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El texto abajo, de octubre de 2016, se escribió como una intervención en un debate dentro de un grupo anterior, En Lucha. Dados los problemas que sufría ese grupo, una parte de la militancia había propuesto la liquidación del grupo.
Este texto rechazó la liquidación y planteó una estrategia asumible para seguir luchando colectivamente por las ideas del socialismo desde abajo. Cuando En Lucha desapareció, esta orientación se plasmó en la creación de la red Marx21.
Al final, se adjuntan también un par de secciones de otro texto en el mismo debate. Éste consistió en propuestas prácticas, incluyendo el modelo de boletín que se lanzó pocas semanas después, con el número 1 publicado el 16 de noviembre de 2016.
Reproducimos el texto aquí, en parte como texto “histórico” de la red Marx21, pero sobre todo porque los argumentos que presenta, acerca de la necesidad de un grupo o partido revolucionario son más vigentes que nunca.
Es evidente que tenemos problemas como grupo y tendremos que discutir qué hacer. Antes de entrar en detalles organizativos, debemos poner sobre la mesa los argumentos básicos que explican la necesidad de una organización revolucionaria.
El capitalismo está en crisis
La larga recesión que empezó con el colapso de 2008 no está en vías de solución. Empeorará aún más las condiciones de vida de gran parte de la población (el 99%), mientras que la minoría (el 1%) se beneficiará aún más.
A la crisis económica hay que añadir la crisis ecológica. Parece que ya hemos pasado el punto de no retorno hacia un gran cambio climático, con resultados imprevisibles.
Sin superar el capitalismo, no es que el futuro sea negativo; es que a largo plazo no hay futuro.
La clase trabajadora
La mayoría de la población no se beneficia de la existencia del sistema actual, ni de las opresiones que éste conlleva, perjudica a toda la gente explotada por el capitalismo.
La clase trabajadora específicamente no solo sufre los efectos del sistema, sino que tiene el potencial colectivo para superarlo. Los beneficios los producimos la gente trabajadora y, además, el hecho de juntarnos en lugares de trabajo nos lleva a organizarnos colectivamente para defender nuestros intereses; esto se vio en las fábricas y minas del siglo XIX; y se ve en los hospitales y las grandes cadenas de fast food hoy.
Una revolución desde abajo
El sistema actual no puede arreglarse ni reformarse, como defienden los partidos reformistas desde el PSOE a Podemos; debe ser derrocado. Las estructuras actuales del Estado se desarrollaron en el capitalismo y están diseñadas para proteger al 1% contra el 99%. La clase trabajadora necesita un Estado completamente diferente, un Estado basado en el poder desde abajo. Solo la acción masiva de la gente trabajadora, una revolución desde abajo, puede acabar con el capitalismo y construir una nueva sociedad basada en la libertad y una vida digna para todo el mundo.
Las revoluciones ocurren
Un argumento típico tanto de la derecha como de la izquierda reformista es que la revolución es una ilusión que nunca llegará. De hecho, las revoluciones —y aún más las crisis revolucionarias— son frecuentes. Desde las revoluciones que se extendieron por Europa en 1848 hasta las revoluciones “árabes” de 2011 (y movilizaciones relacionadas como el 15M y Occupy), se dan cada pocos años, en un lugar u otro.
La cuestión no es si se dará o no una situación revolucionaria, sino cómo se resuelve cuando surja.
Las dos caras del reformismo
Si toda la clase trabajadora fuera consciente en todo momento de sus intereses reales, el capitalismo no duraría ni un día. El sistema sobrevive porque normalmente la mayoría de la gente explotada tiene ideas que no se corresponden con sus intereses.
Mucha gente trabajadora acepta ideas sexistas, racistas, homófobas… que nos perjudican a toda la clase (“divide y vencerás”). Y normalmente, el descontento con el sistema se expresa votando a un partido reformista; el PSOE o PASOK; o el nuevo reformismo de Podemos y Syriza (sin olvidar el nuevo reformismo de los movimientos que hacen trabajo de hormiga pero rechazan la idea del cambio global y la toma de poder).
Por un lado, estos partidos reflejan el deseo de la gente de mejorar sus vidas, su rechazo a aspectos del sistema. Por eso, siempre debemos intentar colaborar con la gente que simpatiza con estos partidos, mediante frentes únicos, movimientos amplios…
Por otro lado, cada vez que estalla una crisis revolucionaria, incluso tan solo una lucha importante, vemos la otra cara de la dirección reformista, que pasa a la defensa a toda costa del sistema existente (los GAL de Felipe González; el austericidio de Tsipras). Para la estrategia de “buscar reformas dentro del sistema”, la continuada existencia de este sistema es imprescindible.
Su defensa del sistema a veces toma la forma de campañas de insultos (como la que sufrió la CUP en Catalunya cuando se negó a investir a Artur Mas como President), pero puede ir más lejos (los socialdemócratas alemanes mataron a Rosa Luxemburg; los estalinistas y su aliados mataron y torturaron a activistas del POUM; los gobiernos en Egipto desde 2011 han reprimido a las fuerzas revolucionarias en nombre de la “defensa de la revolución”…).
La lucha dentro del movimiento y de la clase trabajadora
Por tanto, la lucha por el cambio real no se limita a la lucha directa contra el sistema.
En gran parte toma la forma de luchas (idealmente ideológicas y organizativas, no físicas) entre la gente trabajadora, gente de los movimientos. Llega a su punto más álgido en una situación revolucionaria, pero ocurre en cada movilización, cada huelga.
¿Intentamos involucrar y activar al máximo de gente en la lucha; o limitamos el protagonismo a unos pocos individuos? ¿Priorizamos la movilización desde abajo, o la maniobra desde arriba? etc., etc. Cualquier persona que haya participado en luchas se habrá topado con estos conflictos muchas veces. La lógica dominante —y el reformismo— refuerza las opciones de maniobras y el protagonismo de unos pocos. Los instintos de muchas personas que empiezan a activarse suelen ser mucho mejores, pero si las únicas voces aparentemente coherentes insisten en que “la lucha ha estado bien, pero ahora toca negociar”, acabarán aceptando sus argumentos… solo para ver demasiado tarde que son un engaño.
Hace falta una organización revolucionaria
Todo lo anterior lleva a la conclusión de que hace falta una organización revolucionaria.
La necesitamos para debatir políticamente acerca de qué pasa en el mundo, y cómo podemos cambiarlo. En esto, debemos aprender del pasado, pero también comprender lo que ha cambiado.
E incluso si la organización es pequeña, no puede ser un seminario, sino que debe basarse en la intervención, dentro de sus posibilidades, en la lucha. Podemos aportar ideas y experiencias a las luchas (haciendo frente a las opciones reformistas), pero también debemos aprender de ellas. Con una intervención colectiva, podemos compartir experiencias de diferentes luchas, de diferentes sitios, incluyendo —a través de la Corriente Socialismo Internacional (IST)— de otros países. Y se trata de compartir experiencias, no solo del movimiento en general sino desde la perspectiva revolucionaria. ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles en cada movimiento? ¿Nuestras propuestas han servido o nos hemos equivocado?; ¿Qué nuevas estrategias y propuestas están sobre la mesa? ¿Son válidas y se deberían impulsar; podemos aportar otras…?
Esta visión solo la puede aportar un grupo de personas que compartan el objetivo de combinar la participación cotidiana en las luchas con una visión a largo plazo de construir una organización revolucionaria.
Un resumen general
Una organización revolucionaria tiene “…ciertos requisitos. El primero es construir una organización ideológicamente cohesionada. Así, la discusión política constante, las actividades de formación… se encuentran en el núcleo mismo del grupo. De ahí el papel central que juegan las publicaciones propias… en la vida de la organización.”
“El segundo requisito es el control democrático. Como organización otorgamos libertad a los afiliados y afiliadas para tomar decisiones por sí mismas… tener un nivel de debate político elevado y mantener actividades de formación otorga un nivel de coherencia que hace posible esta manera de actuar.”
“Por otro lado, entendemos que es condición indispensable de una organización hacer lo que se dice. Es por esto que no concebimos la teoría separada de la práctica. De hecho, hay una relación dialéctica: analizar la práctica nos permite mejorar y actualizar la teoría. Este mecanismo es el núcleo central del leninismo.”…
“Organizar desde ya a las y los activistas más conscientes y ganar personas a las ideas revolucionarias es un deber para cualquiera que se plantee la revolución social como algo posible y necesario.” (Del folleto de En lucha, 15-M: De la indignación a la revolución, 2011.)
Estructuras mínimas: debates vivos
Con este objetivo político, debemos buscar las formas y estructuras necesarias para llevarlo a la práctica.
Mediante reuniones presenciales cuando sea posible, con herramientas de web (listas de correo, grupos de chat) cuando haga falta, debemos intentar colaborar en la defensa de una visión propia del mundo y acerca de cómo cambiarlo.
Debemos huir de la idea de debatir cada detalle táctico de cada movimiento donde participamos; esto nos desgasta. Mejor aprovechar el tiempo que podemos dedicar al grupo a debatir las cuestiones clave, ya sean de estrategia o de visión teórica. Estos debates nos pueden animar, no solo a las personas que ya formamos parte del grupo, sino a otras personas de fuera, porque en la izquierda casi nadie debate ya ideas de fondo.
Una publicación asumible
La existencia de un grupo, entre activistas que viven en diferentes ciudades, requiere de una publicación regular.
La tendencia en En Lucha en los últimos años ha ido hacia publicaciones cada vez más elaboradas, y menos frecuentes, y que exigen mucho trabajo de producción por parte de las personas directamente implicadas, con el resultado de un fuerte desgaste.
Debemos ir en la dirección opuesta, y optar por una publicación modesta y asumible. Un boletín básico pero regular podría ayudarnos a intervenir en las luchas y en los movimientos, con una visión propia. También harían falta artículos más largos y profundos, que por ahora se podrían publicar y difundir perfectamente bien desde una página web o un blog.