Entrevista a Miriam Moreno, investigadora
(Preguntas de Edurne Begiristain, periódico Berria. Versión abreviada en: https://www.berria.eus/paperekoa/1960/006/001/2018-10-27/benetakoa_da_kezka.htm)
Después del acto de VOX en Vistalegre saltaron todas las alarmas sobre el auge de la ultra derecha en el Estado español ¿Qué hay detrás? ¿Los medios de comunicación le han dado demasiada importancia a este evento, o realmente debemos preocuparnos?
Vistalegre fue la puesta de largo de Vox, un escenario en el que el partido político quiso mandar el mensaje de que ha venido para quedarse. La escena estaba muy bien pensada: música épica y victoriosa y uso emocional del lenguaje con vocabulario bélico. La atmósfera —cuidadosamente preparada— emula el ambiente previo a una batalla: se moviliza a su potencial electorado para que se “aliste” en las “filas” de Vox. Toda esta puesta en escena es testigo de un discurso de guerra, con una clara retórica militarista.
El discurso iniciático de Vistalegre se divide en cuatro operaciones estratégicas muy bien pensadas y perfectamente orquestadas: la dicotomización, la culpabilización, la victimización y el revanchismo. En primer lugar, la operación de dicotomización que Abascal realizó en Vistalegre implica dividir en dos bloques homogéneos a la sociedad —los héroes y los traidores—. Así, Abascal contrapuso la “España viva” contra la “España muerta”; la España “del Bienestar de la gente” contra la “España del Bienestar de los políticos”; la España de “los inmigrantes” versus “los jóvenes formados que tienen que emigrar”; “la España decente” contra “los cobardes” que hacen daño a España. Así, en su discurso, realiza un primer diagnóstico en un ejercicio de simplificación reduccionista para presentar a la sociedad en dos bandos incompatibles y antagónicos.
La segunda operación —una vez que ha dibujado una sociedad dividida en dos grupos contrapuestos— es la del señalamiento y culpabilización de los enemigos: la demonización del oponente a batir. Esto es, la construcción discursiva de quienes para Vox amenazan continuamente con la destrucción. Esos enemigos abarcan todo el espectro ideológico, desde la izquierda cuando Abascal hace alusión a “los comunistas”, “los progres” o las feministas hasta la propia derecha, a quien se refieren como “la veleta naranja” en el caso de Ciudadanos o como a “la derechita cobarde” en el caso del PP. A todas ellas se las juzga como categorías hostiles y se las descalifica, tildándolas de “cobardes, traidores” que “desprecian a España” “gobierno cómplice de la invasión inmigrante” “un gobierno que cabalga sobre la traición en Catalunya” que “no aman a España”.
En tercer lugar, la operación de victimización implica presentarse como víctimas de un ataque, como perjudicados de una ofensiva, utilizando un lenguaje guerrero que llama a movilizarse contra los enemigos antes identificados. En palabras de Abascal: “estáis aquí para defender España”, “una nación se levanta cuando la molestan como están molestando a España” “son demasiados los ultrajes, las vejaciones que recibe nuestra patria” o “nos llaman fachas (…) los insultos de Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Quim Torrá nos los ponemos como medallas en el pecho”. Aquí, los marcos interpretativos son claves para conseguir conectar con la gente y movilizarla. Con esta operación, los potenciales electores caen en una trampa: la de creer que son víctimas de los enemigos que señala Abascal. Así, ese posible electorado comienza a verse como perjudicados por un complot urdido por los enemigos señalados y, en consecuencia, empiezan a sentir que todos sus males provienen de los oponentes demonizados. Una lectura simple pero de gran efecto que ofrece atajos cognitivos para simplificar una realidad compleja.
Finalmente, la cuarta operación es clave: el revanchismo. Abascal dibuja un marco de motivación para revolverse y agitarse contra esas categorías de oponentes causantes de todos los problemas. Llama a levantarse, a movilizarse, a actuar siempre en contra de esos enemigos, confrontándoles enérgicamente y enfrentándose a ellos con fuerza. Expresiones de Abascal en su discurso como “¡Qué difícil se lo vais a poner a progres y comunistas!”, “los progres no contaban con este miura de Vox”, “no hemos venido a pedir permiso, hemos venido a señalar a los culpables de la división y el enfrentamiento y a combatirles” “sin complejos ni vergüenza” y “con honor” dan un impulso y suponen el remate final para terminar de movilizar a ese potencial electorado.
Estas cuatro operaciones, desde mi punto de vista, articulan un discurso tramposo y bastante peligroso, ya que es muy agresivo y está basado en el odio. Esto se visibiliza aún más claramente en los temas que preocupan a Vox y en las “soluciones-milagro” que propone. En primer lugar, su pieza central, su columna vertebral es, inequívocamente, la unidad de España. Por tanto, sus esfuerzos discursivos en Vistalegre se concentraron en este eje, llamando con pasión a “defender la unidad nacional con toda la contundencia y con todas las consecuencias” y proponiendo una serie de medidas —alarmantes desde el punto de vista democrático— para llevar esa defensa al terreno de la acción política: suspender de “forma indefinida la autonomía en Catalunya”, “detener a todos los golpistas, incluido Quim Torra, que se les juzgue y lleve a prisión”, “ilegalizar los partidos separatistas”, “disolver los Mossos d’Esquadra” y proceder a la “expulsión pública de los traidores” y añade, seguido, la necesidad de “más medios para las Fuerzas Armadas”. Un discurso que ya establece claramente cuáles son sus medidas-estrella, que —por cierto— rompen con el respeto a la división de poderes que se le presupone a un Estado que se presenta como democrático.
El segundo pilar de su discurso tiene como diana a los inmigrantes. Para ellos también establece una serie de medidas muy restrictivas y cuestionables desde el punto de vista democrático: “expulsión inmediata a los que entren sin permiso en nuestra casa”, “que se prohíba cualquier tipo de ayuda social a la inmigración ilegal”, “que se termine con ese efecto llamada de los que tiran de los impuestos de los españoles para que vengan personas que no pueden vivir entre nosotros”, “que los meta Pablo Iglesias en su casa”, “no le robemos a nuestra propia patria, hagamos que no se vayan nuestros jóvenes preparados y formados a Alemania”, culpando a las personas migrantes de la fuga de cerebros y de la desinversión en Investigación y Desarrollo, y acusándoles de robar. Una auténtica maquinaria de manipulación en detrimento de los sectores más vulnerables, generando odio hacia uno de los colectivos que peor lo está pasando.
Pero Vox no se quedó ahí, ya que atacó al colectivo feminista: “nos llaman machistas y fachas si no admitimos que se criminalice a la mitad de la población por su sexo con las leyes totalitarias de la ideología de género” y exigió “que se respete y proteja la vida, la de los niños que están en el vientre” oponiéndose claramente al derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, lo cual supone una auténtica involución democrática y recorte de derechos que afecta, de nuevo, a sectores muy vulnerables de nuestra sociedad.
Por todo ello, en consecuencia, pienso que efectivamente estamos ante una fuerza política cuyo discurso es muy peligroso: las operaciones discursivas de Vox son una auténtica trampa que atrapa a posibles electores en propuestas profundamente antidemocráticas. Medidas que están dirigidas contra los colectivos vulnerables de nuestra sociedad, a quienes hay que proteger con mayores garantías en términos de justicia social. En este sentido, el discurso de Vistalegre justifica y alimenta ejes de dominación por razones nacionales, de clase, de raza y de género; lo que convierte a Vox en una fuerza política peligrosa, porque su discurso busca hacer aún más asimétricas las relaciones de poder. Creo, por tanto, que las alarmas se han encendido, y con razón. Abascal realizó un diagnóstico totalmente desenfocado de la realidad, creando un sentimiento de crisis dramatizado que apunta de lleno a quienes peor lo están pasando en esta crisis estructural. Un discurso fácil de comprar para personas que se encuentran ante acontecimientos complejos, y hallan que lo más sencillo para adaptarse a las dificultades es acudir a la imagen de una persona que aparenta ser verdadera, única y responsable y que tiene soluciones milagrosas contra los oponentes demonizados, que en gran medida son los sectores más debilitados de la sociedad.
¿Se puede considerar a Vox como parte de los partidos de extrema derecha en Europa?
Vox se podría encuadrar dentro de lo que es la nueva familia de partidos políticos de derecha radical ultranacionalistas, xenófobos y populistas que consolida posiciones en el marco europeo.
Antes se ha analizado Vox a nivel discursivo, pero si examinamos su programa electoral se puede comprobar cómo las medidas que Vox propone profundizan aún más en sus componentes ultranacionalistas, xenófobos y populistas. En primer lugar y en cuanto al factor ultranacionalista, Vox podría encajar en la nueva familia de partidos políticos de derecha radical europea porque su pieza fundamental tanto a nivel discursivo como programático es la “defensa de la Nación”, la unidad de España. Antes ya hemos mencionado algunas medidas que ya presentó Abascal en su discurso de Vistalegre, como la eliminación de las autonomías —incluidas la supresión del Concierto Económico Vasco y el Convenio Navarro— o la ilegalización de partidos, asociaciones u ONG que, según Vox, “persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía”. Pero, además, el programa revela otras medidas de corte ultranacionalista que Abascal no mencionó en su discurso de Vistalegre, tales como por ejemplo “dotar de la máxima protección jurídica a los símbolos de la Nación, especialmente la Bandera, el Himno y la Corona” y “agravar las penas por las ofensas y ultrajes a España y sus símbolos o emblemas. Ninguna afrenta a ellos debe quedar impune”.
Aquí el componente ultranacionalista de Vox se visibiliza en el exclusivo reconocimiento de una sola “Nación” —con mayúsculas en su programa-; y, por tanto, la negación de otras naciones e identidades dentro del Estado español. Esta negación va más allá de la invisibilización: una negación que prohíbe, ilegaliza y criminaliza voluntades políticas que pidan —tanto simbólica como materialmente— el reconocimiento de otras naciones que no sean la española. Este elemento de Vox es común a otros partidos de derecha radical europea, que atacan toda expresión —ya sea de multiculturalidad o plurinacional— que no encaje con una determinada y restrictiva idea de Estado-nación, siempre bajo el argumento de que la homogeneidad política y cultural es la única garantía de convivencia, o “supervivencia” del Estado.
En segundo lugar, el componente xenófobo de Vox ya asoma en su discurso de Vistalegre con medidas de exclusión y expulsión hacia los inmigrantes. Pero si analizamos su programa, aún encontramos más propuestas que sobresalen por su dureza y que también revelan el componente islamófobo de Vox: elevar la exigencia a nivel de conocimiento del castellano y a nivel de tributación para conseguir la nacionalidad española; criterios de entrada más férreos; ampliación de las posibilidades de deportación; condicionamiento de la ayuda al desarrollo a otros países; políticas contra las mezquitas o el suspenso del espacio Schengen son algunas de ellas. La centralidad del componente xenófobo e islamófobo encaja con lo que hoy conocemos como partidos de derecha radical a nivel europeo. Se trata de una familia de nuevas formaciones políticas que ha encontrado una Ventana de Oportunidad Política tras los diferentes atentados a nivel europeo, una coyuntura que aprovechan estas formaciones para quienes la confrontación con las personas migrantes y el Islam ocupa un lugar fundamental, relacionando Islam con terrorismo y recuperando las tesis del choque de civilizaciones.
Asimismo, Vox podría encajar con la nueva familia de partidos de derecha radical que irrumpen y crecen en Europa por su corte fuertemente populista. En la mayoría de sistemas políticos europeos se ha producido una crisis sistémico-estructural de las instituciones democráticas acompañada de un resentimiento contra las élites gobernantes percibidas como incompetentes y traidoras. En este contexto el populismo emerge como pieza fundamental de muchos partidos de derecha radical que hoy en día se instalan de forma genérica en los sistemas democráticos. En estos contextos emergen nuevos partidos populistas que se presentan como partidos antipartido, partidos de protesta como Vox. Así, el populismo se erige como una estrategia que apuesta por tomar públicamente partido por el pueblo o culto al pueblo, lo que en realidad es una apelación contra, pues divide a la sociedad en dos grupos homogéneos y antagónicos, como hemos visto antes: “la gente pura” —“la España viva” que diría Abascal— y la “élite corrupta” —“traidores y cobardes”—, como hacía referencia en Vistalegre. Este marcado discurso incita a reaccionar contra los gobernantes y contra categorías juzgadas amenazantes —muchos de ellos, los colectivos más debilitados de nuestra sociedad—. Además, algunos partidos populistas no sólo rechazan las élites gobernantes estatales, sino que reniegan del proyecto de la Unión Europea; por lo que el euroescepticismo es un factor relevante que explica parte del voto de protesta, también el de Vox, crítico con la UE, a la cual acusan de no respectar la soberanía española.
Este tipo de partidos de corte populista como Vox suelen ser muy personalistas: necesitan de un líder carismático —Santiago Abascal— que canalice ese descontento; y Vistalegre sirvió a Abascal para autoproclamarse como líder que encarna una misión especial para salvar a “España” del apocalipsis, proyectando visiones proféticas. De gesto grandilocuente, Abascal se maneja muy bien dentro del ámbito de la comunicación política: ha sido objeto de memes en Twitter o de burla cuando grabó un clip emulando a Gladiator, sin embargo, ha sabido sacar rendimiento político de las redes sociales e interpretar bien la Ventana de Oportunidad Política, desarrollando un discurso capaz de movilizar a un potencial electorado que más tarde analizaremos.
Por todo ello, me atrevería a encajar a Vox dentro de la nueva familia de partidos de derecha radical ultranacionalistas, xenófobos y de corte populista.
El año que viene son las Elecciones Europeas ¿Crees que VOX obtendrá representación? Y, en general, en términos de los aspectos de extrema derecha de Europa, ¿cuál es el pronóstico?
Este nuevo tipo de partidos crecieron a partir de 1980 durante las Elecciones Europeas de 1984 cuando el Front National y Alleanza Nazionale obtuvieron representación. A partir de ahí la emergencia y crecimiento de partidos ultranacionalistas, xenófobos y populistas ha ido in crescendo, por lo que el panorama a nivel europeo es más que alarmante, ya que avanza posiciones en prácticamente todos los países europeos, adquiriendo representación en las instituciones y copando muchos titulares en los medios de comunicación, donde han encontrado un gran altavoz político.
En el caso de Vox, aún es pronto para poder atreverse a afirmar que conseguirá representación en las elecciones europeas. Por un lado, las tendencias electorales a nivel europeo sí que hacen pensar que Vox pueda tener su sitio en las instituciones comunitarias, pero las elecciones europeas tienen una lógica diferente a las estatales, las autonómicas o las municipales, ya que se rigen más por el voto útil y no tengo claro que Vox pueda conseguir representación. Sin embargo, el factor sorpresa es muy típico en este tipo de elecciones. Por ejemplo, en 2014 Podemos sorprendió por el número de votos alcanzados en las elecciones europeas en lo que era su primera cita electoral, así que todo puede ser. Veremos.
Esta extrema derecha ha existido en el Estado español desde siempre, pero ahora está creciendo (por el conflicto político en Cataluña, por la exhumación de Franco…).
Vox nace el mismo año que Ciudadanos y Podemos, con un discurso crítico con el PP por dialogar con “formaciones nacionalistas” y por la “pasividad” ante la sentencia europea que establecía derogar la doctrina Parot. Durante la irrupción de Vox y en los primeros meses de andadura de la formación verde, el eje principal de su programa y discurso era “el terrorismo”. Ahora, la unidad de España se ha convertido en su principal caballo de batalla. A falta de representación de las instituciones, el número dos de Vox, Javier Ortega Smith, ha sabido hacerse un hueco en los medios situando a Vox como una fuerza política imprescindible para la unidad de España: él es quien ha presentado una ofensiva de querellas contra multitud de cargos políticos, ejerciendo como letrado de la acusación en el proceso judicial abierto a raíz del referéndum de autodeterminación del 1 de Octubre en Catalunya. El juicio del procés ha servido a Vox para presentarse como la fuerza valedora de la unidad nacional, una Ventana de Oportunidad Política que no ha sabido desaprovechar y que ha tenido su eco en los medios de comunicación.
Asimismo y en cuanto a la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco, Vox ha sido una voz muy crítica en los medios de comunicación, atacando a nivel discursivo y programático la Ley de Memoria Histórica. Es en este contexto en donde ha encontrado una oportunidad para hacerse hueco y tener cabida en tertulias políticas y diferentes medios, sabiendo aprovechar el altavoz mediático incluso sin tener representación. Ha sabido situar su mensaje y colocar su discurso, erigiéndose como protagonista de la ofensiva contra la Ley de la Memoria Histórica.
¿Cuál es el perfil de quienes votan a un partido como VOX? ¿Puede afectar a la derecha española existente (PP y Ciudadanos)? Sociológicamente, ¿qué factores alimentan a la ultra derecha? ¿Cuáles son las razones para votar por estos partidos?
Aún es muy pronto para caracterizar el electorado y dibujar los perfiles de votantes de Vox, aquí hay una laguna de investigación sobre la cual los/as politólogos/as habremos de trabajar. Muchos medios de comunicación han realizado encuestas, sin embargo estas no son válidas o fiables para realizar predicciones, principalmente porque la muestra no es representativa. Sin embargo, en Ciencia Política hay dos tesis que explican los potenciales electores que se inclinarían por votar a Vox: la tesis de la desintegración social y la tesis de la competencia étnica e interés económico.
La tesis de la desintegración social está ligada a la idea de anomia, por la cual el individuo alienado no encuentra objetivos en la sociedad, fruto del aislamiento que crea impulsos autodestructivos. Muchos autores han medido el nivel de aislamiento social a través de la afiliación a partidos, sindicatos y asociaciones, mostrando los individuos aislados importantes déficits participativos, lo que les convierte en potenciales votantes de este tipo de partidos. Este electorado se identificaría con los discursos catastrofistas de decadencia espiritual y moral, creyendo que la única salida es el retorno a los valores tradicionales, especialmente los valores familiares y patrióticos.
En el caso de Vox, esta tesis tendría como pieza central el tradicionalismo, relacionado con la esperanza mítica de un renacimiento nacional de lo que en Vox llaman “la España viva”, que suspira por una idealizada versión del pasado donde los Estados eran étnica e ideológicamente homogéneos. El votante potencial de Vox por motivaciones basadas en la tesis de la desintegración social se aglutina —grosso modo— en las clases medias, constituyéndose principalmente por ex votantes de formaciones conservadoras como PP que han radicalizado posiciones hacia la derecha del espectro ideológico, debido a que consideran la inmigración una amenaza, sienten nostalgia por un pasado añorado, lamentan la erosión de la identidad española y experimentan una sensación de incertidumbre. Pero esta tesis también explica por qué muchos individuos/as que antes se abstenían de votar —aislados sociopolíticamente— ahora podrían votar a Vox: antes se encontraban aislados e inseguros, sin verse reflejados en un partido político, pero ahora encontrarían en una fuerza política como Vox su “salvación”: el regreso nostálgico a la recuperación de la comunidad —española— y las tradiciones. Por tanto, y en resumen, según la tesis de la desintegración social Vox captaría votos de electores radicalizados del PP y de Ciudadanos y movilizaría un voto procedente de la abstención.
Por su parte, la tesis de la competencia étnica y el interés económico sigue la máxima de que en tiempos de escasez económica grupos sociales con intereses materiales en conflicto compiten por recursos limitados. Esta tesis defiende que un elemento de peso para que los electores voten a formaciones radicales como Vox es el hecho de percibir que los inmigrantes son competidores en el mercado laboral. Esto es, los partidos como Vox obtendrían mayor éxito a mayor tasa de desempleo en circunstancias en donde hay mayor número de inmigrantes cohabitando. Asimismo, otros autores añaden que la motivación de voto a este tipo de organizaciones se ve también determinada por la percepción de competencia en el mercado inmobiliario e incluso matrimonial, donde también se seguiría que los partidos como Vox con un fuerte discurso antiinmigratorio obtenga más votos en aquellas zonas donde hay más inmigrantes. El perfil de votante según la tesis de la competencia étnica y económica es: hombre joven, con bajo nivel educativo, desempleado o trabajador manual no cualificado además de nativo.
Esta tesis explica por qué Vox ha dado un giro estratégico y focaliza su atención en ir a reuniones, dar mítines, recoger firmas, acudir a manifestaciones o implicarse en reivindicaciones vecinales en barrios humildes de Madrid. Usera, Carabanchel, Vallecas, Leganés y Getafe son algunos de los barrios sobre los que Vox está redoblando los esfuerzos para suscitar adhesiones y captar votos. La formación verde sabe que en los barrios más humildes, en los barrios obreros, tiene un caldo de cultivo que no quiere que se le escape, un territorio prometedor para arrancar votos. Así, según reconoce al diario El País la propia Rosario Monasterio, presidenta de Vox en Madrid: “Es en el mundo del polígono donde más está calando nuestro mensaje”. Por tanto, Vox también aspira a arrancar un importante número de votos a formaciones tradicionales de izquierda que históricamente se alimentaban del voto obrero. Partidos como el PSOE y Podemos pueden verse afectados y pueden ver bastante reducidos sus votos debido a la aparición de Vox. Un panorama que se ha repetido en Francia, donde una parte del voto comunista ha venido a ir a parar a la formación que lidera Le Pen o en Suecia, donde parte del voto de izquierdas ha ido a parar a Demócratas de Suecia.
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