Mujeres en la historia

ES CA

Clare Fester

A principios de la década de 1980, en Polonia, un movimiento llamado Solidarność (Solidaridad) surgió desde los astilleros en la ciudad costera de Gdańsk.

Esta explosión de huelgas transformó el país, llevando a la creación del primer sindicato libre de masas en el bloque del Este. Las mujeres desempeñaron un papel especialmente activo en la creación de la organización, la propagación de las huelgas a través de diferentes sectores y el fortalecimiento de sus demandas políticas.

Una de las principales mujeres en Solidarność fue Anna Walentynowicz.

Empezó a trabajar en el Astillero Lenin de Gdańsk en 1950, primero como soldadora y luego como operadora de grúas. El 7 de agosto de 1980, fue despedida, a solo unos meses de su fecha de jubilación. Las huelgas que comenzaron con la demanda de su reincorporación se convirtieron en algo mucho más grande.

En los inicios de la huelga, Walentynowicz y sus compañeras argumentaron que no debían regresar al trabajo con solo algunas concesiones menores. Junto con otras organizadoras mujeres, Walentynowicz convenció a algunos trabajadores del astillero de ponerse en huelga, y muchos otros se unieron al día siguiente.

Walentynowicz fue una de las trabajadoras del astillero que impulsó la expansión de la huelga a diferentes sectores. Ella pensaba que conseguir con “un trozo de pan más grande” para algunos, no era suficiente. Era una cuestión de solidaridad.

Una semana después de que comenzara la huelga, la trabajadora del transporte Henryka Krzywonos dejó de conducir su tranvía en solidaridad con la plantilla del astillero. Se unió a Walentynowicz para argumentar que todas y todos debían permanecer en huelga. Habían logrado algunas de sus demandas inmediatas, pero había más por ganar que solo en los astilleros. Este tipo de solidaridad entre lugares de trabajo permitió que las huelgas se extendieran por toda Polonia, paralizando todo el país.

Walentynowicz abogó por ampliar las demandas políticas de la huelga. Participó en la redacción de las “21 demandas”, que no solo pedían mejores salarios, tiempo de vacaciones, jubilación anticipada y mejores pensiones, sino también el derecho a sindicatos libres, libertad de expresión y una economía que ya no estuviera controlada por la burocracia estalinista.

Personas como Walentynowicz plantearon demandas políticas, como la liberación de presos políticos que ya se habían resistido al régimen. También tenían una lista de demandas sociales, especialmente aquellas que tendrían un impacto significativo en la vida de las mujeres trabajadoras, como el permiso de maternidad, la vivienda, el cuidado infantil y la educación.

Las demandas de las y los huelguistas incluían una mayor democracia en el lugar de trabajo, permitiendo que las personas trabajadoras tuvieran voz en la elección de sus jefes. Al igual que movimientos anteriores en los países alineados con la URSS, Solidarność reveló cuán poco se parecían los llamados “Estados socialistas” al socialismo real. La falta de democracia, y mucho menos el control de la sociedad por parte de los trabajadores, fue desafiada por Solidarność.

Durante las negociaciones con el régimen, las conversaciones se transmitían en los astilleros o se grababan en cinta y se llevaban de vuelta a los lugares de trabajo para que todo el mundo pudiera escuchar lo que sucedía, discutir y tomar decisiones democráticas.

Con el tiempo, las huelgas se extendieron y paralizaron la economía. Los lugares de trabajo que tomaban decisiones democráticas por sí mismos comenzaron a representar una amenaza para las estructuras de poder existentes. A través de las huelgas, las y los trabajadores de Polonia demostraron cómo los lugares de trabajo organizados pueden convertirse en las semillas de una sociedad democrática gestionada en nuestro propio interés, siguiendo el mismo espíritu de los soviets originales durante la Revolución Rusa.

Aunque la espontaneidad y la valentía impulsaron las huelgas, su éxito estuvo relacionado con las actividades de años anteriores de organizaciones obreras disidentes. Así que, antes del verano de 1980, personas como Walentynowicz ya sabían cómo luchar. En la década de 1970, había sido activista laboral y editaba el periódico clandestino Trabajador Costero. Muchas personas con las que se organizaba formaban parte de un movimiento anterior de revueltas estudiantiles y huelgas.

La experiencia continua de Walentynowicz en la movilización política antes de las huelgas de 1980 le dieron firmes principios democráticos.

Ella y sus camaradas se volvieron muy críticas con la trayectoria de Solidarność con el tiempo. Se transformó de un movimiento obrero desde abajo en el partido gobernante que dirigiría la integración de Polonia desde el capitalismo de Estado bajo el estalinismo, hacia el capitalismo de mercado pro occidental.

Hasta bien entrada la década de 2000, Walentynowicz argumentaba: “Las 21 demandas que presentamos en 1980 todavía son relevantes. Nada se ha cumplido. La gente todavía tiene que luchar para ser tratada con dignidad. Eso es escandaloso”.

La mayoría de la gente no conoce el nombre de Anna Walentynowicz. Si sabemos algo sobre el movimiento obrero polaco, es más probable que conozcamos el nombre de Lech Wałęsa, el líder de Solidarność que luego se convirtió en el primer ministro de Polonia tras la caída de la URSS. Wałęsa fue una de las personas a las que Walentynowicz tuvo que convencer para que permaneciera en huelga.

El movimiento se volvió conservador a medida que se alejaba de la democracia obrera. Su relación existente con la Iglesia Católica se volvió más estrecha, al igual que su relación con dirigentes neoliberales occidentales como Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Personas como Walentynowicz y sus camaradas ofrecieron un vistazo de cómo podría ser una sociedad socialista. Mostraron, brevemente, cómo nuevos órganos de poder nacidos en lugares de trabajo controlados por las propias personas trabajadoras pueden cambiar y dirigir la sociedad.

El papel destacado que desempeñaron Walentynowicz y muchas otras mujeres en esta lucha también muestra cómo las viejas divisiones pueden desaparecer en momentos de lucha de clases explosiva, dándonos esperanza para erradicar el sexismo y cualquier otro tipo de opresión.


Clare Fester es militante de Marx21 USA, nuestro grupo hermano en EEUU. Ha realizado trabajos de investigación en Polonia y Ucrania.