Paco Priego
Nos encontramos ante el escenario del adelanto de las elecciones al Parlament de Catalunya, tan esperado desde la ruptura del gobierno de coalición entre Junts y ERC, como prorrogado en el tiempo hasta la final asunción de su inevitabilidad.
Es de rigor realizar un análisis desde un punto de vista de la izquierda revolucionaria de la situación política actual, y de los posibles escenarios futuros, teniendo en cuenta a la vez cómo afecta al mismo la cuestión nacional, inextricable de cualquier análisis de la realidad política en Catalunya.
Quisiera centrarme para esta valoración en las reflexiones expresadas por los militantes y simpatizantes en un reciente debate sobre la coyuntura política, celebrado en el núcleo de Sants-Montjuïc de la CUP, con vistas a la campaña electoral a las puertas.
Desde el punto de vista del independentismo, es indudable que ERC sufrirá el desgaste de su etapa en solitario al frente de un gobierno en minoría, lo que les ha forzado a pactar con varias fuerzas en momentos diversos, incurriendo en contradicciones y generando una sensación de avanzar sin rumbo, y de haber abandonado la lucha por la autodeterminación.
Cuestiones como su posición frente a macroproyectos como el Hard Rock Café o el Cuarto Cinturón serán factores que pueden pasarle factura en estas elecciones.
Por parte de Junts, volverán a jugar la carta hasta ahora efectiva para sus intereses de la figura de Puigdemont, con el anuncio, una vez más, de su posible regreso triunfante. Habrá que ver si esta fórmula todavía mantiene su atractivo, o es una táctica ya gastada por previsible. En cualquier caso, presenta una lista muy personalista, cargada de nombres provenientes del PDCat, y con una sensación de querer repetir lo ya planteado para las elecciones municipales en Barcelona.
En cuanto a la CUP, presenta una lista sólida, con personas implicadas en luchas en contra de los diversos proyectos depredadores del territorio. Su principal debilidad es el hecho de poder ser percibida como la tercera pata del llamado procesismo.
Sus mejores opciones pueden ser enfocar la campaña en cuestiones más cercanas al día a día de la clase trabajadora, como la emergencia habitacional, así como en cuestiones más ligadas al ecologismo, como la emergencia climática, y la lucha del campesinado, enfocadas desde una perspectiva de crítica al sistema capitalista que las hace posibles.
En el plano de cuestión nacional, la defensa de la lengua catalana frente al cuestionamiento del sistema de inmersión lingüística en la enseñanza debería ser su principal arma, defendiéndolo como factor de cohesión social, ante la visión revisionista y más proclive a la guetización defendida por las derechas españolistas.
Actores
Como actores extraparlamentarios relevantes, encontramos la candidatura Alhora, de Clara Ponsatí y Jordi Graupera, de la que más allá de su adscripción independentista, no hay más pistas sobre su ideología.
Finalmente, tenemos el preocupante ascenso de la ultraderecha con bandera independentista representado por Aliança Catalana, del que hablaré más extensamente cuando aborde el tema de las derechas en concreto.
En cuanto a los actores no independentistas, es indudable que el PSC se encuentra en una curva ascendente, desde que tocó fondo en 2015, y serán sin duda uno de los actores centrales, con posibilidad de gobernar.
En cuanto al otro actor de la izquierda, Comuns-Sumar, está por ver qué factura les pasará el enfrentamiento entre Podem, marca catalana de Podemos, y Sumar. Aunque Podem no presente candidatura, según sus palabras, para no fragmentar más el voto de izquierdas, está por ver cuántos de los votos más “podemitas” de la antigua coalición, se mantienen fieles a la marca Comuns-Sumar.
En cuanto a las derechas de adscripción españolista, así como a la extrema derecha en general, el escenario más esperable es la implosión de Ciudadanos, que puede pasar de ser el partido más votado en 2017, en las infames elecciones del 155, a muy probablemente quedar fuera del Parlament.
El hecho de pasar de presentarse como una derecha enfocada en el liberalismo económico, a convertirse en una copia del ultranacionalismo español más propio de VOX, les ha hecho perder tanto a los votantes más ultranacionalistas, que se ven más cómodos con la ultraderecha desacomplejada del propio VOX, como los votantes más liberales.
El principal beneficiado de esta segunda fuga previsiblemente será un PP que ha quedado como único actor en la defensa del ideario neoliberal, con voces fuertes tan fuertes y comprometidas en esta cuestión como la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
En cuanto a VOX, es previsible que continúe con la tendencia a la baja mostrada en últimas convocatorias electorales, aunque difícilmente sufrirán un descalabro como el de Ciutadans.
Su apuesta para crecer más allá del clásico franquismo sociológico ha sido, al igual que en tantas otras ultraderechas que han crecido a rebufo del trumpismo, abrirse a los sectores más afines a las teorías de la conspiración, que han prosperado en los tiempos de incertidumbre consecuencia del evento traumático de la pandemia del COVID-19.
Ahora bien, es posible que esta apuesta también pueda explicar la reciente pérdida de apoyo, dado que una parte de los votantes más tradicionalistas que al principio les hicieron crecer, en parte como voto de castigo a un PP que veían demasiado blando, puede que ahora no se sientan cómodos compartiendo espacio con antivacunas y otros creyentes en teorías delirantes, y que eso, junto a recientes peleas internas, haga que algunos votos empiecen a volver al PP, como gran casa común de la derecha españolista.
Sin embargo, como ya dije, no es previsible una gran derrota de VOX en el corto o medio plazo. Es un actor político que ha sabido encontrar su nicho ecológico, y su erradicación requerirá un trabajo más continuado y de fondo.
Por último, cabe mencionar la posibilidad de la irrupción en el Parlamento de la ultraderecha independentista.
Hasta ahora, este actor marginal había fracasado en sus intentos de capitalizar el desencanto posterior a los hechos de 2017 de una parte del independentismo, pero la aparición de Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, una figura carismática de un perfil populista similar en el de Xavier García Albiol, alcalde de Badalona, puede cambiar esto.
Si finalmente la Aliança Catalana de Orriols entra en el Parlament, aparte de convertir en imposible el meme de la unidad del independentismo, enfrentará a la derecha posconvergente a sus contradicciones, como se vio precisamente en Ripoll, donde hay que recordar que no fueron capaces de cerrar el paso de la ultraderecha hacia la alcaldía.
Como izquierda revolucionaria, ¿qué hacer? Bien, más allá de analizar las propuestas y los hechos pasados de las distintas candidaturas, en clave social y de clase, hay que recordar como siempre que es en la movilización diaria, y en la participación en las luchas, donde un militante revolucionario debe encontrar la respuesta.
Al fin y al cabo, ningún actor político estará en disposición de realizar ningún cambio relevante, si en las calles no hay una sociedad movilizada y combativa que los exige.