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Rubén Vargas

Tras las disculpas públicas por parte del líder espiritual Dalai Lama el lunes 10 de abril, por el polémico beso, han circulado una variedad de noticias y opiniones que rezan desde el escándalo más absoluto hasta la apología sobre el incidente.

Para añadir leña al fuego tras una semana de revuelo mediático en cuanto al tema inicial están surgiendo otros videos con comportamientos muy cuestionables de su santidad como sujetarle el brazo a una niña acariciándolo de forma insistente o ponerle la mano en la rodilla a la cantante Lady Gaga.

Dicho esto, la polémica sobre lo que hace o dice el Dalai Lama no es nada nuevo. En 2019 también tuvo que pedir disculpas por comentarios sexistas, donde exponía que solo se reencarnaría en una mujer si ésta era atractiva, hay que entender que con lo de la reencarnación está hablando de quien puede sucederle en el puesto.

Reacción en los medios

En el Estado español, hay opiniones diversas en ambos lados del espectro ideológico.

Por un lado, tenemos voceros de la derecha que atacan a la figura del Dalai Lama con insultos y desacreditándolo, rasgándose las vestiduras mientras lanzan la pregunta ¿Qué pasaría si lo hubiera hecho el Papa de la Iglesia Católica? Lo cual es irónico con todos los abusos a menores que a día de hoy se siguen intentando tapar por parte de las instituciones religiosas.

Por otro lado, desde el progresismo hay voces que intentan justificar y hacer apología de las acciones como si fuera un tema de una cultura diferente que no se puede ver desde una mirada “occidental”.

También hay quienes intentan quitarle hierro al asunto argumentando que bueno su santidad es una persona muy mayor a la que le gusta gastar “bromas”. Se dijo lo mismo cuando hizo los comentarios sexistas cuatro años atrás.

Esta excusa parece ser común entre figuras que ostentan cierto privilegio y hacen o dicen cosas cuestionables. Lo hemos visto con los monarcas Europeos. Al rey emérito y al duque de Edimburgo constantemente se les ha quitado hierro a sus formas con lo de “campechanos y bromistas” y la edad como atenuantes.

Las voces desde el ateísmo militante reducen los hechos a que al final todas las religiones son iguales.

Desde las posturas más estalinistas y prochinas parece ser que también hay una carga contra la institución en el exilio. “Un ‘simple monje’ nunca le pedirá a un joven que ‘chupe mi lengua’. Solo un pedófilo comete ese crimen”, dijo la Embajada de China en Colombo en su plataforma de Twitter.

En el panorama internacional

Como marxistas y revolucionarios es importante analizar los hechos desde el materialismo histórico. Podemos entender que las instituciones religiosas —independientemente del tipo que sean— son usadas por la clase dominante del momento para ejercer control sobre la sociedad.

Ser un líder de una institución religiosa que cuenta con aproximadamente 20 millones de seguidores a nivel mundial conlleva una gran responsabilidad.

Hay que entender que el Dalai Lama en 2011 anunció que renunciaba a todos los cargos políticos que tenía en su poder del Gobierno tibetano en el exilio, para quedarse solo como el líder espiritual y religioso. Aun así, sigue siendo una figura muy importante para el gobierno en el exilio y para muchos tibetanos.

Por otro lado, el descrédito por parte del gobierno chino no es casual.

En 2021 hubo una disputa entre China y el Dalai Lama acerca de quién sería el sucesor de la figura religiosa cuando se reencarnase. El gobierno chino insiste en que la elección del próximo Dalai Lama recae únicamente en China, e incluso ha consagrado este derecho en sus leyes. El Dalai Lama y el gobierno tibetano en el exilio apoyado por el gobierno indio se han opuesto a esta injerencia china con vehemencia.

Hay que también resaltar en todo esto la hipocresía del gobierno chino al utilizar el escándalo para intentar legitimar su ocupación del Tíbet. Por muy cuestionables que sean las acciones del Dalai Lama, el pueblo tibetano tiene todo el derecho a buscar su autodeterminación.

Por otro lado, en la guerra de mercados contra China, los países occidentales han apoyado de manera incuestionable la figura del Dalai Lama como si hablara en nombre de todas las personas tibetanas.  Y la institución budista no es que tenga un pasado limpio per se.

Antes de 1953, el Tíbet era una monarquía gobernada por el Dalai Lama. Era un país desesperadamente pobre y desigual, con la mayoría de la población trabajando como siervos para los grandes terratenientes. El hecho de que muchos gobiernos occidentales brinden su apoyo incondicional y acrítico es también más hipocresía.

En el Estado español

Existen en el Estado español alrededor de 4.000 budistas practicantes registrados, de los cuales un poco más de la mitad practican el budismo tibetano. Por muy deplorables que sean los actos de los líderes espirituales, es importante no atacar a los practicantes de esta religión.

De la misma forma llamamos a que se combata la islamofobia que se perpetúa contra personas musulmanas, o la rusofobia contra personas rusas que no tienen la culpa de la invasión de Putin de Ucrania, si fuese necesario habría que también defender a las personas budistas de una ‘budistofobia’ si fuera el caso.

Figuras religiosas

La clase trabajadora global no debe poner su fe en figuras religiosas para conseguir su emancipación, ya que éstas al final operan bajo los intereses de la clase dominante. Además, debemos condenar firmemente cualquier abuso de menores desde cualquier institución religiosa o no.

De la misma manera hay que argumentar que el pueblo tibetano no puede esperar que su emancipación de la China venga de la mano de las instituciones religiosas. La única forma que lograrlo es a través del poder de la clase trabajadora del Tíbet.

¡Menos instituciones religiosas budistas y más personas trabajadoras budistas organizadas!