Xoán Vázquez
La oleada de protestas de agricultores, con cortes de carretera y tractoradas, se extiende por toda Europa con movilizaciones que no habíamos visto desde la crisis lechera de 2009.
Este malestar del campo tiene sus razones y refleja, entre otras cosas, la dificultad de llevar a cabo una transición ecológica del sector con los postulados económicos actuales y las incoherencias del neoliberalismo verde. Los agricultores han dejado de ser los sujetos que garantizan una alimentación adecuada, para vivir condicionados por los dictados del mercado que han convertido la alimentación en una mercancía más.
Desde el momento en que se da prioridad al mercado, la agricultura y la ganadería se convierten en actividades desvinculadas del territorio y como consecuencia la producción de alimentos respetando la tierra y sin contaminarla, en una excepción.
Como señala Isabel Vilalba Seivane, secretaria general del Sindicato Labrego Galego (SLG-CCLL): “Luchamos por la soberanía alimentaria, pero ahora que ese término aparece habitualmente en discursos como el del presidente de Mercadona, la presidenta de sindicato Rio o el consejero de Medio Rural es importante recordar lo que significa porque creo que no lo entendieron bien (…) es el derecho de los pueblos a una alimentación saludable, nutritiva y a decidir las políticas agrarias y alimentarias.”
El periodista Enric Bonet describe cómo se ha llegado a esta situación: “La industrialización y la modernización en la segunda mitad del siglo XX aumentaron la productividad del campo y convirtieron a Europa en una potencia agrícola que exportaba sus excedentes. Pero desde principios de este siglo ese modelo se encuentra estancado. Y buena parte de los campesinos europeos viven atrapados en esta lógica productivista: intentan invertir en maquinaria más moderna sin lograr incrementos significativos de productividad, pero sí que aumentan sus deudas y emisiones de dióxido de carbono.”
La PAC impulsa el productivismo
Este cambio que ha convertido la alimentación en una mercancía más tiene como corresponsable a la Política Agraria Común (PAC) creada por la Unión Europea con el objetivo de la seguridad alimentaria en Europa y que en la actualidad se rige por criterios productivistas adaptados totalmente a las necesidades del mercado global. Producir mucho y barato para ser competitivos en los mercados.
El sector recibe 41.400 millones en subvenciones de la PAC. Estas subvenciones se distribuyen con un criterio basado en la cantidad de hectáreas. Esto provocó que, en 2020, el 0,5% de las explotaciones europeas más grandes recibieran el 16,6% de los fondos de la PAC. En 2022, un total de 536 millones de euros de la PAC asignados al Estado español fueron a parar a solo 400 grandes empresas.
El 2 de febrero, en un comunicado de prensa el Sindicato Labrego Galego-Comisións Labregas (SLG-CCLL) señalaba: “Ya a mediados de enero desde el SLG denunciamos los problemas que para las granjas de modelo familiar iba acarrear la compleja tramitación burocrática de las nuevas normativas, añadidos al desdén de la administración gallega, estatal y europea en garantizar precios justos al sector productor.”
“La advertencia de que la nueva PAC iba a ser problemática la venimos haciendo ya desde el año 2022. La diferencia fundamental es que vemos muy aumentada la carga burocrática para cobrar unas ayudas iguales o inferiores a las que veníamos percibiendo.”
A pesar de las cuantiosas cantidades de dinero público que recibe, el sector se caracteriza por su desregulación al haber desaparecido el intervencionismo en los precios y excedentes, así como al haber suprimido los aranceles sobre los alimentos extranjeros con la firma de los acuerdos de libre comercio. Esta desregulación ha perjudicado a los productores y consumidores en beneficio de las empresas alimentarias y las grandes cadenas de distribución.
La Plataforma 6F
Félix Porto, responsable de coordinación sectorial de Unións Agrarias critica la politización de las protestas, especialmente la marcha de tractores convocada por la Plataforma 6F. Porto considera lamentable que algunos traten de manipular a determinados sectores con cuestiones políticas puras. José Manuel de las Heras de la Unión Campesina de Castilla y León matiza un poco más cuando afirma: “Estamos viendo una instrumentalización de VOX del campo.”
Mientras que las grandes organizaciones agrarias, ASAJA, COAG y UPA, mantienen una actitud hasta cierto punto conciliadora, los sindicatos de la cornisa cantábrica y la Unión de Uniones de agricultores y ganaderos (donde está la Unió de Pagesos catalana) han criticado este intento de instrumentalización y han marcado distancias con la Plataforma 6F Sector Primario y su iniciativa denominada “Un movimiento civil para el campo español.”
Es necesario rechazar la polarización que la ultraderecha intenta fomentar entre ecologistas y campesinos pues, como dice el llamamiento del grupo francés Les Soulevements de la terre: “si nos sublevamos, es, en gran parte, contra los estragos del sistema agroindustrial, que asesina lo que queda del mundo campesino en nombre del avance de la producción.”