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Marx21

Como sabemos, tras los malos resultados del PSOE y Podemos en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, Pedro Sánchez adelantó las elecciones legislativas al 23 de julio.

Los resultados del 28M son fruto del fracaso de los partidos del gobierno a la hora de, realmente, defender a la gente trabajadora. Más allá de la retórica, han impulsado políticas que favorecen a las grandes empresas y al militarismo, sin olvidar la responsabilidad del ministro Marlaska en las muertes en la frontera con Marruecos, el envío de tanquetas de la policía a las luchas de los Astilleros de Cádiz, los desahucios, la no derogación de la ley Mordaza, etc.

Como consecuencia, el PP es ahora el partido más grande en Aragón, València y las Islas Baleares. Tendrá que decidir si busca el respaldo del partido de extrema derecha VOX para gobernarlas.

VOX duplicó sus votos respecto a las elecciones municipales de 2019 y ahora tiene presencia en los parlamentos de casi todas las comunidades autónomas. En Madrid, el PP de Ayuso reforzó aún más su control, obteniendo allí la mayoría absoluta. También obtuvo mayoría absoluta en La Rioja. En parte, el PP se benefició del hundimiento de Ciudadanos (Cs), ya a punto de desaparecer del mapa electoral. En 2019, Cs obtuvo 1,9 millones de votos, mientras que el 28M solo logró 300.000. La mayoría de los votos perdidos fueron a parar al PP y a VOX.

Pero el mayor factor fue el descontento con la gestión del Gobierno del PSOE-Podemos. En 2022, los ingresos reales (después de la inflación) de las personas trabajadoras cayeron en más de un 5%, mientras las empresas españolas casi duplicaron sus beneficios.

Y mientras la gente trabajadora se empobrece, el “Gobierno más progresista de la historia” dedica más dinero a las armas. La Marea informó a principios de mayo que “En 13 de los 17 Consejos de Ministros que se han celebrado en lo que va de año ha habido modificaciones presupuestarias que han incrementado el gasto militar”.

Las mejoras sociales en algunos campos son positivas, pero no justifican lo demás.

No Podemos

Podemos fue lanzado por el círculo de Pablo Iglesias y el grupo Anticapitalistas en 2014. Fue un intento de llevar a las instituciones la rabia contra la austeridad y los desahucios que había estallado en las plazas con el movimiento 15M.

En su discurso inicial hablaron de “la casta”: con esto, metieron a todos los partidos institucionales en el mismo saco, desde la derecha hasta el PSOE. Fue un error no reconocer que las bases del PSOE y las del PP son muy diferentes, ni hablar de lo que representa VOX hoy en día. Pero de esto, pasaron al error opuesto, pactar con una dirección socialdemócrata que solo busca mantener el sistema.

En sus inicios, bajo la forma de diferentes candidaturas, el espacio de Podemos fue capaz de hacerse con el control de varios ayuntamientos, incluidos los de Madrid y Barcelona. Luego, en 2019, se unió al Gobierno español como socio menor de la socialdemocracia.

En 2014, en los inicios de Podemos, Pablo Iglesias declaró: “Acabar con los desahucios hipotecarios es sencillísimo, se hace una ley y se acaba con ello. Hay cosas que son muy fáciles de hacer, solo hace falta voluntad política. El problema es que si gobiernan los mayordomos de los poderes económicos y no los carteros de los ciudadanos las cosas son muy complicadas.” Entonces subestimó la dificultad de llevar a cabo reformas desde las instituciones del Estado capitalista. Aun así, hay pasos sencillos que se podrían dar desde un Gobierno realmente progresista pero que no se han dado. Más bien, se ha ido (con pocas excepciones) en la dirección opuesta.

El resultado ha sido desastroso. Podemos perdió todos sus concejales en Madrid, Zaragoza, Tenerife, Burgos, València, Vigo, A Coruña… Perdió escaños en casi todos los parlamentos autonómicos, quedando sin representación alguna en la Comunidad de Madrid, Pais Valencià y las Canarias.

Sumar: ¿la nueva gran esperanza?

Ante este panorama, hace meses que Yolanda Díaz y su círculo presentan Sumar como un nuevo proyecto para la izquierda. El adelanto electoral ha dado urgencia al tema, y se han apresurado para conformar y registrar la plataforma electoral.

La posibilidad de un gobierno del PP con VOX es preocupante. Pero ¿es Sumar la solución? Lo cierto es que, detrás de su apelación a la unidad de la izquierda, hay muchos aspectos problemáticos en este proyecto.

Enrique Santiago es secretario general del Partido Comunista de España y diputado destacado de Unidas Podemos. Es, por tanto, un colaborador cercano de Yolanda Díaz y representativo de la iniciativa. Una entrevista suya en el Canal 24 Horas de RTVE —¡difundida en el YouTube del PCE, nada menos!— da muchas claves del proyecto.

Empieza por presentar Sumar como “un proyecto progresista… que garantiza la democracia…  frente a la ola reaccionaria e intolerante”.

Dijo “necesitamos construir una unidad que sea amable”. Hay que decir que el veto a Irene Montero de Podemos, excluyéndola expresamente de la candidatura, no parece muy amable. A esto volveremos.

El punto es que problemas como éste —y habrá más— no son casualidad, sino que son intrínsecos al modelo.

Monolítica

Santiago explica su concepto de la “unidad”: “todos y todas las fuerzas políticas y los ciudadanos que forman parte de esta opción… trabajando en la misma línea. No trabaja cada quien de una forma diferenciada.”

Es decir, una “unidad” monolítica, donde todas las personas y fuerzas se someten a un solo “mensaje claro”, dictado desde arriba. Y como veremos, esta uniformidad se plantea para mantener la línea de la colaboración leal (con alguna exigencia propia ocasional) con el PSOE.

Santiago explica también el deseo de integrar en Sumar a “movimientos sociales… personas que participan en sindicatos, en asociaciones…” Esto podría sonar bien. Pero si se suma al punto anterior, en realidad se busca atar a los movimientos sociales a esa uniformidad monolítica.

Por su naturaleza, los movimientos deberían ser plurales, e independientes de todo partido político: aún más de un partido que quiere gobernar. Los partidos pueden y deben participar en los movimientos sociales, al lado de otros colectivos, otras sensibilidades, con el derecho de defender sus propuestas. Pero la visión que plantea Santiago se parece, de nuevo, más a la del viejo estalinismo, de ver a los movimientos como una mera correa de transmisión para las decisiones de la dirección del partido.

Podemos también reflejó estos mismos fallos pero, al menos en sus inicios, estas formas servían a un programa político bastante radical.

Ahora sirven a un proyecto que apela, no a la memoria del movimiento 15M, sino a la actuación del gobierno de Sánchez. Un gobierno que ha traído algunas reformas, sí, pero que ha mantenido una política económica básicamente neoliberal. Como se comenta arriba, un gobierno que apoya a la OTAN y aumenta masivamente el gasto militar. Un gobierno que celebra el asesinato de personas migradas y refugiadas en Melilla y que deporta a activistas musulmanes. Un gobierno que incumple sus promesas de derogar la ley mordaza y la reforma laboral del PP, etc.

Uno de los pocos ámbitos en que UP ha plantado cara al PSOE es con los avances respecto a los derechos de las mujeres y las personas LGTBI+: con las leyes del aborto, del solo “Sí es Sí”, contra la transfòbia… Como Ministra de Igualdad, Irene Montero ha luchado por estas reformas frente a la hostilidad de VOX, PP, y gran parte del PSOE, ha sufrido un acoso machista terrible, desde muchas direcciones.

Nada de esto quita su parte de responsabilidad al formar parte de un gobierno militarista, neoliberal, etc., por supuesto, pero el deseo de la (autoerigida) dirección de Sumar de excluirla como candidata es precisamente por lo que ha hecho bien. Quieren apartar a una persona que, por su rechazo al machismo y la LGTBIfobia, molesta a los partidos y a la prensa de la derecha y extrema derecha, e incomoda al PSOE.

Colores pastel

En efecto, la cúpula de Sumar está diciendo que su proyecto no es solo de colores pastel en su imagen gráfica. Su proyecto de “cambio” es de colores pastel, un proyecto que no moleste a los poderes existentes. Es decir, ningún cambio real en absoluto.

Podemos en sus inicios combinaba el discurso radical con una práctica populista y vertical. De ahí que, con el tiempo, cada vez más personas quedaron excluidas, en una serie de purgas, sin la posibilidad de debates reales entre una militancia inexistente o meramente virtual.

Sumar ahora aplica el mismo modelo, pero parte desde el inicio de un discurso de mínimos, sin promesa radical alguna.

El 23 de julio, muchas personas de izquierdas que pueden votar quizá no encuentren mejor opción electoral en su territorio.

Pero Sumar no ofrece ninguna promesa de cambio, ni representa protección alguna frente a la subida de la extrema derecha. Casi toda la subida de VOX ha ocurrido con estas mismas fuerzas dentro del gobierno o apoyándolo.

Para parar a la extrema derecha, toda la experiencia confirma que el elemento clave es la lucha unitaria, la movilización amplia, no limitada a un partido. De esto hablamos en otro artículo.

Por otro lado, los cambios sociales que necesitamos —en última instancia la derrota del capitalismo, y la creación de una nueva sociedad basada en las necesidades humanas y las del planeta— no vendrán mediante las elecciones, sino mediante la autoorganización y las luchas desde abajo. Hace falta una izquierda que se oriente en esto, y no en una maniobra electoralista tras otra. Es a esto a lo que nos dedicamos en Marx21.

 


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