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Charlie Kimber

La victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina en noviembre muestra que la era de figuras de extrema derecha que se hacen pasar por salvadores antisistema está lejos de terminar. Milei obtuvo el 56 por ciento de los votos contra el 44 por ciento del actual ministro de Finanzas, Sergio Massa.

Su campaña se centró en la promesa de aplicar una “motosierra” al Estado: recortar el gasto hasta en un 15 por ciento del producto interior bruto. Eso significa abolir la mayoría de los programas de salud y de la lucha contra la pobreza de los que dependen millones de personas.

Milei también quiere “dolarizar” la economía como una forma de hacer frente a la creciente inflación. El aumento anual de los precios alcanzó el 143 por ciento en octubre. Si esto se lleva a cabo, el país abandonaría el peso argentino y utilizaría el dólar estadounidense como moneda. A su vez, esto implicaría que Washington manejaría efectivamente la economía argentina.

Durante la campaña electoral, Milei respaldó medidas para prohibir el aborto y pidió legalizar la venta de órganos humanos. En un momento dijo que los problemas de Argentina se remontan a 1916, cuando todos los hombres ganaron el derecho a votar en las elecciones. Defiende la dictadura militar de 1976 a 1983, que mató o “desapareció” hasta 30.000 personas.

En su primer día como presidente electo, prometió privatizar la petrolera nacional YPF, así como la televisión y la radio estatales. “Todo lo que pueda estar en manos del sector privado, estará en manos del sector privado”, prometió.

Esta asquerosa figura ganó solo porque su oponente había traicionado sus promesas de apoyar a las personas trabajadoras y a las pobres. Massa proviene del partido peronista, basado en el populismo de Juan Perón, quien fue presidente entre 1946 y 1955.

“Interés nacional”

El peronismo dice que quiere abolir las diferencias de clases y utiliza el camuflaje del “interés nacional”. Pero los intereses de clase no pueden ser suprimidos, y Massa hacía pagar a los pobres mientras servía a los ricos. Los banqueros y el imperialismo estadounidense lo respaldaron, pero mucha gente común y corriente lo vio como el representante de un Estado que era su enemigo.

Desde 2018, la pobreza se ha disparado del 27 por ciento al 40 por ciento de la población. Los salarios de la gente trabajadora se han derrumbado. Las personas sin contrato de trabajo permanente vieron caer el valor de su salario casi a la mitad desde 2016.

Las verdaderas batallas tendrán lugar ahora en las calles y en los lugares de trabajo. Se pronostica que la inflación alcanzará el 210 por ciento a finales de este año. Es posible que el país caiga en lo que la población argentina llama “la hiperinflación”, que arrasó el país a finales de los años 1980.

Las luchas de las personas trabajadoras y de las pobres serán cruciales, y es posible que Milei no se sienta tan fuerte como pretende ahora.