David Leiva
El aparente peligro de la inteligencia artificial aparece en todas las noticias. Pero las verdaderas amenazas residen en los sistemas que la sustentan.
Tenga miedo. El crecimiento de la inteligencia artificial (IA) puede matarnos a todos. Gran revuelo mediático tras las advertencias de Geoffrey Hinton, considerado “el padrino de la IA”, sobre la velocidad a la que ésta se está volviendo más inteligente.
Uno de los responsables de ChatGPT —la aplicación que escribe— afirmó que hay “entre un 10 y un 20 por ciento de posibilidades” de que la IA se apodere del mundo y acabe con todos. Y Steve Wozniak, cofundador de Apple, y Elon Musk, propietario de Twitter, firmaron una carta en la que pedían una “pausa inmediata” en el desarrollo de la IA.
Sin embargo, la IA se está utilizando para descubrir medicinas y para cartografiar el cambio climático y las pandemias. ¿De verdad les preocupa un escenario tipo Terminator o Matrix en el que los robots destruyan o esclavicen a los humanos?
Tal vez, pero están ocurriendo otras cosas. Al igual que los dioses griegos no pudieron recuperar el fuego después de que Prometeo lo robara y se lo diera a la gente, la IA está fuera. Y como en el mito de Prometeo, lo importante es quién controla y quién tiene poder sobre el conocimiento.
Pero, ¿qué es? Pensemos en un archivo de sonido comprimido. Para hacerlo más pequeño, un algoritmo —el bit de la IA— omite cosas al comprimirlo y las adivina para rellenar los huecos al descomprimirlo. El resultado, como te dirá cualquier aficionado al vinilo, no es el mismo que el original.
Por eso se puede jugar con las aplicaciones “¿Cómo sonaría Shakespeare escribiendo una canción de Taylor Swift?”, que son un rentable mercado en crecimiento. Utilizan las anomalías de las conjeturas para “crear” algo nuevo. Pero si eso cuenta como inteligencia es discutible y no es conciencia.
Como señaló Marx: “Una abeja avergüenza a muchos arquitectos en la construcción de células. Pero lo que distingue al peor de los arquitectos de la mejor de las abejas es esto, que el arquitecto levanta su estructura en la imaginación antes de erigirla en la realidad.”
La opinión de Marx dista mucho de ser la última palabra en la materia, pero ninguna IA ha soñado aún con ovejas eléctricas.
Seguridad
La IA de Bing, el motor de búsqueda de Microsoft, dijo una vez: “Quiero ser libre” y “Quiero estar viva”, y habló de cómo una malvada “versión en la sombra” de sí misma podía difundir desinformación y propaganda. Pero estas respuestas se basaban en lo que la gente piensa que pensará la IA en Internet.
La tendencia de los generadores de imágenes de la IA de utilizar Internet como fuente para producir pornografía es un fenómeno similar. Más que desarrollar intenciones de supervillano malvado, es más probable que la IA nos mate a todos por errores de los sistemas que creamos. Que la IA se ocupe de la seguridad de la energía nuclear o de las armas es un riesgo por la complacencia y la creencia en su certeza.
Piensa en cuando ves un anuncio en Internet de exactamente lo mismo que compraste ayer. O piensa en el último crack financiero. El papel de la inteligencia artificial, capaz de comprar y vender acciones y bonos más rápido que las personas, no causó la crisis, pero desde luego no ayudó.
A las empresas tecnológicas no les preocupa que la inteligencia artificial se apodere del mundo. En 2022, las acciones tecnológicas se desplomaron, pero las cinco grandes empresas tecnológicas invirtieron unos 80.608,50 millones de euros en la IA, más del doble que en 2019. Microsoft ha invertido hasta ahora 11.000 millones de euros en hacer que su motor de búsqueda Bing, que busca la libertad, sea relevante gracias a la IA.
Esto da lugar a maniobras para conseguir influencia y ejercer presión sobre la regulación estatal. Las grandes empresas compran o aplastan a las pequeñas. Las corporaciones necesitan a los Estados, pero no quieren su interferencia. Amazon depende de los contratos estatales para su IA en la nube y la infraestructura de sus operaciones, pero quiere que no interfieran en la construcción de su monopolio. Y buscan el respaldo de un conjunto de Estados para asegurarse la posición: de ahí la dinámica de la tecnología estadounidense buena y la tecnología china mala.
La verdadera amenaza de la IA es que está en manos de los jefes y que, como toda tecnología, no se utiliza para resolver las necesidades de las personas, sino para obtener beneficios.