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Rodrigo Lombo

El resultado de las elecciones del pasado julio fue un palo para las fuerzas de la derecha y la extrema derecha españolas.

A pesar de una pandemia y la crisis económica consecuente agravada por la invasión rusa de Ucrania, la rabiosa campaña desatada por la caverna mediática no ha conseguido su objetivo (por ahora).

El PSOE de Sánchez aumentó su apoyo electoral y parlamentario, lo que compensa el “fracaso” de Yolanda Díaz, que no aumentó los resultados de Unidas Podemos de 2019. El PP fue el partido más votado, pero lejos de la mayoría absoluta a la que se acercaba según algunas encuestas. El batacazo de VOX ha complicado aún más las opciones de gobernar de los de Feijoo.

La investidura fake de Feijoo

Con un PP copiando discursos y prácticas de la derecha neofranquista, las posibilidades de pactar con fuerzas distintas a VOX se esfumaron.

Los cortejos al PNV, además de hipócritas son estúpidos, dado que no solo la ultraderecha pretende acabar con las autonomías, sino que pone especial énfasis en acabar con el régimen fiscal vasco. Además, el año que viene hay elecciones en Euskadi y ese pacto sería el hara kiri de los jetzales (simpatizantes, miembros y dirigentes del PNV) a favor de Bildu como primera fuerza política vasca. De esta forma en el mismo combo no pueden ir los de Abascal y la derecha autonomista vasca.

Incluso la hipocresía de los populares ha ido más lejos, tratando de convencer a Junts y al mismo tiempo bramando porque sean encarcelados sus dirigentes.

El discurso mentiroso de Feijoo en su intento de investidura se vio precedido por un Colón 2 —en alusión a la concentración de 2019 que unió a las tres derechas entonces existentes contra el independentismo— impulsado por Aznar y la derecha más recalcitrante que reunió a varios miles de personas procedentes de todo el Estado en Madrid el pasado 24 de septiembre.

Una nueva oportunidad para Pedro Sánchez

Pedro Sánchez, más que un perro —como despectivamente le ha llamado la ultraderecha y que inteligentemente él se ha apropiado— está demostrando tener más vidas que un gato.

Ni la pandemia ni la guerra de Ucrania con su crisis derivada ha sido aprovechada por los medios de comunicación de la derecha. Su obsesión por montar un escenario apocalíptico no ha calado en gran parte de la población y al mismo tiempo sus ataques a las reformas del gobierno —muy limitadas en vivienda o ayudas de distinto tipo— calificándolas de “paguitas” no ha conectado con los millones de personas que han visto sus condiciones materiales levemente mejoradas.

No solo se mantiene, sino que obtiene casi 1.000.000 de votos más que en 2019, en parte movidos por el voto “útil” para evitar que los neofranquistas entren en el Consejo de Ministros y por otro lado debido a la tibieza de la izquierda liderada por Yolanda Díaz cada vez más descafeinada. Porque ante votar al original y la copia la mayoría vota al original.

Pedro Sánchez necesita los apoyos de las izquierdas independentistas, los del PNV y los de Junts para poder gobernar. Los votos de SUMAR se dan por descontado, más allá de la sobreactuación de Yolanda Díaz hablando de que aún no había acuerdo y que ha sido tomado como un chiste.

Bildu ha dicho que apoyará la investidura por responsabilidad para parar a las derechas, pero exigiendo la profundización de las medidas a favor de las mayorías sociales.

En el caso de ERC y Junts, se han manifestado ambas fuerzas exigiendo la amnistía y la autodeterminación. Junts se está mostrando más beligerante por la competición que mantiene con ERC en el campo independista y porque la amnistía haría que el ex president Carles Puigdemont pudiera regresar del exilio.

Sin embargo, la pérdida de fuerza electoral y de movilización por parte del independentismo hacen que exigencias como la autodeterminación —a pesar de que la propia Constitución permite la posibilidad de hacer consultas por territorios— que nunca serían permitidas por el PSOE, queden aún más lejos.

La clase trabajadora y el gobierno progresista

Como hemos comentado en muchos artículos, las medidas tomadas por el gobierno progresista han quedado lejos de mejorar sustantivamente la vida de las mayorías sociales.

Es cierto que la ley de vivienda es mucho mejor que la de la legislación que teníamos antes, pero no limita los precios abusivos de los alquileres, crea un parque de vivienda pública extenso o prohíbe los desahucios. La subida del salario mínimo llega más lejos de lo que jamás lo haría con la derecha en el poder, pero la inflación y especulación existentes hacen que los salarios de la mayoría de las personas trabajadoras sean insuficientes para afrontar el coste de la vida. Por otra parte, el gobierno no ha defendido decididamente las leyes del Ministerio de Igualdad, en clara alianza con la derecha.

Y que podemos decir de la política internacional. La cesión definitiva del Sahara a Marruecos o la actuación del gobierno ante el intento de entrada de inmigrantes subsaharianos a Melilla en julio de 2022 no son propias de un gobierno que se autodenomina de izquierdas. La posición del ejecutivo español ante la política genocida de Israel ha sido de seguidismo con respecto a la Unión Europea, apoyando las atrocidades del ejército colonial e imperialista de Israel y condenando a la resistencia palestina.

Está claro que la presencia de Unidas Podemos en el gobierno ha contribuido a que diferentes reformas sociales hayan salido adelante. Así la gestión del estado capitalista, más aún con correlación electoral y social desfavorable, nunca podrá ser equiparable a lo que sería una sociedad socialista, una democracia de la clase trabajadora. Y más lejos quedan aún las propuestas de SUMAR, con unas políticas de conciliación mayores con el PSOE y el estado capitalista.

Y aunque respiremos aliviados si no gobierna la derecha, las contradicciones del capitalismo harán que la clase trabajadora siga sufriendo y eso derivará en movilización. Los movimientos sociales y las pequeñas fuerzas de la izquierda revolucionaria deberemos estar presentes acompañando e impulsando los nuevos movimientos.


Este artículo se escribió el 20 de octubre de 2023. Lo ocurrido desde entonces no cambia el argumento fundamental.