David Leiva
El conflicto no terminó gracias a una cuidadosa negociación, sino a la correlación de fuerzas.
Una combinación de resistencia feroz en el exterior y un movimiento combativo en el interior puede derrotar al imperialismo. Esa es la lección de la fracasada guerra de Estados Unidos en Vietnam, que terminó en 1973 después de dos décadas. La derrota fue tan grande que la primera superpotencia mundial aún no se ha recuperado del todo.
En 1968, el Frente de Liberación Nacional (FLN) vietnamita, junto con el Ejército de Vietnam del Norte (NVA), lanzó un gran asalto contra los invasores estadounidenses. La escala y la coordinación del ataque sorprendieron a Estados Unidos.
La resistencia vietnamita abrió un agujero en la embajada estadounidense de Saigón y cargó contra el edificio, matando a soldados estadounidenses. La resistencia atacó las principales ciudades y bases estadounidenses, así como decenas de miles de ciudades provinciales de Vietnam del Sur.
Aunque la Ofensiva del Tet fue derrotada en términos militares, demostró una cosa: que la resistencia podía hacer tambalearse al imperialismo estadounidense. Y ese conocimiento inspiró a los que en las calles de EEUU luchaban contra la guerra.
Su movimiento de masas empezó siendo pequeño, con solo centenares de asistentes a las primeras manifestaciones. Pero a medida que los horrores que las fuerzas estadounidenses estaban infligiendo al pueblo vietnamita se retransmitían en los televisores, cundía la indignación. Y esa repulsión se combinó con un sentimiento creciente de que los jóvenes estadounidenses, especialmente los negros y los pobres, eran enviados a morir por una causa en la que no creían.
Pero la guerra estadounidense continuó, con armas cada vez más mortíferas, y cada vez más jóvenes fueron reclutados para luchar. Pronto se conocieron historias de tropas que mataban a sus oficiales para no ser enviadas de nuevo al frente o a misiones peligrosas.
Los campus universitarios de todo Estados Unidos se rebelaron, y la policía y los soldados fueron enviados a aplastar sus protestas con munición real. En aquel momento, en su apogeo, el movimiento contra la guerra podía movilizar a unas 750.000 personas en Washington.
La clase dominante estadounidense estaba atrapada en un callejón sin salida. Las fuerzas de resistencia en Vietnam eran cada vez más fuertes y audaces, mientras que la guerra en el país se estaba convirtiendo en un desastre. Algunos sectores de la clase dirigente creían entonces que continuar la guerra no merecía la pena por el coste político que supondría.
El candidato republicano a la presidencia, Richard Nixon, insinuó a los votantes en 1969 que tenía planes para poner fin a la guerra. Pero eso siempre fue una mentira. En su lugar, intensificó la brutalidad y las masacres en Vietnam y los países vecinos con la esperanza de que la resistencia se rindiera. Pero eso solo avivó las llamas en casa.
La guerra se hizo tan impopular que incluso los principales periódicos la calificaron de desastre. El 23 de enero de 1973 se firmó el tratado que puso fin a la guerra de Estados Unidos contra Vietnam. Pero no fue ese trozo de papel ni las negociaciones los que pusieron fin a la guerra.
Fue la resistencia del pueblo vietnamita, combinada con un movimiento masivo contra la guerra en Estados Unidos, lo que hizo imposible que los belicistas continuaran. Esta amalgama de fuerzas es lo que se necesita hoy para poner fin al asalto de Israel contra los palestinos.
A pesar de una oleada tras otra de bombardeos, la resistencia palestina sigue librando una batalla contra Israel. Pero la lucha armada por sí sola tiene pocas probabilidades de vencer a un Estado dotado del mejor equipo militar y financiado por el imperialismo estadounidense. Eso hace que el papel del movimiento de liberación palestino fuera de sus fronteras sea aún más importante.
Todos aquellos en Occidente que están indignados por los ataques asesinos de Israel, y la complicidad de su propio gobierno, deben seguir tomando medidas radicales. Juntos debemos hacer imposible que nuestros gobernantes sigan respaldando y financiando al Estado del apartheid.
Las protestas contra la guerra de Vietnam en el Estado español en la década de los 60 fueron pequeñas, debido a la represión franquista (la primera tuvo lugar en la Universidad de Oviedo el 28 de abril de 1967). Esta vez tenemos un movimiento militante mucho mayor. Si podemos vincularlo más estrechamente a la clase trabajadora organizada, tendrá el poder de fracturar el respaldo de Occidente a Israel y debilitar el control del sionismo.