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David Bravo

El Parque Nacional Yasuní es un área natural protegida, localizada al nororiente de Ecuador, en plena cuenca amazónica, a unos 250km de Quito.

Este parque ha despertado gran interés científico debido a que es un tesoro ecológico y cultural no solo de Ecuador, sino del mundo. El Yasuní cuenta con el área protegida y la reserva de la biosfera más grande de Ecuador, cuenta con una designación internacional, de la cual el 99,73% está representada por vegetación natural original.

Dentro del Parque nacional Yasuní, en el campo Ishpingo Tambococha-Tiputini (ITT), existen el 18,3% de las reservas de petróleo probadas del país. La explotación petrolera está siendo “monitoreada” por el Estado a fin de minimizar los impactos que ésta pueda generar.

Ecuador, en sus 51 años de explotación petrolera, ha acumulado un historial bastante nefasto por la degradación de los ecosistemas naturales, originados por las extracciones de petróleo, que, además, ha tenido escasa repercusión en la economía nacional.

Cuando se conoció la primera noticia que confirmaba la existencia de yacimientos petroleros en la Amazonía, la población ecuatoriana vivió una avalancha de comentarios de economistas, políticos y aventureros que hicieron creer que Ecuador estaba a las puertas del desarrollo tecnológico y financiero, producto de los ingresos económicos que generarían las exportaciones de petróleo.

Estos análisis no eran objetivos debido a que, si bien es cierto que los yacimientos petroleros producirían gran cantidad de petróleo, suficiente para convertir Ecuador en un país regularmente exportador, las divisas que generaron dichas exportaciones no ingresaban al erario nacional.

Texaco

La producción petrolera estuvo a cargo, inicialmente, de la compañía Texaco, quien extrajo la mayor cantidad de petróleo de los pozos con mayor producción, mediante contratos petroleros de participación, firmados sin mayores beneficios para el país.

Texaco aprovechó la falta de regulación, no solo para beneficiarse económicamente de la actividad, sino para cometer algunas irregularidades que, actualmente, han sido demandadas civilmente por los perjudicados. Se llevó a cabo el denominado “juicio del siglo” en la Corte de Sucumbios. La justicia ecuatoriana falló a favor de los perjudicados, en 2011, y la multinacional tuvo que indemnizar con 9.500 millones de dólares al país para reparar el daño causado.

Aun así, la sentencia nunca pudo aplicarse porque la compañía Chevron–Texaco demandó a Ecuador ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, en virtud de un tratado bilateral de protección de inversiones, firmado con Estados Unidos por Ecuador. Siete años después, el tribunal holandés rechazó la sentencia impuesta por la Corte Suprema ecuatoriana y le dio la razón a la petrolera.

Cabe destacar que el Parque Nacional Yasuní ya se explotaba, en algunos sectores, desde 1970. En 2008, con la nueva Constitución introducida durante el mandato presidencial de Rafael Correa, se reconocen los derechos de la naturaleza, es decir, los derechos ambientales, desde una mirada holística.

Asimismo, se reconoce a los pueblos ecosistémicos, tales como los pueblos de aislamiento voluntario Tagaeri y Taromemane, como co-creadores de la selva. En pocas palabras, se reconoce la importancia y la necesidad de que estos pueblos tengan espacios saludables para poder realizar su vida.

En este mismo año, Correa presentó una iniciativa en la sede de las Naciones Unidas. El gobierno ecuatoriano consideraba, en ese momento, que el coste económico del país, por renunciar al petróleo del Yasuní ITT, era de 7.200 millones de dólares, de los cuales solicitaba a la comunidad internacional 3.600 millones, los mismos serían invertidos en investigación, conservación, desarrollo sostenible, entre otros. Esta iniciativa fue respaldada por muchos sectores de la sociedad civil internacional, pero no trascendió.

Luego, en 2009 el gobierno volvió a presentar la iniciativa en la Conferencia de las Partes (COP) sobre el cambio climático en Copenhague. En este entonces, parecía haber acuerdo internacional, pero con la condición de tener el control de los fondos por medio de un fideicomiso, algo que al expresidente Correa no le gustó. El mandatario señaló que se estaban “vulnerando los derechos de la ciudadanía”.

Hipocresía

Finalmente, en 2013, en una conferencia de prensa y por presión de la Asamblea Constituyente, se decidió, debido a los fracasos señalados, explotar, de una vez por todas, el bloque 43 del Yasuní.

Producto de la explotación, se recaudaron 18.000 millones de dólares anuales para contribuir al desarrollo del país, es decir, reducir la pobreza, invertir en la construcción de hospitales, escuelas adecuadas, vivienda, centrales de energía, entre otras.

Según el exmandatario “el factor fundamental del fracaso es que el mundo es una gran hipocresía, y la lógica que prevalece no es la de la justicia, sino la del poder y que los países contaminadores también son los más ricos y fuertes”. Por eso, no temía consultarle al pueblo porque le darían la razón.

No obstante, nunca le consultó al país ya que, según las encuestas realizadas por el Diario El Comercio, en junio de 2013, el SÍ ganaba con un 92 %. La pregunta clave es: ¿tras 51 años de explotación, realmente el petróleo ha contribuido al desarrollo del Ecuador?

Tras diez años de pronunciamiento del Colectivo Yasunidos, se decidió consultar a la población ecuatoriana sobre si se deja o no bajo tierra el petróleo.

Hemos visto durante este proceso que la campaña del No centró su discurso en que el petróleo es la columna vertebral del Ecuador, que el costo del abandono del campo es de 467 millones de dólares, que hay 2.514 habitantes de siete comunidades en el área de influencia del ITT beneficiados por los convenios firmados, que 915 empleos directos se verían afectados, además, de sembrar el miedo, dado que el petróleo es la principal fuente de ingresos y que, por lo tanto, la economía nacional caería por los suelos.

En pocas palabras, que ya no podría comprar más dólares, y, por último, que el Estado no tendría presupuesto para pagar a los empleados públicos y, peor aún, que no podría invertir más en salud, vivienda, trabajo, seguridad social, entre otros.

Datos curiosos dado que actualmente, en plena explotación petrolera, el país no cuenta con nada de eso. La campaña por el No estuvo alejada de la realidad ecuatoriana y se dedicó a inyectar miedo social.

Natural

Mientras tanto, la campaña del empleó un discurso apegado a los derechos de la naturaleza y al derecho de las y los ecuatorianos a conservar el medioambiente, para las generaciones actuales y futuras.

Algunas de las ideas claves fueron que el 99% del Yasuní es vegetación natural original, que las especies que habitan el parque son únicas, que existe población en aislamiento voluntario en la zona y que el clima de gran parte de Sudamérica depende de la Amazonía (agua, captura de carbono, entre otros).

Uno de los ejemplos más cercano es la sequía que afronta Uruguay, ya que las lluvias provienen de la Amazonía. En definitiva, el bando del dejó claro que si no paramos con el extractivismo, el cambio climático cada vez será más fuerte. En todo caso, durante la campaña los grandes vacíos fueron las propuestas concretas de transición ecológica.

En medio de este contexto, el pasado 20 de agosto, ganó el con un 58,95% frente al No que obtuvo el 41,05%. Si bien, podemos decir que las y los ecuatorianos se pusieron de acuerdo en esta temática, también resulta cierto que un porcentaje elevado no lo está.

Es relevante señalar que dos de las seis provincias amazónicas dijeron que No en la consulta y las cuatro restantes defendieron el , con porcentajes no muy distantes.

Muchos empleos en la Amazonía dependen del petróleo, así que, probablemente, una parte de la población cercana a los yacimientos petroleros habrá pensado más allá del bien de la naturaleza y se habrá concentrado en sus problemáticas actuales, tales como el desempleo, sobre todo porque el Estado ecuatoriano no ha conseguido cubrir las necesidades de su población.

Queda claro que la economía ecuatoriana no puede depender, a grosso modo, de una fuente principal de ingresos, como es el petróleo.

El reto ahora es cómo el país se prepara para diversificar, aún más, su economía, teniendo en cuenta que, también, es exportador de banano, productos del mar (número uno en exportación de camarones), atún, café, cacao fino aroma, flores, entre otros. Estas exportaciones constituyen un 70 % de las exportaciones en el mundo.

Dada la crisis internacional multifacética que estamos viviendo, queda claro que no hay ninguna solución real dentro del marco del sistema capitalista existente ni en el ámbito puramente nacional.