Respuestas a preguntas típicas
Ante la lucha palestina hay mucha confusión, pero sobre todo desinformación. Nos dicen que la situación es “muy complicada” e “imposible de entender”.
En realidad, es bastante sencilla. El Estado israelí es un proyecto racista y colonial, implantado en una región clave para el imperialismo.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes del mundo no quisieron reconocer su parte de culpa en el horror del Holocausto. Habían cerrado sus fronteras, devolviendo en caliente a los refugiados judíos que intentaban escapar de los nazis, o dejando que sus barcos se hundiesen.
En vez de esto, asumieron el proyecto sionista y respaldaron la creación de Israel en territorio palestino.
Uno de los principales responsables fue Gran Bretaña. Con la declaración de Balfour en 1917, respaldó la creación de un Estado sionista en Palestina. Aquí era el gran poder colonial, igual que en Egipto, Jordania, Iraq… Con la creación del Estado de Israel en 1948, abandonó sin más el territorio y a la población que se supone que estaba “protegiendo”.
El bloque estalinista proporcionó armas a las milicias sionistas que expulsaron al pueblo palestino en 1948, pero Israel rápidamente se convirtió en un aliado esencial en la región de EEUU.
Desde el inicio, se empezaron a fabricar justificaciones de los crímenes del Estado sionista.
“Es un conflicto religioso que viene de hace dos mil años”
El sionismo es un proyecto político, no religioso, y no surgió hace dos mil años, sino a finales del s.XIX. Fue una reacción al antisemitismo, pero en vez de combatir este racismo, lo aceptó como inevitable. A veces, dirigentes sionistas incluso pactaron con los antisemitas en un esfuerzo conjunto de separar a los judíos de los no judíos.
El sionismo solo llegó a tener un amplio apoyo entre la gente judía del mundo tras el Holocausto. Pero incluso hoy, el sionismo no representa en absoluto ni a la religión judía ni al conjunto de las personas judías.
La solución no pasa por poner en cuestión ni el judaísmo ni el islam, ni por predicar el ateísmo. Es un conflicto político que requiere una solución política.
“El problema es la violencia sectaria en ambos bandos”
Durante la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, el clérigo y Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, dijo una gran verdad: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.
Israel es uno de los Estados más militarizados y armados del mundo —incluso posee armas nucleares— y tiene el apoyo total de EEUU, la principal potencia militar del planeta.
El pueblo palestino lleva más de 70 años bajo ocupación colonial. La lucha palestina es una respuesta a esta opresión y ocupación. La violencia del Estado israelí refuerza esta injusticia.
Ahora, bandas de matones sionistas de extrema derecha están llevando a cabo pogromos contra la población palestina, bajo la mirada de las fuerzas de seguridad israelíes. Esto confirma de nuevo que no se trata de un conflicto entre fuerzas iguales, sino de la violencia de opresores contra un grupo oprimido.
“Pero ¡Hamas son unos fundamentalistas!”
Esta afirmación refleja una visión limitada de esta organización y además ignora la cuestión clave.
Hamas, como todo movimiento islamista de masas, incluye a sectores muy diversos, algunos muy retrógrados, sin duda; otros no tanto.
Pero los liderazgos de casi todos los importantes movimientos de liberación nacional han sido políticamente cuestionables. Ho Chi Minh, líder el Vietcong, fue responsable de masacrar a la izquierda revolucionaria vietnamita. El IRA Provisional de Gerry Adams tenía muchas posiciones reaccionarias. Las políticas neoliberales aplicadas por el ANC desde llegar al poder en Sudáfrica reflejan una orientación nada revolucionaria que venía de lejos… Pero en estos y más casos, era correcto respaldar sus luchas —desde una visión crítica e independiente— frente a los poderes coloniales.
En todo caso, es el pueblo palestino quien escogió a Hamas. Existió un amplio rechazo a la dirección de las antiguas organizaciones de Yasir Arafat —la OLP y Fatah— que se había corrompido y colaboraba con el Estado sionista.
Otro factor importante es que Hamas realizaba un trabajo social en los barrios, proporcionando servicios y ayudas frente al desastre provocado por los ataques israelíes, en salud, educación, etc. Este aspecto, más que sus discursos religiosos, es la clave de su popularidad.
Hamas ganó las últimas elecciones al parlamento de la Autoridad Palestina, en 2006, pero sufrió un golpe de Estado a manos de Fatah, apoyado por Israel y EEUU. El “Presidente” de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, fue elegido en 2005 y su mandato debía terminar en 2009; no se ha vuelto a someter a elecciones.
En Palestina, como en cualquier país del mundo, sería muy positivo que creciera una izquierda revolucionaria fuerte e internacionalista. Pero la solidaridad con la lucha palestina frente a las agresiones israelíes no puede esperar hasta que haya una dirección que nos guste más.
“El problema no es Israel como tal, sólo Netanyahu y su sector ultraderechista”
En la actual crisis, los cálculos políticos a corto plazo del primer ministro en funciones, el ultra Benyamin Netanyahu, seguramente juegan un papel. Netanyahu busca la reelección, a la vez que se enfrenta a investigaciones por corrupción y otros delitos. Fomentar una guerra para desviar la atención es una vieja táctica utilizada por los políticos cuando están bajo presión. Pero estos son detalles coyunturales y el problema no se entiende solo en estos términos.
La extrema derecha sionista siempre ha existido, pero durante mucho tiempo era minoritaria.
Durante la fundación del Estado de Israel y la expulsión del pueblo palestino en 1948, durante la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967, y durante otras guerras, el papel clave lo jugó “la izquierda sionista”: Mapai y su sucesor, el partido laborista. La construcción de asentamientos en Cisjordania —política que está detrás de la situación actual en Sheikh Jarrah— la inició un gobierno laborista. Durante el asalto al Líbano en 2006 y el bombardeo a Gaza en 2008, los laboristas formaban parte del gobierno.
El crecimiento de la extrema derecha en Israel, hasta el punto de celebrar reuniones con dirigentes fascistas europeos, no es la causa de las políticas asesinas y racistas. Es más bien la expresión de la lógica racista y expansionista del proyecto sionista como tal.
“El problema es el lobby que obliga a EEUU y a la UE a respaldar Israel”
Algunas personas que quieren apoyar a Palestina llegan a hablar de un “lobby judío” como un factor clave. Este argumento es falso y antisemita, es decir, racista. Además, exculpa a las potencias que respaldan las masacres.
Los dirigentes de EEUU y de la UE apoyan los crímenes de Israel no porque alguna “conspiración judeo-masónica” los obligue a hacerlo, sino porque Israel defiende sus intereses en esta región clave. Israel es militarmente fuerte y tiene una economía avanzada, pero no sobreviviría sin estos aliados. Si quisieran, lo podrían parar.
Israel también tiene aliados dentro de la región. Recientemente, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos han firmado acuerdos con el Estado sionista, igual que lo hicieron Egipto y Jordania hace años. Incluso Siria, bajo la dictadura de los Assad, combina la retórica hostil con una realidad de convivencia.
Las revoluciones que estallaron en la región en 2011 fueron la amenaza más importante, en décadas, para la existencia del Estado sionista. Si se instaurase un gobierno popular y democrático en cualquiera de estos países, éste rompería con Israel y daría pleno apoyo al pueblo palestino.
La solidaridad con la lucha palestina fue un factor clave en la revolución egipcia de 2011. El brutal golpe de Estado en Egipto de Al Sisi contuvo, hasta ahora, este peligro. Los suministros aportados por Egipto a Israel, incluyendo materiales para construir el muro, volvieron a estar asegurados. Ese golpe fue apoyado por EEUU, la UE, Rusia, Arabia Saudita…
En resumen, sí hay un lobby que respalda a Israel, pero no es un “lobby judío” secreto, sino un lobby a plena vista, el del capitalismo y el imperialismo.
“Deben volver al diálogo y al proceso de paz, para crear un Estado palestino al lado de Israel”
El problema es que el Estado israelí nunca ha querido un diálogo real, porque éste pondría en tela de juicio la discriminación sistemática a la que somete la población palestina y el derecho al retorno de las personas refugiadas. Es decir, cuestionaría las propias bases del Estado sionista.
Los “acuerdos de paz” de Oslo de 1993 tenían que culminar en un “Estado palestino” en Gaza y Cisjordania. En realidad, esos acuerdos representaron la aceptación del Estado de Israel por parte de la dirección de la OLP, y por tanto el abandono del objetivo del retorno a sus tierras y casas del pueblo palestino.
Por otro lado, Israel nunca ha aceptado una frontera fija, sino que mantiene una política de expansión. Tras firmar los acuerdos, ha acentuado la expulsión de familias palestinas del este de Jerusalén y del resto de Cisjordania, para construir cada vez más colonias de ultras estadounidenses. Queda poco de la Cisjordania de antes: ahora se ha reducido a parcelas separadas por muros y asentamientos. En general, el Estado israelí ha continuado su represión contra la población palestina.
En todo caso, el modelo de “dos Estados” donde “el Estado palestino” lo debían conformar Cisjordania y Gaza —dos trozos de territorio separados y sometidos por el Estado israelí—nunca fue una solución real. Las acciones de Israel durante las últimas décadas han dejado claro que ni se plantea esta opción. No se puede culpar al pueblo palestino por no creerse esta mentira.
“Los árabes dentro de Israel viven muy bien”
En un informe publicado en abril de 2021, justo cuando el conflicto actual estaba empezando, la organización de derechos humanos Human Rights Watch concluyó que “funcionarios israelíes cometieron los crímenes de lesa humanidad de apartheid y persecución”. Existía “una política del gobierno israelí orientada a mantener la dominación de los israelíes judíos sobre los palestinos y de discriminarlos en Israel y en el TPO” (Territorio Palestino Ocupado).
El Periódico citó a una palestina residente en Israel (hablando bajo un seudónimo, por miedo a represalias): “Lo que está ocurriendo es el resultado de años de opresión, pobreza y gobernantes violentos hacia los palestinos dentro de Israel”.
Los pogromos anti-árabe actualmente en marcha confirman la grave situación de este 20% de la población del Estado de Israel.
“Las críticas hacia Israel son excesivas y reflejan el antisemitismo”
Como se ha insistido, no se trata de un conflicto religioso, sino político, respecto al colonialismo. Los dirigentes sionistas y sus aliados siempre intentan presentar al Estado israelí como si fuera de alguna manera el representante de todo el pueblo judío, pero mienten. De la misma manera, Arabia Saudita no representa a la gente musulmana, y la España católica del franquismo tampoco representaba la gente cristiana del mundo.
Un triste resultado de esta insistente asociación es que algunas personas que critican los crímenes de Israel los atribuyen a “los judíos”. Se equivocan totalmente. Ceden el terreno tanto a la extrema derecha antisemita como al sionismo: ambos grupos se aprovechan de esta confusión.
Finalmente, es obvio que todos los Estados del mundo oprimen y explotan, por lo que todos son criticables.
Pero el caso del Estado israelí, instaurado como una colonia militarizada basada en la expulsión y la brutal opresión de la población original, es excepcional. Por esto, el caso palestino tiene una importancia especial y por esto el Estado sionista se merece las fuertes críticas que recibe de las personas que defendemos los derechos humanos.
¿Cómo podemos impulsar la solidaridad?
Cada vez más personas —incluyendo a figuras tan respetadas como Nelson Mandela o el antiguo presidente de EEUU, Jimmy Carter— equiparan la represión practicada por Israel con el apartheid de Sudáfrica.
Y dentro de los movimientos de solidaridad, ha crecido la conciencia de la importancia de la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS) en la solidaridad con Palestina. (Dicho esto, se exagera la importancia de esta campaña en la caída del régimen racista en Sudáfrica, a la vez que se ignora el papel clave de la clase trabajadora negra y los sindicatos independientes que crecieron en los años 70 y 80. En esto, se sigue la línea del propio Congreso Nacional Africano que nunca favorecía un movimiento obrero fuerte e independiente.)
Con todo, la campaña del BDS es un factor importante. Por un lado, ayuda a presionar al régimen sionista; por otro, fomenta y expresa la conciencia popular respecto a la situación del pueblo palestino. En Europa, es la mejor manera de apoyar la lucha palestina, conjuntamente con las protestas callejeras.
Pero para conseguir el cambio real, la clave serán las luchas en la propia región.
Como se ha mencionado arriba, la principal amenaza para el sionismo es la lucha popular en los países lindantes. La propia clase trabajadora palestina ha sido marginada dentro de la economía israelí (a diferencia del papel clave de la clase trabajadora negra en Sudáfrica), pero la clase trabajadora de Egipto, por ejemplo, tiene un poder enorme, como vimos en 2011, cuando sus huelgas fueron un factor clave en la defenestración del viejo dictador, Mubarak.
Algunos sectores de la izquierda y de los movimientos sociales dicen que apoyan la lucha palestina, pero respaldan a alguno de los gobiernos autoritarios de la región. Al hacerlo, no sólo faltan en su deber con la democracia y los derechos de la gente trabajadora de ese país, sino que están dando la espalda a la única fuerza que podría ofrecer solidaridad material y decisiva al pueblo palestino.
La lucha palestina es una causa internacional, y la solución debe ser internacional.
- Este texto se escribió en 2021