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Paco Priego

Tras las elecciones del 12 de mayo en Catalunya, y una vez pasada la vorágine de los primeros días, con la inevitable sucesión de declaraciones grandilocuentes, llamadas a la responsabilidad ajena, asunción a regañadientes de errores, y dimisiones más o menos forzadas, es hora de mirar con la cabeza fría al resultado electoral, y descubrir qué nos dice del sentir de la sociedad catalana en 2024.

Fin del independentismo mágico y depresión

Una de las primeras lecturas que podríamos hacer, cómo no, es la que nos liga al trauma de 2017. En ese momento se desvaneció la ficción el independentismo mágico, la creencia en que se podría conseguir la liberación nacional por la vía de la razón y el diálogo, sin tirar un solo papel al suelo, como se decía entonces, algo que la historia, terca, nos dice que es una visión demasiado ingenua de la realidad.

Es conocido el modelo Kübler-Ross, que enumera cinco etapas en la gestión del duelo: negación, ira, negociación, depresión y finalmente aceptación. La elevada abstención, casi idéntica a la de las elecciones de 2021, celebradas en un contexto de cuarentena, y que parece haber afectado principalmente a las formaciones independentistas, y más concretamente a las situadas más a la izquierda del espectro ideológico, parece indicar que buena parte del independentismo ya se encuentra en la cuarta etapa del duelo, que implica una sensación de derrota, y de que no vale la pena implicarse en una causa perdida.

Del tiempo que tarde el independentismo en superar esta etapa, y finalmente llegar a la aceptación de los hechos de 2017, y extraer las lecciones necesarias, depende el futuro del independentismo, para seguir siendo un actor político relevante.

Ganadores, perdedores y supervivientes

Como en toda contienda electoral, hay quien gana, quien pierde, y quien se mantiene. Uno de los grandes perdedores, es Ciutadans, que desaparece del Parlament, consolidando su irrelevancia en el paisaje de la derecha.

El principal beneficiado de su derrota seguramente es el PP, uno de los ganadores, aunque la debacle de los naranja aún se queda noventa y siete mil votos corta para explicar la subida de los populares, asumiendo además que una parte de esos votantes que pierde podrían explicar la pequeña subida en votos de VOX, un actor político que parece haber encontrado su punto de equilibrio. Este voto quizás estaba desmovilizado en anteriores citas electorales, pero esto solo se podrá saber con estudios posteriores más exhaustivos.

Ahora, sí tenemos que hablar de ganadores, el ganador entre los ganadores no cabe duda de que es el PSC, que logra ganar las elecciones tanto en votos como en escaños. De nuevo, serán necesarios posteriores análisis más rigurosos para determinar el origen de la subida de más de doscientos mil votos respecto a las anteriores elecciones.

Ni la caída de los Comuns, perjudicados por las tensiones entre Sumar y Podemos, ni una posible fuga de votos desde ERC pueden explicar matemáticamente este hecho, y eso sin tener en cuenta que seguramente no habrán sido demasiados los votantes republicanos tentados a cruzar la frontera entre independentismo y unionismo que representa este cambio, y que seguramente mucho votante desilusionado con los Comuns ha pasado a la abstención.

De nuevo, seguramente estamos ante voto desmovilizado en elecciones anteriores, que ahora vuelve a activarse, posiblemente por factores externos a la propia política catalana. La figura del presidente del gobierno español Pedro Sánchez seguramente tiene mucho que ver en esta movilización del voto.

Y puesto que hablamos de ERC, sin duda es otro de los grandes perdedores de esta jornada. No solo se deja 13 diputados y más de ciento setenta y ocho mil votos, sino que, más importante aún, pierde la hegemonía dentro del espacio independentista, que vuelve a Junts, que, con una subida de más de cien mil votos, prueba que la figura de Puigdemont aún no ha perdido su atractivo, y que sus promesas de un regreso triunfante del exilio aún conectan con el votante independentista. Aquí sí podríamos hablar de trasvase de votos entre ambas formaciones más fácilmente, aunque también en el caso de ERC, seguramente mucho voto anterior fue a la abstención esta vez.

En cuanto al tercer actor independentista, la CUP, también sufre una caída sustancial, lastrada tanto por debates internos (no olvidemos que la campaña electoral atrapó a los anticapitalistas inmersos en un proceso de redefinición de su estrategia) como por su acción parlamentaria, muchas veces percibida como caótica por parte del electorado. Sin duda, nuevos elementos para el debate interno dentro de la formación anticapitalista.

Por último, hay que lamentar la entrada de un nuevo actor de ultraderecha en el Parlament, este cobijado bajo bandera independentista, Aliança Catalana. Favorecido tanto por los vientos reaccionarios que soplan a nivel mundial, como por la frustración derivada del duro despertar del sueño del independentismo mágico, el tiempo dirá si este nuevo actor tiene un paso efímero por la política catalana, o se consolida, como ya ha hecho VOX. En cualquier caso, una noticia muy mala en el presente.

Y ahora, ¿qué?

No es ningún secreto que las matemáticas para configurar gobierno con los resultados del día doce son endiabladas y que, ya sea para investir a Illa o a Puigdemont, requerirán de la participación de ERC, ambas opciones con mucho que perder (ser acusados de resucitar el Tripartito en el primer caso, o rendir la hegemonía del independentismo ante Junts en el segundo) y poco a ganar por los republicanos.

En la actualidad, el escenario de repetición electoral no puede descartarse completamente, pero la política catalana ya nos ha dado sorpresas antes.

En cualquier caso, el gran factor a considerar es la fuerte desafección que la elevada abstención denota, especialmente porque los números nos dicen que esta abstención se nutre de antiguos votantes de izquierdas. Escenario preocupante, ya que como vemos, está allanando el camino al populismo de la ultraderecha.

Es un deber ineludible de las izquierdas revolucionarias, en estos tiempos inciertos, que nos recuerdan el dicho de Gramsci sobre los monstruos, proporcionar alternativas que hagan que estas personas que ahora mismo han dado la espalda a la política, recuerden que todavía merece la pena luchar. En un mundo cada vez más desigual, violento y amenazado por la catástrofe medioambiental, literalmente nos jugamos el futuro.

Y otra cosa que estas elecciones vuelven a confirmar es que, si bien no podemos ignorar el ámbito institucional, éste no es el terreno principal ni el más favorable para luchar por el mundo muy diferente que necesitamos.