro de la OTAN, amenazó con bombardear la capital armenia, Ereván.

Mientras tanto, el imperialismo estadounidense buscaba poner en su órbita países del “extranjero cercano” para cimentar su hegemonía. Estados Unidos encontró socios dispuestos entre sectores de la vieja clase dominante estalinista que estaba compitiendo para mantener su riqueza y poder.

Después de que Azerbaiyán declaró su independencia, el exjefe de la policía secreta de la KGB, Haydar Aliyev, se posicionó como un intermediario clave del poder y tomó el control en 1993. El ex burócrata “comunista” se convirtió en uno de los amigos favoritos de Occidente, haciendo tratos con la BP y otras compañías petroleras.

Nota del traductor

Debido a la cantidad de posts encontrados en las redes sociales en apoyo a las personas armenias de Nagorno-Karabaj, es importante resaltar que sí que hay que apoyar la autodeterminación de los pueblos, pero no debemos caer en la falsa premisa de dibujar estos conflictos como una cuestión de musulmanes contra cristianos o armenios contra turcos.

Son las clases capitalistas las que avivan las llamas del belicismo en esta región. Lo están haciendo por intereses económicos y el control de los recursos naturales. Son ellos los que se benefician directamente del conflicto mientras intentan pintarlo como etnorreligioso.

De esta manera intentan dividir a la clase trabajadora de ambos lados para mandar a morir a las trincheras a trabajadores y trabajadoras dándoles igual su credo o etnia. Pero la clase capitalista no se conforma con sólo eso, sino que a la vez intentan confundir y dividir la opinión de la clase trabajadora global buscando el enfrentamiento.

Por tanto, debemos ser claros y decir sí a la autodeterminación de los pueblos construida desde abajo. Y no a las guerras del capitalismo y el libre mercado.


El artículo original fue publicado en inglés en Socialist Worker el 28 de Septiembre 2020

Traducido por Rubén James Vargas