Protestas estudiantiles han derribado al antiguo régimen, pero queda una batalla sobre lo que vendrá.
Yuri Prasad
Estudiantes clamaron por finalizar el corrupto y discriminatorio sistema de cuotas en Bangladesh (Foto: Wikimedia).
Los estudiantes y los activistas por la democracia, quienes, durante la última semana, han derrocado a la odiada dictadora Sheikh Hasina; ahora, no deben engañarse con la ilusión de la victoria total, especialmente, porque, la semana pasada, acaba de juramentarse el gobierno interino de Bangladesh, presidido, a sus venerables 85 años, por Muhammed Yunus, Premio Nobel de la Paz del 2006, laureado, conjuntamente con el Grameen Bank.
Este pionero de los esquemas de préstamos de las microfinanzas es la opción de muchos estudiantes activistas y tiene cierta popularidad con los pobres. Su nuevo gabinete está integrado por Nahid Islam y Asif Mahmud, activistas estudiantes, quienes ayudaron a liderar las protestas antigubernamentales.
La decisión para nombrar a Yunus como el consejero principal del gobierno interino siguió a un encuentro durante la última semana entre representantes militares, el partido de oposición oficial: la BNP (Bangladesh Nationalist Party), y el estudiantado.
Los representantes allí acordaron que deberían ser convocadas elecciones plenamente democráticas, dentro de tres meses. Y los/as estudiantes/as acertadamente insistieron que el ejército debería ser excluido de la administración interina. Yunus, como demócrata en el cargo, será forzado a actuar como balanza.
Él considera como su primera misión: confirmarle al estudiantado la muerte del antiguo régimen y el futuro recambio democrático. Pero, él también desea confirmarle a la clase gobernante que él puede estabilizar al país y restaurar la autoridad del estado nacional.
«Ustedes han puesto su confianza en mí, el estudiantado me ha llamado, y yo he respondido», dijo Yunus, rodeado por líderes estudiantiles, menores que él por décadas.
«Asegúrense que nadie sea atacado/a en ningún lugar de este país. Esta es nuestra primera responsabilidad», acotó.
Durante su breve alocución, repetidamente se enjugó las lágrimas, mientras se refería a Abu Sayeed, un estudiante, uno de quienes participó en las protestas, cuyo asesinato por policías fue grabado en una de las cámaras que motivó la ira insurreccional.
«Mi primera palabra es que ustedes protejan al país del desorden», Yunus suplicó. La continua violencia en Bangladesh es una realidad. La policía, detestada, ha desaparecido de las calles y se ha escondido, atrincherado?
El estudiantado insurrecto está cazándoles e incendiando las comisarías. Busca venganza para sus camaradas muertos o heridos. Conjuntamente con las mezquitas locales, el estudiantado insurrecto está también tratando de mantener una apariencia de orden en muchos vecindarios.
La administración estatal está también ampliamente paralizada y la economía está hecha jirones, con la disminución de las reservas en divisas. El colapso de gran parte del estado nacional corresponde a la atmósfera de extrema tensión.
Las potencias regionales: la República de la India y la República Popular China, están vigilando ansiosamente, determinados a garantizar que, cualesquiera sea el gobierno que finalmente emerja de la crisis bangladesí, este no trastoque el mapa estratégico previsto para la región. La India aprecia su relación con la clase gobernante bangladesí, en parte contra su archienemigo: Pakistán.
China espera empujar al país aún más hacia dentro de su órbita económica como parte de su rivalidad interimperialista contra los Estados Unidos de América. Ambas potencias podrían ser más felices si las fuerzas armadas bangladesíes estuvieran a cargo del país. Estas expresan sus apoyos a Yunus y hasta ahora, ellas no han intentado tomar el poder para sí mismas. Sus líderes han sido usados durante largo tiempo para desviar limosnas procedentes del antiguo estado nacional dirigido por la Liga Awami.
Pero la Liga es ahora una fuerza rota con Sheikh Hasina obligada al exilio desde la última semana; y otras figuras de liderazgo siendo perseguidas por el estudiantado furioso.
Los generales en Bangladesh tratarán de presionar al gobierno interino para que les permita jugar su función de «restaurar el orden» ―y continuar la afluencia de efectivo y poder en pro de las fuerzas armadas.
Por ahora, ellos saben que cualquier intento de imponer un régimen militar sería demasiado riesgoso, porque reavivaría al movimiento de masas. Su fuerza de doscientas mil tropas no puede controlar fácilmente a una población aproximadamente de ciento setenta millones de personas, y en caso de intentar tal control, este gozaría de poco apoyo o credibilidad popular.
Sin embargo, las fuerzas armadas buscarán retomar el control de la situación. Mientras, el neoliberal Partido Nacional de Bangladesh o el partido islámico de derecha: Bangladesh Jamaat-e-Islami (Congreso Islámico de Bangladesh), podrían tratar de llenar el vacío político.
El activista socialista Mushtuq, residente en la capital de Bangladesh: Dhaka, le contó a Socialist Worker que el liderazgo estudiantil es consciente de los peligros:
«La insurrección de la masa estudiantil no es solamente para derrocar a Hasina, sino, también, necesariamente, para desmantelar el sistema autocrático», explicó.
«Los/as líderes/ezas estudiantiles son ya las más poderosas partes interesadas en el gobierno interino».
Y Mushtuq dejó una impresión positiva acerca del modo por el cual el estudiantado ha estado patrullando las calles de la capital y más allá.
«Ellos/as están garantizando la situación de la ley y el orden en la ciudad de Dhaka en ausencia de la policía».
«La ilegalidad y el vandalismo son organizados por matones de la Liga Awami, resentidos por su derrota, y armados; y por grupos clandestinos organizados por militantes islamistas», dijo.
«El liderazgo estudiantil y la izquierda democrática se han aliado para exhortar al pueblo a resistírseles y sostener la victoria».
El movimiento ha reflejado siempre la ira hacia la sociedad bangladechí, trascendente a la dictadura y a la corrupción. Su motivación inicial fue una decisión judicial de reestablecer un sistema de cuotas para empleos gubernamentales en beneficio de los seguidores de la Liga Awami.
Aunque, esa ira fue, por sí misma, la reacción a las masivas cantidades de desempleados/as, graduados/as y jóvenes, en medio de la gran crisis por el aumento del costo de vida en Bangladesh, padecido por los/as trabajadores/as, los/as pobres, e incluso, gran parte de la clase media.
Con la intensificación de esa calamidad, durante las semanas recientes, esta ha crecido hasta el grado de someter al régimen interino a enormes presiones. El anhelo de crear un nuevo, democrático y socialmente justo Bangladesh; pende de un hilo.
Este artículo apareció on inglés en Socialist Worker, nuestra publicación hermana en Gran Bretaña.
Traducción: Jesus Alejandro Blanco Fonseca.