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Rodrigo Lombo

Tras las pasadas elecciones generales del 23 de julio, las gentes de izquierdas de todo el Estado español respiramos aliviadas.

Contra todo pronóstico las derechas no sumaban más que el bloque del PSOE junto a las fuerzas de izquierda en alianza con los distintos partidos soberanistas y/ o independentistas, por lo que la entrada en el gobierno de los neofranquistas de VOX se anulaba en esta legislatura.

Sin embargo, no podemos ser optimistas respecto a la composición del gobierno y las exigencias de austeridad por parte de la UE tras la excepcionalidad traída por la pandemia. La presencia en el anterior gobierno de Unidas Podemos no significó una ruptura radical con las políticas capitalistas, aunque sí se llevaron a cabo reformas sociales que beneficiaron a mucha gente de abajo. Sin embargo, sí había un pulso —aunque fuera retórico— en el seno del gobierno, especialmente gracias a Podemos.

Ministras como Ione Belarra y sobre todo Irene Montero fueron un foco constante de ataques por parte de la derecha, uniéndose la animadversión hacia medidas interesantes llevadas a cabo por el Ministerio de Igualdad —ley Trans o ley del solo Sí es Sí— con una nada disimulada misoginia.

Los ataques por parte de grupos fascistas —en connivencia con sectores de los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado— hacía la dirigencia de Podemos, en especial los ocurridos a la puerta de la casa de Montero e Iglesias, demostraron como la derecha defendiendo los intereses de la clase dominante es incapaz de aceptar cualquier mínima reforma social o que sean otros los que estén en el poder político del Estado.

Miserable

Ante tales ataques, en lugar de cerrar filas y no entregar en bandeja de plata los trofeos exigidos por la derecha, la nueva líder del espacio a la izquierda del PSOE, Yolanda Díaz, echó a Irene Montero y cerró el paso a cualquier ministerio dirigido por integrantes de Podemos.

Esto se puede entender de dos maneras, a cuál más miserable.

Por un lado, aparecer ante los medios de comunicación como la izquierda amable, que no hace ruido y de esa manera trata de evitar los ataques mediáticos.

Por otro, una señal al PSOE de que se acabaron las quejas dentro del Gobierno que protagonizó Podemos —tras las cuales el partido morado solía acabar tragando los sapos que hicieran falta— ya no habría ninguna batalla, ni en los medios de comunicación ni en el Consejo de Ministros.

Los miembros de SUMAR en el gobierno no destacan por ser precisamente reformistas radicales, mucho menos revolucionarios.

Ernest Urtasun, el ministro de Cultura, ha sido durante muchos años miembro de Iniciativa Per Catalunya y del grupo de Los Verdes en el Parlamento europeo. Dicho grupo en Alemania —país donde este espacio político es más fuerte— está destacando en los últimos tiempos por un marcado carácter belicista, apoyando el manido “derecho” de un Estado colonial como es Israel a defenderse. Mónica García, la nueva ministra de Sanidad, ha liderado la oposición en Madrid contra Díaz Ayuso y es miembro del partido de Errejón. Pablo Bustinduy, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 tiene un largo recorrido parlamentario con Podemos y es también cercano a Errejón.

La ministra que podríamos considerar más a la izquierda de los ministros de SUMAR es Sira Rego, ministra de Infancia y Juventud. De ascendencia palestina por parte de padre, ha sido de las voces más críticas de SUMAR con el genocidio israelí en Gaza. Miembro de Izquierda Unida, ha ocupado numerosos puestos institucionales.

Personalista

Por último, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, ha mostrado en los últimos tiempos un giro personalista en torno a su proyecto político y una apuesta cada vez más decidida por las políticas de conciliación.

En cuanto a los ministros del PSOE, repiten Fernando Grande-Marlaska en Interior —responsable, entre otras cosas, de la masacre de Melilla—, Margarita Robles en Defensa —la ministra mejor valorada por la derecha— o en Asuntos Exteriores José Manuel Albares, valedor de la entrega definitiva del Sáhara Occidental a Marruecos.

La más firme defensora de las políticas neoliberales, Nadia Calviño, ha sido premiada por la defensa de dichas políticas siendo nombrada presidenta del Banco Europeo de Inversiones.

El panorama es bastante desalentador. Una izquierda cada vez más dócil, ministros como Robles o Marlaska se mantienen en sus puestos, y una UE que empieza a presionar de nuevo en un sentido austericida.

Si eso lo unimos a que Junts tiene la llave de la investidura y pretende competir con las fuerzas emergentes de la extrema derecha en el seno del independentismo catalán —comprando el marco de inmigración igual a delincuencia—, no podemos ser muy optimistas con lo que esperamos del nuevo gobierno de Pedro Sánchez.

Solo si la movilización popular se reactiva, como está ocurriendo con las manifestaciones de apoyo al pueblo palestino, podremos presionar para que más reformas sociales favorables a los de abajo se lleven a cabo.