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Cássio Paz

Hay y siempre ha habido varias discusiones en torno a lo que es ser mujer. Quién sería esta mujer como ser ideal y sujeto político, y sobre cómo la lucha feminista contra el machismo y el patriarcado ha atravesado varias rupturas de pactos previamente trazados por ideales cristianos, coloniales e imperialistas en la disputa por los derechos de (algunas) mujeres, colocando a otros colectivos en un lugar subordinado como si fueran ciudadanos de segunda o tercera categoría, especialmente mujeres lesbianas, negras, indígenas y trans.

Más recientemente la T (de Trans) ha generado cuestiones graves relacionadas con la transfobia dentro de algunas perspectivas feministas, tomando como narrativa “un real y único feminismo” y por tratar de definir lo que significa ser una mujer, cuyo argumentario se caracteriza por negar que las mujeres trans son mujeres y de los hombres trans son invisibles. Así son las feministas trans excluyentes o anti-trans, o las TERF (expresión anglosajona que se hizo más popular últimamente).

En este sentido, uno de los principales problemas de los feminismos trans excluyentes es la insistencia en la difusión de una idea de que supuestamente la opresión de género es igual para todas las mujeres cis independientemente de su raza, clase y construcción social, y que se basaría en su sexo biológico, es decir, por el hecho de nacer con vulva y que, según las teorías trans excluyentes, esta sería entonces la raíz de toda violencia y subalternización de las mujeres nacidas hembras.

Tal vez el error es precisamente que creen en el mito de una mujer universal. Este sería un ideal antifeminista, incluso ya denunciado por feministas racializadas y lesbianas en varios momentos de la lucha feminista, objetos de un borrado de las sexualidades no hegemónicas y de las mujeres negras que no fueron/no son reconocidas en este lugar universal.

Mujeres negras como Angela Davis (que eran vistas como un vacío de humanidad) y lesbianas (excluidas del feminismo en los 70 porque hasta entonces se creía que la raíz del problema de las mujeres eran sus relaciones con los hombres, y por ser lesbianas no serían oprimidas, dado que se relacionaban entre sí) no ocupaban un lugar en los feminismos porque no se reconocían sus sujetos. Dado que la construcción social de las mujeres trans, negras, indígenas y periféricas no es la misma que la de las mujeres cisgénero blancas ricas y heterosexuales, que cuentan con diferentes accesos y formas eficientes de negociar con la estructura hegemónica. Y que, a pesar de estar oprimidas, tienen mayores condiciones de acceso a espacios, derechos y eco en relación con otras mujeres.

En el intento de excluir los derechos trans de la agenda política en el Estado español, las acciones de los feminismos anti-trans se entrelazan con los discursos de la extrema derecha en el ataque a los derechos relacionados con la autodeterminación de género.

Durante los últimos años, las feministas trans excluyentes se han enfurecido contra el proyecto de una ley Trans (al final aprobada con serios recortes respecto al borrador del texto original), lo que ha provocado algunas veces un callejón sin salida entre los partidos de la coalición. En este difícil contexto, Lidia Falcón, ideóloga del Partido Feminista de España, y Alicia Rubio, entonces diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, participaron juntas en un acto del grupo ultra y fundamentalista cristiano Hazte Oír y se alinearon abiertamente contra la propuesta de ley.

También se están gestando escenarios complejos en otros países. Lo cierto es que no podemos permanecer afásicos ante estas dinámicas, incluso cuando resulta incómodo debatirlas. Ya sea por acción directa o por omisión, la transfobia ha encontrado un camino libre y favorable para el crecimiento de ideales trans excluyentes dentro de los feminismos, en los llamados espacios académicos, sindicatos y políticos progresistas, especialmente cuando hemos visto a muchas feministas cisgénero rehuir de tomar una postura pública frente a la transfobia que ha sido difundida públicamente por grupos feministas anti-trans.

Hemos asistido el fortalecimiento de una postura transfóbica y reaccionaria que parece normalizarse dentro de algunos feminismos, pregonando una ideología reaccionaria y causando estragos en las vidas y los derechos de las personas trans.

El feminismo trans excluyente ha pasado límites antes no imaginados, como la alianza con fundamentalistas religiosos, grupos de extrema derecha y otras organizaciones anti-género, y han ganado espacio, seguridad y acceso institucional en los últimos años. Dichas alianzas protagonizan un intenso movimiento donde hay inversiones económicas (un ejemplo: el patronato de El Corte Inglés a Hazte Oír) y movilización política para bloquear avances en políticas trans-inclusivas.

Estos discursos trans excluyentes incluyen la construcción de varias narrativas comunes sobre los intentos de biologizar y “genitalizar” el género, aunque tienen diferentes perspectivas.

Mientras que un grupo cree que sustituir “sexo” por “género” de alguna manera promovería la violación de la ideología religiosa y binarista de que solo hay hombres (XY) y mujeres (XX), y que la existencia de personas trans violaría de alguna manera un supuesto orden divino (fundamentalistas religiosos), el otro grupo cree en un supuesto borrado de los derechos de las mujeres en virtud de la inclusión de “hombres biológicos”, de ahí toda la opresión de las mujeres. Ambos tratan a las personas intersexuales como inexistentes o como “aberraciones genéticas”.

Las similitudes y aproximaciones de estos discursos son muchas, en forma y contenido. También comparten la misma forma de tratar a las personas trans, invalidando sus identidades de género y tratando de anular y en ocasiones prevenir cualquier posibilidad de distanciarse de la denominación de género asignada al nacer, motivada por el genital. Tratan a las mujeres trans como si fueran hombres cisgénero, enfermos o pervertidos, sugieren que padecen una especie de autoginefilia o que de alguna manera tienen la intención de “hacer la transición a los niños debido a deseos pedófilos”, e invalidan la existencia de hombres trans porque creen en la idea de que serían “mujeres seducidas por el patriarcado”.

Desafortunadamente, el vigor de las movilizaciones feministas trans excluyentes se ha incrementado en los últimos tiempos, posiblemente porque esta red cuenta con más apoyo financiero para impulsar una agenda contra los derechos trans, así como acciones combativas ante la construcción de proyectos de leyes inclusivas que apuntan y garantizan los derechos trans. Aún más preocupante es observar que, en algunos países, como en el caso del Reino Unido, los principales medios de comunicación, incluidos los medios supuestamente progresistas (por ejemplo: Susanna Rustin, periodista de The Guardian), han replicado los argumentos de las feministas anti-trans sin más cuestionamientos.

El aparato trans excluyente de mujeres cisfeministas —muchas se posicionan a la izquierda y ocupan cargos en partidos progresistas— ha sido en gran parte responsable de abrazar la persecución a las mujeres trans, ganándose apodos como “fascistas fundamentalistas de género” o “fundamentalistas de género”, provenientes desde el cissexismo, que valida únicamente los cuerpos cisgénero, mientras invalida y actúa mutuamente para aniquilar las existencias trans.

También existe la idea de que las mujeres trans optarían por “convertirse en mujer” y que por tanto la violencia que sufren no sería por “haber nacido mujer”, sino por una supuesta elección consciente de intentar ponerse a sí mismas como algo que realmente no son: mujeres. De esta manera, se atribuye un cierto esencialismo de género a ser mujer, de forma esencialmente transfóbica y contrario a los estudios de género.

Podría mencionar muchas otras similitudes, pero lo cierto es que asumir las discusiones de género con la intención de definir “ser mujer” por criterios exclusivamente biológicos me parece un movimiento altamente peligroso para la lucha y los logros que las mujeres han obtenido hasta ahora (por ejemplo, el papel victimista del feminismo fundamentalista).

Cuando entendemos que la transfobia es estructural, también entendemos que las personas trans son igualmente vulnerables a la violencia de género, al igual que las mujeres cis. La transfobia no ocurre por cómo se comportan, visten o sienten las personas trans. La transfobia ocurre y existe porque la sociedad está estructurada a través de normas que marginan, estigmatizan, discriminan y excluyen a las personas trans. Las personas trans sufren transfobia por el simple hecho de que son personas trans.

La lucha por los derechos de las mujeres trans no es antagónica a la lucha de las mujeres cis y viceversa. Cuando una avanza la otra también avanza. Cuando luchamos contra la lógica de culpar a la víctima de violencia de género, estamos luchando por los intereses y derechos de las mujeres cis (violencia estructural) y también mujeres trans (violencia correctiva). El uso de “sexo biológico” para definir “lo que es ser mujer” también se ha utilizado para excluir al fundamentalistas trans y a las feministas en la agenda anti-trans presente en los deportes, el uso de baños, en el sistema penitenciario y en la política externa internacional. Incluso para decir quién no es mujer y la respectiva idea de que debe ser aceptada por todas las personas bajo el disfraz de una supuesta defensa de los derechos de las niñas y mujeres.

Desde esta perspectiva, se disemina y se manipula la investigación, con la inclusión de fake news y narrativas altamente violentas contra las personas trans en las redes sociales. Crear una red de difusión y replicación para intentar justificar la exclusión de las mujeres trans de los espacios unisexuales destinados a las mujeres y también para afirmar que la autodeterminación de género de las mujeres trans daría lugar a abusadores sexuales o depredadores. O que las mujeres trans serían “abusadores” y “pedófilos” fingiendo ser mujeres para violar cuerpos femeninos.

Internet: el patio de recreo de las mujeres trans excluyentes

Internet y redes sociales han sido uno de los principales espacios para la propagación de ideales trans excluyentes, por parte de páginas web feministas, algunas famosas, que han atraído a mujeres feministas jóvenes que llegan a creer que promover los derechos de las mujeres trans haría retroceder los derechos de las demás mujeres, ya que serían “hombres ocupando espacios femeninos”. Promoviendo también la persecución, los insultos, la humillación y la exposición y el odio contra las personas trans.

La escena cotidiana de las personas trans y no binarias está plagada de violencia extrema, invalidación y discriminación constante, incluso entre personas cis-LGB. Desde 2020, los grupos trans excluyentes LGB y RADFEM/TERF fueron los grupos más citados por publicar transfobia y odio transfóbico en las redes sociales, acompañados de partidos políticos y voces de la extrema derecha, cristianos fundamentalistas, etc.

Es importante enfatizar que esta discusión no es solo teórica: adquiere contornos altamente dañinos para los movimientos por la liberación de las mujeres y debilita la organización ampliada que incluye a todas las mujeres. Al fin y al cabo, la violencia, el odio y el malestar provocado por ideales trans excluyentes terminan creando inestabilidad y vaciando espacios feministas donde las personas trans deben ser acogidas, y terminan expulsando cuerpos trans, impidiéndoles unirse a la lucha de otras mujeres, contribuyendo a la perpetuación de los estigmas y creación de un campo muy fértil para la transfobia.

Los intentos de silenciar como estrategias de victimización

Desafortunadamente, los intentos de invalidar las denuncias de personas trans contra estas personas trans excluyentes han sido habituales.

De manera insistente vemos a mujeres cis relativizando los relatos de transfobia o evitando abordar el tema para no afrontar el malestar que esta situación nos impone. Y ya ves, estamos hablando de un grupo de mujeres cisgénero que han optado por organizarse y actuar para perseguir y oprimir al grupo más violado y marginado entre los grupos minoritarios y que todavía no cuentan con una amplia protección legal a su favor. No se trata de un tema específico ni de una característica personal, sino de una ideología política que contribuye a mantener marginada a la población trans.

Intentan de diferentes maneras vaciar la discusión con la excusa de que están siendo mal interpretadas, usan ejemplos e información no probada, casos extremadamente excepcionales o que contienen medias verdades para decir que son perseguidas y que serían víctimas de la misoginia del “hombre con faldas”, refiriéndose a las mujeres trans, cuando efectivamente la disputa se trata de una “cistema” discriminatorio para insistir en una lucha contra los derechos y las existencias de las personas trans.

Acorralan a sitios web feministas que apoyan o publican información sobre personas trans. A veces recurren a la justificación del “derecho a la libertad de expresión” para seguir siendo transfóbicas, otras responden con más transfobia y, a menudo, cuando están expuestas o confrontadas, adoptan posturas antifeministas y utilizan estrategias de la extrema derecha, acusando a las mujeres trans de intentar silenciar su ideología, que por sí misma ya se ha demostrado ser muchas veces transfóbica y violenta.

Aún en la misma perspectiva de usar estrategias de la derecha, crean enemigos imaginarios y posicionan a las personas trans como peligrosas, adoptando la política de “nosotras contra ellos”. También dicen que el “transgénero” sería una especie de secta que pretende “transexualizar” a criaturas y adolescentes, o incluso promueven las terapias de conversión para los hombres gay cis afeminados y lesbianas cis masculinas que, según su doctrina, están siendo seducidos para afirmarse trans por presión de trans activistas.

Persiguen, expulsan y exponen a las mujeres lesbianas trans, acusando que la relación entre lesbianas trans y lesbianas cis sería una especie de violación al “obligarlas a vincularse con sus pollas” o que los hombres gays trans serían mujeres lesbianas cis que hicieron la transición para relacionarse con los hombres cis y por ello obligaría a estos hombres a ser heterosexuales… ya que los hombres trans en realidad serían mujeres engañadas y obviamente sin autonomía.

Niegan la existencia de criaturas trans y crean terrorismo en torno a una supuesta “epidemia trans” entre la juventud, dicen que afirmar la existencia de niños sería algo análogo al “abuso infantil”. Se alzan como defensoras de los derechos de la niñez, para prohibir el acceso a la atención de salud y la transición social de las niñas, niños y adolescentes trans.

Denunciar esta violencia y nombrar a las personas que usan esta opresión contra las personas trans es una posición esperada en defensa de las personas trans.

Después de todo, ¿qué podemos hacer?

Si estas personas no quieren ser acusadas de transfobia o de ser RADFEM/TERF, les sugiero que dejen de tomar actitudes que entorpecen la lucha de las personas trans de muchas formas. Abandonar las alianzas trans-excluyentes y la reproducción de la transfobia, aprender a escuchar a las personas trans y afrontar la transfobia.

Creo en una lucha por la liberación de las mujeres que sea inclusiva, que sea antirracista y anticapitalista. Que escuche incluso a los hombres trans, acogiéndolos sin oprimir sus identidades.

Es muy triste ver que el feminismo se usa con un propósito trans excluyente, especialmente aquí en un país donde la exclusión social y laboral hacia las personas trans es latente. Creo en una construcción feminista alineada con Angela Davis y con los mismos ideales que Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera, activistas clave del levantamiento de Stonewall en 1969, así como activistas más recientes, como Mar Cambrollé.

Y en ese sentido, es sumamente importante:

  • Tomar posiciones públicas contra la transfobia y en defensa de los derechos de las personas trans;
  • Combatir las ideas trans excluyentes, y toda forma de transfobia, dentro de los movimientos;
  • Relacionarnos socialmente con personas trans para naturalizar nuestras existencias;
  • Reconocer que las mujeres trans tienen mucho que aportar a lucha por la liberación de las mujeres en su conjunto;
  • Practicar la lucha por la liberación trans y por la liberación de todas las mujeres, juntas.