Corriente Socialismo Internacional (IST)

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Una vez más, la guerra está destrozando la vida de millones de personas. Una ciudad capital está bajo bombardeo, hay cadáveres esparcidos en las calles mientras los hospitales y los mercados arden. Se ha dejado en manos de la gente corriente organizar los suministros médicos, encontrar agua, alimentos y arriesgar sus vidas bajo el fuego para mantener en funcionamiento las infraestructuras básicas.

A diferencia de la guerra en Ucrania, las partes beligerantes en Sudán son del mismo país que la población civil a la que aterrorizan. Una de ellas, la Fuerza de Apoyo Rápido (RSF), es una milicia brutal que surgió de las fuerzas de Janjaweed; la otra son las fuerzas armadas de Sudán. Sus líderes han sido socios durante mucho tiempo en la comisión de los crímenes contra el pueblo sudanés, desde Darfur hasta Port Sudan y las calles de Jartum. Ahora estos ladrones y asesinos luchan entre sí por una mayor parte del botín del poder.

Sin embargo, al igual que en Ucrania, los horrores de esta guerra no se producen simplemente a nivel local. Surgen de la propia naturaleza fundamental del sistema capitalista. El oro de Sudán fluye a través de los mercados del Golfo y su ganado y suelos fértiles alimentan a millones de personas más allá de sus fronteras. Esta tierra en la que un tercio de la población depende de la ayuda humanitaria también produce una riqueza increíble para una pequeña minoría. Esa minoría sirve a los intereses de las clases dirigentes de los Estados más ricos y poderosos, así como a la clase dirigente autóctona, desde proporcionar hombres jóvenes como carne de cañón para Arabia Saudita y la guerra de los Emiratos Árabes Unidos en Yemen, pasando por apoyar a la dictadura egipcia en su creciente lucha por el poder con Etiopía por las aguas del Nilo, hasta actuar como guardia fronterizo exterior para los líderes de la Unión Europea (que han ayudado a financiar la RSF) y Gran Bretaña.

Los Estados competidores de la región y las grandes potencias en el centro del sistema global tienen la sangre del pueblo sudanés en sus manos. Aumentaron los arsenales de estos gángsteres mientras sermoneaban a los partidos civiles sudaneses y al movimiento revolucionario del país sobre la necesidad de sentarse y negociar acuerdos para compartir el poder con sus asesinos.

Y ahora los Estados miembros de la UE y Gran Bretaña están intensificando su guerra contra las personas refugiadas sudanesas, negándoles vías seguras e intensificando las campañas racistas que alimentan el ascenso de la extrema derecha. Este marcado contraste con la bienvenida a las personas refugiadas ucranianas demuestra aún más la hipocresía de los países imperialistas sobre las guerras y la migración.

La única alternativa real a esta carnicería radica en el movimiento revolucionario que tanto ha logrado desde la caída del dictador Omar al-Bashir en 2019. La solidaridad internacional de la clase trabajadora es crucial para apoyarlo.

Surgiendo de las cenizas de décadas de guerra civil, en medio del hambre y la pobreza sufridos por tantas personas, la gente corriente en todo Sudán ha forjado formas de autoorganización desde abajo a una escala que no hemos visto en años. Los Comités de Resistencia, los sindicatos independientes y las campañas que plantean demandas por los derechos de los refugiados y la justicia ambiental han movilizado a millones de personas contra la dictadura, colectivamente han elaborado propuestas de reformas democráticas de gran alcance y de redistribución de la riqueza. A menudo han llenado el vacío que deja un Estado ausente u hostil, proporcionando a la gente alimentos, vivienda, asistencia médica, electricidad y agua.

Aquí es donde se pueden encontrar las fuerzas para desafiar no solo a los generales enfrentados, sino también a la clase dominante sudanesa en general, a sus aliados dentro y fuera de la región y para romper el Estado que hace la guerra contra el pueblo de Sudán.

La solidaridad con la revolución sudanesa es una tarea urgente para las y los socialistas, gente trabajadora y sindicalista de todo el mundo. El horror en Sudán es otro ejemplo que confirma que el capitalismo no ofrece nada a la gente trabajadora y pobre del mundo. El capitalismo significa guerra, pobreza, racismo y colapso ambiental.

¡Solidaridad con las personas refugiadas sudanesas, abran las fronteras!

¡Detengan la maquinaria de guerra, ni armas ni apoyo para ninguno de los generales y sus aliados!

¡Victoria de la revolución sudanesa!

La Coordinación de la Corriente Socialismo Internacional, 5 de mayo de 2023