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David Karvala

Han pasado más de dos meses, continúa el horror, y continúan las masacres en Palestina.

Y continúan los debates. Y eso en el mejor de los casos. Es que, en los debates oficiales —por ejemplo, en la sesión especial del Congreso— existe un alto grado de consenso.

Por otro lado, aunque las movilizaciones de solidaridad con Palestina han sido impresionantes, también se encuentran diversas confusiones dentro de los movimientos. A esto volveremos.

El “debate” en el Congreso

El 5 de diciembre, se produjo la comparecencia en el Congreso de José Manuel Albares Bueno, Ministro de Asuntos Exteriores, tras una solicitud del PP y VOX, para hablar de Palestina. Hubo discrepancias, pero menos de lo que se habría esperado.

Casi nadie cuestionó el “derecho de Israel a defenderse”.  Casi todas las fuerzas políticas condenaron la acción de Hamás, sin explicar qué otra opción le quedaba al pueblo palestino aparte de la lucha armada. Casi todas se otorgaron el derecho a decidir quién debería representar el pueblo palestino, excluyendo a Hamás de esta posibilidad. También hubo bastante consenso en la “solución” de establecer un Estado palestino al lado del Estado racista sionista… en algún espacio sin definir, dado que gran parte de Cisjordania está ocupada por las colonias ultrasionistas, o troceada por sus carreteras.

Fuera de estos puntos, hubo más desacuerdo, con diversos grados de denuncia por parte de los partidos de izquierdas hacia los bombardeos israelíes. Pero ninguno de los partidos del Gobierno —ni el PSOE ni Sumar— propuso medidas efectivas contra la masacre, como la aplicación de fuertes sanciones, como sí se hizo muy rápidamente tras la incursión rusa en Ucrania.

El discurso de Agustín Santos Maraver, en nombre de Sumar, coincidió mucho con el del Ministro: así lo reconoció Albares en su réplica. Sin entrar en la disputa entre Sumar y Podemos, y sin olvidar el historial del propio partido morado, es evidente que Ione Belarra habría hablado de manera mucho más combativa si le hubieran permitido intervenir.

En resumen, el gobierno expresa simpatía hacia el pueblo palestino, pero comparte el objetivo del Estado israelí de eliminar a Hamás del poder, y no toma ninguna medida seria para perjudicar ese Estado sionista.

La ONU fracasa, de nuevo

Es escandaloso que EEUU vetase la resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que exigía un alto al fuego, y que Gran Bretaña se abstuviera. Trece Estados respaldaron la resolución, pero el veto fue decisivo.

El Gobierno británico de Rishi Sunak es el más derechista que se recuerda, mientras que en Washington DC manda el Partido Demócrata, supuestamente progresista. Es obvio que, en lo importante, sus intereses coinciden.

Representantes estadounidenses sí han llamado al Estado de Israel a limitar las muertes de civiles en Gaza. Este veto demuestra que, en el momento de la verdad, su interés en defender a su aliado clave en la región pesa más que ninguna consideración humanitaria.

Dicho todo esto, no hay que tener ilusiones en la ONU. Nunca actúa contra los intereses de las potencias que tienen poder de veto. Incluso cuando aprueba resoluciones positivas —como la 194 que exigió el derecho al retorno de las personas refugiadas palestinas, ¡aprobada en 1948!— no toma medidas para que se cumplan.

El 12 de diciembre, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución pidiendo un alto el fuego humanitario inmediato en Gaza, pero las decisiones de la Asamblea no son vinculantes.

¿Autodefensa de Israel?

Aunque fuera un Estado normal, ante un ataque “normal”, existiría la obligación de que cualquier respuesta fuese razonable. Los bombardeos y las masacres a los que Israel somete a la población civil de Gaza claramente no lo son.

Pero el Estado israelí no es un Estado normal, sino una fuerza ocupante. Es un “colonialismo de colonos”, como lo fue la Argelia bajo control francés. No tiene el derecho a “defenderse” ante las resistencias que su ocupación provoca. Es el pueblo palestino quien tiene que defenderse, en evidentes condiciones de desigualdad.

Hamás: movimiento de resistencia

En otro texto se comenta cómo surgió Hamás, ante los fracasos y traiciones de Fatah y la OLP. Hamás ha ganado apoyo entre la población palestina porque ha seguido rechazando la ocupación israelí, en vez de colaborar con ella.

El pueblo palestino ha hecho frente a la ocupación mediante muchas estrategias diferentes, incluyendo negociaciones, resistencia civil, etc. Solo ha topado con represión y la continuada extensión de las expulsiones de gente palestina de sus casas, y la extensión de las colonias, en Cisjordania. Por eso, hubo amplio respaldo en Palestina a la acción de Hamás; los propios dirigentes de Israel denuncian que la población de Gaza apoya a este movimiento.

Hay historias horribles respecto a la acción de Hamás del 7 de octubre. Se ha revelado que muchas de estas historias fueron inventadas por el ejército israelí. También sabemos ahora que muchas de las víctimas civiles israelíes fueron asesinadas por su propio ejército.

Pero eso aparte, toda la acción fue una respuesta a una situación insoportable. Ninguno de los Estados que llevan décadas armando y respaldando la ocupación sionista tiene derecho a “condenar” una acción de resistencia ante esta ocupación. Tampoco tienen derecho a decidir quién debería representar al pueblo palestino.

Las últimas elecciones a la Autoridad Palestina, en 2006, las ganó Hamás. Mahmoud Abbas, al que las grandes potencias presentan como el representante autorizado del pueblo palestino, ganó las elecciones presidenciales de 2005; su mandato debió terminar en 2009. Su partido, Fatah, es ahora fuertemente criticado por su corrupción y su colaboración con las fuerzas ocupantes.

Hamás es criticable en muchas cosas, pero ahora mismo tiene más credibilidad como representante de la resistencia palestina que Mahmoud Abbas y Fatah. Cualquier izquierda consecuente debe reconocer este hecho.

¿Lo mismo que los nazis?

Ante el horror de la matanza en Gaza, son cada vez más frecuentes las equiparaciones entre Israel y la Alemania nazi. Son un error, por diversos motivos.

Primero, banalizan el Holocausto. Lo que hace Israel es horrible, inhumano, pero no es lo mismo que el proyecto de un gran Estado europeo de construir cámaras de gas y el resto de la maquinaria industrial para intentar exterminar de la faz de la tierra a todo el pueblo judío, todo el pueblo gitano, todas las personas LGBTI+, todas las personas discapacitadas, toda la izquierda y movimiento sindical, etc.

Relativizar así el Holocausto solo beneficia a los neonazis de hoy, que siguen queriendo exterminar a las personas judías, gitanas, musulmanas, LGTBI+, de izquierdas (“zurdos de mierda” diría Milei)… Negar la terrible realidad del Holocausto forma parte del intento de abrir el camino para que vuelva a ocurrir.

Segundo, al hacer esta equiparación equivocada, se hace el juego al sionismo. Les permite señalar las diferencias, como si con esto se quitase gravedad a las masacres que sí están cometiendo.

Finalmente, al insistir en relacionar al Estado israelí con el Holocausto, concede implícitamente un argumento básico sionista, el de que ellos de alguna forma representan a los 6 millones de víctimas del Holocausto; (“y ahora ellos hacen lo mismo que les hicieron”).

Esto es falso: los dirigentes que fundaron el Estado sionista llevaban tiempo en Palestina, lejos de Europa y el Holocausto. Su nuevo Estado, creado con un fuerte espíritu militarista, incluso de “macho alfa”, mostró su desprecio hacia las personas judías que murieron (“se dejaron matar”) en Auschwitz.

Otro punto para añadir es que a veces esta equiparación de Israel con los nazis procede de sectores de izquierdas que justificaron la masacre de medio millón de personas en Siria. Si la terrible matanza de 20 mil personas palestinas se equipara al Holocausto, ¿cómo se califica el crimen de Assad, Putin, etc.?

En resumen, cada uno de estos crímenes contra la humanidad es terrible, pero cada caso tiene causas específicas y requiere respuestas diferentes. No ayuda en nada equiparar cosas tan distintas, no para entender lo que está ocurriendo, ni tampoco para poder responder de la manera más efectiva.

Sí es genocidio

Dicho todo eso, no hace falta que sea lo mismo que los nazis para ser terrible. De hecho, el ataque actual a Gaza sí cumple la definición de genocidio.

Según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1948, el genocidio se entiende como: “actos… perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional”, mediante actos como “(a) Matanza de miembros del grupo; (b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo…”.

Muchas declaraciones de miembros del actual Gobierno israelí han expresado intenciones de esta naturaleza.

Según la Convención “Serán castigados los actos siguientes: (a) El genocidio; (b) La asociación para cometer genocidio; (c) La instigación directa o pública para cometer genocidio; (d) La tentativa de genocidio; (e) La complicidad en el genocidio.”

Seguimos esperando a que el Gobierno español, tan proclive a denunciar la falta de derechos humanos en regímenes ajenos, actúe contra su aliado israelí por su incumplimiento de esta convención.

Qué hacer

Para responder ante la terrible situación, es esencial tener un análisis claro. No es un problema de falta de comunicación, que se pueda resolver mediante diálogo entre las autoridades o individuos de los dos lados. Como se comenta arriba, Israel es un régimen colonial, ese régimen debe desaparecer.

Desde el principio, el proyecto sionista ha sido aliado del imperialismo, o más exactamente de sucesivas potencias imperialistas, a las que se ofreció como arma para ayudarlas a dominar la región. Esto lo explica perfectamente la declaración de la Liga Comunista Revolucionaria, grupo marxista revolucionario de Palestina, “¡Contra la partición!”, de septiembre de 1947.

La estrecha conexión entre el Estado sionismo y (actualmente) el imperialismo estadounidense subraya que la lucha contra el sionismo es muy dura. Pero también indica que las posibles alianzas en esta lucha son muy amplias; el mundo está lleno de gente que ha sufrido a manos de los dirigentes de EEUU.

También es cierto que la influencia global de EEUU se ha reducido.

En 1990, una resolución clave impulsada por EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU para imponer sanciones contra el Irak —un paso importante inicial en la guerra de 1991— fue respaldada por 13 Estados, incluyendo a China y la URSS. Solo Cuba y Yemen se abstuvieron; EEUU retiró la ayuda humanitaria a Yemen como represalia.

La reciente resolución de la Asamblea General de la ONU a favor de un alto el fuego inmediato en Gaza fue apoyada por 153 Estados; solo otros 8 Estados acompañaron a EEUU e Israel en su voto en contra.

Como se ha comentado antes, no hay solución mediante la negociación con el sionismo, ni bajo el imperialismo.

No hay solución de dos Estados, porque deja intacto el poder racista sionista, donde la minoría palestina vive como ciudadanía de tercera clase. Es todo caso, todas las acciones del Estado sionista demuestran que no tiene intención alguna de permitir la creación de un Estado palestino.

Mientras, los Estados árabes están dispuestos a votar resoluciones críticas en la ONU, pero en el momento de la verdad, tampoco contribuirán a una solución. Tras su retórica de solidaridad con Palestina, todos colaboran con el imperialismo y el sionismo. Por ejemplo, hace muchos años que Egipto suministra gas a Israel, y el cemento que permite la construcción de los asentamientos y del muro.

Como hemos argumentado, la solución pasa por un cambio regional, al menos por el resurgimiento del movimiento revolucionario que surgió en 2011 y de nuevo en 2019. Una lucha desde abajo capaz de derribar a alguno de los regímenes autoritarios de la región, especialmente la dictadura de Al Sisi en Egipto, podría ser un golpe mortal para el Estado sionista. Podría ser un paso clave en la única solución viable, la de establecer un Estado unitario y plural, desde el Rio Jordán hasta el mar, donde las personas judías y palestinas (ya  sean musulmanas, cristianas, ateas…) pudiesen vivir en condiciones de igualdad.

Las masivas movilizaciones internacionales en solidaridad con la lucha palestina son una contribución importante para promover una solución de este tipo.