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David Karvala

El domingo 21 de abril de 2024, se celebrarán las elecciones al Parlamento Vasco.

Una revelación es que algunas encuestas dan como ganadora a la candidatura de la izquierda abertzale, EH Bildu (EHB). Aunque no fuera así, parece seguro que el resultado estará muy ajustado entre EHB y el partido históricamente hegemónico en el territorio, el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

En las elecciones de 2016, EH Bildu obtuvo el 21,13 % y 18 escaños, frente al 37,36% y 28 escaños del PNV.  Según las encuestas en el momento de escribir, cada partido obtendrá entre el 32 y el 34% del voto, y entre 26 y 28 escaños.

¿Qué está pasando y cómo lo debemos entender desde una perspectiva anticapitalista e internacionalista?

Antes de entrar en detalles, debo advertir que argumentaré dos cosas que molestarán a dos sectores muy diferentes. Primero, defenderé el voto a EH Bildu, lo que con suerte enfadará a la derecha española, que tilda falsamente a esta formación de “etarras y terroristas”.  Pero segundo, voy a expresar unas críticas fundamentales hacia la candidatura abertzale.

Euskadi hoy

Las elecciones son para el parlamento de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), formada por solo tres provincias del territorio histórico vasco. En la transición, se constituyó Navarra como una comunidad aparte, mientras que tres provincias más forman parte del Estado francés. Una parte importante de la sociedad vasca se identifica con “Euskal Herria”, el conjunto de este territorio. En cierto sentido, los Estados español y francés han reconocido esta identidad, al ejercer la represión en las siete provincias. Dicho esto, el ordenamiento institucional actual tiene su peso y éstas se presentan como las “elecciones vascas”.

Salvo el gobierno de Patxi López del Partido Socialista de Euskadi (PSE) en 2009-2012, la CAV ha sido gobernada desde 1980 por el PNV, en solitario o bien en coalición, más recientemente con el PSE.

Hemos hablado con varias personas en Euskadi sobre la situación del país y las elecciones; todas coinciden en denunciar la gestión del PNV.

Señalan especialmente Osakidetza, el servicio vasco de salud, gravemente debilitado bajo las políticas neoliberales jeltzales (del PNV). Actualmente, el 58% de la plantilla del Osakidetza es temporal, mientras que se están derivando pacientes —y dinero— a la salud privada, debido a las largas listas de espera. Los sindicatos denuncian lo que es realmente una privatización del servicio.

Por otro lado, Oihane —una activista social sin militancia política, pero que siempre ha votado a la izquierda abertzale— denuncia la destrucción del territorio bajo el mandato del PNV, con megaproyectos insostenibles: “han puesto autovías por todas partes; la que antes era una tierra verde ahora está llena de asfalto y hormigón”.

Aitor militó durante décadas en la izquierda abertzale y en su sindicato LAB, aunque ahora es crítico con la estrategia de EH Bildu. Señala que, aunque el PNV no tendrá mayoría absoluta, es casi seguro que seguirá gobernando, porque volverá a pactar con el PSE. “Ahora, PNV y PSE representan lo mismo.”

Dicho esto, Aitor comenta que han surgido voces interesantes dentro del partido socialista, que plantean políticas de cambio y alianzas con fuerzas a su izquierda, como Podemos o Sumar, y EH Bildu. Sin embargo, añade, el nuevo candidato del PSE, Eneko Andueza, lejos de fomentar ideas nuevas, está llevando una línea muy retrógrada, que es destructiva incluso dentro de su propio partido.

Zuhaitz, de una generación posterior a la de Aitor, está convencido de la orientación de EH Bildu y actualmente ejerce de concejal de esta formación. Afirma que “para conseguir los cambios que necesitamos, debemos echar al PNV, quitarles el sillón; solo entonces podremos arreglar las cosas.”

Ante una situación donde una formación a la izquierda del partido socialista puede desbancar al PNV con al menos la victoria simbólica de superarlo en escaños, le toca a la izquierda anticapitalista pedir el voto a esta opción. Si hubiera otra opción más coherentemente anticapitalista y arraigada en las luchas desde abajo, la situación sería diferente. A esto volveré más adelante, pero ahora mismo no es así. Podemos nunca representó una alternativa de este tipo en Euskal Herria, ni siquiera en su momento álgido; ahora, Sumar está aún más lejos de hacerlo.

Quien puede votar, debería votar a EHB.

¿Qué representa EH Bildu?

Es evidente que, digan lo que digan la derecha y la extrema derecha, EH Bildu no es Herri Batasuna, la organización política histórica de la izquierda abertzale.

Primero, en términos formales, porque EHB es una coalición muy diversa. Incluye, por supuesto, a sectores provenientes de Batasuna, pero también sensibilidades muy diferentes: Eusko Alkartasuna, que fue una escisión socialdemócrata surgida del PNV; Aralar que se apartó de Herri Batasuna, al discrepar totalmente con la actividad armada de ETA; Alternatiba, que surgió como una corriente de Izquierda Unida en Euskadi…

Segundo, en términos políticos, EHB refleja el cambio fundamental en la estrategia de la izquierda abertzale tras el abandono definitivo de la lucha armada, con un giro cada vez mayor hacia la política institucional.

En esto, están teniendo cierto éxito. Por ejemplo, en las elecciones municipales de mayo de 2023, EHB fue el primer partido en concejales tanto en la Comunidad Autónoma Vasca como en Navarra. E incluso Aitor, bastante crítico con EHB, reconoce que su gestión en varios municipios ha traído avances en diferentes ámbitos, como la vivienda.

Un objetivo central de la intervención estatal de EHB es intentar resolver un hecho aberrante: años después del abandono de la lucha armada y la disolución de ETA, sigue habiendo más de cien presos y presas políticas abertzales. La cifra más alta —762 persones encarceladas— se produjo en noviembre de 2008, después del alto el fuego de 2006 y cuando la propuesta de proceso de paz por parte de la izquierda abertzale había sido ignorada por el Estado español.

La política inhumana —y anticonstitucional— de la dispersión de presos, bajo la cual las familias tenían que hacer largos viajes en carretera para visitar a sus seres queridos, con un alto coste económico y en vidas perdidas en accidentes, ya se ha superado. Pero muchas personas siguen encerradas, tras cumplir gran parte de su condena y cuando deberían ser excarceladas.

Esto contrasta fuertemente con Gran Bretaña, donde el gobierno sí tomó en serio el proceso de paz, y acabó de liberar a los presos del IRA ya en el año 2000, cinco años antes incluso del desarme definitivo de la organización militar republicana.

Así que cualquier intento de EHB para presionar, mediante su participación en el Congreso, por la resolución de esta situación, está más que justificado.

Pero no es solo esto, en múltiples ocasiones, Mertxe Aizpurua y Oskar Matute, de EHB, han hecho excelentes intervenciones en el Congreso español sobre temas muy diversos, desde las condiciones laborales hasta el racismo.

Aun así, tanto Aitor como Oihane señalan que la orientación institucional ha comportado un alejamiento de las luchas sociales, que eran uno de los elementos importantes de la estrategia de Herri Batasuna. Ha sido un factor en el debilitamiento de muchos movimientos sociales en Euskadi. Aitor se queja de que el movimiento sindical —incluyendo al sindicato abertzale, LAB— se ha burocratizado mucho, y ha dejado a muchas personas en sectores precarios sin representación.

Zuhaitz, que también es representante sindical por LAB, justifica el giro institucional, mediante la analogía: “si quieres meter un gol, tienes que jugar el partido”. Es decir, si criticas las políticas actuales y quieres aplicar otras, debes entrar en las instituciones.

Reformista

Pero la idea de cambiar las cosas desde las instituciones no es nueva; es la estrategia socialdemócrata desde hace 120 años.

Se ha demostrado que lo que cambia no es el sistema, sino los políticos reformistas, que se adaptan al sistema. No podremos conseguir los cambios fundamentales que necesitamos frente a la multicrisis del capitalismo actual mediante las instituciones, es decir, desde el Estado capitalista.

Solo en la última década se ha intentado reinventar el reformismo, tras una cara más radical, con Syriza, luego Podemos, y ahora Boric en Chile. Han tomado el mismo camino que la socialdemocracia clásica, pero esta vez en vez de tardar décadas, se han convertido en simples gestores del sistema en unos pocos años. No hay motivos para pensar que las cosas sean fundamentalmente diferentes con EHB.

Hay un aspecto específico de la cuestión en el caso de la izquierda abertzale, igual que antes con Sinn Féin en Irlanda. Si bien es cierto que la movilización social fue importante para Herri Batasuna, históricamente el elemento clave en la estrategia abertzale siempre fue la lucha armada. El cambio de estrategia —primero con Sinn Féin, ahora con EHB— supone que, en vez de depender de las acciones de una minoría armada, ahora se depende, en primer lugar, de las acciones de una minoría en las instituciones. Puede adoptar una forma bastante radical, pero no deja de ser la política desde arriba, no desde abajo.

Escribí en un artículo publicado en 2006, tras comentar la adaptación de Sinn Féin a la política institucional y la gestión neoliberal del sistema: “Nada dice que esto sea imposible en el caso de la izquierda abertzale. Se trata del balance de fuerzas y de los debates dentro del movimiento, así como de las opciones que se les presenten. Si las únicas opciones a su alcance son continuar con el ciclo actual de intentos de lucha armada y de represión estatal, o bien entrar en el juego de la negociación y el compromiso, cada vez más voces optarán por ésta última. La existencia de una alternativa depende, en parte, de la izquierda y de los movimientos sociales del resto del Estado español.”

Como sabemos, la izquierda española no estaba a la altura de las circunstancias, como tampoco lo ha estado ante las demandas democráticas de Catalunya. En este sentido, se puede entender el giro de la izquierda abertzale.

Cambio real

Pero esto no quita la necesidad de un cambio real, mucho más radical de lo que se puede conseguir desde las instituciones.

Y para luchar por ello, hará falta agrupar a los y las activistas que compartan esta visión en una izquierda basada en las luchas desde abajo. Estas personas se encontrarán ahora mismo en el entorno abertzale, pero también en los movimientos sociales a secas, el entorno de Podemos o Sumar…

Respecto a las elecciones, Aitor comenta: “No milito en EHB, no es un instrumento de transformación social. Pero ahora mismo no hay alternativa y los voy a votar.” Oihane se expresa en un sentido parecido: “Volveré a votar a Bildu, pero ahora sin ilusiones, digamos que con la nariz tapada”.

Así que a quienes tengan voto el 21 de abril de 2024, les pedimos que voten a EHB. Pero si no estamos de acuerdo en eso, no pasa nada, lo electoral es lo de menos. Lo más importante es organizarnos políticamente, aunque sea de manera limitada y modesta, en un espacio que busque cambiar el sistema desde la base.