ES CA

Xoán Vázquez

Cuando parecía que la magnitud de los fraudes durante la pandemia estaba ya cuantificada, después de que en 2022 se auditaran 355,6 millones de euros con el balance de 4 casos en los tribunales y 5 en la Fiscalía Anticorrupción, nuevos casos de venta de vacunas, mascarillas y respiradores a precio exorbitantes o cobrados sin llegar a entregar el material, se han convertido estos primeros meses de 2024 en un nuevo reguero de mierda.

No se puede calificar de otra forma esta fase que nos ha tocado vivir, la del capitalismo de amiguetes o clientelista que en su peor forma significa corrupción donde los sobornos a funcionarios públicos son considerados de rigor y la evasión fiscal es considerada un arte.

Y quienes saben mucho de ese arte son, entre otras, las tres cuartas partes de las empresas de la lista Fortune500 que tienen filiales en paraísos fiscales, que son uno de los instrumentos más usados por quienes practican la evasión fiscal.

Pero nuestras patrióticas empresas españolas no iban a ser menos. Así, según un informe del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, las empresas del IBEX35 tenían un total de 969 filiales en paraísos fiscales, siendo dos de los territorios más utilizados Países Bajos e Irlanda.

Paraísos fiscales

Lo chocante es que cuando los países de la Unión Europea actualizaron el listado de paraísos fiscales no incluyeron a estos dos países de la UE, considerando que en Países Bajos, por ejemplo, operan 91 de las 100 mayores empresas del mundo y a donde ha anunciado su traslado Ferrovial.

Y lo más terrible es que de este capitalismo clientelar no se salva ningún sector productivo ni actividad por muy insignificante que parezca.

Recordemos a Hidroplant de la que eran socios, con un 15%, el matrimonio Pujol-Ferrusola y que obtuvo varios contratos millonarios sin concurso previo. Gürtel, Malaya, Púnica, Noos, EREs, caso de los fondos reservados, caso Naseiro, caso PSV… son casos que han hecho bajar al Estado español al puesto 35 de 180 países según la ONG Transparencia Internacional.

Pero estos son solo los conocidos. Según un estudio del Instituto de Investigación en Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, entre 2000 y 2020 se produjeron 3.743 casos de corrupción política.

Decía Marx que “la historia se repite primero como tragedia, después como farsa” y, como comentó el estrambótico filósofo, Slavoj Zizek, a veces la farsa es más trágica que la propia tragedia.

Esto sería aplicable a la muerte de más de 7.000 personas mayores en las residencias de la Comunidad de Madrid, supuestamente medicalizadas según dijo Isabel Ayuso y desmentido por las actas policiales, y que la presidenta convirtió en farsa cuando dio a entender que “se iban a morir igual”.

Lamborghini

Tragedia y farsa también es comprobar a qué destinan el dinero obtenido fraudulentamente los comisionistas. Como ejemplo, Alberto Luceño, que cobró cerca de cinco millones en comisiones inflando entre un 60 y un 81% el precio del material sanitario para Madrid en plena pandemia, se compró tres Rolex de oro, un Ferrari, un Lamborghini y una casa en Pozuelo.

En otros casos todo se hace dentro de la legalidad y el Estado subsidia a los ricos o usa fondos que tendrían que estar destinados a iniciativas en el sector para financiar consejerías como es el caso de la PAC, Política Agrícola Común que sigue beneficiando a los agricultores de sofá, manteniendo un filtro de clase que provoca que alrededor del 80% de las ayudas acabe en manos de grandes terratenientes.

En un estudio publicado en 2017 por Guy Standing, profesor en la Universidad de Londres y cofundador de la Red Global de Renta Básica, analiza el uso de organizaciones benéficas como medio para evadir impuestos. Así la fundación Born this way de Lady Gaga recaudó 2,6 millones de dólares en 2012 pero donó solo 5.000 dólares. Más impactante es el caso de Cancer Fund of America que recaudó durante diez años 90 millones de dólares, pero solo dio a los pacientes con cáncer un total de 890.000 dólares.

Depredador

Asistimos atónitos a un capitalismo depredador que lo corrompe todo y que no duda en hacer negocio con las miserias y necesidades que el mismo ha provocado.

Si en Gran Bretaña el negocio en el que todas las empresas quieren entrar es el de las viviendas para estudiantes, en EEUU el multimillonario Sam Zell —considerado un gurú de los negocios— cuando murió tenía un patrimonio de 5.200 millones de dólares, en parte procedentes de gestionar 140.000 parques para autocaravanas, única vivienda de más de veinte millones de personas en EEUU.

Pero hay un sector crucial al que se le presta poca atención y es el de la privatización de la guerra y la seguridad, sector en expansión después de la guerra de Irak y que nos retrotrae a tiempos en que los estados utilizaban mercenarios.

Que el capitalismo moderno incluya en su lista empresas fuertemente armadas debería preocuparnos. La mayor de ellas, G4S, tiene 620.000 empleados y es el tercer mayor empleador privado del mundo. La segunda en el ranking es Securitas AB, con 300.000 empleados.

Todas estas situaciones llevan a afirmaciones de que el problema no es el capitalismo en sí, sino el “capitalismo de compinches” o clientelar y que es posible un capitalismo más humano, moral y responsable que se vuelve más ético mediante la sabia intervención de gobiernos progresistas.

Nada más alejado de la realidad. El capitalismo clientelar no deja de ser una tautología porque el amiguismo surge del funcionamiento normal del propio capitalismo