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David Leiva

Las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 supusieron un gran avance para la extrema derecha. La victoria de Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 impulsó a la extrema derecha, y la crisis de refugiados creada por los gobernantes les dio un nuevo impulso en 2019. ¿Por qué es tan fuerte la extrema derecha? ¿Y cómo hay que combatirla?

Por desgracia, parece que la extrema derecha europea será aún más fuerte tras las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio de 2024 por varias razones.

En primer lugar, otros partidos —sobre todo, pero no solo de la derecha— han adoptado las políticas nacionalistas, racistas y discriminatorias de la extrema derecha. Un claro ejemplo es el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo (PEMA), acordado en diciembre de 2023 y aprobado por el Parlamento Europeo.

El PEMA representa la intensificación de las prácticas actuales de la UE; a través del control fronterizo Frontex, las devoluciones y el apoyo financiero a Turquía, Túnez y Egipto para detener a las personas refugiadas y migrantes que intentan llegar a Europa, en un momento en el que las personas refugiadas y desplazadas del mundo han alcanzado los 100 millones.

Igual que en el Estado español, la desigualdad crece en Europa y el bienestar universal se erosiona a medida que el dinero se gasta en armamento y exenciones fiscales para los más ricos. La persona más rica del mundo es el francés Bernard Arnault, que se enriquece gracias a la industria de la moda y los cosméticos. Ha triplicado su fortuna desde 2020 hasta los 220.000 millones de euros. Al mismo tiempo, la extrema derecha está convirtiendo a las personas refugiadas y migrantes en chivos expiatorios y ganando votos.

En segundo lugar, la rivalidad imperialista y el ataque de Rusia a Ucrania han creado una nueva inseguridad y miedo a la guerra en Europa. Además, el clima está empeorando, también en Europa, sin un plan concreto para resolver los problemas.

¿Se está generalizando el discurso del “Gran Reemplazo”?

En general, esto ha dado a la extrema derecha y al fascismo más fuerza. Teorías como la del “Gran Reemplazo” se están extendiendo y son muy utilizadas por VOX y Aliança Catalana, y cada vez vemos más ejemplos de “billetes de ida” simbólicos a Oriente Próximo o, de una forma “más amable”, de remigración.

Otros partidos importantes como Fratelli d’Italia dirigido por Meloni, Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen y Reconquête en Francia, Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) en Austria, Sverigedemokraterna de Suecia y Perussuomalaiset en Finlandia han surgido de los antiguos partidos fascistas.

Es necesario desenmascararlos y etiquetarlos como los fascistas que realmente son, porque exteriormente intentan presentarse como respetables políticos conservadores que simplemente hacen uso de “su libertad de expresión”.

El Partido de la Libertad holandés, populista de derechas y liderado por Geert Wilders, que se convirtió en el partido más votado en las últimas elecciones, también desempeñará un papel en las elecciones al Parlamento Europeo. Lo mismo puede decirse del nuevo partido ultra Chega, que recientemente obtuvo el 18% de los votos en Portugal.

Los cambios en la extrema derecha son constantes. Pueden deberse a consideraciones tácticas, pero también pueden ser verdaderos virajes hacia prácticas abiertamente fascistas. Ahora casi todos apoyan a Israel, cosa que no entra en contradicción con ser antisemitas. Otros simpatizan con o apoyan a la Rusia de Putin.

Solidaridad y resistencia

En relación con las elecciones al Parlamento Europeo, gran parte de la extrema derecha se ha unido en el grupo Identidad y Democracia.

Es el sexto grupo más grande del Parlamento Europeo, con 56 miembros de 10 países diferentes, de los cuales Lega en Italia y AfD en Alemania, RN en Francia y FPÖ en Austria son los más numerosos. Anders Vistesen, del Partido Popular Danés, acaba de ser elegido presidente de este grupo.

En estos momentos se encuentran en una posición parlamentaria bastante fuerte. Tienen un programa de extrema derecha y nacionalista, principalmente contra las personas refugiadas y migrantes. Pero también atacan los derechos de las mujeres, los derechos LGTBI+ y a las y los activistas del clima.

Las personas defensoras de las y los refugiados, antirracistas, activistas del clima, feministas y activistas laborales deben unirse para rechazar y combatir la agenda ultraderechista y fascista que nos amenaza a todos.

La lucha antirracista

Pero la lucha de clases no debe de desarrollarse en un vacío ideológico. El racismo es una de las mejores herramientas de división de los que ostentan el poder.

Por eso atacan a las personas refugiadas y migrantes en Europa. En primer lugar, controlando las fronteras e impidiendo por todos los medios que puedan pedir asilo. En segundo lugar, mediante la discriminación y la pérdida de derechos.

Sin embargo, en muchos países europeos hay redes que ayudan a la gente y redes que organizan conferencias, protestas y acciones. Por ello, existen plataformas de activistas en diferentes países como Stand Up To Racism en el Reino Unido, Marche des Solidarités en Francia o Unidad Contra el Fascismo y el Racismo en Catalunya, así como en Sevilla.

De esta manera, en el Reino Unido, el gobierno conservador acaba de aprobar en el Parlamento su proyecto de deportación a Ruanda, pero todavía no lo han podido poner en marcha. Las oleadas de huelgas de los dos últimos años pueden dar el impulso necesario para seguir resistiendo. En Francia se han producido protestas y acciones bastante multitudinarias contra la ley racista de Darmanin.

En Catalunya, UCFR logró que los principales partidos catalanes firmaran un manifiesto en el que se comprometieron bloquear a VOX y Aliança Catalana en el Parlament.

Para concluir, otro ejemplo de lucha: los intentos de los gobernantes de etiquetar y prohibir las manifestaciones propalestinas como antisemitas o de apoyo al terrorismo no han logrado impedir las protestas, porque el movimiento de solidaridad ha defendido el derecho a manifestarse, como demuestra la lucha de las y los estudiantes en muchos lugares del mundo.

La unidad no es la uniformidad

Algunos sectores de la izquierda hablan de la necesidad de la unidad, pero bajo la forma de una coalición electoral, una opción meramente de política institucional.

Este modelo de la “unidad” supone callar —o al menos marginar— a los sectores más combativos, porque se impone un discurso único, y reformista, mediante el programa electoral.

Ante este problema, muchos sectores de la izquierda radical rechazan toda idea de lucha unitaria. Como alternativa, promueven movimientos limitados a activistas conscientemente anticapitalistas… y en la práctica imponen un discurso único “radical” y a menudo sectario.

El frente único, o movimiento unitario, que se plantea aquí es algo totalmente diferente. Supone crear movimientos e impulsar luchas por demandas concretas y compartidas por sectores muy diversos —contra el fascismo y el racismo; solidaridad con Palestina; defender el derecho al aborto, etc.— sin tener que compartir visiones ideológicas.

Bajo esta visión, podemos luchar conjuntamente, sin dejar de defender, en nombre propio, nuestra propia visión. Si dentro de un movimiento unitario existe una izquierda revolucionaria con ideas constructivas sobre cómo llevar adelante las luchas, ésta podrá ganar una nueva audiencia para sus ideas, y en todo caso, podrá contribuir a obtener avances en la lucha.

En esto estamos como Marx21.


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