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Rodrigo Lombo

Los resultados de las elecciones al Parlamento europeo no han sido una sorpresa. En el caso del Estado español, el PP gana por la mínima al PSOE, la fragmentación de la izquierda estatal da a Sumar 3 escaños —IU se quedaría fuera, pues su representante ocupaba la posición 4 de la coalición— y a Podemos 2. La izquierda independentista obtiene 3 escaños con Ahora Repúblicas y VOX dobla su representación a 6 escaños. El ultraderechista Alvise Pérez irrumpe con 3 escaños.

Pero antes de pasar al análisis en clave interna, es necesario echar un vistazo al panorama europeo.

Avance de la ultraderecha y del extremo centro

Los medios de comunicación del sistema se vanaglorian diciendo que la suma de los europeístas —socialdemócratas, liberales y populares— supera a los euroescépticos —extrema derecha y fascistas—.

Se obvia que las políticas de empobrecimiento de las personas trabajadoras del viejo continente, promovidas por el extremo centro —europeístas— han sido la gasolina para la extrema derecha. Demagógicamente, señalan a los burócratas de Bruselas —que son agentes de los ricos— diciendo que gobiernan a favor de los migrantes, se inventan el cambio climático, etc.

Nunca señalarán a los amos de los burócratas. A las grandes empresas y bancos que gobiernan de verdad. Siempre dóciles con los de arriba y combativos con los de abajo.

Aún con estos resultados globales, el partido de Le Pen arrasa en Francia, Meloni gana en Italia y AfD —Alternativa por Alemania— supera a los socialdemócratas del SPD gobernante.

Estado español: poca legitimidad y retroceso de la izquierda

La participación en las elecciones europeas en el Estado español no ha llegado al 50%. Por mucho que se diga que es mayor que en 2014, cuando no coincidieron con ningún otro comicio, muestra la desatención de gran parte de la población hacia los políticos y su sistema. Un sistema concebido para los de arriba —la mal llamada “democracia” liberal— y más en el caso de un Parlamento europeo alejado de las preocupaciones de las mayorías sociales y cuyos miembros gozan de múltiples privilegios.

En cuanto a los resultados, podemos decir que ganar por 2 escaños tras haber montado una campaña cimentada en mentiras y demagogia por parte del PP y sus medios afines, no es ganar el plebiscito que planteaban a Pedro Sánchez, que resiste de nuevo.

La estrategia de Sumar —de presentarse como la izquierda responsable, que no hace ruido y sumisa totalmente al PSOE— no ha funcionado. Elección tras elección, se ven las costuras de esta estrategia. Podemos, con una campaña mucho más radical, denunciando el militarismo y apelando al fin de la guerra en Ucrania, y a favor de Palestina, resiste con dos escaños. Pero incluso si añadimos los escaños de Ahora Repúblicas, estas izquierdas tampoco superan a la extrema derecha de Alvise y VOX.

Aunque el avance de VOX es significativo, los escaños de Alvise sorprenden a muchas personas. Sin embargo, unas elecciones como estas, con baja participación y voto bronca, son las ideales para que un facha que se presenta como radical recoja beneficios. Las movilizaciones de la extrema derecha en la calle y en los medios ultra han beneficiado a un bufón que bebe en el caladero de los neofranquistas de VOX.

De nuevo desilusión, pero siempre sale el sol

La izquierda estatal debe hacer autocrítica. En tiempos convulsos, en los cuales precisamente la gente espera alternativas y radicalidad, no puedes aparecer mediante los hechos y las formas como más prosistema que el mismo PSOE. Al final, la gente prefiere el original a la copia.

A los fachas de Alvise, de VOX y a los que pactan con ellos del PP, se les combate de dos formas. Hace falta un movimiento unitario a nivel estatal contra la extrema derecha. Dejemos de normalizar el odio, hay que señalarlos y combatirlos.

Por otro lado, necesitamos más movilización social, en defensa de un acceso real a la vivienda, por mejores condiciones laborales o para limitar los precios de los alimentos básicos, mejorar la educación y la sanidad, entre otras cuestiones igualmente urgentes como la defensa de los derechos democráticos, de las mujeres, de las personas LGTBI+ y contra el cambio climático.

La izquierda debe de enfocarse y empujar en esa radicalidad. Si no lo hace, su muerte social y electoral estará ahí presente. No hay tiempo que perder.


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