Carolyn Egan

Ha habido una respuesta generalizada de la clase trabajadora a la pandemia a la que nos enfrentamos. Varía de un país a otro, pero la gente común de todo el mundo ha tomado el asunto en sus manos. Muchos abandonan los lugares de trabajo en protesta por la ausencia de medidas de prevención, otros exigen equipos de protección personal a sus jefes, o tratan de conseguir ayudas gubernamentales por los despedidos o para los que no pueden trabajar debido a la precariedad de su empleo.

En Nueva York han aparecido carteles con el slogan “No moriremos por Dow” (hace referencia al índice bursátil Dow Jones), mientras que enfermeras y otros trabajadores de sanidad sostienen pancartas frente a sus hospitales pidiendo los equipos necesarios.

Las y los trabajadores que están en primera línea muestran un gran coraje y están más que dispuestos a hacer su trabajo (tres mil enfermeras jubiladas respondieron en un día a una solicitud para volver a trabajar). Exigen que les suministren el equipo de protección que es tan necesario para mantener su salud.

Trabajadores de la construcción hablan sobre las condiciones en los lugares de trabajo: sin desinfectante de manos y, a menudo, sin instalaciones cerca donde poder lavarse.

Un video de gran difusión mostraba una reunión improvisada en un centro de trabajo con un trabajador que reprendía al gerente porque se veían obligados a trabajar en un entorno inseguro y potencialmente llevar el virus a sus casa.

Sindicalistas

Soy una trabajadora sanitaria que trabaja todos los días y recientemente estuve en una videoconferencia con otros sindicalistas. Incluía a trabajadores temporales, empleados de comercios minoristas, teleoperadores, trabajadores de la construcción, profesores, bibliotecarios y trabajadores de hoteles. Algunos centros de trabajo se han cerrado por completo, como las escuelas; otros trabajan desde casa; algunos sectores están totalmente devastados, como el comercio minorista, los restaurantes y los hoteles. Está muy claro que los trabajadores mal pagados y precarios son los más afectados, la mayoría de los cuales son mujeres y personas de color. Estamos viendo el surgimiento del racismo, la división y a los gobiernos planteando el cierre de las fronteras.

Los trabajadores hablaron sobre las acciones que se han llevado a cabo en sus lugares de trabajo a medida que construyen solidaridad y luchan.

Huelgas espontáneas provocaron el cierre de la industria automovilística por toda Norteamérica y los trabajadores de la Alianza de la Función Pública de Canadá (PSAC) abandonaron los centros de trabajo debido a condiciones inseguras, lo que obligó a cerrarlos en todo el país.

Los trabajadores de limpieza viaria han organizado acciones y protagonizado jornadas de huelga en Roma y Liverpool; los conductores del transporte público en muchas ciudades como Charleroi (Bélgica), Los Ángeles, Nápoles y varias ciudades de Irlanda y Brasil exigen condiciones de trabajo más seguras. En Windsor, Canadá, el sistema de transporte público se ha cerrado debido a las demandas de los trabajadores y esto se está extendiendo a otras ciudades como Toronto, donde los conductores de autobuses protestaron por falta de EPP (equipos de protección personal). En Canadá los trabajadores de supermercados han forzado un aumento salarial de 2 dólares por hora, y han puesto barreras protectoras en los mostradores. Trabajadores de sanidad llevan años denunciando que se han desangrado a los hospitales y a las residencias (de cuidados a largo plazo) con sucesivos recortes

Se están convocando huelgas de alquileres y creando grupos de apoyo mutuo en los barrios. “Comida sí. Alquiler no” es el lema de la convocatoria en Los Ángeles que comenzó el pasado 1 de abril, fecha en la que millones de personas afrontan sin saber cómo el pago del alquiler en plena crisis del coronavirus.

De repente, existe una aguda conciencia de que es la clase trabajadora la que realmente hace funcionar la economía y crea la riqueza que el 1%, la clase dominante, utiliza para su propio beneficio. De repente, se gastan miles de millones —si no billones— de dólares, cuando nos han dicho durante años que no hay suficiente dinero para financiar nuestros hospitales, escuelas o servicios sociales. El dinero siempre ha estado ahí, pero ha ido a los de arriba mientras que la brecha entre ricos y pobres ha ido creciendo.

Movimiento

Las divisiones de clase en la sociedad se han intensificado y todas las contradicciones del capitalismo han quedado al descubierto. Es una escalada repentina de la crisis del sistema. El coronavirus ha sido un factor precipitante, pero no puede separarse del capitalismo en sí, la proliferación de granjas industriales y la incursión del mercado en áreas remotas donde se desarrollan nuevos virus y se propagan a los humanos a través de otras especies.

No estamos todos juntos en esto, como nos dice el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Están los ladrones y sus víctimas. A medida que avanzamos en esta crisis, debemos construir un movimiento fuerte que aprenda de nuestra historia de clase trabajadora, historia que ha sido forjada en la lucha por los explotados y los oprimidos de todas las razas, géneros, sexualidades y habilidades. Tenemos que aprovechar la ira de la clase trabajadora que estalla en una resistencia organizada que va más allá de las reformas y que presenta una alternativa real: una sociedad transformada donde los trabajadores tengan el control de sus lugares de trabajo y sus comunidades.


Carolyn Egan es presidenta del Área de Toronto del sindicato United Steelworkers y militante de International Socialists, grupo hermano de Marx21 en Canadá. Este artículo apareció en inglés en su web, Socialist.ca.