Marx21
Los ataques que llevan a cabo Estados Unidos y Reino Unido contra Yemen —donde el grupo hutí se ha atrevido a actuar en solidaridad con el pueblo palestino—son el último ejemplo de cómo la situación en el mundo está empeorando.
En los últimos años, a los largos y sangrientos conflictos preexistentes en diferentes partes del planeta, como el Congo, se han sumado cada vez más guerras terribles.
La invasión rusa de Ucrania en 2022 desató la guerra actual en territorio ucraniano, que en realidad es entre EEUU/OTAN y Rusia.
Más recientemente, por supuesto, tenemos el ataque genocida del Estado de Israel contra el pueblo palestino, sobre todo en Gaza, pero también en Cisjordania. Mientras, la situación de apartheid en el resto de la Palestina histórica continúa empeorando.
Ahora que se ha abierto la veda para “ataques preventivos” y la “guerra contra el terror” —que en realidad es simplemente más terror— Irán y Pakistán intercambian misiles.
Con todo, no debemos olvidar Siria, donde medio millón de personas han sido asesinadas, sobre todo por el dictador Assad y su aliado Putin, pero EEUU y Israel también tienen sus manos manchadas de sangre siria.
Todo esto no es fruto de un descuido, de un par de dirigentes malvados (aunque lo sean), sino que es producto de un sistema. El capitalismo actual desde hace tiempo se caracteriza por ser un sinónimo del imperialismo: un sistema global de competencia y conflicto —económico, geopolítico, militar…— entre Estados.
Por ahora, en muchos países, la realidad de opresión y guerra se combina con una retórica de democracia y derechos humanos.
Retórica
La incongruencia entre la retórica y la realidad se tapa con el racismo. “Derechos humanos sí, pero quienes mueren bajo las bombas no son plenamente humanos, así que no tienen derechos.”
Esto se ve de manera flagrante en el genocidio en Gaza, donde varios dirigentes israelíes han tildado al pueblo palestino de “animales”, “subhumanos”, etc.
Pero también se ve en los ataques occidentales contra Oriente Medio —los bombardeos actuales contra Yemen son solo el ejemplo más reciente— que se justifican con argumentos islamófobos.
Y este racismo no “solo” mata en países lejanos.
No debemos olvidar la masacre de Melilla, en junio de 2022, cuando entre 37 y un centenar de personas murieron en la frontera a manos de las fuerzas policiales del Estado español y de Marruecos.
Escandalosamente, el Ministro de Interior que felicitó esa acción policial, Grande Marlaska, sigue en ese cargo en el Gobierno actual, del PSOE y Sumar.
Y huelga decir que el racismo toma muchas más formas, desde las deportaciones sin motivo hasta infinidad de acciones racistas en la vida cotidiana.
El reciente Pacto Europeo de Migraciones y Asilo, gestionado bajo la presidencia de la UE del “gobierno más progresista de la historia”, empeora aún más las condiciones de vida de las personas refugiadas o migradas.
Cualquier izquierda coherente, cualquier persona coherente, debe oponerse totalmente a las guerras, y al racismo que las justifica. Y dentro de este rechazo, debemos explicar lo dicho antes: que no son aberraciones extrañas, sino que forman parte del propio sistema capitalista, imperialista, que rige en todo el mundo ahora mismo.
Por tanto, para acabar definitivamente con las guerras y el racismo, hay que acabar con ese sistema, y en su lugar construir una sociedad basada en las necesidades de las personas —todas las personas— y del planeta, no en los intereses de la minoría de superricos.
En esto estamos en la red anticapitalista Marx21.