Marx21
Desde 2001, el 11 de septiembre se conoce a escala mundial por los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York.
Lo que los medios no suelen destacar es que esos terribles ataques formaban parte de una guerra ya en marcha, de EEUU y otras potencias imperialistas contra las poblaciones de Oriente Medio.
Esa guerra —con invasiones, ocupaciones, bombardeos, limpieza étnica…— empezó mucho antes de ese 11-S y continua hoy, y con un coste humano aún más alto que los notorios atentados. De eso hemos hablado mucho.
En Catalunya, el 11 de septiembre es La Diada, el día nacional del país. Es la fecha de una derrota, la toma de Catalunya por parte de las fuerzas borbónicas en 1714. Desde 2012 se ha celebrado con manifestaciones enormes a favor de la independencia.
Sin embargo, como sabemos, las masivas movilizaciones de 2017, con el referéndum y la resistencia ante la brutal represión por parte del Estado español, no lograron su objetivo. Como escribimos hace tiempo, esa derrota se debió a diversos factores.
Obviamente, en primer lugar, la represión estatal. Segundo, la poca solidaridad por parte de la izquierda española. Y tercero, el fallo central de una estrategia basada en una alianza con la derecha catalana; si queremos la independencia para poder crear una sociedad diferente, eso no se puede hacer de la mano de quienes se benefician del sistema actual.
Pero el 11 de septiembre también es el aniversario del brutal golpe de Estado que encabezó el general Augusto Pinochet, hace 50 años en Chile. Miles de persones fueron asesinadas; decenas de miles de personas sufrieron la cárcel, desapariciones y torturas. A raíz del golpe, se convirtió el país en un campo de pruebas para las políticas neoliberales más brutales.
Es esencial también recordar aquellos terribles acontecimientos, y aprender de lo ocurrido.
Allende y la Unidad Popular
En 1970 Salvador Allende ganó las elecciones a la presidencia de Chile por la coalición Unidad Popular (UP), formada por su propio Partido Socialista, el Partido Comunista y otros partidos de izquierda más pequeños.
La victoria se debió a la creciente radicalización de la clase trabajadora. La gente corriente estaba cansada de los partidos políticos que hacían numerosas promesas y luego las incumplían.
Tras su elección, hubo miles de huelgas y exigencias del cambio prometido. Querían que la UP y Allende nacionalizaran los bancos, las grandes empresas, las propiedades de los grandes terratenientes… Al principio, las cosas fueron bien; el gobierno de Allende nacionalizó 90 fábricas e intervino 1.000 propiedades.
Hubo mejoras para la gente trabajadora, y cada vez más movilización desde abajo.
Frente a esto, en 1971, la derecha volvió a la ofensiva y miles de personas de clase media protestaron por la escasez. En 1972, los propietarios de camiones organizaron un paro patronal con el objetivo de cerrar el país y provocar el caos económico. Pero las y los trabajadores se organizaron para distribuir bienes de todos modos y rechazaron a los patrones.
Entre 1972 y 1973 la lucha de clases llegó a tal punto que se crearon “Cordones Industriales”, comités de coordinación que vincularon la lucha en diferentes fábricas y lugares de trabajo. Éstos podían haber sido un elemento clave se para la creación de una sociedad diferente, el socialismo desde abajo.
Freno
Pero en lugar de animar la lucha obrera, Allende intentó apaciguar a la derecha. En 1970 había llegado a un acuerdo con la derecha para llegar a la presidencia. Firmó el acuerdo del “Estatuto de Garantías Constitucionales” que decía que la UP no interferiría con el Estado, incluidos el ejército y la iglesia.
Incluso tras un fallido intento de golpe militar en julio de 1973, el dirigente del Partido Comunista, Luis Corvalán, mantenía su fe en “el carácter profesional de las instituciones armadas”.
Lejos de promover las luchas obreras, la dirección de la UP intentó acabar con éstas. Pidió moderación y “el fin de las confiscaciones ilegales de tierras y propiedades”. Literalmente desarmaron a las organizaciones obreras.
Simpatizantes de la UP en las fuerzas armadas denunciaron públicamente los preparativos para un nuevo golpe. Allende dijo que dejaría al alto mando resolver el problema. Así lo hizo: sometieron a los marinos y aviadores a un tribunal militar que los condenó a largas sentencias de cárcel, donde les infringieron torturas.
El golpe de Pinochet
El golpe de Pinochet, con el apoyo de la clase dirigente chilena y respaldado por Estados Unidos, comenzó con aviones de la fuerza aérea bombardeando el palacio presidencial. Allende ordenó a sus aliados que se rindieran, pero él se quedó en su palacio y, en lugar de rendirse, se suicidó.
Después de la toma de poder, miles de personas —el cantautor Víctor Jara incluido— fueron llevadas al Estadio Nacional Julio Martínez Pradanos, el principal estadio de fútbol del país. Allí los militares interrogaron, torturaron y en ocasiones ejecutaron a sus oponentes.
El nuevo régimen arrestó o “desapareció” a miles de activistas, docentes, abogados, sindicalistas y estudiantes de izquierda. Pinochet desató un régimen de terror y crueldad diseñado para intimidar a sus oponentes y aplastar a las y los socialistas. Su reinado duró 17 años y marcó el comienzo de duras políticas neoliberales.
Aprender
Allende había nombrado a Pinochet miembro de su Gobierno, y lo había designado como comandante en jefe del Ejército de Chile, solo semanas antes del golpe. Esto formaba parte del proyecto reformista de gestionar el sistema actual, no derribarlo. Buscaban hacer las paces con los amos del momento y esto suponía reprimir a quienes luchaban por un cambio real.
Había fuerzas a la izquierda de la UP, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que daba más importancia a la lucha popular y obrera, pero el MIR también sufrió confusiones y mantuvo algunas ilusiones en el sistema.
Luis Corvalán del partido comunista dirigió repetidamente su ira contra el MIR, al que llamaba “ultraizquierda”, acusándola de tener “posiciones infantilistas y en el fondo contrarrevolucionarias”.
Esta dinámica la hemos visto repetidamente desde entonces. Los partidos reformistas prometen grandes cosas para intentar ganar las elecciones. Si forman un gobierno, y la gente trabajadora se anima y lucha, exigiendo cambios de verdad, las promesas se desvanecen y nos exigen paciencia y pasividad. Por suerte, hasta ahora los resultados de tales procesos con Syriza y Podemos han sido menos brutales que en Chile, pero debemos aprender la lección.
La clase dirigente, durante muchas décadas, ha aceptado el sistema de democracia burguesa. Pero ante algo que realmente amenace sus beneficios, su sistema, recurrirán a todo tipo de brutalidad.
La solución no es rebajar nuestras ambiciones a lo que ellos aceptan; está cada vez más claro que esto nos lleva al desastre.
Más bien, necesitamos una izquierda que sí se base en las luchas desde abajo, que tenga como objetivo no gestionar el moribundo sistema actual, sino derribarlo.
Dado que esta izquierda será atacada no solo por el sistema en sí, sino también por el reformismo —por “ultraizquierdista”, “infantil”, “contrarrevolucionaria”…— necesitará ser lo más fuerte posible, con ideas muy claras y con la máxima capacidad de conectar con la gente trabajadora de a pie. Solo así estará en condiciones de contribuir a que futuras situaciones de lucha masiva se conviertan en revolución y los inicios de una nueva sociedad, no en otro golpe que ahora sería aún más brutal que el de ese 11S de 1973.
Lectura sobre el golpe en Chile:
El golpe de Pinochet en Chile: El otro 11S
1973: Un brutal golpe de Estado triunfó en Chile mientras la izquierda retrocedía
Lecciones pasadas siguen siendo vitales en la lucha actual en Chile
Carta enviada de la Coordinadora de Cordones a Salvador Allende
Folleto: Chile: 1972-1973: Revolución y contrarrevolución