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La Corriente Socialismo Internacional, más conocida por sus siglas en inglés IST (International Socialist Tendency) y de la cual forma parte Marx21, tiene casi 30 años de existencia en el Estado español.
Aun así, bastantes aspectos de la política y actuación de la corriente y de los grupos que la integran son ignorados o poco entendidos.
La crisis de las organizaciones reformistas y la ausencia de debates de la izquierda revolucionaria no invalidan la necesidad de tener un mayor conocimiento de las principales corrientes revolucionarias para ver los puntos comunes y generar confluencias. Por eso, tratamos en este texto algunos aspectos de la política de nuestra corriente.
Los orígenes de nuestra corriente internacional
Desde hace décadas existen una multitud de corrientes y grupos de perfil trotskista, muy divididas entre sí y, en la mayoría de los casos, con una afiliación escasa. Para cualquier persona ajena, este panorama de escisiones, sectarismos y disputas aparentemente bizantinas es poco atractivo, además de incomprensible. Sin embargo, no se puede entender la situación actual sin entender algo de su historia.
Los orígenes de la IST se remontan a la crisis del movimiento trotskista a inicios de los años cincuenta. En esa época, un puñado de militantes en Gran Bretaña estableció el Socialist Review Group, que más tarde pasaría a llamarse International Socialists y, hoy en día, el Socialist Workers Party, el SWP.
En 1938, Trotsky y sus seguidores establecieron la Cuarta Internacional (CI). Fue un gesto desesperado frente a una situación terrible: el auge del fascismo, la dominación del estalinismo sobre el movimiento comunista, la derrota de la Revolución Española, una crisis económica profunda, la inminencia de la guerra mundial y el aislamiento casi total de la izquierda revolucionaria.
El modelo para la CI era la Tercera Internacional que se había establecido tras la revolución rusa de 1917 y gozaba del apoyo de millones de personas. El propio Trotsky, después de declararse en 1933 a favor en principio de la fundación de una nueva internacional, se había opuesto inicialmente a que se estableciera sin fuerzas reales. Sin embargo, hacia finales de la década, la situación era tan desastrosa que Trotsky optó por lanzar la nueva internacional, creyendo que la CI a corto plazo superaría su debilidad.
Ya terminada la Segunda Guerra Mundial, quedó en evidencia que las previsiones de Trotsky no habían sido acertadas. Él había predicho que tras la guerra habría otra depresión económica, aún peor que la de 1929, pero el capitalismo no solamente sobrevivió, sino que entró en el boom más importante de su historia.
La democracia burguesa y el reformismo también, lejos de desaparecer, gozaron de una época dorada en los países industrializados. Trotsky había vaticinado la desaparición de la burocracia estalinista de la URSS, como una capa frágil e inestable, pero ésta no solo sobrevivió, sino que se reforzó enormemente, extendiendo su dominio a Europa del este y a China. Mientras tanto, las fuerzas de la CI habían crecido muy poco y, en contraste, los partidos comunistas salieron de la guerra más fuertes que nunca.
Frente a este panorama, la mayoría del movimiento trotskista —ya sin Trotsky, asesinado por un agente de Stalin en 1940— no fue capaz de ofrecer una explicación mínimamente coherente de la nueva situación. Sobre todo, la creación de Estados con el mismo sistema social y económico que la URSS en una serie de países creó una confusión teórica notable entre las filas trotskistas.
Una revisión necesaria
Mientras que la mayoría de trotskistas intentaron cuadrar el círculo, negando que las cosas no fueran como había previsto Trotsky en 1938, unas pocas personas intentaron hacer un análisis de la nueva situación desde una perspectiva marxista.
Entre ellos, Tony Cliff (uno de los fundadores de nuestra corriente) y sus compañeros llegaron a la conclusión de que el sistema económico de la URSS —y por extensión de los demás países “comunistas”— era capitalismo de Estado. Cliff basó su análisis en una lectura cuidadosa de Marx, así como en el análisis anterior del propio Trotsky, pero sobre todo en un estudio detallado de la realidad socio económica de la URSS.
Los elementos clave de este análisis eran que la propiedad estatal en sí misma no era el socialismo, y que el capitalismo se define (según Marx) como una relación social entre las clases sociales y los medios de producción. Al mismo tiempo, la dinámica del sistema era “acumular solo por acumular”: el motor del capitalismo que Marx identifica en El Capital. Además, el sistema económico de la URSS había entrado en una dinámica de competencia con otros capitales. Al mismo tiempo, el análisis de Trotsky sobre la naturaleza de la burocracia estalinista como una capa inestable ayudó a entender cómo se había convertido en clase dominante.
La gran ventaja de la teoría del capitalismo de Estado era que permitía salvar al marxismo como una teoría revolucionaria. Para Marx, “la emancipación de la clase trabajadora es el acto de la misma clase trabajadora”. Al transformar el mundo, la gente se transforma a sí misma. Sin este proceso de “autoemancipación”, el marxismo deja de ser una teoría de liberación humana y entra en el terreno de un dogma, dentro del cual los seres humanos son elementos pasivos y no el “motor de la historia”.
Así se entiende la monstruosidad que fueron los países estalinistas como un sistema de explotación y represión tan fuertes sobre la clase trabajadora, en algunos casos más que en los países capitalistas “normales”. Sin entender esto, el socialismo queda como una abstracción, al ser extirpado su componente democrático. Además, si fuera posible acabar con el capitalismo sin la participación activa de los y las trabajadoras —y esta participación no se dio en Europa del este, invadida por el ejército ruso—, la propia centralidad del marxismo quedaría en entredicho.
En paralelo a la teoría del capitalismo de Estado, Cliff y otros elaboraron un análisis del capitalismo de postguerra que demostraba cómo el gasto en armas (la “economía armamentística permanente”) evitó que la economía volviera a entrar en crisis como después de la Primera Guerra Mundial. Así, la teoría de la economía armamentística permanente permitió a los precursores de la IST explicar el boom del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial. También Cliff hizo una revisión crítica de la teoría de la revolución permanente de Trotsky; algo indispensable para entender los nuevos procesos de liberación nacional y social en el mal llamado “tercer mundo”.
La IST
Aunque ya en los setenta existían núcleos de simpatizantes de las ideas del SWP en Alemania, Dinamarca, Grecia, Irlanda…, no existían las bases para una corriente internacional como tal. La única organización con una cierta presencia era lo que sería después de 1977 la International Socialist Organization (ISO) en Estados Unidos.
El colapso del muro de Berlín en 1989 abrió nuevas perspectivas para lo que sería la IST. La mayoría de grupos de la izquierda radical a duras penas pudieron explicar las razones del desplome del “comunismo” sin que las masas obreras de estos países hicieran lo más mínimo para defender a “sus” Estados. En este contexto, los núcleos simpatizantes con las ideas del SWP crecieron durante la década de los noventa y la IST como tal surgió como una corriente más definida.
En la primavera de 1994 se publicó el primer boletín de la corriente en el Estado español. El boletín llevó el mismo nombre que el grupo que lo editó: Socialismo Internacional. En noviembre de 1997, el boletín se convirtió en periódico. A partir de 2000, tanto el periódico como el grupo pasaron a denominarse En Lucha/En Lluita.
Al principio, fue inevitable que la corriente estuviera dominada por el partido británico, dados sus orígenes, pero el crecimiento de algunas de las organizaciones de la IST ha conducido a la creación de una coordinadora formada por los principales grupos.
IST tiene grupos en 26 países y algunos han adquirido un cierto peso en la izquierda radical consolidándose a través de la participación en el movimiento anticapitalista y antiguerra, y más recientemente en la lucha unitaria contra el fascismo y el racismo, pero tienen diferentes maneras de trabajar.
En Irlanda el SWN (Socialist Workers Network) forma parte central de People Before Profit, una coalición antineoliberal que tiene cuatro escaños en el parlamento de Irlanda y uno en Irlanda del norte. En Escocia, la militancia del SWP participó en el Scottish Socialist Party, hasta su crisis y escisión en 2006. Los simpatizantes de la IST en Francia participan en Autonomie de Classe; parte de su militancia participa desde hace años en el Nouveau Parti Anticapitaliste, pero esta organización ahora está en crisis.
En Alemania, la gente de la IST trabajaba como la corriente Marx21 dentro del partido reformista Die Linke, pero este partido también está inmerso en una grave crisis, y nuestro propio grupo se encuentra en problemas, provocados por una excesiva adaptación a su entorno reformista. En Dinamarca, Internationale Socialister ha participado en la Alianza Roja y Verde y el grupo noruego, Internasjonale Sosialister, en Rodt.
En Grecia, la IST, el SEK, es la organización con más peso de la izquierda revolucionaria del país y forma parte de la coalición Antarysa. En Canadá, la organización de la IST es una de las organizaciones relativamente más importantes de la izquierda alternativa, con una actividad notable en los sindicatos y en el movimiento indígena. En Holanda, Austria y Australia, los grupos de la IST, sin ser los grupos más grandes en sus respectivos países, tienen unos cientos de afiliados. En Europa del este, hay grupos en Polonia y la Republica Checa.
En Egipto, los y las compañeras de la IST tuvieron un papel central en la organización de la Conferencia del Cairo (Cairo Conference), que en 2002-2008 fue un foro importante de denuncia del imperialismo y el sionismo en Oriente Medio, así como para las crecientes luchas sociales en su país. Las alianzas creadas allá fueron claves en la revolución de 2011.
La corriente tiene cierta presencia en el resto de África. En Nigeria, el Socialist Workers League juega un papel importante en coaliciones más amplias de luchas. Desde hace tiempo existe un grupo de la IST en Zimbabwe que actúa en una situación sumamente difícil; también hay núcleos activos en Suráfrica, Ghana, Botswana… En Asia, hay una organización potente e independiente en Corea del Sur, Solidaridad Obrera, además de grupos en Tailandia y Pakistán.
Algunas características de la Corriente
Los grupos de la IST tienen unas ciertas señas de identidad que a veces son criticadas por otras tendencias por lo que es útil ir más allá de la caricatura y comentar brevemente algunas de ellas.
Un partido marxista
La IST basa su estrategia y visión política en el marxismo. Pero, como muestra la amplia producción de material de los distintos grupos, no es una visión ni estática ni rígida.
De entrada, vale la pena remarcar qué consideramos que no es marxismo:
1) La idea —promovida por sectores burgueses y derechistas, los medios de comunicación, etc.— de que el marxismo es algún tipo de “plan” totalitario y que los sistemas autodenominados “marxistas” aplican o aplicaron esta “teoría”; ya sea la URSS, China, Corea del Norte, Cuba, etc.
2) El estalinismo, donde los textos son efectivamente “sagrados” y se pueden citar sin contextualizar; es una visión donde el marxismo provee “las respuestas” a todo tipo de problemas o realidades desde un método sumamente dogmático.
3) El marxismo académico, donde el marxismo se convierte en una filosofía más o menos útil pero que se separa de la práctica; a menudo dentro de esta manera de acercarse al marxismo se coge una parte u otra, pero no es una teoría que tenga una visión global del sistema.
4) El marxismo ecléctico: como reacción al dogmatismo estalinista y expresión del argumento de que el marxismo “no lo explica todo”, sobre todo los fenómenos sociales que han aparecido desde el siglo diecinueve, ha surgido la idea de que el marxismo es “una teoría más” entre varias teorías revolucionarias.
La IST entiende el marxismo como un método de análisis, una guía para la acción. Así, este método se aplica a la realidad concreta y se modifica en base a los cambios reales en un mundo que siempre está en transformación. No se trata de que el marxismo “no explica” tal o cual fenómeno, sino de aplicar el método a los problemas a los cuales se enfrentan los y las revolucionarias.
Por ejemplo, Marx y Engels no dijeron nada sobre la liberación LGBTI+, pero no por eso llegamos a la conclusión de que el marxismo no puede decirnos nada sobre estas cuestiones, sino que hay que hacer un análisis de ellas desde una perspectiva marxista. En este sentido, y no en ningún sentido dogmático, el marxismo es una teoría globalizadora que provee de un método de análisis de la realidad en su totalidad. Al mismo tiempo, es importante insistir en que el marxismo no es una vara mágica; obviamente “no tiene la repuesta para todo”.
La opresión de las mujeres
La IST defiende un análisis marxista de las raíces de la opresión de la mujer y, como consecuencia, una orientación que ve la lucha contra la opresión de las mujeres como una parte de la lucha por el socialismo. En contraste, la idea de la existencia de un patriarcado paralelo al sistema socioeconómico y las clases sociales está muy extendida entre, por supuesto, el movimiento feminista y, también, en la izquierda radical.
La existencia de un patriarcado separado del tipo de sociedad, ya sea capitalista, “socialista” u otra, podría significar que la opresión de las mujeres no tiene una base material establecida en el desarrollo histórico, sino que estaría por encima de tales condiciones, quedando en la esfera de las ideas.
Por supuesto, no hay una sola teoría sobre la existencia del patriarcado. La versión materialista de esta teoría explica que tiene una base “material”, ya que todos los hombres se beneficiarían de tal opresión. Pero como marxistas miramos el contenido de las cosas y no solamente sus formas.
Mientras que es evidente que actitudes sexistas represoras se encuentran en todos los niveles de la sociedad, la cuestión central es si realmente la mayoría de los hombres que forman parte de la clase trabajadora se beneficia objetivamente de que su clase esté dividida, con la mitad oprimida por la otra mitad.
Para el marxismo, los orígenes de la opresión de las mujeres tienen sus raíces en las divisiones en clases sociales surgidas hace miles de años. Obviamente, desde entonces se ha profundizado para convertirse en un elemento altamente represor, aunque mutando en los distintos sistemas sociales.
Concretamente, con la llegada del capitalismo, la forma de familia que surgió al servicio del nuevo sistema está en el centro de la especificad de esta opresión en nuestra época. La eliminación del sistema de clases abre la posibilidad de la liberación de las mujeres, pero no lo garantiza. Por eso, la lucha contra la opresión de las mujeres debe ser una lucha central para el socialismo revolucionario, antes y después de la revolución.
La existencia del patriarcado implica unas consecuencias políticas muy claras, consecuencias que asume el movimiento feminista: que la lucha por la liberación de las mujeres es una lucha autónoma de la lucha por el socialismo.
Por eso, la posición de la IST se interpreta a veces erróneamente, como si no reconociera la existencia de la opresión de las mujeres y, como consecuencia, no participara en la lucha contra tal opresión.
En realidad, los grupos de la IST participan, por ejemplo, en la lucha en defensa del aborto, para la igualdad de los salarios, el empleo de las mujeres, en contra de cualquier discriminación en base al género, tanto dentro de la sociedad como dentro del movimiento obrero y popular, y en la denuncia de la violencia machista. Mientras que en cualquiera de estas luchas son las mujeres quienes deben llevar el protagonismo a todos los niveles, la IST insiste también en el compromiso militante y activo de los hombres en tales luchas.
Construcción del partido
La necesidad de organizarse políticamente, de construir un polo de atracción para la gente más combativa, es una de las lecciones más importantes de las múltiples experiencias de los movimientos revolucionarios durante los últimos 150 años. Por eso, nuestra corriente da una importancia especial a la cuestión de la diseminación de sus ideas y de la afiliación.
En esta línea, los grupos de la IST siempre ha editado una amplia variedad de publicaciones: un periódico semanal emblemático como el Socialist Worker, revistas mensuales, periódicos y boletines mensuales además de folletos y libros sobre una gran diversidad de temas. Se sigue así la tradición del movimiento comunista de utilizar su prensa como puente para llegar a la gente. La prensa del partido funciona como un andamio: es una parte muy importante para la organización de la militancia.
La venta de la prensa se ve como una manera para, no solamente diseminar las ideas del partido, sino para conectar con las personas alrededor del partido. Además, tiene como fin proponer a las y a los lectores —tanto si son afiliados y afiliadas como si no— argumentos e información para ser activistas en la práctica.
La IST tiene una política de afiliación abierta. Además, defiende la necesidad de pedir que la gente se afilie. Tal política abre las puertas no solamente a una minoría de activistas, sino también a capas más amplias de gente que no necesariamente tiene una experiencia militante, pero quieren colaborar con la organización política. A veces, ha habido problemas con esta actitud sobre la política de afiliación; tanto en el sentido de afiliar a personas que después desaparecen bastante rápidamente (creando falsas esperanzas sobre el progreso y posibilidades del partido) como respecto a molestar a otros y otras activistas en espacios de actividad compartida.
De todas maneras, no pedir la afiliación o buscar afiliados y afiliadas nuevas es mucho más negativo que cualquier problema causado por el entusiasmo militante. No renovar la afiliación es caer en el peligro del estancamiento y, peor aún, despreciar a la gente no organizada. Un partido revolucionario no se construye en base a la pasividad.
Democracia interna
La ausencia de facciones permanentes y el hecho de que muchos de los grupos de la corriente se autodefinan como “leninistas” han dado pie a acusaciones sobre métodos y estructuras “autoritarios”. La realidad es muy diferente.
Dado que un partido revolucionario no es una futura sociedad socialista en miniatura, no se puede separar la democracia interna del tipo de organización que se quiere construir.
La democracia dentro de un partido revolucionario es necesaria para que el propio partido pueda relacionar su línea política con la realidad concreta constantemente. Al mismo tiempo, el partido tiene que ser capaz de reaccionar rápidamente y de manera unitaria. La democracia debe permitir el mayor nivel de discusión y el mayor nivel de unidad en la acción. Las facciones permanentes pueden significar institucionalizar las divisiones dentro del seno del partido e impedir la acción eficaz.
Creemos que la existencia de tendencias permanentes o su ausencia en un partido revolucionario están relacionadas con la naturaleza de cada organización. Por ejemplo, en un partido anticapitalista más amplio donde coincidan tendencias con trayectorias diferentes la mejor manera de garantizar una colaboración leal y constructiva sería reconocer las diferencias de forma abierta.
No obstante, sería absurdo afirmar que la democracia interna funciona perfectamente. De hecho, entre 2008 y 2010 en algunas organizaciones de la corriente hubo un debate más profundo sobre todo el funcionamiento democrático durante los últimos años. El resultado fue introducir toda una serie de medidas con la intención de aumentar la participación de la afiliación y mejorar las formas de debate.
Partido y movimientos sociales
La IST tiene una larga historia de participar y, en ocasiones, liderar luchas muy diversas, campañas y movimientos porque la construcción del partido no se ve como una actividad paralela a sus intervenciones en las luchas y los movimientos sociales, ni como un substituto de tales intervenciones. La construcción de movimientos, campañas y espacios políticos lo más amplios posibles e inclusivos es clave, pero esto no significa que el partido pierda su identidad dentro de éstos o esconda en ellos sus ideas.
La política unitaria de la IST se centra en la táctica del “frente único”: la idea de encontrar la máxima unidad en la práctica sin que las partes del mismo tengan que perder su independencia política. La política del frente único no es, y no puede ser, una política uniforme; las características de cada frente único y de cada campaña son diferentes y dependen del contexto y posibilidades de cada uno.
Esta orientación no significa “negar la autonomía de los movimientos sociales” —esta autonomía existirá con o sin la participación de militantes de las organizaciones políticas—, sino de entender que el partido no existe en un vacío; que tiene que ser parte de los movimientos y luchas mientras debe mantener su propia identidad e independencia política. La alternativa es sumergirse en los movimientos y adaptarse políticamente a ellos lo que, desde nuestro punto de vista, pone en cuestión las razones por las cuáles un partido revolucionario debe existir.
La intervención en tal o cual espacio o campaña no es una cuestión desvinculada de cualquier análisis más general sobre la situación política sino una cuestión estratégica. No todas las campañas, e incluso movimientos, tienen la misma importancia todo el tiempo. La relevancia depende de la situación de la lucha de clases en su conjunto.
Sobre todo, una organización relativamente pequeña tiene que tener prioridades claras. Tales prioridades están por encima del significado moral de tal o cual movilización o movimiento y dependen de las posibilidades políticas y su posición estratégica en la lucha a nivel más general; de ahí la necesidad de que un partido revolucionario sepa cambiar de rumbo, a veces con cierta rapidez. Si no es capaz de hacer esto, más que a una organización de combate y a un partido capacitado para intervenir en un mundo cambiante, se parecería a una entidad inamovible o impermeable, en otras palabras: una secta.
Prácticamente el único campo de trabajo político que siempre es una prioridad para nosotros es el movimiento sindical, por ser el lugar de organización colectiva más elemental de la clase trabajadora. El sindicalismo es un espacio muy determinado donde los revolucionarios y revolucionarias deben intervenir constantemente tanto en tareas muy básicas como la defensa y mejora de las condiciones laborales como para intentar incrementar el nivel de conciencia política de los y las trabajadoras.