Xiomara Peña Pérez
En medio de la ocupación estadounidense de la República Dominicana, en Villa Mella, uno de los sectores más pobres y vulnerables en las afueras de Santo Domingo, capital del país, un día 8 de noviembre de 1921, Eusebia Soriano dio a luz a su segunda hija.
La bautizó con el nombre Florinda Soriano Muñoz, quien años después fue conocida popularmente como “Mamá Tingó”.
La vida de Florinda fue como la de cualquier otra niña negra, pobre y campesina de la República Dominicana de la época. La situación de miseria era tal que su vida se centraba en trabajar para ayudar a su madre a sobrevivir y nunca pudo ir a la escuela. Florinda Muñoz contrajo matrimonio cuando ya tenía 30 años de edad, con un campesino llamado Felipe, con quien procreó 7 hijos, de los cuales sobreviven 5 en la actualidad.
A la edad de 30 años, Florinda conoció a Felipe Antonio y, buscando mejoría económica, se fueron a vivir a la comunidad de Hato Viejo, Yamasá, donde se refugiaron, junto a varias familias, en unas tierras. Éstas figuraban con título de propiedad de un alto militar trujillista —partidario de Rafael Leónidas Trujillo, dictador del país durante largos años— quien llegó a ser jefe de las Fuerzas Armadas, y que las vendió a un terrateniente llamado Pablo Díaz Hernández. Éste consiguió otras tierras más en mejores lugares, dejando aquellas abandonadas y sin cultivar por más de 50 años.
A principios de 1974, el terrateniente Pablo Díaz Hernández alegó que había comprado las tierras y exigió echar por la fuerza a las y a los campesinos que las ocupaban. Florinda, quien para entonces era viuda y ya era conocida como “Mamá Tingó” pertenecía a la Federación de Ligas Agrarias Cristianas (FEDELAC) y encabezó la lucha en beneficio de los campesinos de Hato Viejo, que consideraban suyas aquellas tierras por haberlas ocupado y trabajado durante más de medio siglo.
A pesar de su avanzada edad y siendo analfabeta, “Mamá Tingó” dirigió con valor las movilizaciones realizadas por los campesinos de Hato Viejo en Yamasá durante el cuarto gobierno del caudillista Joaquín Balaguer.
El terrateniente Pablo Díaz Hernández cercó con alambres de púas más de 8.000 tareas de tierras (unas 500 hectáreas) y con tractores arrancó la cosecha de los campesinos. El capataz Ernesto Díaz (Durín), empleado del terrateniente, soltó a los cerdos de “Mamá Tingó”. Cuando ella fue a amarrarlos, el capataz estaba escondido en el lugar y aprovechó el momento para dispararle con una escopeta, asesinándola en el momento.
Siendo analfabeta, “Mamá Tingó” fue una activista, integrante de la Federación de Ligas Agrarias Cristianas, a través de la cual luchó por el derecho de las personas campesinas a la tierra, consiguió que más de 300 familias obtuvieran sus tierras.
“Mamá Tingó” es considerada un símbolo en la lucha por la tierra y un ejemplo para la mujer del campo; de ahí que una de las estaciones del Metro de la ciudad de Santo Domingo lleva en su honor su nombre. Fue honrada por el cabildo de Monte Plata con una estatua con su nombre por su obra como activista y luchadora por los derechos de los agricultores.
La Hispaniola
La República Dominicana ocupa media isla de “La Hispaniola” en el centro de El Caribe. Las barbaries, el saqueo, el genocidio de los pueblos indígenas por parte de los colonos, la trata de personas, el negocio de la esclavitud, el trueque y el saqueo desmesurado de las riquezas del “Nuevo Mundo”… toda la historia de lo que hoy conocemos como América comenzó en este punto: La Hispaniola.
Pese a que los esclavos africanos se sublevaron obteniendo su libertad y a su vez La Hispaniola se liberó de España convirtiéndose en una república, lo cierto es que las divisiones sociales, el clasismo, el racismo, y las barreras socio económicas han quedado de manera perenne en la República Dominicana.
Los descendientes de colonos españoles y europeos, y más adelante, en el s. XIX i XX, la nueva oleada de migración europea y de clanes familiares de países árabes, concentran entre sí un anillo de riqueza y poder permanente.
Aunque la sociedad dominicana se auto considera no racista, lo cierto es que la conducta social es extremadamente racista y clasista. De ahí que personas como “Mamá Tingó” viven dentro del “apartheid” impuesto por el sistema, sin acceso a cubrir las necesidades básicas para una vida digna.
Si bien es cierto que la Constitución confirma la igualdad de derechos de todos los y las dominicanas, la conducta social basada en el clasismo y la discriminación racial es el modus operandi aceptado y promovido por el “poder” donde millones de seres humanos, especialmente niños y mujeres sufren vulneración constante de sus derechos como seres humanos y además son marginadas y discriminadas acorde a un “pantone de color”.
Es por todo esto que la vida y legado de “Mamá Tingó” es un precedente esencial en la historia del país: una vieja campesina negra y analfabeta luchó contra un régimen caudillista haciendo justicia para los más desfavorecidos.
Hoy por hoy seguimos honrando a esta luchadora incansable cantando la salve en su nombre “Que viva Mamá Tingó”.
Nota
La falta de información precisa sobre la vida de esta heroína, nos ha obligado casi a reproducir los datos publicados en Wikipedia (Google), que son prácticamente los mismos datos que se repiten una y otra vez en otras fuentes como Facebook (“Historia Dominicana en Gráficas”) y trabajos estudiantiles de exposición.
Sin embargo hemos querido estar a la altura de esta “gran olvidada” en las páginas de la historia reciente de la República Dominicana, incorporando a este texto nuestras (mías y de Sílvia Sainz) pinceladas basadas en nuestras propias vivencias y experiencias con personas nativas de colectivos agrícolas de los bateys en esta medio isla caribeña.